Despertares
Bebía un té… o hacía como que bebía ese té que ya parecía haberse helado sin tocar sobre la mesa. No era que estuviera amargo, de hecho ella misma había hecho la mezcla y Eimi decía que estaba delicioso. No lo dudaba, había aprendido el arte del té hacía mucho. No era que el té estuviese amargo, era que le parecía amargo. Traía la amargura en la boca.
Tocó el dorso de su mano y recordó con la violencia que Ichigo la había apartado de su tacto. Soltó un suspiro. No había vuelto a hablarle ni a tocarlo desde ese momento. Solo permaneció a su lado mientras él guardaba silencio sin mirarla hasta que llegó el médico y los dejó a solas.
Golpearon al shoji y se descorrió lento. Eimi hizo una venia.
-Señora, el médico quisiera hablar con usted.
-Que pase -indicó tomando la taza entre sus manos, estaba tibia aun.
El hombre ingresó con ceremonia, Rukia le indicó que tomara asiento frente a ella.
-¿Desea un té, Yamato-san?
-No, señora -dijo con voz amable -Seré muy breve. El joven está bastante débil, pero la herida del abdomen ha sanado bien, aunque sigue siendo de cuidado.
-Eso habla muy bien de su trabajo, Yamato-san…
-Habla mejor de su esmero, señora -dejó caer con algo de suspicacia. Rukia ignoró aquello -La recuperación tardará un tiempo y sería adecuado que, en cuanto comience a recuperar las fuerzas, empiece a caminar a diario. El corte en la pierna fue bastante profundo y me preocupa que, de no hacer uso de ella, pueda perder movilidad.
-Me aseguraré que así se haga -afirmó.
El médico se puso de pie.
-¿Se ha sentido bien, señora? -preguntó de pronto y Rukia llevó sus manos a la barriga por inercia.
-Perfectamente -bajó la vista para ver su vientre -Estamos muy bien -sonrió dulce.
-Me alegro.
La muchacha alzó la vista para cruzarla por un instante con la de Yamato. Él era el médico de los Kuchiki, él había informado a Nii-sama, él -junto con su círculo más íntimo- sabía la verdad de todo aquello… de todo.
-Cualquier molestia -retomó el galeno -Mande a llamar por mí de inmediato.
Hizo una venia y se retiró de la habitación. Rukia llevó la taza a sus labios y bebió un sorbo largo. El saber que Ichigo se encontraba fuera de peligro la tranquilizaba… aun cuando él no pareciera agradado de su presencia… al menos estaba bien.
Bajó la vista a sus manos. ¿Por qué? ¿Por qué había reaccionado de esa manera? ¿Le guardaría algún rencor por su actitud de niña al despedirse hacía siete años? Soltó un suspiro y repasó el borde de la taza con el índice. Le dolía. Le dolía pensar que Ichigo llegase a odiarla. Ella tenía muy lindos recuerdos de él, con él. Recuerdos de infancia que últimamente conseguían hacerla olvidar de su presente. En los cuales se sumergía para revivir las sensaciones y sentimientos que solía tener entonces. Los juegos, las risas, las bromas… la alegría y la inocencia. Si Ichigo la odiaba, parte de eso se venía abajo… parte de algo que la mantenía en pie, que la hacía sentir que no estaba muerta en vida. Algo que quería que su bebé también tuviese: felicidad.
La puerta se descorrió pasados unos minutos. Natsuki se quedó bajo el marco.
-La cena está lista…
Rukia se la quedó mirando y rodó la taza entre sus manos. Los últimos días había tomado cada comida junto a Ichigo, el que Natsuki le avisara que el comedor estaba presto para recibirla era solo una formalidad.
-Gracias -bajó la vista -Iré enseguida… al comedor.
La criada no quiso preguntar, pero supuso que su misión junto al capitán estaba cumplida. No iba a dejarlo solo por si moría no lo hiciera solo, o si despertase viera a alguien a su lado. Pero el joven oficial no había muerto y ya había despertado con Rukia a su lado. Su presencia ya no era imperiosa junto a él.
Rukia la vio retirarse con disimulo. Volvió a mirar a sus manos, repasó el dorso de la izquierda con los dedos y suspiró otra vez. Se bebió lo que quedaba de su té y se puso de pie. Un pequeño jalón en el vientre la hizo quedarse quieta. El corazón parecía habérsele detenido por el segundo que duró la tirantez y luego una sensación muy extraña. Como si tuviese un pez dentro. Una sonrisa se formó en sus labios y soltó una ligera risita mientras se sorprendía y embelesaba de sentir a su bebé moverse dentro de ella. Era la primera vez que lo hacía o la primera vez que ella era consciente de ello.
Por un segundo pensó que se sentiría sola tomando la cena sin Ichigo, pero en ese momento entendió que ya no estaba sola… nunca más.
-¿Vamos a cenar, bebé? -le habló a su barriga y sin esperar respuesta inició la marcha al comedor.
.
.
El médico se había marchado hacía un tiempo. Había constatado que se encontraba en franca recuperación, aun cuando seguía estando en una situación delicada.
Miró a su alrededor, a esa vacía habitación donde había estado cerca de una semana como le informó el médico. Nunca pensó que terminaría en casa de su primo, aun cuando era una posibilidad teniendo en cuenta la cercanía del campo de batalla al condado. Ciertamente, cuando se incorporó al pelotón, no esperaba terminar allí… Pensaba y esperaba, que ese enfrentamiento lo distrajera de la frustración e ira que lo atormentaba. Pero el destino es cruel y quiso que se enfrentara a la realidad que intentaba eludir, terminando en casa de Kaien, siendo atendido por su esposa. Es así como debía ser, era lo que correspondía y Rukia jugaba bien el papel.
La esposa de su primo, la mujer que él mismo quiso para él. Describir lo que sentía en ese momento era imposible. Era una mala broma, una cruel manera de enrostrarle que ella ya no estaba a su alcance. Verla allí…
Una serie de imágenes comenzaron a inundar su cabeza. En todas ellas Rukia era protagonista. Recuerdos de infancia, sus fantasías, sus anhelos… e imaginar a ella en brazos de Kaien, susurrando su nombre a su oído en un erótico gemido, disfrutando con él, siendo tomada por otro hombre que no era él.
La sangre le hervía y su mente se volvía aún más perversa, insistiendo en esas escenas que tenían cabida en su imaginación, esas en las que él fue el protagonista y, ahora, era reemplazado por Kaien. Sentía asco, de ella, porque en su mente ella se entregaba servilmente a su primo, lo amaba como una buena esposa debe hacerlo, se sometía a él gustosa. Porque así debía ser… ella debía amarlo, tenía que hacerlo. No imaginaba a Byakuya Kuchiki entregando a su hermana a alguien a quien ella no amara… Rukia debía amarlo… ella lo había olvidado…
Se sintió un estúpido. Él esperanzado en cumplir con su promesa, de volver por ella. Enceguecido en su infantil e ingenuo amor por ella… ¡Debió casarse con cualquiera! Debió hacer caso a su padre y tomar una esposa… cualquiera… la chica Inoue… cualquiera. ¡Pero él había sido un estúpido! Se mantuvo fiel a su promesa y a ese amor que creía correspondido! Rukia lo había olvidado, por eso Byakuya Kuchiki había rechazado sus ofertas, porque Rukia no lo quería a su lado. ¡Porque ella amaba a Kaien! Y, en cuanto estuvo disponible… seguro Kuchiki concertó todo para asegurarse un esposo decente para su hermana… su hermana adoptiva, una muchacha sin casta nobilizada a la fuerza. Rukia nunca fue digna de él siquiera… ¿por qué se había cegado tanto? Esa mujer no era más que una recogida… no merecía mezclar su sangre con la de él. No era merecedora de su afecto ni de los hijos que pudiesen haber tenido. Ella amaba a Kaien, esa era la verdad. Ella lo había olvidado. Ella… ella era…
De pronto aquellos pensamientos se detuvieron. Rukia pudo no tener otra opción, pensó. Byakuya Kuchiki pudo estar esperando una buena oportunidad… seguro se la entregó a Kaien para asegurarse una alianza en estos tiempos difíciles. Y ella solo tuvo que acceder… solo tuvo que ocupar el rol que le correspondía. Por eso su mirada era opaca, por eso parecía que algo en ella hubiese sido quebrado. Su voluntad… lo que más amaba de ella. Su espíritu libre. Quizás Rukia sí esperó por él… pero él tardó demasiado… fue su error. Debió insistir más, debió…
El shoji se descorrió y volteó hacia él. Vio ingresar a una sirvienta cargando una bandeja. Se hincó a su lado. De pronto un sentimiento de desolación lo invadió. Rukia debería ser quien cuidara de él, la esposa debe cuidar de los familiares de su esposo. ¿Por qué enviaban a una criada? Clavó los ojos en la mujer. ¿Acaso…? ¿Fue porque él fue brusco con ella? ¿Su reacción al estado de Rukia fue lo que la alejó de él? No le importaba. No le importaba que ella llevara en su vientre el hijo de otro hombre, no cuando ella no era culpable de ello. Solo hacía lo que debía, darle hijos.
Había sido su culpa. Todo lo que ocurría era su culpa. Nunca debió tardarse en regresar al condado por ella, nunca debió solo esperar la respuesta de Byakuya, nunca debió… nunca debió retirar su contacto bruscamente. La había asustado… la seguía alejando.
Quizás era mejor que ella se mantuviese lejos. Le traería mayor paz. No podía desear la cercanía de una mujer que no podría tener como propia jamás. Pero lo deseaba, deseaba sentirla cerca, aun cuando no pudiese tenerla más cerca que ello. Él la amaba, y la seguiría amando… aun cuando ella fuera de otro hombre, aun cuando él luego tomara otra mujer… Rukia siempre tendría su corazón, y su corazón tenía la necesidad de ella...
-¿Dónde está?
La voz le salió áspera. La criada no lo miraba ni respondía. Dejó la bandeja con la cena sobre el suelo y lo tomó por los hombros para ayudarlo a incorporarse. Ichigo se quejó ligero y buscó ser más ayuda que molestia para la muchacha, quien le entregó un cuenco con sopa.
El capitán alzó una mano, pero notó que estaba demasiado débil para hacerlo por sí mismo.
-¿Está enferma? ¿Es el bebé? ¿Está bien? -su cuestionamiento era ansioso y la criada asintió suave haciéndose cargo del cuenco y acercándoselo a la boca. Ichigo la detuvo -Dile que venga. Quiero verla.
La muchacha dejó el cuenco a un lado y salió de la habitación dejándolo nuevamente en la soledad.
Él la había apartado. Le había hecho saber que no deseaba su presencia… cuando su presencia fue lo que ansió cada día y noche luego que se apartó de ella. Fue esa distancia lo que fortaleció lo que sentía por ella, lo que le dio la fuerza de seguir adelante en un mundo que no había sido sencillo… un mundo lleno de reglas, lleno de soledad. Un mundo en el cual tuvo que crecer demasiado a prisa. Un mundo lleno de violencia, sangre, traiciones y mentiras disfrazadas de lealtades. Que le dio la fuerza de ansiar regresar, de salvar su espíritu antes que se corrompiera, de volver a ella y la vida que solía tener… a la felicidad y tranquilidad de sus sueños infantiles. Fue entonces que el shoji volvió a descorrerse.
Rukia se asomó por la puerta y cruzaron miradas. Ella pensó que Ichigo ya no parecía enfadado… pero hace tiempo que no sabía leer la paz y la ausencia de peligro en la mirada de otra persona. Hubo un tiempo en que se sentía suspicaz creyendo que podía saberlo todo de alguien solo con mirarlo a los ojos. Ahora sabía que no. Ingresó y cerró el shoji. Se hincó a su lado y topó el cuenco comprobando que aun estuviese caliente. Lo tomó en su mano, la otra la llevó a la nuca de su amigo para sostenerle la cabeza y le acercó la sopa a la boca.
No hablaron. No cruzaron una sola palabra mientras Rukia lo ayudaba. Ni siquiera lo miraba, pero eso era lo que correspondía. Podía ser pariente de su esposo, pero seguía sido un hombre joven. Pero aquella no era la razón de su silencio.
Ichigo callaba porque ni sabía como hablarle. No cuando había estado años soñando con ese momento y ahora su anhelo estaba convertido en la fértil esposa de su primo. Ese niño… ese bebé que cargaba en su vientre debía ser su hijo, no el de Kaien.
No supo cuanto tardó en beberse esa sopa. Pero de haber estado en buen estado de salud, la hubiese bebido de un solo jalón, no de a pequeños sorbos como ahora. Cada trago pasaba lento por su garganta y se le atoraba en la boca del estómago, como si éste se negara a recibir alimento.
Rukia dejó el cuenco vacío a un lado y le limpió la boca.
-No sabes comer -le pasó la servilleta de tela por la boca -Pareces un mono.
-¿Un mono? -exclamó el muchachito frunciendo visiblemente el ceño -¡Tú serás un mono!
-No soy yo quien se mancha mientras come -respondió risueña limpiando una mancha de salsa, ahora de su mentón.
Tomó el cuenco y se incorporó con algo de dificultad. Lo miró un instante y pudo ver que él la observaba. Bajó la mirada de inmediato.
-¿Por qué enviaste a una sirvienta? -preguntó Ichigo, su tono era demandante.
Rukia guardó silencio. En otro tiempo le hubiese respondido con habilidad lacerante "Porque eres un maleducado. ¿Qué modos son esos, Kurosaki-kun?"Pero esos tiempos habían pasado. El hombre frente a ella era el primo de su esposo y le debía exactamente el mismo respeto que a Kaien. Por un momento lo había olvidado, quiso que las cosas fuesen como cuando era una niña… pero ya nada era igual.
-Si quieres que siga cuidando de ti… si no te incomoda, estaré gustosa de hacerlo.
Ichigo se sobresaltó. Esa respuesta… no era la que esperaría de ella. Su mirada al suelo, la postura sumisa… Realmente la habían quebrado, lo supo en ese momento. Ella no quería esa unión con Kaien… ella… ¿ella seguiría esperándolo?
-Sigue cuidando de mi, Rukia -dijo en un murmullo -Por favor…
Esa palabra, el tono suave en su voz. La mujer alzó la vista para dejar que los castaños ojos del oficial se sumergieran en los propios.
-Solo… -retomó Ichigo -No lo hagas porque debes…
Aquellas palabras lograron atravesarle el corazón. Porque debes. No, Ichigo no sabía cuanto se equivocaba en pensar que había algo de deber en la devoción con que cuidaba de él. No era deber… era algo que ella deseaba hacer. Él era el único que lograba regresarle lo que perdió, lo que Kaien le arrebató. Su inocencia. Ichigo era la representación de su alegría de infancia, del sentido de vivir, de la libertad dentro de esa enorme prisión a la que llamaba hogar. Antes de siquiera llegar hasta ella, el recuerdo de su anterior vida la mantenía sintiendo que seguía habiendo en ella algo más que el vacío y el terror hacia su esposo… el temor y el desprecio. Ichigo le recordaba que dentro de ella había algo más que… algo más que nada y resignación.
Volvió a hincarse a su lado.
-Creí que no querías que estuviera a tu lado… -murmuró desviando la mirada.
Él asintió. Había sido su culpa. Bajó la vista a las manos de Rukia sobre sus piernas. Se aventuró a posar la propia sobre aquellas pequeñas manos. La mujer pegó un respingo.
-No ha pasado un día en que no haya querido regresar… -dejó escapar sin pensarlo.
Rukia asintió en silencio y deslizó sus manos fuera del alcance de Ichigo. La mano del oficial descansó en su regazo un segundo antes que ella volviera a ponerse de pie.
-El médico indicó que deberías ponerte de pie -dijo con un tono alegre que lo tranquilizó -Ordenaré que te preparen un baño… Te hará sentir mejor -se acercó al shoji y se sonrió maliciosa -No vas a pasearte por mi casa oliendo como un jabalí -dejó escapar una risa.
Ichigo se sonrojó hasta las orejas. Claro que debía heder como animal muerto. La sonrisa de Rukia, su voz… en lugar de enfadarse, aquello fue un bálsamo a ese sentimiento de frustración de derrota por saberla ajena. Pero en sus recuerdos y en sus sueños, ella siempre le pertenecería… siempre sería su Rukia.
-Serás… -gruñó intentando ocultar la tranquilidad y regocijo que su picardía le traía.
Ella no borró la sonrisa en ningún momento. Y así la vio salir de la habitación.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top