Capítulo 14
La tarde caía tranquilamente.
La nieve lucía tornada a un rojizo suave contrastada contra la luz del atardecer.
Las agujas de los pinos retozaban de nieve a montones, demostrando que la inundación no había impedido que el paso de la nieve continuase.
El sol proyectaba largas sombras a través de la capa blanca por todo el campamento de los Clanes.
Zarpa de Fuego pegó un bostezo observando tranquilamente. Todo relucía pacífico y por primera vez se sintió seguro. La cacería había ido estupenda y habían conseguido cazar más presas de lo habitual.
La comida había abundado y por lo que sabía todos en los Clanes habían comido.
Las patrullas habían conseguido aumentar una vigilancia mayor, y habían logrado recabar mayor información sobre el Clan Oscuro.
Su líder no había dado señales de vida, aunque sabía que planeaba algo y sería capaz de cualquier cosa con tal de vengarse.
Los Clanes habían jurado solemne a Estrella Moteada, que todos se protegerían mutuamente, y que se enfrentarían al Clan Oscuro con toda la valentía.
Todo lucía como un enorme Clan, la maternidad estaba abarrotada de cachorros, y al ser provisional, los guerreros se habían encargado de reforzarla con espinas y zarzas.
Los veteranos convivían tan tranquilos y pacíficos que tranquilizaban a todo el mundo. Parecían conocerse desde hacía mucho tiempo, y siempre contaban historias a los cachorros y aprendices.
Los lugartenientes trabajaban juntos, y había sido testigo de la pelea entre Tormenta de Fuego y Diente de Piedra, que habían tenido que ser tranquilizados por Eclipsada.
Los líderes se la pasaban discutiendo constantemente el futuro de los Clanes, incluso intentando saber sobre algún presagio, aunque cada vez se sentía más culpable, al pensar en que estaría mintiéndole a su propio Clan al no contar y revelar acerca de la profecía de los cuatro.
Los oscuros secretos que había trás la profecía, estaban tan misteriosos que resultaba aterrador pensar en el futuro que aguardaba a los Clanes.
Desconocía en absoluto la apariencia de su supuesto enemigo, no sabía en absoluto nada, y cada vez que intentaba preguntar algo nunca obtenía una respuesta clara.
«Debo de averiguar más», pensó.
Tomó una presa del montón de carne fresca y decidió llevársela directamente a la maternidad. Tal vez a las reinas les apetecería una presa. Aunque lo pensó mejor y tomó otras dos. Ahora que había más reinas necesitarían más comida.
Continuó hacia la guarida provisional.
A la entrada estaban dos guerreros, reconoció su aroma; el Clan de la Sombra.
No conocía a ambos gatos, pero esperaba que no se pusiesen ariscos.
Estaba a punto de entrar cuando ambos le cerraron el paso mirándolo con hostilidad.
Erizaron el pelaje amenazadoramente provocando que retrocediera.
- ¡¿A dónde?! -. Gruñó el primero amenazadoramente.
- Solamente vengo a dejar unas cuantas presas, nada más -. Dijo solemne.
- Pasa rápido, ¡Ya! -. Gruñó el segundo apartándose.
Él asintió inclinando la cabeza respetuoso.
Entró a cálida guarida repleta de musgo.
El aroma de la leche lo envolvió provocando que recordase sus tiempos de cachorro. Como los anhelaba...
No tardó mucho en entrar cuando alguien lo derribó haciendo que las presas salieran volando lejos.
Sintió un mordisco en la cola y unas garras clavándose en su costado.
Al voltear se encontró con Pequeño Trigueño y Pequeña Albina.
Ambos cachorros lo miraban con emoción.
- ¡Al ataque! -. Aulló el pequeño.
- ¡No podrás contra nosotros villano! -. Alardeó Pequeña Albina mordiendo su cola con más fuerza.
- Aghh -. Se quejó. - Bájense de mí -. Ronroneó risueño.
Ambos cachorros lo miraron felizmente.
Se sintió tranquilo y cálido ante ambos pequeños. No tenían siquiera cuatro lunas y ya se comportaban como aprendices.
Le resultaba lindo verlos jugar, y se recordaba a si mismo más pequeño, aunque solamente habían pasado cinco días desde su nombramiento, esperaba poder convertirse en un gran guerrero.
El espíritu valiente de Pequeña Albina y Pequeño Trigueño era muy valioso, y en un futuro sería muy útil.
Recordó a Pequeño Rama, el cachorro solía ser el mayor, y protegía muchísimo a sus hermanos, pero por muy raro que sonara, el joven no estaba ahí.
Volvió y centró sus pensamientos de nuevo en lo que había ido a hacer.
Buscó rápidamente sus capturas y las recogió con tranquilidad.
– ¿Puedo probar? –. Ronroneó la gatita blanca con los ojos brillantes.
– Mmmm… no lo sé, deberás preguntar a tu madre –. Le respondió dulcemente.
Continuó adentrándose más hasta que captó el aroma único del Clan del Trueno revuelto con los del resto de los Clanes.
Garra Turquesa era la única reina en el Clan del Trueno, y aquello era un poco preocupante, ya que sin más reinas no habría más cachorros, y con ellos más guerreros…
Aunque siempre Tormenta de Fuego decía que en la estación de la Hoja Verde había nuevas reinas, y esperaba poder confiar en eso.
Los demás clanes tenían muchas reinas, lo podía percibir en el aroma mucho más intenso que el del Clan del Trueno.
Garra Turquesa permanecía recostada contra el musgo mientras charlaba amistosamente con otras reinas.
Depositó delicadamente la presa delante de la reina y luego inclinó la cabeza a manera de saludo.
– Ay, muchas gracias, Zarpa de Fuego, eres muy amable al traer esto –. Dijo cálida.
– No hay de qué –. Dijo depositando el resto de las presas.
– Pensé que la comida escasearía mucho más con la inundación –. Murmuró una reina negra con dorado.
– Oh, mira, ella es Tormenta Silenciosa –. La presentó Garra Turquesa.
Zarpa de Fuego inclinó la cabeza con respeto ante la reina. Ésta le devolvió el saludo cortésmente.
– Tengo que irme –. Dijo mientras se despedía.
– Que el Clan Estelar guarde tu camino –. Dijeron ambas reinas mientras él salía.
Volvió de regreso al claro. El agotamiento lo estaba barriendo como una ola de agua veloz.
Necesitaba descansar mucho, pero sabía que tenía que hacer algo más por su Clan. Se vería muy flojo si se iba a dormir cuando todo el mundo trabajaba haciendo algo en el campamento.
Apartó a duras penas la sensación de agotamiento y se estiró.
Observó el claro enfocándose en lo que haría después.
De repente vió a un grupo de jóvenes del Clan del Río, que observaban el bosque con ansias.
Se acercó sigilosamente, no se esperaba un ataque, pero tampoco se esperaba tanta amabilidad, así que quería causar una buena impresión.
– Esa es la idea –. Estaba diciendo una gata de pelaje anaranjado.
– No podemos organizar un espionaje sin el conocimiento de los guerreros, Zarpa de Horizonte –. Protestó un macho de color negruzco.
– Aghh, tú siempre poniendo peros, Carrizalino –. Dijo la misma gata.
– No se enojen, yo también quiero ir ahí, pero no es la mejor idea… además podemos morir congelados –. Maulló una esbelta y bonita aprendiza.
– Tal vez tengas razón… aunque cuando haya oportunidad lo haré sola o acompañada –. Dijo Zarpa de Horizonte tranquila.
– Hey, miren, un aprendiz del Clan del Trueno –. El joven del Clan del Río lo señaló con la cola.
– Ven, no tengas miedo, no comemos en absoluto –. Ronroneó la rojiza risueña.
Más confiado se acercó al grupo tranquilo y relajado.
– Mi nombre es Zarpa de…
– ¡Fuego!, ¿Cierto? –. Dijo la gata bonita algo tímida. – Lo siento, es que he escuchado hablar de ti… porque eres especial.
La miró risueño y a la vez cálido.
– No te preocupes.
– Yo soy Carrizalino y ella es Zarpa de Laguna –. Presentó el joven.
– Yo soy Zarpa de Horizonte, aunque probablemente ya nos conozcas –. Ronroneó la aprendiza.
Él asintió inclinando la cabeza.
– Vamos a cazar –. Retó Zarpa de Horizonte a Carrizalino. – Quien atrape más presas, ¡Gana!.
– Suena justo –. Aceptó el joven con emoción.
Ambos sin decir más salieron disparados al bosque nevado.
Abrió las fauces en un bostezo, sin embargo no podía dormir aún.
– ¿Quieres salir a cazar conmigo? –. Le preguntó Zarpa Laguna repentinamente.
– ¡Si! Por supuesto –. Dijo nervioso.
– Pues adelante –. Maulló la joven.
Ambos se internaron en el bosque tranquilamente.
La aprendiza parecía ser amable y retadora, pero también era muy hermosa y su silueta lucía muy bien con su color de pelaje y sus contrastes contra el bosque nevado.
Le resultaba muy linda, casi tan hermosa como Zarpa Enlodada…
«¿En qué estoy pensando?», se dijo.
– ¿Qué piensas de todo esto? –. La pregunta repentina de la joven lo pilló por sorpresa.
– De… ¿los Clanes reunidos y un gato malo que quiere acabar con todo? –. Dijo nervioso.
– Si, de eso –. Respondió Zarpa de Laguna pasándole la cola risueña.
– No mucho… solamente que es mejor que los Clanes estén juntos, después de todo el Clan Oscuro ya tiene la guerra contra nosotros –. Maulló él.
– Tienes razón. Oye, escuché que eras especial. Si eres el aprendiz de la líder entonces supongo que es fantástico, ¿No? –. Maulló Zarpa de Laguna fascinada.
– No es para nada especial… yo también pensaba lo mismo, pero no lo es –. Suspiró.
– ¿Y por qué dices eso? –. Zarpa de Laguna lo miró sorprendida.
– Porque mientras tu mentor tenga un puesto más importante dentro de tu Clan, menos te dedicará tiempo –. Gruñó.
– Lo entiendo –. Murmuró ésta.
Un movimiento atrajo su atención hacia unos arbustos cubiertos de nieve. Un suave aroma tan cálido y delicioso se le vertió por la boca.
El aroma del ratón lo atrajo sigilosamente.
No quería que éste escapase así que haría lo mejor por cazarlo con lo poco que sabía.
Comenzó a acercarse lentamente, avanzando con tranquilidad y serenidad, calculando con sumo cuidado cada paso y roce que daba.
Lo divisó por fin escondido entre la nieve. No iba a perder esta oportunidad.
Con una distancia razonable, se alzó sobre el arbusto proyectando su sombra contra la nieve.
El ratón soltó un chillido de horror que le lastimó los oídos.
Intentó correr hacia otro lado, pero era demasiado tarde…
Con un manotazo lo lanzó a los aires y luego en el aire lo atrapó matándolo con una mordida. El crujido de los huesos de ratón le crepitaron de una forma desagradable.
– ¡Buena caza, Zarpa de Fuego! –. Ronroneó Zarpa Laguna restregandose contra él.
El aroma cálido de la aprendiza lo sumió en una tranquilidad inimaginable. Su suave pelaje como el algodón lo rodeó dulcemente.
La joven se separó mirándolo un poco avergonzada.
– Lo siento –. Susurró. – Solo estaba emocionada.
– No hay problema –. Ronroneó risueño.
– ¿Me podrías enseñar a cazar presas como tú? –. La aprendiza lucía de lo más emocionada.
– ¿No sabes? –. Preguntó sorprendido.
– No… es que en el Clan del Río cazamos únicamente peces… –. Dijo triste.
– Te enseñaré a cazar, pero con una condición –. Dijo risueño.
– ¿Cuál? –. A la joven le brillaron los ojos.
– Que tú me enseñes a cazar peces –. Dijo Zarpa de Fuego.
– ¡Vale! ¡Trato! –. Aceptó Zarpa de Laguna.
– ¡Una carrera al río! –. Con una sacudida de la cola salió veloz.
Continuará…
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