Prólogo : This is the end.
Corría el año 1347, el año donde todo inició...o no?
Una noche en particular, donde el cielo era tan negro como la brea, imposible de vislumbrar ni una sola estrella. Dio lugar a la muerte del rey Edwad II Spellman, a manos de un misterioso hombre que había llegado al pueblo hacia tan solo dos noches antes.
Todo el castillo estaba en duelo, quienes acompañaban en su dolor a la realeza era el maravilloso pueblo de Greendale, habían perdido al mejor gobernante que jamás hayan tenido.
La reina Zelda Spellman, si bien se mostraba afectada por la perdida de su hermano y esposo, no era solo eso lo que la preocupaba, si no, el misterioso hombre que se había atrevido a asesinar a su marido. Temiendo que ahora vengan por ella o su familia.
Déjame contarte, querido lector, como inició este caos.
Los transportaré tres meses antes de esta fatídica noche.
Los reyes de Greendale se habían visto afectados por la peste negra, ningún maestre ni hechicero o bruja, había podido erradicar está terrible enfermedad de Edward I Spellman ni de su bella esposa Circe Spellman.
Ambos anticipándose a lo peor, un viernes trece por la noche, pidieron que todos los miembros del consejo, la corte real, y nobles importantes se reúnan en la sala del trono, para poder decidir sobre el futuro del pueblo.
El primer punto que establecieron fue que el próximo rey de Greendale sería su único hijo varón, Edward II Spellman, lo cual era de esperarse. Pero, otra petición de los reyes hizo estremecer al concejo real y a sus hijos presentes.
— También quiero darles a conocer el compromiso de mi hijo Edward II Spellman con mi hermosa hija, Zelda Spellman — todos en la sala escucharon decir al rey, ambos jóvenes se miraron entre sí tratando de procesar lo que habían escuchado.
— Pero su majestad, eso es... imposible — habló el consejero real, Eric un hombre leal al reino, el más sabio de todos, y que nunca era puesto en duda cuando hablaba. Hasta esa noche.
— No... — esta vez habló la reina — no lo es, se ha hecho antes, y se volverá a hacer, no confío en nadie más para que cuide de mi hija, así como tampoco creo que haya mejor mujer para mí hijo — demostrando que estaba efusivamente de acuerdo con la decisión tomada.
— Pero mamá... — la joven Zelda sintió un nudo en su garganta, mezcla de tristeza y coraje al ver como jugaban con su destino y hacían con el lo que ellos querían — no puedo casarme con mi HERMANO — se levantó de su asiento y se acercó a sus padres — no pueden condenarme a esto — suplicaba entre lágrimas.
Su madre se acercó a ella, puso una mano en su rostro y acarició su mejilla — es la única manera de conservar puro el linaje Spellman hija mía — retiró su mano enguantada del rostro de su hija — ve a sentarte.
Zelda hizo lo que le dijeron, estando aún en shock, solo esperaba que su hermano sea lo suficientemente cuerdo como para negarse a casarse con ella.
— Tranquila Zee, seguro que Edward tiene algo sensato que decir a esta descabellada idea — trató de tranquilizarla su hermana menor Hilda. La pelirroja solo asintió teniendo esperanza en la sabiduría de su hermano.
A todas estas, el príncipe no había musitado palabra alguna, todos estaban a la espera de su opinión. Después de lo que pareció una eternidad, el joven se levantó de su silla, acercándose a sus padres y hablando con voz fuerte y clara pronunció lo que sería una sentencia para la princesa mayor del reino.
— He... de admitir que lo referente a mi compromiso me tomó por sorpresa pero, — dió un largo suspiro y se giro mirando a la corte y a sus hermanas — para mí será un honor tomar como esposa a la princesa Zelda Spellman, para convertirla en mi futura reina y madre de mis hijos.
El principe terminó de decir viendo como su hermana estallaba en lágrimas silenciosas que recorrían sus rosadas mejillas.
This is the end
Hold your breath and count to ten
Feel the Earth move and then
Hear my heart burst again
Zelda salió lo más rápido que sus pies le permitían, seguida de su hermana, temiendo que no podría contener más todo el dolor que estaba sintiendo. Entró rápidamente a su habitación, aún con su hermana detrás.
La menor de las Spellman se acercó a su hermana tomándola en brazos mientras sentía como está se desmoronaba en casa segundo.
Han sentido ese inmenso dolor?, un dolor que se hace aún más grande al saber que no pueden hacer nada para cambiar aquello que está a punto de destruirles la vida.
Exactamente eso estaba sintiendo nuestra princesa, complementando su dolor, estaba esa sensación que le recorría las venas, sentía la magia fluir por todo su cuerpo, era aún más palpable por lo que estaba aconteciendo recientemente.
La rubia mayor alzó su cabeza para susurrarle algo a su hermana.
— Ve... Sal de aquí, por favor — la menor asintió rápidamente he hizo lo que le pidieron, no sin antes recordarle que estaría cerca por si la necesitaba.
Cómo pudo se levantó del suelo, cerro sus bellos ojos, liberando cada fibra de magia que sentía en su cuerpo. Se sentía ligera, casi flotando en aire. Sin percatarse, que efectivamente, había despegado los pies del suelo.
Viéndose interrumpida por el estruendo que hizo su puerta al abrirse, Zelda cayó nuevamente al suelo.
— No quiero ver a nadie... — aún con la cabeza gacha, le dijo al intruso, pero este no hizo intención de moverse — FUERAAAA — grito, casi sintiendo como si quebraba sus cuerdas vocales.
La princesa solo escucho el estruendo de una armadura chocando contra la pared de su habitación, fue ahí cuando levantó su cabeza y vió a su hermano, este estaba adolorido por el golpe sobrehumano invisible que recibió.
La mirada de la princesa era de dolor, rabia, coraje, hacia el hombre allí tirado. Sus ojos inyectados de furia miraron a Edward durante segundos que para el parecieron eternos, sentía como aquellos ojos de un verde camaleónico le perforaban el alma.
— No duraras en el trono... — habló — te aseguro que ni cuatro días estarás en él, morirás sin saber lo que es el perdón y mucho menos sabrás cómo se siente el sabor del amor — continuó con lo que no sabían que era una maldición declarada por la futura reina de Greendale, Zelda Spellman; para el futuro rey de Greendale, Edward II Spellman.
•••
Bueno bueno, yo otra vez por aquí, esto lo llevo planeando ya de hace rato, pero lo quería hacer más dinámico, y me he partido la cabeza para lograr conseguir y poner los gif (los tuve que crear), nos vemos en el siguiente capítulo.
XOXO, J.
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