Por ella
El shoji del despacho se descorrió, Hanata hizo una leve venia esperando que Ichigo le autorizara el paso, respuesta que obtuvo en un ligero movimiento de mano. El jefe de la guardia ingresó a la habitación.
-El levantamiento fue controlado con éxito, capitán -informó.
-Perfecto -dijo Ichigo indicándole que tomara asiento frente a él.
Chiyo descorrió el shoji, a lo que Ichigo asintió dándole a entender que trajera un té para Hanata y para él mismo.
-No eran más que un grupo de alborotadores -continuó el jefe de la guardia.
-¿De nuestra gente? -preguntó Ichigo.
-Un par de subversivos, nada de qué preocuparse -comentó, pero a Ichigo el saber de revoluciones dentro del condado no lo tranquilizaba -Podemos controlarlo y amedrentar a cualquiera que quiera siquiera intentarlo más adelante.
-No -negó el capitán en tono calmo -Tráelos aquí. No quiero ver derramada sangre de nuestro propio pueblo…
-Capitán, intentaban dar la espalda al clan que los ampara. Eso es traición. La horca es lo que les depara.
Ichigo asintió, era cierto. Pero esas no eran sus formas, no era la manera en que su clan materno actuaba. La violencia solo ocasionaba más violencia. Irónico que un capitán del Ejército Imperial fuese un pacifista, pero creía que habían mejores soluciones.
-¿Tienen familia? -preguntó Ichigo de pronto y Hanata se lo quedó mirando sin entender -Los subversivos, ¿tienes familia?
-Sí… -respondió el jefe de la guardia.
-Quiero a esos hombres y sus familias mañana a mediodía. Trae también a los líderes de los clanes menores.
Hanata titubeó antes de rebatir. ¿Un juicio? ¿Eso era lo que planeaba Kurosaki o había algo más? No, el capitán no era un hombre complejo, no era de los que hiciera planes ni intrigas. Si Kurosaki quería a todos presentes sería para debatir el destino de esos hombres.
-Capitán, el Señor Kaien mandaría cortar sus cabezas y las de toda su familia sin titubeos.
-Tráelos -insistió el joven, era una orden -Antes de acabar con sus vidas, quiero saber sus motivaciones.
-¿Acaso pretende mantenerlos con vida? -exclamó Hanata -¡Eso solo los haría pensar que pueden revelarse otra vez!
El shoji se abrió dejando ingresar a Chiyo con el té. Ambos hombres mantuvieron silencio por el tiempo que la sirvienta sirvió ambas tazas y se retiró tan sigilosa como ingresó.
-Si vuelven a revelarse, será mi responsabilidad -concluyó Ichigo bebiendo de su té.
Hanata lo imitó, nada más para ordenar sus ideas.
-Está poniendo en riesgo al Clan, debo remarcarlo, Capitán Kurosaki. Esos hombres no tiene honor.
-Entonces alguien debe enseñarles lo que es actuar con honor, ¿no crees? Déjalo en mis manos -volvió a beber -Si me equivoco puedes nombrar a otra persona para hacer de cabeza de Clan en ausencia de Kaien.
-Yo… yo no tengo la facultad de nombrar a nadie… -balbuceó.
-Entonces no tienes más remedio que confiar en que Kaien me haga dejado a cargo, ¿no crees? -comentó Ichigo confiado, Hanata bajó la vista -Entiende una cosa, Hanata. Confío en ti y en tu criterio, pero en estos tiempos, con la rebelión en el Imperio, no podemos darnos el lujo de tener rencillas internas. El Clan debe sobrevivir aun cuando el Imperio caiga, ¿entiendes, verdad?
-Lo que plantea bordea en la subversión, capitán.
Ichigo ladeó la cabeza.
-Solo velo por el Clan, tal como tú. Mi lealtad está con el Emperador, no pongas eso jamás en duda. Pero un Clan dividido no puede sino albergar desidia y enemistades que, tarde o temprano, pueden repercutir en el Imperio. Para la gente del condado, nosotros somos lo visible del Imperio. Tú, yo… el Clan Shiba. Que si el Imperio tambalea, seamos al menos nosotros los que demos estabilidad al condado. Eso nos asegurará que cuando debamos recurrir a ellos, lucharán del lado del emperador sin dudarlo. No por el Emperador en sí, sino por nosotros.
-Con todo respeto, capitán -interrumpió Hanata -Comprendo lo que dice y, en palabras suena perfecto, pero la realidad es diferente -bebió de su taza -Este clan tiene una cabeza ausente y, comentan, no confiable… -bajó la voz -Las últimas acciones del señor han bordeado los actos de un orate.
-¿Últimos actos? -preguntó Ichigo. Hanata guardó silencio -Puedo estar de acuerdo en que la pérdida del heredero pudo desestabilizar a Kaien, pero solo su regreso podría…
-Su regreso solo traerá más insurrección, capitán -impuso el jefe de la guardia -El pueblo no va a escuchar razones como la labilidad emocional del Señor, ni su duelo, ni lo que quiera poner como excusa para su errático comportamiento. El pueblo quiere ver un Clan próspero, un Clan en el que puedan confiar. Que sepan que va a perpetuar en el tiempo.
-Me temo que no entiendo a lo que vas…
-El pueblo quiere a una familia, no a un lunático con su esposa convertida en una muñeca y reemplazados por un capitán herido en batalla que no es capaz de sostenerse en un caballo.
-Puedo sostenerme en un caballo -repuso firme.
-No es lo que el pueblo dice.
Ichigo, lejos de molestarse ante la honestidad de Hanata, pensó que sus palabras eran lo que necesitaba. Había escuchado de algunos oficiales un par de erráticas acciones de Kaien previo a marcharse de regreso a la capital: golpear en exceso a un par de caballerizos, forcejear a una sirvienta… o varias. Cosas que cualquier tipo en la posición de Kaien realizaría, solo por sentirse con el poder de hacerlo. Como cuando utilizó ese mismo poder para someter a Rukia. ¿Acaso él mismo iba a abusar de su actual posición para arrebatar unas vidas que solo buscaban la seguridad de un clan que tuviese futuro? Hanata tenía razón. Kaien ya no era un líder confiable, ya no como antes. Al menos antes podía ser una mezcla de respeto, devoción y miedo. Pero era muy diferente sentir miedo de una persona cuerda, que miedo de un orate. En la locura, el miedo no sabe a qué atenerse.
-Entonces -alzó la voz Ichigo -Lo que intentas decirme es que, aun cuando trate de ser un líder justo, mi posición en la familia no es suficiente para mantener la lealtad de quienes están bajo nuestro alero.
-Puede ayudar, convengo. Pero no garantiza el éxito.
Ichigo asintió en silencio y terminó su té. Hanata lo vio perder la mirada en el jardín.
-Sin embargo -continuó el jefe de la guardia -Hay una manera… El mayor temor del pueblo es que el Clan al que han servido por años no cuente con algo o alguien que prometa prosperidad. La tierra es próspera… la familia es próspera.
-¿Insinúas que tome una esposa? -preguntó leyendo las intensiones de Hanata.
-Alguien que le de un heredero al clan podría ganarse la lealtad de todo el pueblo y los clanes menores. En su condición de heredero directo del Señor Kaien, él sin más hijos… Si usted tomara una esposa de alguno de los clanes menores…
-Eso está fuera de discusión -sentenció Ichigo con firmeza -No hice caso a mi padre cuando me lo exigió, no lo haré por salvar a Kaien ni a este Clan.
-Este es su Clan, se lo recuerdo… -contraatacó Hanata -Pero si el Clan y su salvación no lo motivan tanto como para dejar su convicción en su celibato autoimpuesto… quizás salvar a la Señora sí sea una razón de peso, ¿o me equivoco?
-Puedo sacarla de aquí antes que el Clan caiga -repuso veloz e indispuesto.
-Sobre la primera que caerían sería sobre ella. Solo por la posibilidad que llevara en su vientre un posible heredero del Señor.
Ichigo guardó silencio uniendo las piezas del engranaje de Hanata. Los levantamientos no se detendrían mientras no existiese estabilidad en los Shiba. Para los clanes menores y el pueblo esta estabilidad la daba la trascendencia del linaje. Solo el saber que ese linaje permanecería en el tiempo mantendría su lealtad. Kaien estaba perdiendo su respeto y él era el único que podría reemplazarlo. Hasta ahí, a pesar de su lesión, era la mejor opción.
-Un Shiba siempre será un Shiba, ¿no? -dijo Ichigo con una sonrisa ladeada y la mirada perdida -Eso es lo único que importa, ¿verdad?
-No sería ni el primer ni el último que tomara desde las sombras el liderazgo de un Clan. Solo dele a los clanes menores y al pueblo lo que quiere: descendencia.
.
Eimi veía a Rukia sonreírle a su muñeca. Le traía recuerdos de cuando había llegado a la casa Kuchiki sola en compañía de su hermana. Hacía unos años que había perdido a su madre de una fulminante enfermedad y a la muerte de su padre ambas se encontraban a la deriva. El generoso corazón de Byakuya Kuchiki había salvado a las muchachas de un cruento destino, o más bien, solo a Hisana, porque el mísero destino de Rukia parecía haberla perseguido tras las comodidades que un clan podía ofrecer.
Recordaba que llegó a la residencia Kuchiki refugiada tras la falda de su hermana mayor, aferrada a una vieja muñeca de trapo. Ella misma había sido destinada a su cuidado, otra criada ayudaría a la joven Hisana y ambas hijas del antiguo guardia pasarían a convertirse en señoritas de una casa principal.
Rukia era una niña tímida, tal vez no le habló por semanas, no estaba segura. Pero recordaba que había sido mucho tiempo. Solo hablaba con Hisana… y con su muñeca.
Y así había sido hasta que...
-Eimi… -dijo Ichigo atravesando el umbral del shoji descorrido.
La vieja nana recordaba perfectamente el día que Masaki Kurosaki y sus niños llegaron de visita. El mayorcito, el mismo que ahora era un hombre ante sus ojos, había logrado que Rukia saliera de su ensimismamiento con la facilidad que los niños tienen de hacer amigos. Y con ello, llegaron muchos otros niños. Recordaba esos tiempos con tanta añoranza.
-Estaba por traer el té -comentó la mujer dejando que Ichigo ingresara libremente a la habitación -Supe que el levantamiento fue controlado.
-Todo en orden -comentó el capitán sentándose junto a Rukia.
Eimi iba a retirarse cuando Ichigo alzó nuevamente la voz.
-Hanata teme que el clan esté perdiendo la confianza de las familias menores -confidenció, quién mejor que quien crió a Rukia para poder compartir sus preocupaciones.
-Los clanes menores siempre están esperando la caída del clan mayor. Pasaba con los Kuchiki, acá no tendría porqué ser diferente. La gracia consiste en mantener la lealtad de todos, ya sea por poder o por miedo. No te angusties, hijo, estás cumpliendo bien con tu labor. Después de todo no es tu deber.
-No puedo regresar al ejército -miró a Rukia quien lo miraba con esos ojos vacíos -No así, al menos. Y no puedo dejarla así.
-Tu devoción por ella siempre me ha sorprendido -comentó la mujer, logrando que Ichigo apartara su vista de la muchacha -Desde el primer momento. Siempre pensé que terminarías casándote con ella.
-Yo también, Eimi, yo también.
Pero las circunstancias y los designios de la vida habían querido otra cosa. Quizás debió vaticinarlo cuando se vieron apartados en su tierna infancia. Tal vez era la señal que sus vidas no debían continuar unidas.
-Iré por el té -la mujer se encaminó hacia la salida -Le hará bien su compañía, capitán.
-Es Ichigo, Eimi, solo Ichigo. Como antes.
La nana asintió y salió de la habitación. El joven recorrió el lugar con la vista solo por costumbre. Rukia seguía mirándolo con esos ojos que lo traspasaban.
-Ayúdame, Rukia. El clan se desmorona -murmuró pasando una mano por si cabello -Sin Kaien aquí, me temo que no inspiro la confianza suficiente… Y con él aquí, todos creen que cometerá una locura. Dime, ¿qué es lo que tengo que hacer? ¿Proteger al Clan? Si el clan cae, lo haremos todos con él. Si sobrevive… puede que implique tener a Kaien de regreso… y…
Rukia le sonrió y pasó una mano por su cabello. Una caricia muy tierna.
-Vuelve a mí, ¿sí? Regresa de dónde sea que estés… Por favor. Regresa y dejemos que este clan se caiga a pedazos. Los Kurosaki no dependen de los Shiba… podemos recurrir a ellos. O podemos huir, lejos, tan lejos como para que Kaien no vuelva a ponerte un dedo encima. Nunca más.
Rukia volteó al jardín. No había caso. Quizás nunca saldría de su mente, y quizás así era mejor. Eimi volvía a ingresar con el té.
.
-¿Qué crees que haces? -preguntó Eimi al ver como Natsuki vestía a Rukia como si fuese una muñeca.
-¿Quieres que esto funcione o no? -espetó logrando que Rukia se pusiera de pie para atarle el obi -Eso, cariño, eres una niña muy obediente -Rukia le sonrió -Si quieres ayudar en lugar de entorpecer, busca un par de peinetas que combinen con este kimono.
-No hasta que no me expliques qué pretendes.
Natsuki bufó y apoyó sus manos en los hombros de Rukia.
-Siéntate, cariño -la chica obedeció y se miró al espejo, esa mirada perdida -Este clan se viene abajo. Desde el numerito de Kaien todos comentan que ha perdido el juicio… ¿por qué crees que los levantamientos han aumentado? No es porque ahora seamos más vulnerables porque la actual cabeza del clan sea un muchachito bien parecido y tullido -Rukia la miró un breve instante antes de volver a su reflejo -Es porque todos temen que este Clan no tenga futuro. Y tú y yo sabemos que es verdad.
-Otra vez tú con tus cosas -exclamó Eimi -Nadie va a levantarse contra el señor Kaien.
-Ah, ah. Alto ahí. Nadie se levantaría contra el Clan, o no lo hubiese hecho antes cuando ese loco de mierda parecía un encantador sujeto. Un mercenario, pero imponente y encantador sujeto. El poder del clan es la familia o la representación de ella. El saber que el pueblo siempre podrá estar al amparo de ella, que le deben lealtad frente a una desgracia inminente. Pero te comento que la desgracia de este Clan es inminente. Las lealtades se voltearán si es que ya no lo han hecho.
-Deberían cortarte la lengua… o la cabeza más bien. Para ser una mujer piensas demasiado.
-Quizás tengo un pito entre las piernas, ¿no lo has pensado?
Eimi frunció el ceño, pero aun así comenzó a buscar unas peinetas que combinaran con el kimono. Mientras la vieja nana se preocupaba del peinado, Natsuki lo hacía del maquillaje. Cuando Eimi tomó uno de los cortos cadejos de cabello Rukia se llevó la mano al pelo mirándose con atención al espejo. Natsuki y Eimi intercambiaron miradas. La muchacha parecía estudiar su reflejo con atención.
-Te verás hermosa -dijo Natsuki -Te lo prometemos. Rukia… -la chica se volteó, la miraba, la miraba de verdad -Solo necesito que estés junto a Ichigo, ¿sí? No necesitas hablar, ¿vale?
Rukia se volvió a su reflejo sin ningún gesto, pero por un momento parecía más presente que hace días. No era automatismo, estaba ahí, algo perdida, pero lo estaba.
-Lo que el pueblo necesita ver es que esta familia no se está desmoronando -comentó Natsuki mirando a Eimi -Si queremos sobrevivir unos meses más, tenemos que darles lo que quieren: la ilusión de una familia. Rukia es una Kuchiki, vale su peso en oro. A los clanes no les importa qué Shiba sea el que sea la cabeza, siempre y cuando esta familia se mantenga en pie.
-¿Estás insinuando dar pie a especulaciones sobre un amorío entre Rukia y el joven Ichigo?
-Precisamente. ¿Quién necesita a Kaien, si tenemos a Ichigo Shiba en su lugar?
-Kurosaki, Ichigo es un Kurosaki.
-Por Rukia ese chico sería hasta el mismo Emperador.
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