Lo que esconden las lágrimas
Los hielos comenzaban a ceder y los primeros brotes de los cerezos luchaban contra los vestigios del invierno. Aun con la fresca brisa, Rukia disfrutaba pasear por el jardín, aun cuando su estado le dificultara bastante desplazarse con facilidad. Sin embargo aquello no era un problema, cuando su acompañante llevaba un paso tan lento como el de ella apoyado en el bastón.
La recuperación de Ichigo había sido lenta, mucho más de lo que se hubiese esperado para un joven saludable. El dictamen del médico había sido rotundo, jamás se recuperaría plenamente ni podría volver al campo de batalla. Era oficialmente un inválido…
-¿No crees que vas muy rápido para este puto cojo? -le reclamó Ichigo al notarla tomar la delantera.
Rukia se detuvo esperando que le diera alcance. A pesar de la acidez de sus palabras había algo en el rostro de su viejo amigo que la hacía no tomárselo tan en serio.
-Voy a dar a luz esperando que me alcances, Ichigo -lo bromeó -Y ni pensar en que vayas por ayuda. El bebé estará caminando para entonces…
-Odiosa -bufó estando ya a su lado.
Retomaron la marcha medio entre risas. Los días habían pasado así, en compañía, entre bromas inocentes y otras más macabras. Entre lecturas que ahora Ichigo hacía en voz alta mientras Rukia terminaba el ajuar de su bebé. Otras veces ella se divertía dibujando mientras su amigo se encontraba en sus ejercicios para recuperarse en compañía de Yasutora. Y así había llegado la primavera.
A veces, Rukia se olvidaba de Kaien. Su presencia estaba tan lejana que su sombra la liberaba por instantes, cada vez más largos. Aun cuando afuera siguiera librándose la guerra, aun cuando recibiera alguna misiva de su esposo de cuando en vez, aun cuando ella le dirigiera dulces fingidas palabras de afecto… Dentro de las paredes de la residencia Shiba, ella vivía en completa paz.
-Entonces Natsuki se atoró con el jugo y lo expulsó por la boca mojando toda la cara de Eimi -Rukia reía recordando lo ocurrido durante la mañana, Ichigo también se rió de pensar la cara agria que debió poner la vieja nana -Natsuki le dijo que eso era una muestra de su afecto y agradecimiento por hacerla reír.
-Esa Natsuki sí es voraz -comentó aun risueño -Hay que ponerle atajo antes que Eimi pierda el cabello por sus palabras viperinas.
-A pesar de todo, se quieren -retomó Rukia acomodándose en la hierba en una postura nada elegante, la comodidad era más importante -Aunque es un afecto algo forzado. Solo se tienen la una a la otra en esta casa. Es llevarse bien o discutir todo el día… -guardó silencio un segundo -Ahora que lo pienso eso es lo que hacen también.
-Es difícil tener amistades entre los sirvientes… -la miró y ella asintió -Si lo piensas estamos en una situación similar -Rukia ladeó la cabeza sin comprender -Tú eres la señora de la casa y yo… bueno el primo de tu esposo. Tenemos el mismo rango. Si nadie viene de visita solo nos tenemos el uno al otro…
-¿Algo así como un equipo? -preguntó ella con un tono suave.
-Justamente -afirmó mirando algunas nubes en el cielo -Lo prefiero así a las visitas de Kuukaku… La muerte de Ganju la ha vuelto insoportable. Trae una nube negra por donde vaya.
-No seas cruel, era su hermanito. Debe ser horrible perder a un hermano.
-La muerte está siempre presente, a nuestra espalda, el frente y cada flanco. Susurra a nuestros oídos y nos huele la nuca… simplemente esperando el momento de tomar nuestra vida. Hace bastante que dejé de perderle el miedo a la muerte. Un soldado no puede temerle…
-Tampoco le temo a la muerte -dijo Rukia perdiendo la vista en el cielo al igual que Ichigo -Solo creo que… -suspiró -Hubo un tiempo que le rogué todas las noches que viniera por mí. Mi vida no es ya mía… si me la arrebatan no tengo nada que perder. La libertad… es la libertad la que hace aferrarse a la vida, la que hace que tenga sentido.
Ichigo la miró de reojo. ¿Libertad? Nadie podía decirse libre por completo. En su vida, sus vidas siempre pertenecían a alguien más… A un clan, a un rol, al emperador, al ejército… o a los designios de alguien más.
-Pero… -retomó Rukia volteándose hacia Ichigo -Hubo un tiempo en el que sí tuve libertad. Cuando se es niño no se tiene consciencia de las pertenencias o roles por cumplir… Es el único momento en el que realmente se puede vivir.
-Has leído demasiado, me temo -no fue un reclamo, más bien había orgullo en ello -Una mujer no debería hablar así.
-No, no debe hacerlo -concluyó ella con una sincera sonrisa.
-Aun así, me gusta que lo hagas…
Rukia volvió a mirar al cielo. Era en esos momentos en que se sumergía en peligrosos sueños y anhelos. Si tan solo… Si tan solo Kaien fuese como Ichigo… como ella imaginó en sus idealizaciones de niña. Hace años, cuando ella se prendó del que ahora era su esposo, lo imaginaba así. Imaginaba su vida así. Pasando las tardes en su compañía, charlando o solo pasando el tiempo. En paz, con tranquilidad… pudiendo opinar y pensar… sintiendo que la valoraría por quien era y no por quien debía ser. A ratos se aferraba a esa esperanza, a pensar, por solo un segundo, que… que… no, ni siquiera podía pensar en ello. No era correcto, no debía.
-¿Has recibido noticias de Kaien? -preguntó Ichigo rompiendo el silencio y trayéndola de regreso.
-La última fue hace un mes…
Ichigo no quiso preguntar más. Como Rukia solía pedirle a la muerte que se la llevara, él solía pedirle que se llevara a Kaien. Que se lo llevara lejos, que lo sacara de sus vidas. Él no era idiota, sabía que él mismo era el único posible heredero del clan Shiba y si Kaien moría… No habría nada de malo, era incluso correcto… esperable… a nadie le llamaría la atención.
-¿Tienes miedo a que no regrese? -preguntó y la joven esposa se volteó hacia él.
-No.
Ichigo asintió y la vio volver a mirar a la nada. Bajó la vista a las manos de Rukia sobre su regazo. No, no tenía nada de malo… era correcto… esperable…
-Si no regresa… -retomó Ichigo y se aventuró a tomar una de las manos de la muchacha entre las suyas, ella pegó un respingo -Cuidaré de ti, lo prometo… Si Kaien muere… Prometo tomarte por esposa.
Había hecho un buen trabajo. Había logrado lo que Eimi y Natsuki le habían encomendado. Ni siquiera lo había forzado… y lo había logrado. En un par de meses, solo reviviendo una vieja amistad… Lo había logrado. Ella no quería enamorarlo, no quería. Ella no valía la pena, era solo una maldita puta… tal y como Kaien solía llamarla. Ella… ella no era nadie comparada con la mujer que Ichigo amaba fielmente. Y ella… ella no era nadie para borrar ese amor tan puro y sincero.
Retiró su mano de entre las de Ichigo.
-Cuida de mi hijo -le pidió mirándolo a los ojos ante la sorpresa de su amigo -Si Kaien no regresa… Cuida de él, no de mí. Si es un niño procura que sea un buen líder… procura que sea tan bueno como tú -tomó aire profundamente -Y si es niña… Mátala, porque yo no tendré el valor para hacerlo.
Ichigo se la quedó mirando fijo. Rukia sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y esquivó su mirada.
-¿Qué mierda está pasando que no sé, Rukia…?
Unos pasos retumbaron por el jardín, secos y firmes contra la hierba. Ambos miraron hacia el frente. Una silueta en el uniforme del ejército del emperador se acercaba hacia ellos. Rukia dejó escapar un suspiro trémulo y le dio una última mirada a Ichigo.
-Promételo -le urgió en un susurro.
Ichigo vio a Kaien sonreír amplio frente a ellos a varios metros. Una respuesta murió en su garganta. ¿Qué podía prometerle ahora? Nada… nada… Vio a Rukia ponerse de pie con dificultad y avanzar con ansiedad hacia su esposo. Quiso poder hacer lo mismo que ella, pero estaba estático testigo de aquella escena.
Vio a Rukia alcanzar al trayecto de su esposo y a él tomarle el rostro entre sus manos con gran dulzura.
-Mi preciosa esposa… -dijo Kaien con una sonrisa -¿Por qué lloras? ¿Son lágrimas de felicidad y alivio al saberme de regreso?
Lo decía con tanta alegría de ver a su mujer conmovida, pero lo único por lo que Rukia lloraba era por ver perdido su pequeño y humilde paraíso. ¿Por qué el destino era tan cruel? ¿Por qué justamente ahora debía regresar? Con esa actitud que ella amó, con desparpajo y seguridad… encantador como solo él sabía ser… Ese encanto que hería su corazón. El miedo se apoderó de ella y se le aferró al uniforme llorando con aun más fuerza. Si él creía que ella lo añoraba sería bueno… si creía que ella lo amaba sería compasivo. Que no sospechara lo que había hecho, que había pasado por su mente seducir a Ichigo solo por salvarse y salvar a su bebé. Debía ser la perfecta esposa… perfecta como para que no la hiriera, como para que no sospechara de Ichigo. Ichigo… si tan solo hubiese escuchado sus palabras… No, no podía tocarlo a él… No a él.
-No llores más, pequeñita -la consolaba -Estoy bien, ¿ves? -ella asintió refregando su cara contra la tela del uniforme -Ya basta, ¿sí? Alteras a mi hijo -la tomó por los brazos para apartarla de su cuerpo, ella retuvo el llanto -Sonríe para mí, déjame ver tu preciosa sonrisa…
Rukia obedeció y él le sonrió de regreso. Se deshizo de su agarre dejándola atrás para acercarse a su primo y tenderle una mano.
Ichigo seguía catatónico viendo aquella escena. ¿Acaso Rukia realmente amaba a Kaien? Pero… esa promesa que quería que cumpliera… Cuando tomó la mano que su primo le tendía no lo miró a él sino a la devastada imagen de Rukia, quien se cubría el rostro tratando de contener las lágrimas. No, esa no era la imagen de una mujer feliz de ver a su esposo…
-Mi pequeño primo -lo asió de un jalón y lo atrapó entre sus brazos -Vaya si estás crecido -lo palmoteó en la espalda -Todo un hombre -subió sus manos hasta las mejillas de Ichigo para darle un par de juguetonas palmadas que lograron que el pelinaranja le prestara atención -¿Te han tratado bien? Ésta es también tu casa.
-Todo bien… muy bien… -respondió volviendo a mirar a Rukia.
Kaien se volteó para ver a su mujer secando sus lágrimas.
-Basta, mujer -exclamo de buen humor -¿No ves que tu esposo esta de regreso sano y salvo? -bromeó y se volvió a Ichigo -Mujeres, tan sentimentales… -volvió a Rukia -Ordena que nos sirvan unos sake -palmoteó nuevamente a Ichigo -Mi primo y yo tenemos muchas cosas de las que hablar. ¿Cómo sigue tu pierna? -Ichigo alzó los hombros -Ya mejorará -dijo de buen humor.
Ichigo asintió y volvió a mirar hacia Rukia viéndola partir al interior de la casa con su paso cansado. Miró a Kaien.
-Unos sakes… -dijo Ichigo por inercia -Suena bien…
.
.
Kaien Shiba era el líder de uno de los cinco clanes principales del imperio, amo y señor de toda la zona norte. Un buen líder, sabio y justo. Por ello, todos sus vasallos le guardaban una inquebrantable lealtad. Él mismo era leal a las fuerzas del Emperador.
Sentados en aquella sala, Kaien hablaba sobre los triunfos de su batallón. Se vanagloriaba de haber diezmado pueblos enteros de rebeldes… tal y como él mismo lo haría. Escuchar hablar a Kaien era embriagador, tanto como el sake que ahora Rukia traía en una bandeja y dejaba frente a ellos. Ichigo la miró, pero ella ni siquiera alzó la vista y se retiró de inmediato.
-A la salud de mi hermano -dijo Kaien alzando la copa, Ichigo lo imitó -Murió con honor.
-Lamento su partida -murmuró Ichigo.
Kaien asintió. Ganju y su primo tenían edades similares, habían compartido en la academia de guerra, seguro su partida lo afectó tanto a él como a su pelinaranjo primo. Las copas de sake iban una tras de otra mientras charlaban sobre la guerra, sobre la vida y la muerte.
Ichigo admiraba a Kaien, siempre fue su ejemplo a seguir. Llevándole por cerca de diez años, su mismo padre lo ponía por ejemplo. Joven, talentoso, aguerrido… Ichigo siempre quiso ser como Kaien, tan solo un poco como Kaien.
Él hablaba sobre el clan, sus estrategias de guerra, su impecable liderazgo e Ichigo iba cayendo en las redes del encanto natural del líder de los Shiba. ¿Cómo no admirar a alguien como él?
-¡Rukia! -gritó Kaien visiblemente ebrio -¡Rukia!
El shoji se descorrió, la joven esposa ingresó y se inclinó ante él. Ichigo, en su embriaguez solo se puso sonreír ante la prestancia de la muchacha. Era una perfecta esposa.
-¡Más sake! -ordenó meneando la botella vacía.
-Sí, Kaien-dono… -murmuró tomando la botella vacía -Quisiera ir a dormir… ¿puede Natsuki tomar mi lugar?
-¿Dormir? -rió Kaien -Tú no te acuestas mientras tu esposo no termine de hablar con su querido primo. ¡Ve por ese sake, mujer! -terminó con una risotada.
Rukia se retiró en silencio bajo la atenta mirada de Ichigo, quien no pudo sino reírse frente al tono alegre de Kaien.
-Una linda chica… -suspiró el líder del clan -Algo rebelde, pero nada que no se pueda manejar. Hay que ser firme con las mujeres, querido primo. De otro modo se creen con derechos que no tienen… -lo miró con atención -Supongo que cuidó de ti como debería.
-Sí -saltó Ichigo -Fue una gran compañía. No puedo quejarme…
-Y es hermosa -agregó Kaien divertido tomando de su copa -Nada como una linda mujer para borrar las pesadillas de una guerra. Deberías buscarte una… ¿no te interesa ninguna de las sirvientas? Puedo arreglarlo por ti… se nota que eres un novato…
Ichigo se rió y negó con la cabeza. El shoji volvía a descorrerse dejando ingresar a Rukia con otra botella que dejó sobre la mesa. Se la veía cansada, ya era más de medianoche… Ichigo la miró con atención, pero ella parecía no tener ojos para nadie más de que su esposo… o más bien, para nadie.
-¿Me vas a decir que jamás has tenido una mujer? -preguntó Kaien, Rukia lo miró en ese segundo.
-¿Cómo crees? Claro que sí -respondió y vio a Rukia bajar la vista y salir de la sala.
Tuvo la extraña sensación que no debió decir eso. Aun cuando fuera verdad. Había tenido otras mujeres, a las cuales pagaba por llamarlas por el nombre de ella… Rukia… Rukia…
-Las mujeres son un placer… Nada como una mujer para aliviar el estrés de la batalla. En el frente hay unas que… uff… Seguro tuviste la misma suerte. Un capitán guapo puede elegir a lo mejor por un buen precio -se rió -¿Seguro no te gusta ninguna sirvienta? Hay una de la lavandería muy cariñosa…
Ichigo sintió que se le revolvía el estómago. ¿Una lavandera? ¿Una de sus propias sirvientas? Pero Kaien reía y hacía parecer que eso estuviese bien…
-No… estoy bien…
Kaien lo miró extrañado.
-¿Se te cayó el pito? -se burló.
¿Se le había caído? La mente de Ichigo viajó rápidamente por los últimos meses. Claro que no. Podía ser un cojo de mierda, pero en las noches… cuando la soledad y el silencio invadían la casa…
-No seas un imbécil -bromeó no respondiendo realmente.
Kaien se rió nuevamente, esa risa que a cada instante le parecía más macabra.
-¿Se te para con mi mujer? -bromeó e Ichigo se quedó de piedra -Es una broma, idiota. Aunque no te culparía… Cuando no estaba encinta… Encantadora.
Kaien volvió a reír. Broma tras broma, charla tras charla continuó la velada, hasta que ambos estuvieron bastante ebrios. Rukia ingresaba con más bebida cada que Kaien llamaba por ella, excepto en la última botella. Esa la trajo Natsuki.
Pudo notar la molestia en su primo al ver ingresar a la criada de Rukia con ese gesto altivo, como si tuviese más autoridad que el mismo Kaien. Dejó la botella sobre la mesa.
-La señora se ha ido a dormir, el bebé necesita descansar -dijo seca.
-¿Desde cuando ese bastardo tiene más regalías que yo en esta casa?
Ichigo se lo quedó mirando fijo. ¿Bastardo? ¿Qué padre llamaría así a su propio hijo nonato? Pero Natsuki puso sus manos en las caderas con un gesto socarrón.
-Desde que Shiba Ganju-sama está muerto -concluyó la mujer y se retiró muy campante.
Kaien gruñó mirando a la puerta.
-Haré que la azoten por la mañana.
¿Quién era realmente Kaien Shiba? Se preguntaba Ichigo mientras su primo se servía más sake. Rellenó también su propia copa, pero Ichigo no bebió de ella.
Era acaso el perfecto líder del clan, el carismático teniente, el encantador sujeto que todo arreglaba con su buen humor… pero… ¿por qué le parecía que había un lado muy oscuro de él?
La velada terminaba y Kaien mandó a llamar a Yasutora para que ayudara a Ichigo en su embriaguez a dirigirse a su cuarto. Se despidieron en el corredor principal. Kaien se marchó a su cuarto… al que compartía con Rukia. Fue entonces que la pesadilla de Ichigo comenzó.
Nunca sería su mujer. Nunca sería suya… Nunca… Nunca podría oponerse a Kaien Shiba.
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