El Kirstein de Factua

Mikasa mentiría si dijera que el corazón no le latía como loco en ese momento. Con que así se sentía besar a alguien. Era extraño, pero sumamente agradable. Honestamente se sorprendió cuando sintió que Jean se alejaba, o tal vez aun no estaba lista para terminarlo.

–Disculpa, no debí hacer eso –dijo él retirando su mano de la mejilla de Mikasa.

–No… estuvo… bien –respondió totalmente roja con su mirada algo perdida.

–¿D-de v-verdad?

Su tartamudeo le pareció de lo más adorable. Sonrió leve divertida por aquello, asintió ligero.

–Escucha, Mikasa –volvió a hablar un poco acelerado, ansioso –Yo me precipité, no sé… lo que dijiste… quizás lo malinterpreté y… no, no quiero importunarte de ninguna manera…

Mikasa lo escuchaba hablar, pero realidad no estaba prestándole mucha atención o la velocidad que llevaba no le permitía hilar bien las ideas y seguirle. Su mente estaba en otra parte, pensando en las palabras de Sasha y como ella misma se había pillado observando atentamente a las parejas. Y cómo se cuestionaba el que tuviesen esa necesidad imperativa de estar juntos, abrazándose, tomados de la mano, besándose. Ahora lo entendía, se sentía bien, cálido en el corazón.

–Jean…

El muchacho cortó su monólogo y la miró algo descolocado, tal vez por escucharla hablar o porque se había quedado con una idea a medias.

–¿Uh?

Mikasa bajó la vista un momento.

–¿Quieres… repetirlo?

Jean ladeó la cabeza.

–¿Lo que dije?

Mikasa negó y soltó una risita.

–Lo otro…

Jean se quedó de piedra. No se lo esperaba. De hecho esperaba, como dijo en su discurso que no fue escuchado, que Mikasa le diera una bofetada. O que estuviera molesta porque ella estaba enamorada de Eren. O que se sintiera traicionada porque no lo veía como más que un compañero de misiones o un amigo. Todos esos pensamientos estaban en su cabeza y dieron lugar a un silencio luego que Mikasa hiciera aquella propuesta.

Mikasa era pésima leyendo a la gente, sobre todo a Jean. Pero esta vez supo ver lo que sucedía. Llevó una mano al cuello de Jean y lo atrajo hacia ella con más fuerza de la necesaria lo que consiguió que sus frentes chocaran bastante brusco.

–Auch –murmuró Jean.

Pero cualquier queja fue acallada por los labios de Mikasa sobre los suyos. Sin duda no era la persona más sutil, pero qué más daba. ¡Mikasa lo estaba besando! Y aquello borraba de su mente todo aquel discurso nacido de la inseguridad. Tenía aun tantas preguntas… ¿Significaba esto que le gustaba también? ¿Era algo de solo este momento o sería algo que continuaría más adelante? ¿Qué pasaba con Eren? Esa última pregunta lograba ensuciar las sensaciones y la felicidad del momento. Quizás por lo mismo, aquel beso se volvió ansioso mientras enredaba sus dedos en el cabello oscuro que tanto le gustaba y su otra mano se posó posesiva en la espalda de la muchacha. Como si quisiera sacarle a Eren a la fuerza, que no pensara en él, que solo fuesen los dos en ese momento.

Mikasa enlenteció el ritmo apartándose ligeramente. Sus miradas se cruzaron, los labios enrojecidos y húmedos, el sonrojo en sus mejillas.

–Todavía no –murmuró Jean.

Mikasa lo miró confundida, pero entendió sus palabras cuando él le dio un suave beso y otro y otro más. Con que así se sentía besar a alguien… así se sentía cuando alguien la quería. Sentía como si ese espacio eternamente vacío dentro de ella se llenara de pronto, volviéndose cálido y enorme, como si la envolviera completa.

Fue Jean quien se apartó esta vez, solo lo suficiente para verla y pasar una mano por su cabello. Por inercia Mikasa sonrió ampliamente. Jean le correspondió el gesto.

–Gracias –susurró Mikasa.

–¿Por qué? –preguntó Jean extrañado.

La chica respiró profundo.

–Por no olvidarme…

Gracias por no rendirte, gracias por ser paciente, gracias por no dejar que Milly ganara tu corazón… por darme un espacio en él. Gracias por quererme… a pesar de todo.

–Nunca… te lo prometo.

La abrazó con fuerza y Mikasa cerró los ojos dejando escapar un suspiro pesado. Nunca la olvidaría y nunca la dejaría ir. Para ser honesto, nunca pensó que Mikasa lo vería como algo más que a un amigo, lo que estaba pasando era como un sueño cumplido, un sueño que guardaba dentro de él hacia tantos años. Soltó una espiración pesada, tal vez porque tenía tanto en su interior que no sabía por donde salir. O quizás tratando de mantener su masculinidad cuando solo quería llorar, por soltar todas las frustraciones que había albergado dentro de él, por todas las veces que se enfadaba por haberse fijado en una chica que estaba tan lejos de él. Eran demasiadas emociones juntas, pero él era un macho recio. Sí, claro que sí.

De pronto unas campanadas sonaron intensas llenando el silencio. Ambos se separaron.

–Es medianoche –dijo Mikasa.

–¡Mierda! –exclamó Jean poniéndose de pie.

Mikasa recogió todas las cosas con velocidad. No recordaba la última vez que corrió tan rápido fuera del campo de batalla. Podía ser la más fuerte de todos los soldados, pero Jean era más rápido y ágil. La guiaba de la mano por las calles esquivando a cualquier persona u objeto que estaba a su paso.

Llegaron al cuartel cuando los guardias cerraban la puerta. Uno de los soldados los miró con una sonrisa picarona y los dejó pasar. Quién era él para no permitirles la entrada a ese par de tórtolos. La juventud y su falta de noción del tiempo. Se rio abiertamente cuando los vio ingresar y el muchacho le dijo un "gracias" aliviado.

Habiendo soltado sus manos caminaban por los pasillos del cuartel. Jean con ambas manos en los bolsillos y Mikasa sosteniendo la bolsa. Se detuvieron en la bifurcación hacia las respectivas barracas.

–Bueno… –murmuró el sacando una de sus manos del bolsillo para rascarse la nuca nervioso –Buenas noches.

Mikasa asintió.

–¿Cuándo retomamos la marcha?

–Dentro de dos días, al alba. Podríamos partir mañana al anochecer, pero…

No quería llevar a su escuadrón de noche en un espacio desconocido, era riesgoso, pero había otro factor…

–Mañana podríamos salir otra vez… si quieres –dijo Mikasa con un sonrojo entre vergüenza y por la corrida por la ciudad.

–Claro, por supuesto.

Mikasa le sonrió y lo besó en la mejilla.

–Buenas noches, Jean.

Se volteó para iniciar el camino hasta su habitación. Cuando ya estuvo fuera de vista, Jean empuñó una mano y la elevó al cielo.

–¡Sí! ¡Lo logré!

Lo que no sabía es que Mikasa pudo escucharlo desde la puerta de su habitación. Se rio suave. Tomó el pomo de la puerta e ingresó aun risueña. Notó que la luz estaba encendida y Betza terminaba de cepillar su cabello sentada en la cama.

–¿Cómo estuvo ese paseo?

Mikasa se sentó en el borde de su cama y se retiró los zapatos. Dándole la espalda a Betza se desprendió del vestido y buscó el pijama bajo la almohada.

–Bien –respondió –Es una ciudad bonita.

Se metió a la cama y su compañera la miró un segundo. Sonrió con disimulo al ver el rostro iluminado de la chica y un brillo especial en sus ojos. No era necesario que Mikasa dijera más, conocía ese semblante.

–Me alegra que lo pasaran bien –dijo de buen humor –Distraerse hace bien –Mikasa se acomodó entre las tapas –Mañana pensábamos ir a una taberna que nos recomendaron… Ya que es nuestra última noche…

–Sí… podría ser.

Mikasa se dio media vuelta dándole la espalda. Betza apagó la luz.

.

.

En la oficina que les habían facilitado en el cuartel, Jean y Hausdorf observaban los mapas que los cartógrafos de Gijar trazaban con especial cuidado.

–Aquí –dijo uno de ellos llamando la atención de Hausdorf –Hay un barranco. 50 kilómetros sudeste –agregó –Alrededor de 40 metros, abajo solo roqueríos. Planicie, nada más. De hecho les sorprenderá que hasta Factua solo hay planicie. Factua –indicó en un mapa más grande atrayéndolo hacia él –Tiene un descenso de duna hasta la costa, camino pesado, pero transitable.

–¿Después de eso? –preguntó Jean.

–Eso tendría que comprobarlo usted, capitán. Es parte de su trabajo, ¿no?

–No soy capitán, solo líder de escuadrón –aclaró –Y sí, desde ahí supongo que es nuestro trabajo.

Hausdorf sacó la vista del mapa para pasarla al soldado.

–¿Factua ha realizado alguna misión de reconocimiento?

–No que esté informado –respondió el hombre, aproximadamente de la edad de Hausdorf, unos cuarenta y pocos –Factua es como… –caviló –Una ciudad bastante cerrada. Amables, pero reticentes a entregar información.

Otro cartógrafo puso atención a la conversación. Alzó la voz:

–Factua fue uno de los distritos más afectados tras la caída del muro María, después de Shinganshina, por supuesto –agregó –Por sus características de planicie, los poblados rurales eran comunes. La mayoría de los cultivos que proveen la isla provienen de ese distrito. Al contrario del norte –se refería a Gijar –Tienen un clima más cálido y varios ríos que corren desde las montañas.

Hausdorf asintió pensativo.

–Eso explica la falta de recursos durante esos años –dijo el mayor del escuadrón.

–La geografía del resto de la isla tiene montañas que restan terreno agrícola y ganadero. Sumando el invierno y sus heladas. En Factua y la zona este de la isla no nieva, pero cómo llueve. Bueno para trigo en verano y papas en primavera.

–Muy informado, ¿no? –opinó Jean algo malicioso.

El soldado, de unos tardíos veintitantos, lo miró fijo.

–Antes de ingresar a la milicia era de la zona oeste del distrito de Factua. Trabajaba en los campos con mi familia… –hizo una pausa –Luego hubo que buscar otra fuente de ingresos, ¿no, chico?

La sonrisa burlona de Jean se borró de pronto. Desubicado comentario. Se limitó a asentir. El soldado tomó un mapa que tenía a un costado.

–Este es el espacio correspondiente al muro María desde Factua a Shinganshina –indicó –Como pueden notar la columna de las montañas se dirige desde el oeste de Shinganshina hasta poco antes del muro Rose, hacia el este. Podrán ver esa cadena montañosa si circulan por el interior del muro. Por lo mismo, la ruta más rápida entre Shinganshina y Trost es el río.

–Interesante –comentó Miller apareciendo de la nada hasta los otros miembros de su escuadrón –Holi –saludó a Jean y Hausdorf –Ya recorrimos la costa del otro lado del río. Amplia playa sin dificultades ni novedades. Haller hizo unas anotaciones.

Entregó un papel a Hausdorf.

–Vaya si ha mejorado ese torpe con sus dibujos –apreció sorprendido –Creo que podremos ponerlo a trabajar cartografeando –extendió el diagrama a Jean –¿qué crees tú, Kirstein?

Jean asintió admirado por los bocetos de Haller y aliviado por poder tener menos carga.

–No es la mejor calidad, pero sirve, sumado a los mapas de Factua podremos tener un buen trabajo.

El soldado originario de Factua se quedó mirando a Jean con sorpresa.

–¿Kirstein?

–¿Si? –Jean sacó la vista de los papeles de Haller.

–Yo también me apellido Kirstein.

Podía ser mera coincidencia, había apellidos más comunes que otros, pero el suyo no era de esos. Por otro lado, ya había corroborado en las nóminas de inmigración que no había más que su familia al ingreso. De alguna manera remota estaba relacionado con él y, mirándolo con atención, también tenía cara de caballo. Se rio internamente.

–Pues es un gusto –dijo animado y le extendió la mano –Soy Jean.

–Walter –se presentó el joven estrechando su mano –¿Crees que seamos familia?

–Posiblemente –respondió Jean.

La atención volvió a los mapas, pero Jean continuaba con aquella información en la cabeza. Si todos ingresaron por Quinta, como indicaban las nóminas de inmigración, quería decir que debía existir un emplazamiento en común y luego las familias se distribuyeron por la isla. ¿Pero cómo se decidió aquello? Si había una nómina de inmigración, debía haber un registro en cada ciudad de quienes poblaron cada lugar.

Un soldado ingresó a la oficina. Al verlo entrar todos los miembros de Gijar se pusieron de pie y se cuadraron.

–Receso para almorzar –indicó y volvió a salir.

Todos comenzaron a abandonar sus puestos de trabajo y salir de la oficina.

–¿Y ese quien es? –preguntó Miller con displicencia.

–Es el capitán de nuestra división –aclaró Walter quedándose junto al escuadrón de la Legión –Es un jodido hijo de puta –agregó en advertencia –Pone castigos por todo, y cuando hablo de castigos no me refiero a detenciones –agregó haciendo un gesto con los labios –A la vieja escuela.

–Brutal –exclamó Miller –Deberían denunciar a esa bestia.

Walter se rio.

–Parece que las cosas en otras ramas del ejército son diferentes. Tienen suerte.

Miller y Hausdorf asintieron, pero Jean aun seguía con la mente en sus cavilaciones.

–Por cierto, Walter –dijo Jean antes que salieran de la oficina –¿Tu familia siempre estuvo en Factua?

–Sí –respondió animado –¿De dónde eres tú?

–Trost, cuidad, no distritos externos.

–Vaya, de buena vida, ¿no, primo?

Un agradable sujeto. Quizás podría averiguar algo a través de él.

–Antes de la caída de Muro María podría decirse que sí. Luego se desmadró todo –comentó –Pero estaba pensando… Quizás mi familia sí era de Factua… Mi abuelo o algo así… supongo.

–Puede ser –respondió Walter animado.

Miller observó a Jean con detención. A ese chico solo le interesaba la misión… bueno, y Mikasa. Pero interesado en establecer amistad con un sujeto con el que coincidentemente compartían apellidos… no era algo que pareciese interesarle mayor mente. Gato encerrado… o a Kirstein le bajó la nostalgia familiar.

–¿Y si tratamos de descifrarlo durante el almuerzo? –propuso Jean.

–Buena idea –respondió el soldado con entusiasmo.

Mientras los otros miembros del escuadrón se adelantaban, Jean y Walter charlaban, o más bien era el mayor de ellos quien acaparaba la charla. Tenía una facilidad enorme para hilar ideas.

Se sentaron al otro extremo de la mesa que ocupaba el escuadrón con sus respectivas bandejas.

–Con que Trost –dijo Walter con interés –¿Estabas en la milicia cuando fue el ataque a la ciudad?

–Fue un par de días antes de mi graduación… o más bien se retrasó por ello.

–Un novato –admiró –Supongo que eres de los sobrevivientes de la masacre. Supe que enviaron a los cadetes a luchar también –Jean asintió –¿Y tu familia?

–Fueron desalojados a tiempo. Casi todos los ciudadanos. Siempre hay pérdidas, lamentablemente.

–Asumo que eso te motivó a ingresar a la Legión, no me imagino a un chico de ciudad tomando la Legión como su primera opción. Menos de una ciudad que en su vida vio titanes –agregó –Acá no hay un soldado que haya enfrentado a los titanes.

–Debe ser una vida muy aburrida –bromeó Jean.

Escuchó unos pasos tras de él y que corrían la silla a su lado. Walter miró con interés a la recién llegada.

–Ey –Mikasa se sentaba junto a él con su bandeja –¿Cómo estuvo todo?

–Bien, los cartógrafos son muy rápidos y eficientes –respondió Jean –Por cierto –indicó al soldado –Él es Walter Kirstein –Mikasa alzó las cejas con sorpresa –Ella es Mikasa Ackerman…

–Wow –exclamó Walter –La chica que vale por cien soldados. Tu fama trasciende todos los muros. Es un honor.

Mikasa se cubrió con la bufanda, dando a entender que tanta fama no le acomodaba precisamente.

–Me preguntaba, Walter –la voz de Jean logró que el soldado dejara de interesarse en Mikasa –Si habrá alguna manera de corroborar la procedencia de las familias dentro de los muros. Verás, cuando cayó el muro María, los refugiados fueron listados y se guardaron sus registros… Me imagino que en otras ciudades sucede lo mismo.

Walter frunció los labios pensativo.

–Claro que existen registros. La Policía Militar es quien los lleva. Deberías pedirlos en Factua, puede que resolvamos el misterio de los Kirstein, ¿no crees?

Jean se rio y Walter le sonrió antes de llevarse el trutro de pollo a la boca con las manos, todo y pellejo. Jean iba a tomar su pata de pollo con la mano, sintió una palmada en el dorso.

–Cubiertos –dijo Mikasa sin dar lugar a réplica.

Jean resopló, pero obedeció. Mientras peleaba con la carne apegada al hueso, Mikasa alzó la voz:

–¿Buscar los registros? –parecía confundida.

–Mi apellido –dijo Walter –O sea, nuestro apellido –indicó a Jean con un hueso del pollo –No es común. De hecho no conozco a otro Kirstein. Solo a mi padre y al abuelo. Mi padre solo tuvo hermanas y ahí se perdió la línea. Jean piensa que quizás su familia provenga de Factua.

Mikasa miró a Jean intrigada. Por la ruta natural desde Quinta, lo más lógico sería que la familia completa llegase a Trost y luego se desperdigaran. O lo hicieran desde Quinta o… ya entendía a lo que quería llegar Jean. Quería rastrear la ruta de inmigración. Muy hábil.

–Por cierto, Ackerman –volvió a hablar mientras Jean seguía peleando con el pollo –Tu rostro no es muy común, ¿de dónde eres?

Mikasa lo miró un segundo.

–Shinganshina, las montañas –respondió viendo como Jean estaba perdiendo la paciencia.

Entre el estúpido pollo resbaloso y su mano resentida, el trabajo de caballerito se le hacía difícil. Con naturalidad, Mikasa le cambió el plato por el propio que ya estaba trozado… perfectamente.

–Fin de la batalla, ganó el pollo –comentó Mikasa burlona.

–Te recuerdo que tengo una mano lastimada de tanto trabajar –se defendió frente a ello, pero cayó en el detalle. Mikasa no tenía esos gestos con nadie… excepto con quien todos sabemos –Gracias.

Walter seguía mirando a Mikasa con interés. Más allá que pareciera ser la novia de su primo, le parecía familiar. ¿Dónde había visto a alguien como ella? ¿Dónde?

Pronto terminaron de almorzar, los cartógrafos volverían a su trabajo. Miller se autoautorizó para tomar una siesta, mientras Sommerville y Haller pasarían también a la oficina junto con Hausdorf y el jefe. Benson… bueno ese prefería estar con los caballos que con la gente. Era bien raro, pero raro bien, nada perturbador.

Mikasa se despidió de Walter, para luego desearle una buena tarde a Jean. Nada que denotara algún cambio entre ellos, al menos no para el resto. Iría en busca de Betza, tenía algunas cosas que resolver con la enfermera militar.

El trabajo en la oficina tomó el mismo ritmo que por la mañana. Copias y más copias eran realizadas, rotuladas y archivadas, bajo la atenta supervisión del escuadrón de Jean.

–Kristein –lo llamó Sommerville desde una de las mesas donde un cartógrafo de Gijar copiaba un mapa del trayecto costero de Quinta –Hay algo que no me cuadra en este mapa. ¿Puedes pasarme tus notas?

Jean volvió a la mesa principal y abrió la carpeta. Iba pasando uno a uno los mapas, hasta encontrar el que Sommerville solicitaba. Cuando estuvo de regreso vio a Walter sosteniendo uno de sus bocetos aprovechando que estaba solo en la mesa.

–¿Algo interesante? –preguntó Jean serio, no le gustaba la gente entrometida.

Walter lo volteó hacia Jean. La marca del cuarto muro. Jean lo ignoró y simplemente se alzó de hombros sin darle importancia.

–Hacía tiempo que no la veía –comentó Walter.

–¿Desde que vivías en Factua? –preguntó aun haciéndose el desentendido como si ese dibujo le fuese familiar.

Revisó el último mapa que dibujaba Walter para desviar la atención.

–No, en un distrito dentro del muro. No es muy lejano. Solía estar de guardia ahí. Un pueblo agradable… puedo mostrártelo luego, si te interesa.

–¿Sabes, Walter? Realmente me alegro de esta coincidencia familiar –dijo con una sonrisa ladeada y cruzándose de brazos.

Walter guardó el dibujo dentro de la carpeta de Jean.

–A que sí –dijo con entusiasmo –Por cierto, ¿dónde viste ese símbolo?

–Camino acá, por el interior del muro –mintió con descaro –La verdad no recuerdo exactamente donde. Fue un boceto entre tanto mapeo, mi error no haber indicado su lugar en el mapa.

Walter asintió.

–Seguro fue en el desvío del camino principal, ya sabes ese que trae a la ciudad y tiene una bifurcación.

–Quizás…

–Debió ser ahí seguro –afirmó con entusiasmo –Dicen que eran los fundadores del pueblo, los primeros que se asentaron.

Jean hizo un gesto que no denotaba ni afirmación ni nada. Pero Walter parecía conforme. Era un buen sujeto, incluso le llegaba a recordar a Marco. Mantenía su ingenuidad de campechano, tal como Connie y Sasha. Quizás era vivir en la ciudad lo que volvía a la gente una bosta… como él.

–Podríamos ir mañana, si te parece –propuso Jean ahora mostrando entusiasmo –Podrás ver a tus viejos amigos. Hablaré con tu capitán malas pulgas. Será una misión de reconocimiento al interior del muro –le guiñó un ojo con complicidad.

Walter pareció satisfecho.

–Si no hubiese sido tan cobarde entonces, hubiese ingresado a la Legión –confesó –Te admiro.

Jean asintió en silencio.

–¿Te molestaría que nos acompañara Ackerman?

–¿Planeas llevarme de chaperón mientras andas de lindo con tu novia?

Jean se rio.

–No todo puede ser trabajo –lo codeó Walter –Vale, que sea la seguridad del lugar. Y, tal vez, pueda interesarle algo más que el paisaje.

Jean lo miró fijo. Los ojos de Walter brillaron con algo de intriga. El líder de escuadrón asintió con seguridad.

–Sí, tal vez.

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