Al final del cuarto muro
Jean no era de aquellos que no supiera distinguir entre la realidad y los sueños. De hecho, no era de los que soñara demasiado. Un par de pesadillas, de cuando en vez un sueño donde le pateaba el culo a Eren, alguno de su infancia… y sí, a veces soñaba con Mikasa. Pero el sueño de la noche anterior había sido extraño.
-Estamos listos para partir, Kirstein -anunció Sommerville ya sobre su caballo.
-De acuerdo.
El líder del escuadrón subió a su caballo y volteó una última vez al fuerte. Vio a Mikasa hablar algo con Betza al tiempo que iniciaban la marcha.
Él siempre había sabido distinguir los sueños de la realidad, sobre todo cuando soñaba con Mikasa. No había que ser estúpido para saber que tocarla, aunque fuese tan inocente como tomar su mano, era algo que solo ocurriría en su mente, dejando de lado otros sueños menos políticamente correctos que, como todo joven normal, a veces tenía con ella. La desilusión venía al despertar y caer en la realización que eso jamás ocurriría en la vida real.
-¿Cómo vas? -preguntó Hausdorf junto a él mirando a la muñeca vendada del muchacho.
-Bien, nada de que preocuparse.
El mayor asintió volviendo su vista al frente.
-Quizás sería bueno que no te expusieras -comentó Hausdorf sin aguantarse una sonrisa maliciosa -Por ejemplo, evitar… saltar por la ventana.
Jean sintió que la saliva se le iba por el camino equivocado y comenzó a toser. El mayor se rió divertido frente a la reacción del muchacho.
-Hay mejores formas, chico -continuó el hombre -Sin que ello signifique que, eventualmente, nos quedemos sin nuestro cartógrafo.
Jean tosió una última vez.
-¿Mejores formas de qué? -preguntó aun con la voz enronquecida de la tos.
Hausdorf alzó la cejas repetidamente de forma pícara.
-De conquistar a una chica sin poner tu vida en peligro. Aunque asumo que eso les gusta -bromeó.
-Cállate, viejo -masculló Jean.
Haller tras ellos iba sacando cálculos con una serie de instrumentos sobre sus piernas, con tal equilibrio que sorprendía a sus colegas.
El calmo ritmo que llevaban permitía que disfrutaran de la imponente vista del océano y el cuarto e interminable muro.
-¿Será que este muro también está formado por titanes? -preguntó Miller mientras su caballo casi tropieza con una roca -Yo opino y tú te fijas en el camino, jamelgo -exclamó tirando de las riendas.
Sommerville se rio a su lado.
Continuaron su ruta con prudencia. A veces la arena desaparecía y todo por lo que iban sobre eran rocas. Algunas más grandes, otras más pequeñas. Hasta que llegaron a una amplia playa cuyo fin no era distinguible, pues el muro la tapaba justo en un giro.
-Nos detendremos aquí -anunció Jean.
Mikasa miraba aun a la lejanía donde terminaba la playa, o donde parecía terminar. Aun sin bajar de su caballo, vio como todos lo hacían y les llevaban cubos del agua que cargaban en la carreta, para aprovechar ellos de cargar también sus cantimploras. Volvió nuevamente su vista al final de la playa y frunció el ceño.
-No hay más muro -murmuró sin que nadie más la escuchara.
Dio un golpe seco a los costados de su caballo y se lanzó a todo galope por la playa.
-¡Mikasa! -se escuchó llamar por Jean.
Se volteó por sobre el hombro.
-¡Ya regreso! -gritó para luego volverse al frente.
Jean la vio alejarse. De un brinco se subió nuevamente a su caballo y partió tras ella. Todos los soldados se quedaron mirando a los chicos de la Legión perderse a la lejanía.
-Alguien debería darles la charla -bromeó Miller mirando a Betza, quien lo golpeó en la nuca -¡Tan bruta!
-Deberías aprender a cerrar tu bocota -lo reprendió la mujer al tiempo que llevaba la cubeta con agua a su caballo.
Mientras el escuadrón se disponía a descansar un momento, los dos integrantes de la legión galopaban por la playa bordeando el muro. Al seguir el sutil giro en la playa y donde la arena desaparecía y el agua era baja, las sospechas de Mikasa se hicieron realidad. Detuvo el galope de su caballo con determinación, escuchando a su compañero acercarse hacia ella.
-¿Qué mierda…? -dijo Jean al ver el término del muro.
Mikasa se volteó hacia él con el mismo desconcierto, aun cuando tuvo el presentimiento. Sin embargo, esto solo podía significar una cosa.
-Este es el fin de la frontera de Mare del otro lado del mar -retomó Jean, Mikasa asintió viendo como el muchacho sacaba la brújula de su bolsillo -Norte, menos un par de grados.
-Estamos completamente desprotegidos… -salió como un murmullo de la boca de Mikasa -Si atacan por esta zona -miró fijamente a Jean -Llegarían sin problemas al muro María.
-No podrían atacar. Recuerda lo que dijo Katz, el capitán de Mare. Ellos no pueden traspasar el límite de sus fronteras. Ni por tierra ni invadir la zona marítima de la Alianza del Este.
-Significa que… -meditó Mikasa -Si cruzamos hasta el continente desde aquí, no caeremos presa de Mare.
-Pero presos de otros, los enemigos de Mare. Nos ven como demonios. Todo el mundo… todos nos ven como demonios.
Mikasa guardó silencio y bajó la vista a sus manos que sostenían las riendas. Jean descendió del caballo cayendo en las bajas aguas que apenas sobrepasaban sus tobillos, se acercó al cuarto muro mirándolo con atención. Pasó una mano por él dándose cuenta que la piedra estaba gastada por la salinidad del mar y los dedos se le manchaban de una especie de cal. Alzó la vista hacia arriba y se sonrió negando suavemente.
-¿Cómo no me di cuenta antes? Se supone que soy más inteligente que la media… -se reprochó.
-Tu ego me embarga -bufó Mikasa aun en su caballo.
Jean obvió el comentario de Mikasa y extendió su mano hacia ella.
-El fuerte de Quinta también mostraba este polvillo -le indicó su mano manchada -Pero ninguno de los tres muros, por muy viejo que esté mancha las manos de cal -volvió a mirar al muro -No hay titanes dentro de este muro, está construido con material corriente, no es endurecimiento titán.
-¿Y eso qué significa?
-Que Mare lo sabe, sabe cuál es el punto que no está protegido por el cuarto muro.
-¿Por qué infieres que eso es así? -preguntó Mikasa -Hasta donde sabemos por lo que nos informaron los prisioneros, Mare solo accede a la isla desde sur. Estás sacando conclusiones de la nada. Además, dentro de las memorias de Eren, no hay nada de hable de eso.
Jean se quedó en silencio. ¿Cuánto sabrían realmente los soldados de Mare sobre isla Paraíso? ¿Cuánto sabía Eren a través de sus memorias? Todo miembro de un ejército sabía que había información clasificada solo para los altos mandos.
-Mikasa, ve por el resto. Acamparemos en ese bosque -indicó a la tupida arboleda que se alzaba a la distancia dentro de lo que era el fin del muro.
La chica emprendió el galope. Jean bordeó el límite del muro guiando a su caballo por las riendas, quien lo seguía obediente.
¿Quién habría construido ese muro? ¿Mare o Erdia? La información que manejaban era que el Rey Fritz se había encerrado en los tres muros para protegerse de los titanes. Esa era la vieja información, la que era parcialmente cierta. ¿Cuál era el porcentaje de realidad y la de mito? La única manera de responder las nuevas interrogantes era la Coordenada. Si tan solo Eren supiera utilizarla bien.
El resto del escuadrón tardó unos minutos en llegar al fin del muro, tan impresionados como los primeros que lo contemplaron. Las interrogantes iban in crescendo.
Betza y Mikasa fueron a pescar para cenar antes que cayera la noche, mientras la menor tenía un talento impresionante en ello, la mayor tenía paciencia. Sommerville y Haller calculaban la distancia recorrida tomando notas, marcando en el muro metraje. Miller tuvo que ir a cavar el sitio que utilizarían como letrina reclamando porqué siempre le tocaba lo poco elegante y que era un trabajo de mierda.
Jean y Hausdorf estaban sentados junto al fuego recién encendido al centro del campamento.
-El cuarto muro es el más pequeño, quizás debimos sospechar de esto desde un comienzo -comentó Hausdorf junto a Jean mientras él escribía un reporte -Mañana mapearemos la costa hasta el norte de la brújula. Quizás luego de eso deberíamos regresar al muro María y enviar ese reporte por medio de la tropa estacionaria.
-No creí encontrarnos con más sorpresas cuando dispensé a Frederick y Gregor. Ahora nos vendría bien un par de estafetas -bromeó Jean frotándose la muñeca vendada.
-No necesitabas un par de molestos gruñones. Además, sin titanes en el camino, el contingente debía ser reducido. La prioridad es proteger el cuartel sur y ellos pintan bien de carne de cañón -comentó Hausdorf malicioso.
Jean imitó el gesto y dejó su escrito a un lado sobre la hierba rala que crecía del lado interno del cuarto muro. En realidad no necesitaba más que de eficientes apoyos que manejaran los instrumentos, de Betza para que cuidara de Hausdorf y, ahora, de su propia lesión.
Se frotó nuevamente la muñeca mientras caminaba hacia el muro. No era que quisiera encontrar algo en él, solo quería esconderse de Hausdorf para descansar la mano. Le estaba dando más problemas de los que creía.
Como hace unas horas, repasó el muro con la mano. ¿A quién pertenecía esa construcción? ¿Cuánto había tardado? Con la escasa tecnología que poseían, pudo tardar diez años.
De pronto un detalle llamó su atención, una especie de grabado en la piedra. Removió unas piedrecillas que se habían desprendido del mismo muro. No medía más que la palma de su mano. Era un círculo. Dentro de él tres espadas cruzadas por sus extremos como un triángulo.
Regresó por su carpeta y el lápiz para copiar la inscripción. Nunca había visto un símbolo así. ¿Sería el sello de quienes construyeron el muro o de algunos de los llegados a la isla?
-¿Algo interesante? -preguntó Hausdorf tras de él.
-Un grabado.
El hombre lo observó un instante con curiosidad.
-Interesante -comentó, desvió la mirada hacia el cielo -El sol está bajando, deberíamos regresar al campamento.
El sol comenzaba a hundirse en el mar, la fogata estaba alta y la pesca había sido provechosa. La cena fue como solía ser. Sommerville hablaba sobre las medidas que había tomado con Haller.
-Come -escuchó Jean y se volteó hacia Mikasa quien lo miraba seria -Se va a enfriar.
Jean bajó la vista a su plato casi sin tocar. Enterró el tenedor en un trozo de patata y se lo metió a la boca. Pero la serie de cuestionamientos que se le venían a la mente lo tenían distraído.
-¿Pasa algo? -insistió Mikasa.
El muchacho negó y continuó comiendo. Mikasa bufó antes de comer un trozo de pescado y sacar una espina de su boca, para tirarla luego al fuego.
Miró a Jean de reojo. Desde que habían llegado al final del cuarto muro había estado muy taciturno. Sería eso… ¿o?
Mikasa sintió que los colores se le iban al rostro y se cubrió hasta bajo los ojos. Quizás estaba molesto por lo de la noche anterior, o trataba de marcar distancias porque no lo consideraría correcto, quizás se sintió pasado a llevar o algo así.
Vio a su plato, aun quedaba medio pescado y un par de trozos de patatas. De pronto el estómago se le había hecho chiquito.
¿Cómo había sido tan imprudente? Si ella fuera él y alguien le hubiese tomado la mano en la noche, se hubiese molestado mucho. Pero… ella no lo había hecho de mala intención.
Miller comenzó con una de sus historias, esta vez trataba sobre un grupo de valientes soldados en una misión peligrosa llena de sorpresas. Claro que no podía faltar la picardía y un par de groserías, ante las que Betza frunció el ceño.
Aunque trató de concentrarse en la historia de Miller, la que sacaba varias risas de sus colegas, Jean no podía sino caer presa de sus propias especulaciones y temores.
Si el muro que rodeaba parcialmente la isla no estaba construido por titanes, si en ello había mano de obra humana, significaba que Mare se estaba protegiendo de posibles ataques desde la isla. O bien, utilizando esa barrera como frontera para dejar al interior aquellos titanes que ellos mismos arrojaban dentro. Eso quería decir que… los titanes podían cruzar el océano aun no siendo colosales. ¿O habían sido los mismos erdianos de la isla quienes lo habían construido? No, en ese caso, dentro de ellos habría titanes. ¿Por qué solo cubría dos tercios de la isla?
¿Desde cuando que existía la amenaza de los titanes fuera de los muros? ¿Sería desde que ingresaron a los muros? Eran demasiadas preguntas.
Dejó su plato a un lado y se retiró de la fogata rumbo a la playa. Sin saber realmente porqué, Mikasa sintió la necesidad de ir tras él. Dejó su plato al frente y se levantó, perdiéndose en la misma dirección que su compañero.
-Jean -lo llamó con voz suave cuando el muchacho se detuvo frente al mar, el silencio hacía innecesario alzar más la voz -¿Qué pasa?
-Nada. Solo que no estoy de ánimo para el canturreo de Miller -respondió sentándose en la arena.
Mikasa asintió lento.
-¿No estás molesto conmigo?
-¿Por qué tendría que estarlo? -preguntó sorprendido. Ella guardó silencio -No me digas que crees que estoy molesto por la discrepancia de la tarde. No podemos estar de acuerdo en todo, Mikasa. Valoro que seas frontal y me digas que crees que pienso burradas. De las discusiones salen grandes ideas.
-Suenas como Armin.
-Lo tomaré como un cumplido.
Mikasa se acercó y se sentó junto a él. El romper de las olas invadía el ambiente dando una sensación de tranquilidad.
-A veces quisiera saber en qué piensas cuando estás callado -comentó Mikasa sin voltear a verlo -Cuando Eren calla, sé lo que pasa por su mente. También cuando lo hace Armin. Puedo leer sus rostros con facilidad. Tal vez me he vuelto buena en ello porque en lugar de hablar los observo -se volteó hacia Jean, él la miraba con atención -Puedo leer a Sasha la gran mayoría de las veces, sus ojos no mienten. Y Connie es tan transparente como el agua de una vertiente. Pero tú no.
-Tú también lo eres, difícil de leer -respondió Jean volteando al frente tal como antes lo hizo Mikasa -Pero con el tiempo creo que se me da mejor.
Mikasa asintió suavemente. Le causaba algo de risa que ninguno fuera capaz de leer al otro. Era como caminar a oscuras, nunca sabes que encontrarás frente a ti, ni lo que te rodea.
-¿Y bien? -insistió la muchacha -¿Qué sucede?
Jean la miró de reojo.
-Tengo miedo -confesó Jean con la vista en el mar -Temo que nunca lograremos vencerlos. Hagamos lo que hagamos, es inútil. Cada vez que descubrimos algo en esta misión, más creo que estamos perdidos.
-Pero si hace unas horas eras tú el seguro y yo la que temía. Me convenciste y ahora te desdices. ¿Quién te entiende? -exclamó Mikasa.
-Créeme que ni yo me entiendo a veces -respondió Jean -Supongo que es normal tener momentos de flaqueza, sobre todo cuando hay tantas interrogantes.
Mikasa caviló.
-Venceremos a Mare -le aseguró -Si Eren logra utilizar la Coordenada, podremos liberar a los colosales de los muros, iremos con ellos hasta Mare y los venceremos.
-¿Y a qué costo? -preguntó el muchacho mirándola fijamente -Si logramos ingresar a Mare, tal como dices… ¿en qué nos convierte? En exactamente lo mismo que ellos. Estaríamos dándole razones al mundo para que continúen pensando que somos una amenaza. Porque, honestamente, potencialmente aun lo somos. Mientras haya un solo erdiano vivo, habrá titanes. Y mientras existan erdianos, Mare y el mundo entero nos dará caza.
-Huiremos -dijo Mikasa con seguridad -Cuando venzamos a Mare, huiremos. Sasha, Connie, tú, yo… Eren y Armin -su voz se volvió grave y muy suave -Si la suerte está de nuestra parte. Y viviremos como cuando nos escondíamos de la Policía Militar. Estaremos juntos hasta el final.
Jean asintió, pero las ilusiones de Mikasa le parecían fantasías infantiles. A veces, su ingenuidad era alta. Lo conmovía, por lo mismo, no podía destruirle eso. Solo guardó silencio.
Mikasa puso una mano sobre la de Jean. Él la miró con sorpresa.
-Estaremos bien -dijo la chica sin soltar su mano -Lo sé.
Jean miró hacia sus manos sorprendido. Mikasa interpretó su sorpresa como un reproche y suave retiró su mano.
-Lo siento… -murmuró la chica.
Aun sorprendido, pero presa de una valentía de quién sabe de donde salía, quizás de sus propios anhelos, tomó la mano de Mikasa y entrelazó los dedos con los de ella en un firme agarre.
-Tienes razón -dijo Jean con seguridad -Estaremos bien. Todos.
Mikasa soltó una espiración profunda, y con su mano libre subió su bufanda hasta cubrirse medio rostro, solo para ocultar una sonrisa que le avergonzaba mostrar.
Sabía que aquellas palabras se las llevaría el viento. Que, quizás, Jean tuviese razón y no sobrevivirían al enfrentamiento. Que Eren y Armin estaban condenados… Pero esa noche, frente al mar y rodeados del sonido del romper de las olas, sintió que no estaba tan sola como pensaba. Que no estaría, luego, tan sola como creía.
-¿Cómo sigue tu muñeca? -preguntó bajo su bufanda, colocado su mano libre sobre la venda de Jean -Has trabajado mucho… Te sobreexiges.
Jean estaba sonrojado hasta las orejas. Tenía a Mikasa tomada de la mano y ella tenía la mano libre sobre su muñeca. Ni en sus más vívidos sueños se imaginó que esto iba a ocurrir.
Las manos de Mikasa eran cálidas y suaves, a pesar de estar sometidas a tanto trabajo arduo, eran suaves y pequeñas. Al menos más pequeñas que las propias.
-N-no es nada -balbuceó Jean al notar que ya llevaba mucho tiempo en silencio -Dice Hausdorf que es normal.
Mikasa asintió suavemente. ¿Habría alguna manera de detener el tiempo? Se preguntaba mientras escuchaba las olas ir y venir a un ritmo cadencioso. Porque estando así, todo se sentía en su lugar. De una extraña forma, correcto y en paz. Todo estaba… bien. No era el bien de estar junto a Armin y Eren, era otro bien. Era tan similar y tan diferente al mismo tiempo.
Varios metros más allá, un grupo de soldados observaba a los muchachos entre los árboles. Hausdorf pasó su brazo por los hombros de una suspirosa Betza. Sommerville mascullaba algo como "Ahora es cuando, líder de escuadrón". Miller insistía en que alguien debía darles la charla.
-¿Tengo que interrumpir este enternecedor momento de amor adolescente y decirle a Kirstein que comienza su turno de vigilancia? -preguntó Haller.
-Claro que no -murmuró todo el resto al unísono.
Haller se sonrió divertido frente a la respuesta apasionada de sus compañeros.
-Yo cubriré al jefe -dijo Miller irguiéndose de su lugar de fisgoneo.
-Vamos -indicó Haller.
Todos se retiraron en completa discreción. Betza tardó un poco más, mirando a ambos muchachos.
El mundo era un lugar muy cruel. Ella había nacido y vivido toda su existencia con la amenaza de los titanes sobre ella y el resto de la gente en los muros. Pero eran esos momentos, donde aún veía esperanza en una realidad tan adversa. Podía ser que su mundo fuera un infierno, pero, a veces, dos personas pueden encontrar la paz y la felicidad en esos pequeños momentos.
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