El Valor del Honor

Habían pasado un par de semanas desde que Ichigo recuperó el conocimiento y con ello Rukia había ganado una compañía en la inmensa soledad de aquella casa. Los primeros días no hablaban mucho, ella se limitaba a estar presente, por camaradería o por necesidad. No cuestionaba ni sus motivos ni el silencio de su viejo amigo. El solo estar junto a él la reconfortaba, no necesitaba palabras, estaban de sobra.

Con el paso de los días comenzaron a charlar un poco, alguna broma de su pasado compartido, algo sobre la comida o el clima. Rukia había hecho traer varios libros desde la biblioteca, sabía cuáles eran los favoritos de Kaien y supuso que podrían gustarle también a Ichigo. Ella no conocía más que las portadas, más de alguna vez se vio tentada de abrirlos y echarles un vistazo. Más de alguna vez abrió uno y sus ojos curiosos se deslizaron por los kanji, antes que su propia consciencia lo hiciera cerrar para no volver a abrirlo. En su lugar prefería leer una y otra vez los textos que Kaien había apartado para ella, poemas y pensamientos. Nada que contaminara su mente de ideas peligrosas para una mujer.

–¿No te aburres de leer eso una y otra vez? –preguntó Ichigo logrando que Rukia sacara la vista de su texto.

Se aburría, era verdad. Podría recitar cada palabra al revés y al derecho. Incluso desde el final al principio. ¿Cuántas veces había leído ese libro en estos días haciéndole compañía? ¿Dos? ¿Cuatro? Ya ni siquiera lo recordaba, ni menos importaba. Mientras sus ojos pasaban por cada kanji, su mente volaba lejos, perdiéndose en sus sueños, sus recuerdos e imaginarios escenarios. En ellos, los protagonistas de esos poemas vivían increíbles aventuras… Soñando despierta.

–¿Por qué no me lees este? –pidió Ichigo extendiéndole el libro que él mismo leía. La chica lo tomó con algo de duda y pasó las hojas con reticencia –Del comienzo.

–Pero llevas dos días con él, seguro ya vas terminándolo… –murmuró insegura y bajó la vista al libro –Además, no corresponde… –se lo extendió de regreso.

–¿Por qué? –preguntó Ichigo con inocente curiosidad, ella se alzó de hombros –¿Kaien no te deja leerlo?

Rukia se lo quedó mirando sin saber qué decir, sus labios se movieron, pero de ellos no brotó sonido alguno. Por un lado Ichigo no mentía, pero hablar de su esposo en su ausencia no era correcto, menos con el tono inquisidor que el pelinaranja utilizó al cuestionar los métodos de su esposo. Ella le debía respeto a Kaien y no podía dejar que nadie lo cuestionara… solo ella podría hacerlo y esos cuestionamientos eran privados. Nadie jamás debía saber de lo que ella sentía por Kaien, del desprecio, del miedo. Ella debía honrarlo, frente a todos.

Ichigo no tomó el texto que Rukia le extendía, es más, tomó una postura relajada en el futón. Ella bajó el libro para dejarlo en el suelo bajo el tacto de su mano.

–No es que Kaien-dono no me deje leer esos libros –dijo con voz casi inaudible –Es que no está bien. Aunque –lo miró de reojo con una sonrisa pícara –a veces, los he mirado y he leído un poco… solo las primeras líneas –confesaba como una niña que había hecho una travesura increíble –Kaien-dono es muy amable, él selecciona los libros que sí puedo leer… eso basta.

Ichigo se conmovió con la actitud de Rukia. Seguía siendo la misma niña, curiosa y atrevida, pero domesticada. Él jamás le hubiese prohibido nada, él adoraba su libertad. Era lo que más le gustaba de ella, y sabía que eso seguía allí… su espíritu fresco y rebelde. No podría ser suya, no podría llevársela consigo como hubiese querido, pero podía darle algo de la libertad que no podría jamás brindarle en su totalidad.

–Seguro a Kaien no le importa que me leas, si es para que yo no me aburra –exclamó Ichigo despreocupado –No es como que quieras hacerlo, pero te lo estoy pidiendo por favor. No vas a negarle una lectura a un pobre enfermo… ¿o sí? –ella caviló –¿Dónde está tu misericordia, Rukia? –agregó con un tono quejumbroso fingido.

La chica sonrió.

–De acuerdo –dijo dándose por vencida, tomó el libro en su mano –¿Del comienzo?

–Sí, creo que quedé medio imbécil con esto de estar inconsciente. La verdad no entendí nada.

No había quedado imbécil, solo que durante su lectura, interrumpía para quedarse viendo a Rukia, absorbido en su rostro, en la forma en que movía los labios cuando leía para sí misma en silencio. Le gustaba verla hacerlo, parecía una niña que recién aprendía a leer.

–¿Te sientes mal? –preguntó ella preocupada –¿Te duele la cabeza? ¿Llamo al médico? Él dijo que…

–Nada de eso… solo me cuesta concentrarme –respondió con honestidad, ella lo miraba con preocupación –¿Y bien? ¿Vas a leerlo o no?

–Que sí –exclamó algo molesta por el tono utilizado, abrió el libro –Muy bien…

Inició la lectura.

.

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Despertó por el ruido del colocar las mamparas de madera sobre los shoji que daban al exterior. Se incorporó con lentitud y el frío le erizó la piel. Entre el ruido del encaje de las mamparas distinguió el chiflar del viento. Se había desatado una tormenta. Recordaba cómo eran las tormentas en el condado, podían llegar a durar días sin amainar. Días en los que estaría obligado a encerrarse en casa, cubierto hasta las orejas por el futón de la estufa, esperando que el mal tiempo cediera para volver a salir a jugar con sus amigos. Quizás, por eso, odiaba las tormentas.

Estar encerrado en esa habitación solo lo hacía sentir inútil y una vergüenza como capitán. Sobre todo saber que hubo caídos dentro de sus hombres. Aquella sensación no mejoraba si no notaba avances en sus heridas. Aquella en su costado aun le daba molestias para respirar, mientras que la de pierna era la que lo mantenía acostado la mayor parte del tiempo.

Había iniciado cierto tipo de marcha apoyado en un bastón y asistido por uno de los guardias de la residencia Shiba, un hombre que tendría su edad, pero era tan enorme como un gigante, Sado Yasutora. El tiempo que no estaba en la silenciosa compañía de Yasutora, lo pasaba con Rukia, quien no se movía de su lado. Aunque a veces se quedara dormida de la nada. Recordaba cuando su madre estaba encinta de sus hermanas, solía dormirse incluso sentada. Hacer esa similitud le dolía, debía reconocer que evitaba mirar a Rukia que no fuera a la cara. El bebé en ella era la muestra fehaciente que había intimidad entre su preciada morenita y su primo. Aunque aquello era lógico dado su estado marital, pero en su fuero interno quería creer que Kaien jamás la había tocado… pero no era así, no lo era.

Rodó sobre un costado para ponerse de pie con mucho esfuerzo. Sin embargo, la pierna le dolía muchísimo y apenas si podía sostenerle. Se apoyó en el fusuma más cercano y dio pequeños pasos.

Trató de alcanzar el bastón con el que malamente se ayudaba, pero un mal cálculo lo llevó a caer de bruces al suelo. Gritó al sentir rasgársele la pantorrilla y dobló la pierna en un burdo intento por aplacar el dolor. El brusco movimiento sumó el dolor en la herida de su abdomen y no pudo hacer más que quedarse en el suelo sintiéndose patético. El shoji se descorrió con violencia.

-¡Por Dios!

Rukia había escuchado el grito y acudido hasta él apresurada. Se arrodilló a su lado y puso sus manos en la espalda de Ichigo buscando tratar de asirlo por los costados.

-¡Déjame! -exclamó él con furia, pero furia por él, por su orgullo herido, porque ella tuviese que verlo así.

Movió el brazo con brusquedad para que se alejara y la sintió apartar sus manos. Mantenía la vista gacha al suelo, no tenía el valor de mirarla, no así.

-Si crees, por un segundo, que con un berrinche vas a lograr que me vaya de tu lado estás muy equivocado -la escuchó decir y alzó la mirada para verla ponerse de pie y tenderle una mano -Arriba.

-Vete, Rukia -masculló apoyando ambas manos en el piso y logrando sentarse a medias.

Sin mediar en sus palabras, ella se acercó para ayudarlo sosteniéndolo por los brazos.

-No deberías hacer fuerzas -bufó Ichigo logrando acomodarse para sentarse -No te hace bien.

Rukia se hincó frente a él y lo picó en la frente. Él la miró sorprendido por el golpecito.

-Tú te preocupas por mí y yo lo hago por ti, ¿de acuerdo? -dijo Rukia con tono determinante -No he estado cuidándote por días para que ahora me lo pagues con semejante falta de educación -Ichigo desvió la mirada -¿Qué pasó?

-¿No es obvio? -respondió con molestia -Soy un maldito lisiado que no puede ni siquiera alcanzar su puto bastón para ir al maldito baño.

-Muchas groserías en la misma frase -lo reprendió de buen humor apoyando su mano en la mejilla de Ichigo -Mírame -él obedeció -No va a mejorar más o menos rápido por mucho que te enfades. Ya es un milagro que estés vivo… y no te atrevas a decir que preferirías estar muerto porque sería lo más estúpido que podrías decir. Sobre todo cuando en un par de meses esta caída no será más que una anécdota.

Unos pasos ingresaron a la habitación, era el hombre que habían asignado para ayudarle, Yasutora. Rukia se puso de pie.

-Procura asistir al capitán en lo que necesite -ordenó la mujer -Indicaré que preparen el desayuno.

-Sí, Señora.

Rukia salió de la habitación. Ichigo se vio alzado del piso con bastante facilidad por Yasutora. Él se había convertido en su asistente y silente compañía, quien se retiraba en cuanto Rukia aparecía por la puerta y aguardaba con paciencia que se retirara.

Por su parte, Rukia se dirigió hasta la cocina. Una de las sirvientas corrió hacia ella he hizo una amplia venia al verla ingresar.

-¿Desea algo, señora? -preguntó aun con la vista gacha y enredando sus manos en el uniforme.

-Yo me haré cargo -respondió Rukia.

-Sí, Señora.

Rukia repasó el espacio con la vista y comenzó a hurgar en los diferentes muebles en busca de lo necesario para preparar el desayuno. La criada fingió ordenar algunas cosas sabiendo que, a pesar de la negativa de la señora de la casa, necesitaría que le indicara dónde se guardaba cada cosa. Porque la verdad era que Rukia jamás había metido su nariz en nada de la cocina.

Solía estar constantemente sobreprotegida dado su estado y el temor de Eimi y el médico que la situación de Miyako se repitiera en ella. Aquello la había llevado a restringir sus actividades a tal punto que su única ocupación parecía hacerle compañía a Ichigo y leer algo. Además de no querer inmiscuirse en esa casa que seguía aun las reglas y ordenanzas de otra mujer antes que ella.

-Deberías hacer algo más que vigilar que no muera… o que trate de terminar el trabajo del oficial que me hirió.

Recordó aquellas palabras de Ichigo mientras hurgaba en los cajones. La sirvienta de la cocina la seguía atentamente con la mirada.

-No me permiten hacer mucho más… -respondió sacando la vista de su lectura.

-Solo estás embarazada, Rukia. Tienes tus dos piernas y tus dos brazos. Se nota que te aburres…

-Claro que no me aburro -pasó una página y soltó un suspiro, Ichigo se rió por lo bajo. Rukia volvió a sacar la vista de su lectura -Vale, me aburro como ostra. No es que acompañarte me aburra, pero me siento inútil.

-Entonces haz algo que te divierta. ¿Hay algo que te guste hacer?

Rukia cerró el libro y lo dejó a un lado.

-Cocinar, me gusta mucho…

Cerró un cajón sin encontrar lo que necesitaba y se rascó la cabeza ligero enterrando un dedo en su elaborado peinado.

La sirvienta se acercó con cuidado a su lado.

-La ayudaré, señora -murmuró mirando al piso -Solo dígame qué necesita… Pronto aprenderá donde está todo.

Rukia la miró con sorpresa, pero accedió.

.

.

-¿Es de tu agrado? -preguntó Rukia con curiosidad de saber si había hecho un buen trabajo.

Ichigo asintió. Vio ese brillo ansioso en los ojos de la muchacha, entonces supo que había sido ella quien había cocinado. Se alegró de saber que había tenido la determinación de ello y venciera el temor a inmiscuirse en esa casa que ella sentía tan ajena, aun con el fantasma de Miyako en él.

-Está bueno… pero quizás demasiado cocido -agregó al terminar de masticar, solo por molestarla. La escuchó bufar -Solo bromeo -se rió -Te quedó delicioso. El mejor desayuno que he probado.

-No exageres.

-No lo hago -respondió al tiempo que ella probaba un trozo de pescado -Sabe muy bien y, además, lo hiciste tú. Eso ya lo hace el mejor desayuno.

Rukia se sonrojó violentamente. Quiso tener una respuesta rápida e ingeniosa, algo que hiciera sentir a Ichigo ridículo de sus palabras melosas, pero cualquier intención murió en su garganta. Se limitó a sonreír algo boba.

-Gracias -murmuró.

Continuaron en silencio. Él no era alguien que se caracterizara por ser muy comunicativo y Rukia había aprendido a callar. Extrañamente su silencio no resultaba incómodo, sino bastante relajante. La tácita compañía.

-Rukia…

-¿Si?

La observó dejar a un lado los palillos con elegancia. Toda ella había sido convertido en una perfecta muñeca de porcelana. La imagen estereotipada de la esposa ideal, de la joven noble deseable, el máximo a alcanzar. Pero más allá de su presencia incólume, estaba su mirada. Penetrante, directa y franca. En ella estaba su espíritu, la chica de la que se había enamorado, no de esa imagen perfecta.

Rukia lo miró expectante a sus palabras que no salían. Quizás solo quería llamar su atención, mirar en sus ojos y sentirla presente.

-Nada…

Ella frunció el ceño.

-¿Cómo que nada? -preguntó la chica.

-Eso nada, solo quería ver si no te habías dormido con los ojos abiertos -la picó -Como últimamente te quedas dormida en todos lados..

Decirle a una mujer, a una esposa, insinuar que era perezosa, sin duda era una afrenta. La mujer debe ser la primera en despertar y la última en ir a la cama. Debía trabajar con empeño de sol a sol, llevar la casa, cuidar de todos, esforzarse porque su presencia fuese omnipresente en su casa. Claro que Rukia, en su estado, poco podía hacer, cargando esa barrigota por todos lados. Por lo mismo, sabía que picarla ahora no haría daño.

-Eso no es cierto -masculló Rukia -No me duermo en todos lados, a veces descanso los ojos, pero nada más.

-Está bien que descanses, es lo que debes hacer… por tu hijo.

-Primero me dices que debo hacer algo diferente a pasarme todo el día a tu lado y ahora me dices que descanse -bufó -Ponte de acuerdo, ¿no crees?

Dejó sus reclamos de súbito y se llevó las manos a la barriga. Una tierna sonrisa iluminó su rostro.

-¿Pasa algo? -preguntó Ichigo con un dejo de preocupación.

-Se mueve mucho -murmuró Rukia.

En un impulso tomó una mano de Ichigo y la llevó a su vientre. Lo hizo con inocencia, con esa mezcla entre orgullo y alegría por su bebé, quería compartirlo con él. Ichigo sintió como bajo su mano algo se movía. Era misterioso y mágico al mismo tiempo. Dentro de ella había vida y, por mucho que esa vida fuera la materialización del abismo que los separaba, esa sensación le entibió el corazón. Había odiado a ese bebe tanto y era su madre quien daba el paso para que lograra su perdón… por algo que no tenía la culpa.

-Sí, se mueve mucho… -comentó Ichigo sin retirar su mano, aun cuando Rukia ya no lo sostenía -¿Qué sientes cuando lo hace?

-Como si tuviese un gran pez dentro. O un gran gas -agregó risueña, él dejó escapar una carcajada -¿Te gustaría tener hijos algún día?

Ichigo retiró la mano y se reclinó hacia el muro.

-No -respondió mirándola a los ojos -No voy a casarme ni a tener hijos. Dedicaré mi vida al ejército. Mi padre me instaba a que tomara una esposa y formara una familia, pero no me interesa.

-No debe estar muy contento -comentó con tono reflexivo.

-Para nada, pero su opinión me tiene sin cuidado. No voy a tomar una esposa que no conozco o no me gusta por cumplir con darle herederos a la familia. No pueden obligarme…

-Podrían…

-No lo harán -dijo con seguridad.

Miró a Rukia quien bajó la vista. Se sintió culpable por haberse adentrado en aquel tema. Pudo haber dado una respuesta menos dura, ser más diplomático, pero a ella no podía mentirle.

-No quiero casarme porque solo pensé hacerlo con una mujer… pero ella ya fue entregada a otro hombre.

-¿Por su libre voluntad? -preguntó Rukia con interés.

-¿Tiene la mujer voluntad de rechazar un buen matrimonio? ¿Acaso se le permite? -ella bajó la vista -Dímelo.

-No… -respondió con un murmullo -No puede. Y es frustrante ver como otros determinan tu destino. Sin siquiera preguntarte… te toman como si fueras un objeto, como si no pudieses pensar o sentir. Como si alguien pudiese obligarte a pensar y sentir según su voluntad…

Ichigo asintió.

-Es por eso que no voy a casarme. No puedo tener a una mujer por obligación a mi lado si no puedo amarla. Nadie merece eso… -hizo una pausa y cayó en que hablaba con quien había sido entregada de la misma manera a un hombre -Aunque… hay quienes pueden enamorarse en el proceso, claro. Yo no soy de esos, pero sé que los hay…

-Debe haberlos… aunque en realidad el amor en un matrimonio no es necesario.

Ichigo se sorprendió, Rukia se dio cuenta que había hablado de más y se silenció enseguida. Retomó su desayuno. Ella debía amar a su esposo por obligación… No, ningún manual podría obligarla a sentir algo por alguien. Aquellas palabras de amor que dirigía a su esposo eran por miedo, por satisfacerlo, pero jamás porque nacieran de ella. Ella… ella… lo odiaba. Lo despreciaba profundamente y rogaba cada día que no regresara, que muriera en batalla, que su cadáver se pudriera. Pero aquello no estaba bien… no lo estaba.

-Yo… -Ichigo interrumpió el silencio -Yo creo que sí es necesario. Quizás el amor venga después…

Aquellas palabras nacieron de él sin quererlo. De ninguna manera esperaba que Rukia amara a su primo, de hecho esa idea lo martirizaba. Pero el semblante desesperanzado de Rukia lo obligaba a tratar de confortarla. Ante todo él deseaba que ella fuera feliz.

Rukia no respondió sino que siguió comiendo sin dar señal de asentimiento o negación. El desayuno terminó en completo silencio. La joven señora de la casa dio la orden de retirar las bandejas.

-Si me disculpas, me siento algo indispuesta -se excusó ante su viejo amigo.

-¿Te sientes mal? -preguntó Ichigo inmediatamente creyendo que el esfuerzo de preparar el desayuno había traído inconvenientes en su salud.

Rukia simplemente negó y salió de la habitación. No necesitaba más cuestionamientos de momento. Estar con Ichigo, tener ese tipo de conversaciones, no la distraía de sus pensamientos aterradores sobre un eventual regreso de Kaien y lo que esperaba de ella. ¿Esperar que terminara amando semejante monstruo? No, Ichigo estaba equivocado, completamente equivocado. ¡Él no entendía nada! No sabía lo que era haber sido entregada por esposa a un hombre que la habían mancillado de aquella forma, un hombre que la manipulaba horriblemente, un hombre que la había sentenciado al peor destino que hubiese imaginado. Kaien, a quien ella había amado en secreto por años… su héroe, su hombre perfecto... se había convertido en su peor pesadilla. Y ella no podría amarlo, jamás.

Se refugió en la biblioteca y buscó un texto que Kaien siempre leía. Con algo de reticencia lo tomó entre sus manos y lo llevó hasta la estufa. Se cubrió con el plumón y comenzó a leer. La historia era tan embriagante que la capturó desde la primera línea. Sus ojos se deleitaban de la narrativa, tan novedosa, tan creativa, tan… prohibida.

De pronto escuchó el shoji descorrerse. Escondió el libro bajo el futón y fingió estirarlo. Natsuki la miró intrigada desde la puerta.

-¿Qué estaba leyendo? -preguntó a Rukia.

-Nada, no leía nada.

La sirvienta fue más rápida y metió su mano bajo el futón para sacar el libro con rapidez. Rukia bufó cruzándose de brazos. Natsuki no sabía leer, pero sabía que una reacción así de su señora no podía sino significar que leía algo que no debía. Se sentó junto a la muchacha y dejó el texto sobre la mesa. Rukia lo tomó con suavidad y lo escondió otra vez bajo el futón.

-Si alguien se entera… -murmuró con cierto aleccionamiento en su voz.

-Nadie tiene cómo enterarse. Sé muy bien cómo los dejó Kaien antes de marcharse… -respondió Rukia -Tengo la biblioteca estudiada… cada libro, cada posición…

-¿Y si algo ocurre con el libro? -preguntó con real preocupación -Supongamos que por esconderlo bajo el futón pasa a llevar una hoja, o se quema con la estufa… ¿cómo podría explicarlo al Señor? ¿Acaso quiere que se salga de quicio otra vez? No sea tan rebelde, Señora. No vale la pena…

Rukia asintió en silencio y sacó el libro de bajo el futón.

-Habla sobre la guerra… -comentó repasando la tapa con los dedos -Es muy interesante… cuando Miyako vivía, Kaien le permitía leerlos, este tipo de libros. Pero a mí… Él selecciona los libros por mí, dejó un alto de ellos en la habitación. Son aburridos… hablan de cosas bellas… -miró a Natsuki -Mi vida no es bella, no quiero leer cosas bellas… quiero leer cosas oscuras, oscuras como es mi alma, tan negras como una noche sin estrellas, sin la luna en lo alto del cielo.

-¿Para qué traer más amargura a su corazón?

-Porque la amargura me hace sentir viva -espetó.

-Pensaba que últimamente había vuelto a brillar la luz en usted, Señora -dijo con cierta picardía -Ese joven capitán traería luz a cualquiera -Rukia ignoró el comentario -Todas las chicas están revolucionadas -soltó una risita -Dicen que el capitán ha traído de regreso el encanto del Señor a esta casa.

-Ichigo no se parece en nada a Kaien, en nada -replicó Rukia con seguridad.

-Señora… todos los hombres son iguales. No idolatre la figura de un joven amable, cuando ya ha conocido la crueldad de su género.

-Él no es así… en mi corazón Ichigo no es como Kaien -aseguró con una mano en el pecho -Y si en algo tienes razón es que ha traído a mí los mas dulces recuerdos. De una vida que ya no es la mía, y tal vez solo necesito leer oscuridad para no olvidar que son las penumbras las que rodean mi existencia.

Unos pasos acelerados se escucharon por el pasillo, el shoji se descorrió con brusquedad.

-Ganju Shiba… -Eimi traía el rostro desfigurado -Ha muerto en batalla.

Rukia se llevó las manos al vientre que le dio una vuelta casi haciéndola saltar. El hermano de Kaien… Sin Ganju… si Kaien moría. Miró a su barriga.

-Tiene en su vientre al único heredero del clan… -murmuró Natsuki -Dios quiera que sea un varón -Rukia la miró devastada -Ruegue porque el señor regrese sano y salvo, señora. De otro modo…

-Lo hará -respondió Rukia con seguridad, con la seguridad que podía en la incertidumbre.

Si Kaien moría… Los clanes menores se revolucionarían. Se crearía una guerra interna para hacerse del poder. Eso mientras su hijo no naciera. E intentarían que no lo hiciera. Estaría a la deriva. Si fuese solo ella, esperaría su destino con gracia y al enterarse de la muerte de su esposo se quitaría la vida con gusto. Una mujer sola, sin posibilidad de volver donde su hermano solo podía esperar la muerte. Pero llevando al heredero del clan.

-Los designios del destino son curiosos -dijo Eimi recobrando la calma -¿No lo crees Natsuki? -su colega se la quedó mirando sin entender -Después de todo no es casualidad que el joven capitán esté aquí…

-No entiendo -murmuró Rukia.

-Pues -la mujer parecía divertida -La señora Kuukaku no puede tomar el lugar de líder, ni menos su esposo al pertenecer a otro clan. Pero curiosamente tenemos a un directo heredero de los Shiba en esta misma casa…

-Eres macabra -gruñó Natsuki -Pero eres sabia, anciana -parecía satisfecha.

Rukia las miró con el ceño fruncido.

-No pongas esa cara, niña -exclamó Eimi -Más te vale seguir sirviendo a ese joven como hasta ahora, porque será el único que pueda salvarte si tu esposo muere. Ichigo Kurosaki será el líder del clan Shiba en el caso que el señor deje este mundo, gánate su favor y salva a tu hijo.

-No podemos confiar en él -rehuyó Natsuki -Podría intentar asesinarlo de todos modos… pero…

-¿Pero qué? -preguntó Rukia.

-No lo hará si se enamora de ti -concluyó Eimi. Rukia dejó morir en su boca un reclamo ante una mirada severa de su nana -Desde hoy tu misión es encantar a ese muchacho. Es tu pase de vida, de la tuya y la de tu hijo.

-No jugaré con Ichigo, eso es perverso -exclamó con firmeza -Además él no quiere tomar una esposa ni tener hijos.

-Pues lo hará cuando termines tu trabajo y te tomará a ti por esposa. Haz lo que te digo si no quieres terminar teniendo una vida aun más miserable de la que llevas ahora por proteger a tu hijo -tomó a Rukia por las mejillas -Escúchame niña, esto no es solo por ti, es por el clan al que le debes lealtad, por tu honor.

-¿Qué honor hay en seducir a un hombre que no es mi esposo? -gruñó y sintió sus mejillas apretarse contra sus dientes por el fiero agarre de Eimi.

-Tu lealtad al clan, al darle un heredero legítimo supera la lealtad a tu esposo ahora. Haz lo que debes -la soltó brusco y Rukia se sobó las mejillas -Esto no se trata de Kaien, ni de ti. Se trata de la estabilidad de uno de los cinco clanes que mantiene en pie a esta nación. No necesitamos una guerra interna cuando fuera de libra una enorme. ¿Has entendido?

Rukia bajó la vista. ¿Enamorar a Ichigo? ¿Cómo lograrlo cuando estaba esperando el hijo de otro hombre… cuando él no estaba interesado en nadie más que en esa mujer que fue entregada a otro hombre? No, no podía jugar con él… pero sí podía lograr su afecto para evitar su muerte y la de su hijo, y con ello salvar al clan. No debía enamorarlo, solo…

-Lo haré -afirmó con seguridad.

Ambas mujeres sonrieron agradadas. Solo Rukia sabía que no era cierto, que en sus planes no estaba ejecutar ese macabro plan. Solo buscaría la misericordia de su viejo amigo en el caso que su esposo muriera. Pero… ¿podría confiar que solo una vieja amistad podría salvarla?

-Ahora nos escucharás atentamente y nos obedecerás en todo -declaró Eimi.

-¿Con eso lograré que me dejen en paz? -preguntó altiva la muchacha.

-Más que tranquila -aseguró Natsuki.

-De acuerdo.

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