Lealtad y Porcelana
En la habitación de Eimi, una criada terminaba de curarle las manos a Natsuki mientras Eimi cortaba el cabello quemado de Rukia sollozando en silencio.
-Te vas a ver hermosa y ya verás lo pronto que vuelve a crecer -le decía cortando los cadejos, pero Rukia no respondía, parecía muy lejos de ahí -Te peinaremos muy linda, con tantas peinetas como quieras…
Natsuki miraba a la joven señora con un dolor profundo en el corazón.
-No te escucha, Eimi -suspiró la más joven -No está aquí. Mira sus ojos, aun tiene el fuego en ellos… aun está mirando la pira -la criada terminó de atar las vendas -Gracias, Chiyo, puedes retirarte.
La criada asintió y salió de la habitación que era resguardada por Fudo, uno de los guardias. Cerró la puerta y le dio una mirada triste antes de perderse por el pasillo.
-Chiyo-san
La chica se volteó al escucharse llamar por el hombre y se volteó por sobre el hombro.
-¿Tú sabes escribir? -preguntó él y ella caviló dando a entender que no era su fuerte -Necesito enviar un mensaje…
-Puedo hacerlo -asintió -Si no es muy largo ni elaborado.
-Un soldado no es un poeta, Chiyo-san -bromeó no del mejor humor, ella le sonrió levemente -Si luego me das un momento de tu tiempo…
-Claro, a medianoche. Tengo que terminar mi turno…
El hombre asintió.
-Buscaré un relevo para entonces -aseguró Fudo.
La sirvienta se volteó y retomó la marcha.
Dentro de la habitación Eimi terminaba de dar los últimos toques al nuevo corte de Rukia. Recordaba cuanto odiaba ella cortarse el cabello de niña y cómo me gustaba traerlo siempre muy largo.
-Es un hijo de puta… -dejó escapar Eimi en un gruñido.
-Ha perdido toda cordura -respondió Natsuki soltando un suspiro -Esto no traerá más que habladurías y no nos deja en una situación favorable dados los tiempos -Eimi se volteó a verla -Tendremos que ser muy cuidadosas con la servidumbre…
-No puedo creer que tu cabeza no esté más que en el sufrimiento de esta pobre criatura -se refería a Rukia, quien seguía sin tener reacción alguna -¿Qué te pasa, Natsuki?
La aludida se puso de pie.
-Pasa que estamos en guerra, Eimi -dijo con firmeza -Y un líder loco no nos mantendrá intocables durante mucho tiempo. La servidumbre no le guardará ninguna lealtad, ni siquiera por miedo. Preferirán servir al enemigo que a un orate. Será cosa de semanas, incluso días, para que tengamos a los rebeldes en esta casa haciéndose del control del ejército de los Shiba y todo los clanes que les obedecen… Eso es peor que todo lo que pueda pasarle a esta muchacha. De hecho, creo que ella preferiría eso a seguir bajo el alero de Kaien-sama. ¿Por qué sabes qué ocurrirá ahora? -se sonrió macabra -Ese malnacido vendrá por ella dentro de poco para hacerle otro crío y asegurarse de una puta vez de un heredero viable.
-No -exclamó Eimi -Por ningún motivo. Acaba de parir, no puede engendrar. Aún se está en sangre… Mientras no acabe…
-¿Y tú crees que eso lo detendrá? -casi rió -No le importa siquiera si tiene el vientre en su lugar. ¡Es un hombre! Él solo quiere un heredero.
-¿Heredero? -espetó la mayor -Si ese monstruo tiene la semilla podrida. Las dos escuchamos cuando las chicas de la cocina comentaron del bastardo que perdió la muchacha de la lavandería… Sumado a las múltiples pérdidas de la señora Miyako. Lo de Rukia solo viene a confirmar las sospechas de todos, Kaien Shiba no puede tener descendencia.
-Gracias a Dios -exclamó Natsuki despreocupada -Tranquila, déjame a Kaien a mí. Él no quiere a Rukia realmente, solo quiere donde meter su asqueroso miembro y yo le daré la solución a ese problema.
Eimi frunció el ceño.
-¿Qué planeas hacer? -masculló viendo a Natsuki dirigirse hacia la puerta.
-Nada que no haya hecho antes, descuida. Solo mantén a Rukia bajo resguardo, Fudo no se moverá de la puerta en toda la noche.
Abrió el shoji y cerró por fuera dejando a la mujer con la réplica en la boca. Kaien no fue por Rukia ni esa noche ni ninguna antes de marcharse, un par de días después.
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Releía la misiva que le fue entregada ese mismo día y la que lo llevó a interrumpir su estadía en las termas, dejando su rehabilitación a medias. La verdad, poco y nada había ayudado en la movilidad de su pierna y esa semana fuera solo lo llenó de frustración… Además de saberse lejos de Rukia en un momento tan difícil. Sin duda debió negarse a los deseos de su primo y no abandonar la residencia, pero… No tenía el poder de negarse. Deseó hacerlo, con todo su corazón, sobre todo al ver la displicencia que Kaien mostraba por su esposa… pero no era de su incumbencia, no lo era.
Su primo le escribió esperando que su recuperación estuviese marchando adecuadamente y que se tomara todo con paciencia. También mencionaba que regresaba a la capital por llamado del Emperador y que, esperaba, pudiese reemplazarlo en su ausencia. Debía haber siempre un Shiba en casa, esas fueron sus palabras.
Al llegar a la residencia Shiba notó un ambiente turbado, en especial ver un gran contingente de soldados en la entrada y cada muralla. No estaba al tanto de un intento de asedio, por lo que aquello fue bastante sospechoso. Sin embargo, pensó que solo se trataba de una medida de Kaien frente al delicado estado de su mujer… y su ausencia como único heredero del clan.
La situación de Kaien y del clan era delicada, sobre todo teniendo en cuenta el estado revolucionario en el imperio. Un ataque a la residencia podría desestabilizar las fuerzas del Emperador en caso que los rebeldes se hicieran con la lealtad y las armas pertenecientes al clan. Eso pondría la balanza a favor de las fuerzas de la oposición.
Un ataque a la residencia… sería el fin de su linaje y el fin de todos aquellos que les eran leales… comenzando por la familia directa de Kaien, Rukia. Ese solo pensamiento hizo que se le erizara la piel. Pasó una mano por su antebrazo, frotándose la piel para intentar reducir ese cosquilleo desagradable.
Dejó que las criadas llevaran su equipaje a su habitación y se dirigió inmediatamente donde el jefe de seguridad de la residencia. Lo encontró en una de las salas charlando con unos guardias. Cuchicheaban, esa era la verdad, el correr del shoji anunciado su ingreso a la sala logró que todos callaran de inmediato y se lo quedaran mirando. Como reflejo se pusieron de pie y se inclinaron ante el capitán.
-Hanata -le habló al jefe -¿Me permites unas palabras?
El hombre asintió y con un gesto de mano despidió a su contingente. Los hombres cerraron la puerta por fuera, Ichigo tomó asiento y el hombre frente a él.
-Usted dirá, capitán.
-Podríamos comenzar por explicarme qué está sucediendo, porqué el alza de seguridad.
-Órdenes del Señor, capitán -aclaró sin darle mayor importancia -No se preocupe, tengo todo bajo control.
Ichigo asintió lentamente. Fijó su vista en Hanata, algo en su semblante le decía que no estaba siendo completamente sincero.
-Solo por seguridad -volvió a alzar la voz el pelinaranja -Quiero todos los documentos del clan a libre acceso, no solo los administrativos, también sobre las fuerzas armadas -el jefe de seguridad se lo quedó mirando extrañado -En ausencia de Kaien todo deberá pasar por mí -sacó la misiva de su primo de dentro de su ropa -Son los deseos de Kaien.
El hombre leyó la carta rápidamente.
-Disculpe, capitán, pero aquí…
-Las palabras de mi primo han sido claras, soy el único Shiba que puede tomar su lugar y a partir de hoy lo haré valer. ¿Todo claro?
-Sí, Señor.
Ichigo se puso de pie y se retiró de la sala tomando la carta en ello. El jefe de seguridad se quedó con la mirada en la salida, el shoji volvió a abrirse al cabo de unos minutos. Fudo ingresó y lo miró con curiosidad.
-Fudo, habla con los oficiales, a partir de hoy el capitán Kurosaki está a cargo de la residencia y todo lo que tenga que ver con el clan.
-Sí, jefe -asintió y se retiró rápidamente.
Hanata se llevó una mano al cabello y lo repasó sin ser consciente de ello. Una nueva cabeza de clan era lo que necesitaban en ese momento, pero no era definitivo. Sabía que con Kurosaki frente del clan éste no se desmoronaría con la misma facilidad. La caída de los Shiba sería igualmente ineludible mientras Kaien estuviese vivo… Pero podrían sobrevivir un poco más, eso siempre que fortalecieran la imagen del capitán como confiable. Por un lado un líder loco y por el otro uno herido e inválido. Ninguno de ellos podría mantenerlos seguros por mucho tiempo, pero ganarían tiempo… La única esperanza era esa muchacha y las posibilidades de darle un heredero al clan.
Salió de la sala y recorrió los pasillos con velocidad en dirección al ala familiar. Se topó con una de las sirvientas, quien bajó la vista y aceleró el paso.
-Chiyo -la llamo y ella se detuvo en seco -¿Dónde está Natsuki?
-En la biblioteca… -murmuró sin mirarlo.
-¿Está la Señora con ella?
Chiyo negó. Hanata la dejó atrás, cuando sus pasos lo llevaron directo a la biblioteca para encontrarse con Fudo saliendo de allí. Enarcó una ceja y chasqueó la lengua, Fudo pasó a su lado como si no lo viera. Descorrió el shoji para encontrar a la joven mujer bebiendo el té mientras escribía.
-No sabía que las putas leyeran -se burló logrando que la criada lo mirara displicente.
-Puta tu madre, Hanata -respondió dejando de lado su escritura -No me digas que sigues celoso, cariño -le sonrió socarrona -Dame las gracias por mi intervención… De otro modo habríamos tenido más drama del que este clan puede resistir.
-No me agrada precisamente que mi mujer se le meta en la cama al loco de mierda ese -dijo con sinceridad.
-¿Tu mujer? -se rió Natsuki -Creo que te oí decir que lo tuyo no eran las mujeres usadas.
-Ya, cállate -bufó.
Natsuki se sonrió divertida ante la postura bruta de Hanata. Le hizo un gesto para que tomara asiento, él obedeció.
-Supongo que Fudo te puso al tanto de la situación…
-Claramente, todo lo que pasa en este lugar debe serme informado antes que a tus hombres -jugó con un cadejo de su cabello en plan inocentón -Incluso antes que por ti.
-Me pregunto en qué momento llegaste a ser tan poderosa en esta casa -reflexionó más para sí -¿Y bien?
Natsuki suspiró.
-Mientras la chica esté en ese estado no podemos hacer nada -Hanata enarcó una ceja -No quiero saber en que piensas, cariño… Pero si es lo que creo, puedes irte olvidando de ello. No voy a pasar por lo que esa chiquilla, ya he tomado precauciones al respecto.
-No estoy pensando en que des a luz a un bastardo de Shiba -repuso con firmeza -Todos sabemos que no es capaz de engendrar más que monstruos… -le tomó la mano -Natsuki-chan… -ella sonrió inocente -Mi preciosa Natsuki-chan… Eres una mujer inteligente, siempre lo has sido, desde que eras una chiquilla. Sabías perfectamente como manipular al viejo Shiba, has sabido hacerlo con Kaien ahora… ¿hay algo que mi preciosa Natsuki-chan no pueda hacer?
-Que se te pare cuando estás ebrio -bromeó pícara.
Hanata le soltó la mano bruscamente y la mujer se largó a reír.
-Si Kurosaki quiere tomar el rol de Shiba-sama es un paso a nuestro favor -retomó Natsuki -Pero es solo un engranaje más, ese orate debe ser eliminado si queremos sobrevivir.
-No creas que no lo he pensado -comentó Hanata -Pero mi juramento me impide involucrarme en ello.
-Estás involucrado hasta los huesos, cariño -suspiró Natsuki mirándolo burlona -Pero tienes razón, las intrigas a las mujeres, ¿no? -Hanata desvió la mirada -Pero te insisto, hay poco que podamos hacer… Salvo…
-¿Salvo qué?
-Que sea Kurosaki quien tome el lugar definitivo de Kaien-dono…
-No lo hará, puede que tenga convicción, pero no cuenta con la lealtad de nuestros hombres. Puede ser un Shiba, pero… -Natsuki asintió pensativa -¿Qué?
-Los juramentos y lealtades no son a un hombre, son a un clan y la persistencia de él a través del tiempo. Necesitamos que todos confíen en la estabilidad del clan bajo su mando. Kaien ha demostrado que no puede mantener estable ni su cabeza. Nada como un buen y bondadoso líder para ganarse el afecto y lealtad de un ejército.
-No me gusta el tono que ocupas, mujer. Hablas como si nuestros hombres fueran imbéciles.
-Lo son -rió Natsuki -Les demostraremos que Kurosaki es más digno de lealtad que Kaien-dono. Lo primero es lo primero, gánate su entera confianza y hazle ver a tus hombres que tu lealtad es hacia el clan, sea quien sea la cabeza de éste. De Kurosaki me encargo yo.
Hanata frunció el ceño.
-No te vayas a meter en su cama, maldita puta...
-No pensaba en eso -volvió a reír cantarina -Tantos celos en un solo hombre, por Dios -suspiró -Le daré un buen trato a ese cabecita de zanahoria… -Hanata aligeró el ceño -La vida de Kaien por Rukia.
-¿Cómo harás eso? -exclamó el jefe de seguridad -Él no pondría jamás a una mujer por sobre la lealtad a su familia.
-No sabes de lo que hablas -respondió con tranquilidad -El poder del amor es más fuerte que el acero de tu katana, cariño -Hanata volvió a fruncir el ceño -Déjamelo a mí, en menos de lo que esperas tendremos al capitán entre las piernas de esa chiquilla… y a todos nuestros hombres a los pies de Kurosaki. Y en ese momento…
-En ese momento, ¿qué?
-Nuestros hombres harán lo que deben… asesinar a Kaien Shiba. Todo sea por el clan, ¿no?
Hanata se sonrió amplio.
-Es posible tanta perversidad en esa cabecita bien peinada -le tomó la mano.
-Nunca subestimes la inteligencia de una mujer.
-De una puta -se burló.
-Ya, déjalo. Pedazo de bruto -se rió.
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Se había aventurado a visitar a los jefes de clanes menores bajo el mando de los Shiba. De ellos recibió la tranquilidad que necesitaba, todo estaba en orden fuera de la residencia. De hecho llamó su atención la prestancia de ellos a responderle frente a una eventual arremetida de los rebeldes.
Nuestra lealtad está con los Shiba, Señor.
Se había pasado gran parte del tiempo en gestiones de cabeza de clan, aun cuando se daba un momento del día para visitar a Rukia. Quizás por lo mismo pasaba tanto tiempo fuera de la residencia o enfrascado en papeleos que, podía notar, Kaien había desestimado hace bastante.
Ver a Rukia en ese estado perdido le rompía el corazón. Cada vez que la visitaba permanecía con esa mirada ida, no hablaba, no lo miraba… era como si no estuviese allí.
-¿Puedo verla? -preguntó a Eimi cuando ésta descorrió el shoji.
-Pase -indicó la mujer haciéndose a un lado para permitirle el ingreso a la habitación -Hoy comió todo.
-Eso está muy bien -dijo Ichigo con una triste sonrisa.
Eimi asintió.
-Los dejo a solas.
La mujer abandonó la habitación. Ichigo se acercó a la muchacha, quien estaba sentada en el futón con la mirada hacia el jardín… como siempre.
Se sentó a su lado, ella no volteó.
-Hola… -dijo, ella no se inmutó -Eimi dijo que estás con buen apetito. Eso es bueno… Tienes que comer, estás muy delgada -ella suspiró -Lo sé, siempre lo has sido. ¿Te acuerdas cuando me obligabas a comer lo que dejabas en tu plato para que no te regañaran? Creo que por eso te quedaste enana… -bromeó, pero Rukia no hizo gesto alguno.
Usualmente reaccionaría si la llamaba de esa manera. Pero ella estaba muy lejos de ahí. Ichigo bajó la vista a sus manos, traía un paquete que dejo en el regazo de Rukia. Ella bajó la vista al sentir el ligero peso.
-La vi en una tienda… recordé que te gustaban mucho -fue él quien desató la cinta y descorrió el papel que cubría que paquete.
Rukia sonrió al ver la muñeca en su regazo. Sus pequeñas manos repasaron la porcelana del rostro y sus dedos se enredaron en el cabello de la muñeca.
-Debes darle un nombre, no hay apuro, puedes nombrarla como quieras…
Rukia no le sacaba los ojos a la muñeca con la misma sonrisa perdida. Ichigo no pudo más, había sido fuerte todo ese tiempo, no dejando que sus sentimientos lo sobrepasaran, pero era más de lo que podía sobrellevar. Se largó a llorar. Era desesperación, impotencia. No sabía ya qué hacer. La había perdido completamente, ya no había nada qué hacer. Si antes se conformaba con ser solo su amigo, ahora se conformaba con que siquiera lo mirara. Pero habían pasado semanas y ella seguía tal como la encontró al regresar. El médico había dicho que se recuperaría, que perder a un hijo era un golpe muy fuerte para cualquier mujer, que era cuestión de tiempo. Pero él podía llenar el propio con responsabilidades, con charlas con sus subalternos, con visitas a los clanes menores… Pero para ella, en ese estado, el tiempo parecía haberse detenido. ¿Qué más podía hacer? ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Qué podía hacer él para sacarla de esa ausencia?
Sentía que el pecho se le rasgaba a cada respiración entrecortada, que la esperanza se le iba en lágrimas. Ya no pensaba claro, ya no había nada qué hacer… nada…
El suave tacto en su mejilla lo sacó de su martirio y alzó la vista con sorpresa. Rukia limpiaba sus lágrimas con una plácida mirada.
-No… -murmuró suave.
Clavó sus ojos en los de ella. Rukia retiró su mano y bajó la vista a la muñeca nuevamente. Ichigo se limpio el resto de las lágrimas con la manga mientras la veía contemplar su muñeca con gesto tranquilo… y presente.
-Rukia…
Ella no volteó. Se aventuró a pasar una mano por su cabello, pero ella no reaccionó. Pero, por un segundo, ella lo había notado, lo había confortado… Rukia seguía ahí, en algún lugar de su mente.
-¿Te gustó? -le preguntó con la voz aun húmeda, pero la esperanza en su rostro -En la tienda había muchas más, puedo traerte cuantas quieras… todas. Todas las que quieras… Solo… vuelve a mí, ¿sí?
-Sí… -respondió sin mirarlo -Sí.
Fue entonces que ella posó sus ojos en él, lo estaba mirando, de verdad. Solo fue un segundo y volvió a mirar hacia el jardín, la muñeca descansando en su regazo.
Llamaron a la puerta y se descorrió de inmediato. Natsuki ingresaba junto con Eimi, Ichigo se puso de pie y caminó hacia la puerta.
-Ella… -comenzó volteando hacia Rukia, pero sus palabras murieron en su boca.
Eimi fue hacia Rukia sentándose a su lado.
-Qué muñeca tan bonita, cariño… -le dijo acercando su mano hacia ella, pero Rukia la tomó posesivamente entre sus brazos alejándola de Eimi -Es tuya, no te la voy a quitar…
Ichigo soltó un suspiro y traspasó el umbral. Natsuki se lo quedó mirando.
-Capitán -lo llamó logrando captar su atención -Si tuviese un momento…
-Ahora no, Natsuki.
La mujer iba a insistir, pero Ichigo inició el paso hacia el despacho de Kaien. Necesitaba un tiempo para atesorar ese momento, para guardar esa esperanza que podría rescatar a Rukia de dónde fuera que estaba.
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