Infancia 1

Abrazado por el amarillo soberano,
con un camarón en mejillas y entrecejo,
con los poros creando un océano,
con el brillo de un narciso en su festejo.

Así corría el pequeño Soid, de norte a sur, de oriente a poniente,
incapaz de usar la imaginación para crear estrés,
sin rumbo, sin miedo, sin nada que lo moleste.
Un pequeño inocente, un travieso ciempiés.

Sus padres, de piedra, se teñían con enojo,
papá y mamá no sabían si gritar o buscar paz,
apretaban la dentadura, vigilaban de reojo,
hasta que cayó una bomba en la sala de estar.

El precioso televisor del vecino ahora era migajas de cristal.

Los papás disfrazaron su pena con ira, se transformaron en hienas, rastreaban a Soid por toda la casa, gritaban y sudaban, gateaban y olfateaban, por cada resquicio buscaban, mas un castañeo dental delató al pobrecito rufián.

Las hienas, directas, clavaron su colmillo, lo rasguñaron, arrastraron; le mostraron la presa al vecino.

El señor olvidó completamente la fechoría, sintió tanta pena por el niño, que sólo pidió que se fueran.

Llegando a casa, los papis se olvidaron de la criatura, pero la criatura jamás se olvidó de lo sucedido. Además, no había alternativa, pues las travesuras eran la única forma de romper la maldición de Medusa. Así, al menos por un rato, sus padres lo abrazaban, por mera culpa o por lástima, pero recordaban que existía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top