El tiempo bajo el agua
-Rukia…
La pequeña niña sacó la vista de los peces del estanque y se volteó hacia la voz de su hermana. Se acercó a paso rápido.
-¿Dónde dejaste tus zapatos? -preguntó Hisana buscando con la vista las sandalias de madera de la chiquita. Estaban justo en la solera, a unos pasos de ellas.
Fue por el calzado y lo trajo hasta su hermanita. La tomó en brazos para sentarla sobre la solera, sus pies no alcanzaban a tocar el suelo y colgaban juguetones asomándose por debajo de la yukata. Hisana se arrodilló en el césped.
-No debes andar descalza, puedes hacerte daño -la reprendió con un tono bastante blando mientras le calzaba las sandalias -Ya está.
Escuchó a su hermanita soltar un suspiro mirando sus pies. Sabía cuánto odiaba calzarse, que a la primera que se voltease iba a volver a retirarse las sandalias y correr por el césped sin ellas.
-¿Sabes quién vino a vernos? -le preguntó y la niña negó -Masaki-san y los niños -vio como se le iluminaba el rostro a la pequeña -No pelees con Ichigo -le advirtió -Las niñas buenas no pelean con sus amigos, ¿sí?
Rukia asintió y miró al cielo. Estaba completamente despejado, ya comenzaba a hacer calor. Luego se quitaría las sandalias y metería los pies al estanque…
Natsuki ingresó a la habitación y vio a Rukia mirando al jardín con esa sonrisa perdida. Se sentó a su lado solo a observarla.
-¿Dónde estás que sonríes así? -le preguntó.
-Esto es el colmo, jovencita -exclamó Hisana frotándole una toalla por el pelo completamente empapado -El estanque no es para bañarse.
-Son niños, Hisana-san -dijo Masaki haciendo lo propio con Ichigo quien sonreía pícaro.
Las dos pequeñas mellizas estaban ya envueltas en toallas y sus pies gorditos e infantiles colgando fuera de la solera. Sus yukatas al sol tal como la de los mayores.
Una sirvienta entregó un alto de ropa a Masaki, quien le agradeció con una sonrisa que la mujer no vio, la servidumbre no veía a los ojos. Se retiró con una venia.
-Iré a vestir a los niños -comentó la mujer y todos partieron tras de ella.
Rukia vio a sus amiguitos perderse por el pasillo al interior de la casa. Su hermana mayor soltó un suspiro.
-Eres una pequeña salvaje -se rió muy a su pesar -¿Qué voy a hacer contigo? -le apretó las mejillas juguetona.
Rukia le sonrió.
-¿Quieres desayunar? -preguntó Natsuki, Rukia no respondió.
La criada pasó una mano por el cabello de su señora de manera cariñosa. Ante su sorpresa, Rukia se puso de pie. No la siguió sino que la observó caminar hacia el shoji abierto al jardín. Fue entonces que se levantó y la siguió. La muchacha caminaba por el jardín con la misma sonrisa y miraba al cielo entrecerrando los ojos frente a la luz. Natsuki siguió sus pasos que la llevaron junto a uno de los estanques.
-¡Al agua pato! -exclamó Rukia y se quitó la yukata antes de tirarse al agua.
Había aprendido que era mejor desnudarse y evitar que Hisana la recriminara luego por arruinar su costosa ropa. La había dejado a un lado en esa especie de playa improvisada junto al lago dentro de los terrenos de la residencia Kuchiki.
Su amigo se limpió el agua que el chapuzón de Rukia le había arrojado a la cara.
-¿No podías tirarte más allá, tonta? -le recriminó Ichigo arrojándole agua de regreso.
-No -se rió y le devolvió el manotazo de agua.
Ichigo se volvió a pasar las manos por la cara y resopló antes se volver a arrojarle agua.
Natsuki vio como en un segundo la señora se desnudaba y se arrojaba al estanque. Quiso reaccionar, descalzarse y meterse a sacarla, pero estaba completamente atónica y estática. La vio golpear el agua con las manos mientras estaba sumergida hasta poco más arriba del pecho. Un par de sirvientas se asomaron a la solera al escuchar el chapuzón, quedaron tal como Natsuki.
-Perdió la razón… -murmuró una de ellas viendo como la criada de la señora se descalzaba y retiraba sus calcetines.
Natsuki se acercó a la orilla y extendió una mano.
-Señora, salga de ahí -la llamó, pero la muchacha no la escuchaba siquiera y se alejaba de la orilla -Por favor… tome mi mano.
Una de las sirvientas se perdió por el corredor en busca de algún guardia que ayudara a Natsuki. La muchacha no podría sacarla sola del agua. Corría rápido por el pasillo, cuando se topó con otra bruscamente.
-¿Qué pasa? -preguntó a su colega al verle el rostro descompuesto.
-La Señora se lanzó al estanque -respondió dejándola con más interrogantes.
La muchacha miró hacia la salida al jardín y se dirigió hacia él. Mientras más se acercaba a la salida podía escuchar un chapoteo y los ruegos de Natsuki. La otra sirvienta que había estado contemplando desde la solera se había acercado a la criada de la señora a informarle que habían ido por un guardia. Aun así Natsuki insistía en llamar a Rukia.
Dentro de la residencia, la sirvienta encontraba a Hanata charlando con el recién llegado capitán que acababa de regresar de visitar unas estancias del clan a las afueras del condado, había pasado la noche fuera. Justamente solicitaba al jefe de la guardia un reporte de lo sucedido en su ausencia.
-Hanata-san -se disculpó la sirvienta con una venia -Necesito que me acompañe.
Antes que el jefe de la guardia pudiese responder, Ichigo alzó la voz.
-¿Qué pasa? -no era un tono impositivo, más bien ansioso.
Que una sirvienta buscara al jefe de la guardia no era frecuente y podía significar problemas. Tuvo una intuición en ese momento. La chica no respondió, solo comenzó a caminar descorriendo sus pasos. Ambos hombres la siguieron, Ichigo a lo más ágil que podía, el cojeo no era tan importante ya después de este tiempo, pero ciertamente no podría correr por los pasillos. La sirvienta los condujo a la salida a uno de los jardines, el del gran estanque. Pudo ver a varias sirvientas observando desde la solera. Un par de guardias junto a ellas con gesto perdido, como si no supieran qué hacer o esperaran una orden que no llegaba. Al llegar hasta ellos, la servidumbre se hizo a un lado.
La escena mostraba a Natsuki sentada en el borde del estanque, con la yukata descorrida hasta los muslos con la mano extendida hacia el centro llamando a la joven señora que miraba al cielo y extendía las manos al sol.
Hanata soltó un suspiro observando el gesto angustiado de Natsuki, la desolación en su rostro mientras maldecía a Eimi por haber salido de compras y no estar ahí en ese momento y maldiciéndolo a él por no haber llegado.
Ichigo pasó la vista por la servidumbre y odió profundamente las miradas de lástima que le dirigían a Rukia.
-Hanata… -habló pausado -Dispensa a los sirvientes, que vuelvan a sus funciones. Luego vienes conmigo.
Bajó al césped y se descalzó apoyado en la solera. El jefe de la guardia logró que las muchachas y el par de guardias los dejaran solos. Aquello sería habladuría en cosa de minutos, si hasta entonces se hablaba de la locura que invadió al señor Shiba al morir su hijo y del estado perdido de la señora, ahora sería sobre cómo su inmensa tristeza se había convertido en locura.
-Señora, venga -insistía Natsuki.
-Natsuki -la llamó Ichigo, la criada lo miró -Yo me encargo.
-Pero capitán…
Rukia lo miraba desde dentro del agua con una sonrisa pícara.
-¿Acaso te vas a pasar toda la tarde en la orilla, Kurosaki-kun? -se burló al notar la reticencia de su amigo de nadar con ella.
Quizás Rukia aun era muy niña para comprender que ya no estaban en edad de bañarse desnudos en el lago. Eran los primeros días del verano y todos los años, a penas aumentaba la temperatura, se escapaban para ir a nadar. Pero ese año era diferente, Ichigo ya no era un mocoso, con doce años estaba entrando en la adolescencia… y había cosas en él que habían cambiado durante el invierno.
-No tengo calor -respondió cruzándose de brazos.
Ante la mirada estupefacta de la criada, Ichigo se quitó la ropa y se metió al estanque. Miró a Hanata, quien no quitaba la vista de Ichigo acercándose a Rukia al centro del estanque. Ella les daba la espalda mientras se hacía espacio entre unas hojas de loto. Sin duda caminar en el agua era mil veces más sencillo que hacerlo fuera de ella, alcanzar a Rukia no le dio mayor trabajo. Pasó un brazo por sus hombros cruzándole el pecho. Natsuki y Hanata pensaron que la arrastraría fuera del agua, pero mayor fue su sorpresa cuando vieron que la empujó de lleno espaldas al agua.
-¿¡Acaso está loco!? -chilló la criada -¡Se va a ahogar!
Pero de inmediato Rukia salió a la superficie limpiándose la cara del agua. Respiraba por la boca con la cara de impresión, Ichigo se reía. Rukia lo miró y comenzó a reír también. Natsuki se sorprendió cuando vio a la muchacha lanzarse encima del joven capitán tratando de hundirlo en el agua.
-Me temo que estamos de sobra, Natsuki-chan -comentó Hanata divertido con la escena -Parecen dos críos…
La criada se volvió hacia él como si de pronto en su mente todo hubiese cuadrado de pronto. Recordó aquellas palabras que Rukia le había dicho el día que la encontró con la nariz en los libros del señor Shiba. "Ichigo ha traído consigo mis más preciados recuerdos".
-¿No volverá a ser como antes nunca, verdad? -preguntó Natsuki mirando a Hanata.
-Nadie vuelve a ser el mismo después de presenciar la muerte -respondió con voz grave -Menos después de vivir la crueldad del ser humano. Luego de eso solo puede mantenerte vivo la esperanza o el odio…
-¿Qué te tiene vivo a ti, Hanata-kun?
-Tú, cariño -le sonrió perdido en los ojos de la criada.
-No se puede hablar en serio contigo -bufó volteando al frente y viendo a Rukia peinar hacia atrás el cabello húmedo de Ichigo -Esa chiquilla solo necesita la esperanza de que su vida no continuará siendo una miseria.
Hanata asintió con la vista al frente.
-Y el amor… -dijo el jefe de la guardia, Natsuki lo miró con curiosidad -Mantiene vivo la esperanza, el odio y el amor -se sonrió al ver al capitán ordenando el cabello a la señora tras las orejas mientras ella seguía jugando con su pelo -Tenías razón, Natsuki-chan -la miró -El poder del amor es más fuerte que el hierro de mi katana. Pero si queremos que ese amor se sobreponga a las situaciones, necesitamos… -ella se quedó expectante -desatar el odio del muchacho para que quiera alcanzar ese amor.
-No entiendo…
-Kurosaki debe enterarse… de todo -Natsuki asintió lentamente -Pero de a poco.
-De acuerdo, llamaré al médico… puede que, accidentalmente, comente algo, ¿verdad?
Hanata soltó una suave risa que se mezcló con una de Rukia cuando Ichigo lograba por fin llevarla a la orilla.
.
.
Eimi secaba el cabello de Rukia frotándolo con una toalla mascullando que podía pescar un resfrío, que recién se retiraba la primavera y que aún corría una fría brisa. Que esperaba que el baño caliente revirtiera el frío que debió pescar en el estanque. Golpearon al shoji.
-Adelante -dijo la nana.
El médico ingresó con una venia. Natsuki cerró el shoji por fuera. Había convencido al capitán que era necesario que el galeno revisara a la señora tras el incidente y recomendara algo para evitar una gripe y calmar sus nervios. Ichigo claro que accedió. Ahora el joven pelinaranja se encontraba en el despacho de Shiba-sama dejando nota de su visita a los terrenos del condado. La guerra había sacado a varios de los campos y se acercaba la época de cosecha, si no tenía quien hiciera ese trabajo, se afectaría la producción y, con ello, la economía del clan y el condado. ¿Por qué no prestó más atención a su padre cuando tenía tierras allí? Se golpeó internamente… ¿qué haría su padre? ¿Qué haría Kaien?
Llamaron a su puerta e indicó el ingreso. El médico de la familia traspasó el umbral, Ichigo le indicó que tomara asiento.
-¿Cómo se encuentra, capitán? -preguntó con su tono afable -He sabido que ha estado de visita por los terrenos de la familia estos días. Parece que su salud ha retornado.
-No como quisiera, pero puedo ser útil de otros modos.
-Se lo dije hace un tiempo, no todas las batallas se libran en un campo, hay algunas que requieren más que un cuerpo que responda bien -dijo casual, Ichigo asintió -Me alegro que haya encontrado un espacio que le permita desarrollarse lejos del ejército.
-De momento -aclaró el capitán -No planeo retirarme, solo necesito tiempo.
El médico asintió.
-La señora se encuentra bien, le indiqué un jarabe para aumentar su vigor en caso que su baño de primavera cause algún deterioro en su salud -fue al grano -Me tomé la oportunidad de verificar que todo esté en orden respecto a su postparto -Ichigo se sonrojó un poco, le parecía un tema algo íntimo -Ya han pasado un par de meses, todo se encuentra perfectamente. Es una muchacha joven y fuerte, a pesar de su menuda complexión.
Ichigo lo escuchaba con atención, sin embargo el sabía que Rukia se encontraría bien. Solo había sido exageración de Natsuki y Eimi. Había otra cosa que a capitán le preocupaba más.
-¿Cuándo recuperará la cordura? -preguntó Ichigo con la vista perdida en el shoji que daba justamente al estanque principal -Si hay alguna forma de ayudarla…
-Capitán, la señora ha pasado por muchas cosas en este último año -dijo con voz suave -El perder a su hijo ha sido, sin duda, el fin del ciclo. Nunca pensé que llegara a término un embarazo de ese tipo, Miyako-sama parió adelantado.
-Pero… Rukia también… -balbuceó Ichigo, el médico solo lo observó en silencio.
Para todos, la señora estaba teniendo un parto prematuro, pero ella se encontraba de término. Para todos ella paría dos meses por adelantado… esos dos meses que Kaien desapareció luego de la muerte de su esposa, luego de esa fatídica tarde.
-La mente de una mujer es débil, más la de una inocente y marchita jovencita. Perder a su bebé finalmente la doblegó.
Dos meses por adelantado, eso escuchó a las sirvientas cuando entró en trabajo de parto… Ichigo no sabía mucho de embarazos, pero sí sabía sacar cuentas. Recordaba la fecha en que se le comunicó la boda de Rukia. Si ella dio a luz a término habían dos meses que sobraban... Dos meses antes de su boda con Kaien, él había perdido a su primera esposa y su hijo.
Inocente y marchita…
-Lo único que puede hacer, capitán, es darle tiempo.
El médico se puso de pie, Ichigo le entregó la paga y el sujeto abrió el shoji, Natsuki estaba tras de él con una bandeja con té. El médico miró a la criada y ella realizó una ligera venia antes de ingresar al despacho con el té.
-Supongo que no le importa que sea yo quien traiga el té -comentó la mujer, Ichigo seguía cada uno de sus movimientos con la mirada -Eimi está con la señora, se le despertó el apetito, debe ser ese jarabe que dejó el médico.
La criada puso el té sobre la mesa y sirvió la taza. Dejó la tetera en la bandeja. Se dirigió hacia la puerta.
-Natsuki -la llamó Ichigo sin mirarla, la vista nuevamente en el estanque -Cierra la puerta y vuelve aquí.
La mujer obedeció e hizo una venia. Ichigo le indicó que tomara asiento frente a él.
-¿Cuál es la relación que Rukia mantenía con Miyako y Kaien? -Natsuki pareció sorprendida -Ya no sé que pensar… Sé, Rukia me dijo, que eran muy cercanas con Miyako…
-Así fue. Muy cercanas. En ese entonces yo no era más que una sirvienta de habitaciones, pero todos comentaban el inmenso afecto que la señora le guardaba a Miyako-sama… -miró a Ichigo de soslayo -Y la gran admiración que sentía por Shiba-sama.
Natsuki hizo una pausa y repasó cualquier reacción en el capitán, quien mantenía la vista en el jardín.
-El médico -retomó Ichigo sin verla -dijo que el bebé era de término -se volteó hacia ella -No soy experto en bebés ni en embarazos. Soy un hombre que se crió en un condado y luego formado como un soldado. No soy especialmente inteligente o suspicaz, pero hay tiempos que no cuadran… -Natsuki desvió la mirada a sus manos sobre su regazo -Sé que debes lealtad a Rukia y a mi primo... -negó suave al ver que Natsuki parecía incómoda -Olvida lo que dije, no es de mi incumbencia. Puedes retirarte.
La criada se puso de pie y caminó hacia el shoji, pero no lo abrió, sino que permaneció con la vista en él y la mano en el canto presta a descorrer. Sin embargo, no se movió.
-Al día siguiente que Miyako-sama y su bebé murieran… -dijo Natsuki en tono suave -La señorita Rukia Kuchiki llegó a ofrecer sus respetos a la familia. Como una cercana a Miyako-sama, era lo que debía hacer -levantó la vista al cielo e inspiró profundo -Su hermano no vino con ella, tampoco Eimi… Vino sola, ya estaba en edad. Ese fue el día que la conocí -se volteó hacia Ichigo, quien la miraba con atención -La conocí en esta sala, estaba tendida en el suelo, lloraba sin consuelo… -Ichigo frunció el ceño -después que Kaien Shiba la tomara por la fuerza. Ahí están los dos meses que no cuadran en sus cálculos, capitán.
El joven pelinaranja apoyó ambos codos en la mesa y entrelazó sus manos frente a su boca. Aunque su postura pudiese indicar que estaba reflexionando, en su mente solo podía repetir las últimas palabras de Natsuki. Esas palabras y las que alguna vez Rukia había dejado escapar.
-¿Quiénes más lo saben? -murmuró con monotonía, la mirada perdida al frente parecía traspasar a la mujer.
-Kuchiki-sama, el médico, Eimi y yo… Ahora usted también.
Ichigo asintió. Una serie de sentimientos se mezclaban en él en ese momento. Tristeza, compasión, ira, culpa, frustación… Eran tantas que no podía siquiera encontrar una manera de reaccionar. Vio a la taza de té y llevó su mano a ella, pensando que beber algo haría desaparecer esa opresión en el pecho y el nudo que se le formaba en la garganta dificultándole respirar.
Kaien había sido su ídolo de infancia y adolescencia. Su propio padre solía ponerlo como ejemplo a seguir. Ichigo solía pensar que solo siendo como su primo podría lograr la venia de Byakuya Kuchiki, solo así él mismo podría sentirse orgulloso de sí. Kaien era todo a lo que él aspiraba… y luego Kaien tuvo todo lo que él anhelaba. Lo único que Ichigo siempre quiso, por quien luchó todos esos años para ser el mejor, para poder aspirar a tenerla a su lado. Y… y Kaien ni siquiera la obtuvo limpiamente. Rukia era todo lo que quería y Kaien la tomó como si no fuera más que una cualquiera. Como si ella no valiese nada. No le dio un cortejo, ni luchó contra Byakuya por obtener su mano, tampoco la hizo suya con la pasión de un deseoso y amante esposo. Kaien no hizo nada para merecer a Rukia y la obtuvo…
Recordaba aquellas conversaciones con Rukia, en las que hablaban de estar casado, del rol de esposa, del amor… La acidez disfrazada de diplomacia en su discurso. Lo disconforme que parecía, pero a la vez asumiendo que nada podría cambiar su destino. Y… y él le había insinuado que ella podría llegar a amar alguna vez a su primo. ¡Fue un idiota, un completo idiota! ¿Cómo sería intentar a amar a quien ha hecho tanto daño? Sería como amar al enemigo, encerrado entre cuatro paredes, asumiendo compartir su espacio, seguir sus reglas y consentir su presencia por las noches aplacando y mutilando cada día más su propia voluntad. Arrancarse a cada segundo un trozo del corazón… y ansiar la venida de la muerte… cada noche, cada día… a cada segundo.
Tomó la taza en la mano, pero resbaló y cayó sobre la mesa derramando su contenido. Natsuki retiró rápido la taza y la tetera.
-Iré por alguien para que limpie -dijo saliendo de la estancia.
Pero para Ichigo cualquier cosa que pasara fuera de su propia mente no existía en ese momento. Solo repetía las palabras de Rukia dándoles un nuevo sentido. ¿Cómo fue tan ciego? ¿Cómo no entendió lo que Rukia sutilmente le daba a entender? Que estaba encerrada en un matrimonio donde no era dueña de sus pensamientos, acciones ni siquiera de sus propios sentimientos. Y ella no merecía eso.
Se puso de pie y salió del despacho, pero antes de dar un paso al pasillo se volvió hacia la sala nuevamente. En esa habitación donde Natsuki confesó haber conocido a Rukia hacía poco menos de un año… Esas eran las cuatro paredes que habían ocultado el secreto del porqué del enlace entre la hermana adoptiva de Byakuya Kuchiki, una chica sin linaje ni influencias, y el líder de uno de los cinco clanes que gobernaban el imperio. Esa era la razón… No fue la ambición de Byakuya Kuchiki por un buen enlace político. No fue el temor de Kaien de morir sin un heredero. No fue porque Rukia lo hubiese dejado en el olvido a él y a su promesa. Había un motivo más básico y menos elegante que todos los anteriores.
Pero él no era nadie para oponerse a esa situación. Quizás si Rukia hubiese muerto en el parto y luego él se enterara de su miserable matrimonio, él mismo daría fin a su vida. Un seppuku hubiese sido lo más honorable, porque hasta cierto punto consideraba que era su culpa. Nuevamente, si él no hubiese esperado tanto por regresar, aquella situación pudo no haberse suscitado.
Sin embargo, Rukia seguía con vida. Atrapada en una realidad que no pidió el día que fue a honrar a su fallecida amiga. Viviendo a medias o muriendo en vida, perdida en sus pensamientos sin saber cómo continuar cuando su única esperanza había sido un hijo que nunca debió nacer ni ser concebido. Ese hijo por quien estaba dispuesta a dar la vida y que le había confiado a él su cuidado. Si aquella hubiese sido la situación y Rukia no hubiese sobrevivido, pero sí su hijo, él hubiese dado todo por ese pequeño. Hubiese sido lo único de ella a lo cual aferrarse. Pero el destino quiso que fuese ella quien sobreviviera. Si hubiese dado todo por el pequeño, ¿cuánto podía dar por Rukia?
La situación del hijo había sido hipotética y tenía la presunción de la inmunidad que ser el heredero del clan le daría a ese niño frente a todos, incluido su propio padre. Una posición bastante cómoda si se compara con la de Rukia.
Rukia era la mujer de Kaien y le pertenecía, a no ser que era él quien la despreciara y tomara una concubina. Que sería lo mejor que podría pasarle. Cada paso que daba por el pasillo le recordaba que no había algo que pudiese hacer para sacarla de allí. Si lo intentaba, secuestrarla y huir junto con ella, solo la muerte los esperaría. Antes si les daban alcance antes de cruzar los límites del condado, o después si tuviesen que ganarse la vida por sí mismo escondiendo sus identidades. ¿En qué podría trabajar un hombre cojo? No podría labrar la tierra para nadie, ni entrenar a nadie en el arte de la espada… y él no sabía más que eso. Podría aprender algo nuevo, y Rukia trabajar para alguien, lavando ropa o reparándola, quizás en la cocina de una casa. ¿Cuánto tiempo pasaría antes que los descubrieran? ¿Cuánto tiempo pasaría antes que ingresaran a su casa a tomar ventaja de su invalidante condición, tomaran sus pertenencias y la poca dignidad que le quedaría a Rukia? Pero podrían intentarlo, si ella quería, él le daría un chance. Y si la muerte les daba alcance antes que siquiera pudiesen salir de la residencia Shiba, al menos lo harían juntos, partirían los dos… juntos. Cuando ella se recuperara huirían de los Shiba, los clanes y sus intrigas. La sacaría de ahí viva o muerta, pero Kaien no volvería a ponerle un dedo encima. Jamás.
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