Cuestión de Honor
Nada era lo mismo… nada. Acostada en el futón revivía cada instante y solo lloraba. Trataba de disimular, pero su rostro se había vuelto sombrío y su mirada vacía. Estaba completamente quebrada y últimamente se sentía muy mal.
El shoji se descorrió, Eimi ingresó y se arrodilló junto a ella. Era la criada a su servicio desde que tenía memoria. Era una mujer amable que bordeaba los cuarenta años.
-Debe levantarse, Rukia-sama -le dijo suavemente acariciando su frente -¿Aún se siente mal?
-No quiero ir, estoy muy mareada.
-Debería mandar llamar al médico, ya lleva dos semanas así. Puede ser algo grave.
Rukia pensó en Hisana y como comenzó a enfermar. Había comenzado así, con mucho cansancio, mareos y vómitos. Tal como ella. El médico había dicho que era del estómago, un humor. Rukia solo deseaba que fuese eso y la muerte finalmente se hubiese compadecido de su miserable vida.
-Vamos, Rukia-sama -insistió -No desea preocupar a su hermano, ¿verdad?
Accedió solo por eso. No quería asustarlo, no quería que comenzara a sospechar que la enfermedad de Hisana comenzaba a manifestarse en ella. Quería ahorrarle aquello hasta que fuese inminente.
Se arregló y pronto estuvo junto a su hermano en el carruaje que los llevaría a la reunión de los clanes, la reunión que se citaba una vez al mes para solo socializar.
Byakuya notaba que su hermana estaba diferente, melancólica y silenciosa, como si las sombras se hubiesen apoderado de ella. Pero creía que se debía a la muerte de Miyako que la había afectado más de lo que pensaba.
Aquella reunión se la pasó sentada en un rincón con la misma actitud taciturna, sin prestar atención a nada y sintiendo que su cuerpo no reaccionaba. A veces pestañeaba pesado, respiraba profundo y buscaba llevar su mirada hacia algún punto fijo y controlar el mareo. Sus primas políticas hablaban alrededor de ella. Cada tanto asentía dando a entender que prestaba atención, aunque no era real.
Perdía la vista entre los presentes. Los mismos de siempre. Algún joven que prestaba atención al grupo de muchachas con interés. Cuando sentía alguno mirarla más de la cuenta bajaba la vista temerosa. No quería que la notaran… desvió la vista a la salida, fue entonces que lo vio. Había estado fuera dos meses, desde que Miyako había muerto, desde aquella horrible tarde. Comenzó a tiritar, pero no podía quitarle los ojos de encima, como una presa que presta atención a su atacante buscando el momento de huir. Entonces él la miró un segundo y volvió a mirar al frente.
Rukia sintió que la sangre se le iba a los pies, un escalofrío la recorrió por completo. Se llevó una mano a la frente, sudaba.
-Rukia -la llamó una de las chicas -Rukia mírame.
La mirada perdida. Y el mareo.
-Se va a desmayar -dijo otra y la tomó rápido -Respira… salgamos de aquí.
La tomaron por los brazos, dio un par de pasos y se fue al piso. Todos voltearon a verla, un par de jóvenes se acercaron. Byakuya corrió hacia ella y la tomó en brazos para cargarla fuera del salón. La dueña de casa le indicó una habitación donde la dejó descansar en el suelo. Una criada trajo un cojín y lo puso bajo su cabeza.
Byakuya se quedó a su lado. No pudo evitar pensar en Hisana y un nudo invadió su pecho. ¿Sería posible que aquella perversa enfermedad quisiera llevarse a Rukia esta vez? Debía recurrir al médico inmediatamente y así fue como mandó a llamar por él mientras llevó a su hermana de regreso a casa cuando despertó.
Descansaba lánguida en el futón cuando el médico salió a reunirse con Byakuya fuera de la habitación.
-¿Cómo está? -preguntó el líder del clan Kuchiki.
-¿Podemos hablar en algún lugar privado?
Byakuya lo guio a su despacho y le indicó que tomara asiento frente a él. Temía a las palabras que el médico pudiese decirle, creía volver a repetir la historia. Miró al jardín pensativo.
-La muchacha está embarazada -soltó el médico.
Byakuya se volvió hacia el hombre rápidamente.
-¿Está bien?
-Todo en orden. Sería adecuado que permaneciera unos días en reposo y que mejore su alimentación. Más pescado y arroz. Está muy delgada.
-Así se hará -asintió -Le ruego su discreción.
-Cuente con ello -aseguró -En cuanto se encuentre mejor podemos… solucionar el problema. Pero en este estado es peligroso.
Byakuya guardó silencio. El médico se retiró. Embarazada… No entendía cómo pudo suceder aquello. Rukia no parecía interesada en ningún muchacho y él no la dejaba jamás sola. Salvo… salvo aquella vez… cuando la envió donde los Shiba.
Se puso de pie y se dirigió a la habitación de su hermana. Golpeó solo para anunciarse porque abrió seguido de ello.
Su hermana seguía en el futón con el mismo gesto perdido. Se arrodilló junto a ella.
-¿Quién fue? -preguntó con voz suave, ella no lo miró -¿Quién fue? -alzó el tono con angustia.
Entonces ella se largó a llorar desconsolada.
-Perdóname, Nii-sama… -murmuró con voz temblorosa -Perdóname, por favor.
-Rukia… mírame.
Ella apenas fijó sus ojos en él.
-¿Quién fue?
-Yo no quería -continuó -Yo no quería… pero…
La habían tomado por la fuerza. Byakuya empuñó las manos y sintió tensar cada uno de sus músculos. Su hermana, una niña. Aquella a quien había cuidado con esmero. Por quién se había desvivido los últimos años, a quien quería como si fuese de su sangre… a esa pequeña que vio crecer a su lado.
-Tranquila… no te disculpes -le acarició en cabello -Solo dime… -apretó los dientes -Dime quién fue…
Rukia se mordió el labio nerviosa, con miedo. La mirada insistente de su hermano se clavaba en sus ojos. No podía callar, ya no.
-Kaien Shiba… -murmuró y volvió a llorar.
-¿El día que te envié a dar los respetos en nombre del clan? -lo sospechaba y lo confirmó cuando ella asintió.
Byakuya sentía que la sangre le hervía. Ese monstruo, ese sujeto había deshonrado a su hermana. La había tomado mientras el cuerpo de su difunta esposa aun estaba tibio. Un animal, un desgraciado… Se había aprovechado de su cercanía con Rukia, de la adoración que ella le profesaba. Y la había mancillado. Se sentía quebrar tal y como Rukia. Verla llorar desconsolada lo desarmaba. ¿Qué se hacía en estos casos? Cómo calmar el llanto de una niña que perdió la inocencia y a su ídolo en un mismo momento. ¿Cómo revertir el tiempo e ir personalmente a dar el pésame como tantas veces hizo antes? Era tan culpable como Shiba. Ese monstruo la había tomado, pero él mismo se la sirvió en bandeja.
-Tranquila, todo estará bien a partir de ahora -le dijo y ella asintió -Procura descansar y recuperarte. Le diré a Eimi que te acompañe…
-Gracias… -murmuró nuevamente -Perdóname, por favor -volvió a llorar -Por favor…
-No puedo culparte de nada… -retiró su mano del cabello de Rukia -Perdóname tú, por no haber sabido cuidar de ti.
Quiso decirle que porqué le había ocultado algo así. Por qué no había confiado en él. Pero se lo calló, ella no estaba en condiciones de ser cuestionada, no ahora. Se puso de pie y salió de la habitación, Eimi estaba fuera esperando ingresar.
-Cuida de ella, no la dejes sola un momento. Y ni una sola palabra de esto… a nadie.
-Sí, señor -afirmó con una venia y la vista al suelo.
La criada ingresó a la habitación.
.
Byakuya esperaba paciente que Kaien se presentara ante él. Había meditado la situación durante varios días. La condición de Rukia era delicada y el médico no recomendaba un procedimiento para que la joven muchacha se desprendiera del problema. El bebé era fuerte, pero su hermana estaba débil, su frágil cuerpo lo estaba llevando mal. Kuchiki estaba entre la espada y la pared. Podía, por un lado, enviar a Rukia un tiempo lejos y esperar que tuviese al bebé para luego traerla de regreso. Aquello era expuesto y levantaría sospechas. Ellos no mantenían ninguna relación con nadie fuera de la zona como para justificar su ausencia. Y si alguien descubría aquello se vería en problemas. Nadie la aceptaría luego como esposa y la vergüenza mancharía su vida por siempre. No era la vida que deseaba para ella, vivir eternamente indicada por el dedo de gente que se creía con el derecho de juzgarla.
Y la otra opción era…
-Kuchiki…
Kaien ingresaba a la sala, el shoji se cerró tras él. Tomó asiento frente a Byakuya.
-¿A qué debo esta visita?
-Seré breve -inició controlando sus deseos de matarlo en ese instante -Rukia está embarazada.
-Felicidades -dijo con despreocupación -Aunque la situación es compleja. Tendrás que planear una boda rápido. Pero me temo que en ello no puedo serte de ayuda, mi esposa era la que se dedicaba a organizar las bodas de los clanes…
-Tu descaro no tiene límites -dijo mirándolo amenazante -El hijo que espera es tuyo.
-¿Mío? -preguntó extrañado y se rió -¿Cómo va a ser mío si jamás he tocado a tu hermana? Me parece una falta de respeto tu actitud, acabo de perder a mi mujer y una acusación así denigra mi honor. Pero lo dejaré pasar. No sé que te habrá dicho esa niña…
-La tomaste por la fuerza -espetó -Ni siquiera esperaste enterrar a tu mujer para atacar a una muchacha inocente.
-Momento, ¿de qué me estás hablando? -exclamó -Tu hermana ha tenido un enamoramiento por mí desde hace años. No creas que no lo he notado, pero yo jamás la he visto como nada más que una niña. He honrado la memoria de mi esposa en todo momento. No sé qué se le metió en la cabeza a tu hermana, inculpándome del resultado de sus aventuras irresponsables quien sabe con qué muchacho.
Byakuya respiró profundo.
-Al día siguiente de la muerte de tu mujer, Rukia vino a presentar su pésame en representación a mi clan.
Kaien frunció el ceño. Recordaba que aquel día había comenzado a beber temprano, desde que Kuukaku llegó a casa para atender las visitas protocolares. Pero ese día había pasado por él sin dejar recuerdos. Había despertado al día siguiente oliendo a sake y tabaco. Miró a Byakuya a los ojos. Una imagen de su hermana pasó por su mente. Su voz… su voz rogándole que se detuviera. Sus ojos temerosos… su llanto, los gritos ahogados por su propia mano contra la boca de la muchacha…
Se cubrió el rostro y guardó silencio. ¿Qué había hecho? ¿Cómo él había cometido tamaña brutalidad? Él que siempre había respetado a las mujeres, que era intachable… Había violado a una muchacha, a una que lo veneraba, a una amiga de su esposa… cuando ni siquiera terminaba su velatorio. El cuerpo de Miyako languidecía unas habitaciones más allá y él abusaba de su fuerza contra aquella chiquilla. Quiso llorar de impotencia por haber deshonrado a su mujer, por haberle faltado el respeto el día en que sus parientes y amigos acudían a despedirla. No se creía capaz de ello, pero había pasado… era real.
-Me haré responsable -dijo retirando las manos de su cara -Es lo que corresponde.
No recordaba bien todo, pero lo que recordaba le bastaba. No iba a renegar de ello, menos pensando en las implicancias de aquello. Las implicancias políticas.
-De acuerdo -zanjó Byakuya -Haremos algo discreto, tu condición de viudo reciente merece una unión de bajo perfil si no quieres seguir deshonrando la memoria de tu esposa.
-Sé lo que corresponde, Kuchiki -espetó.
Byakuya se puso de pie.
-No, Shiba. El día que violaste a mi hermana dejaste en evidencia que no sabes lo que corresponde. Dos semanas… te casarás con ella en dos semanas o tomaré represalias contra ti y todo el clan Shiba.
-Descuida, así se hará… -Byakuya iba a abandonar la sala -El bebé… ¿está bien?
-Perfecto.
-Muy bien.
Kuchiki salió del lugar.
.
Rukia tomaba el sol recostada bajo el árbol de cerezo que Byakuya había mandado plantar el día que Hisana había muerto. Ya las flores habían caído y las hojas estaban bastante crecidas. Tenía sus manos a la altura del vientre. A pesar de las circunstancias en las que había sido concebido, no le guardaba rencor. Eimi le había dicho que los niños eran inocentes y que era parte suya también… y que debía confiar que tendría lo mejor de su padre, esa parte que ella había amado por tantos años. Ese era su bebé y lo amaría como si hubiese nacido del fruto de una relación hermosa e idílica como imaginaba en su mente.
Eimi también le había dicho que si le hablaba podía escucharla. Ingenuamente la niña le preguntó si podía ver lo mismo que ella. La criada le dijo que los bebés no veían bien, por lo que no creía que pudiese hacerlo.
-Ya casi no le quedan flores al árbol -dijo en voz alta -Pero está lleno de hojas, son verdes y muy brillantes. Es un día muy bonito...
Así la encontró hablando sola. La conciencia le carcomía tanto que decidió ir a verla. No sabía cómo abordarla ni qué palabras decir, pero no podía dejar pasar el tiempo y debía demostrarle a Kichiki que sabía hacer lo correcto.
-Rukia -la llamó.
La muchacha sintió que el estómago se le encogió al escuchar esa voz. Buena chica, se repitió en su mente.
-Tranquila, solo quiero hablar… ¿sí? Si en cualquier momento te inoportuno, me retiraré inmediatamente. No quiero hacerle daño al bebé.
-Entonces vete ahora -espetó frunciendo el ceño y en actitud de ataque, todo su cuerpo tenso -No quiero verte.
-Solo… sé que no hay forma de que me perdones y no lo merezco. Te ofendí inmensamente y te hice lo más horrible que un hombre puede hacerle a una mujer.
-Tus palabras caen en un saco roto Kaien-dono...
-Voy a tomarte por esposa… -dijo Kaien y Rukia quedó atónita -Es lo que mereces después de la deshonra que he provocado.
Casarse con él. En otro tiempo, aquel era su sueño frustrado. Muchas noches imaginó cómo sería estar casada con él, con el amor de su vida… Luego dejó de pensar tanto en ello… cuando comenzó a compartir con Miyako, cuando comenzó a quererla también. Aun cuando fue su sueño, nunca hubiese deseado la muerte de Miyako para quedarse con su esposo. Eso jamás. Como tampoco hubiera deseado que él la tomara de aquella forma… ella no quería casarse con él. No creía poder soportar ver todos los días a quien le ocasionó ese dolor tan grande… ver el rostro del hombre que destrozó las ilusiones que con él mismo tuvo. Ese no era el hombre al que amaba, su Kaien-dono había muerto junto con Miyako.
-¿Qué… qué te hace pensar que eso es lo que quiero? -soltó temblorosa.
-Rukia, soy el mismo de siempre… si puedes algún día perdonarme… si puedes amarme como solías… yo prometo honrarte el resto de mis días.
La chica miró al suelo.
-Miyako-sama… ¿ella lo sabía? Que yo…
-Sí, nunca le vio lo malo… decía que yo era el mejor referente que podrías tener. Cuán equivocada estaba.
Rukia guardó silencio.
-¿Nii-sama sabe de tus intenciones?
-Lo sabe y lo aprueba.
No le diría la verdad. No diría que él no recordaba lo que había hecho. Aquello sería humillarla aun más. Tampoco le diría que Byakuya fue a cobrar su honor. Quería que Rukia pensara que le importaba un poco, que nadie tuvo que intervenir para que se hiciera responsable.
-Ya veo… -le dio la espalda -Nos vemos en la boda, entonces.
Quiso decirle algo más, quizás poder tener alguna de sus antiguas conversaciones. Hablarle de las cosas que habían pasado esos dos meses fuera en el ejército. No hablarle de Miyako, pero hablarle de aquellas cosas que la volvían curiosa.
-Nos vemos…
Se dio media vuelta e ingresó en la casa. Byakuya lo esperaba en una de las salas.
-Se lo tomó bien -anunció, Byakuya ni siquiera lo miraba -Te agradezco que me dejaras verla antes… -Kuchiki asintió.
Kaien notó que había alguien más en la habitación. Una mujer de cabello oscuro atado en un moño bajo.
-Ella es Eimi -indicó Byakuya -Es la criada de Rukia.
-De acuerdo. Ordenaré que preparen una habitación para ella.
La mujer tenía el mismo gesto severo de su amo. Y se atrevía a mirarlo a la cara. Signo que no le tenía una gota de respeto. Tampoco se lo tendría si fuera ella. Era un poco hombre.
-Mañana debemos firmar el acuerdo prematrimonial -le recordó Byakuya.
-Allí estaré. Hasta mañana -se retiró.
Eimi esperó unos segundos luego que Kaien saliera de la sala. Miró a su señor.
-Parece arrepentido -comentó la criada -A veces los hombres cometen equivocaciones por culpa de la desesperación… usted es hombre también, debe saberlo.
-No esa clase de hombre -sentenció -Puedes retirarte, Eimi.
-Sí, señor.
.
Fue una boda sencilla. Solo unos pocos invitados. Los más importantes de los clanes principales y menores. Rukia vestía un Kimono blanco como era la costumbre, aunque a ella le parecía una mala broma. El blanco a las vírgenes… ella era un producto dañado.
A nadie le llamó la atención que Kaien buscara pronto una nueva esposa y lo hiciera con discreción. Era el líder de un clan y debía asegurarse descendencia prontamente. La partida precoz de su esposa lo ponía en una situación delicada. Al contrario de Byakuya Kuchiki, para todos Kaien había tomado una decisión adecuada.
Por otro lado la elección de la novia les parecía extraño, al no ser Rukia Kuchiki una verdadera noble. Pero la alianza con su clan de procedencia era una excelente estrategia. Los hijos de esa unión podrían aspirar a la jefatura de ambos clanes y con ello tener el poder de la mitad del imperio. Shiba había demostrado ser más ambicioso de lo que creían.
Todos parecían agradados, todos menos la novia. Las primas de Rukia comentaban que, claramente, ella no estaba de acuerdo con este matrimonio. Lo atribuían a su cercanía con Miyako-sama y que se sentiría traicionando su memoria casándose con su viudo. Les daba algo de tristeza, ya que se notaba que Kaien-dono intentaba agradarla por todos los modos.
Incluso Byakuya le pidió a Rukia que disimulara su desagrado por su propio bien, que su honor estaba en juego. Era un llamado de atención que su, ahora, esposo no sería capaz de hacerle.
-¿Te sientes bien? -le preguntó Kaien de pronto al verla con la mirada perdida en una de las peinetas que había retirado de su cabello.
-Sí -respondió sin mirarlo.
Su esposo acercó su mano a la de ella, quien la apartó brusca.
-No te atrevas a tocarme -gruñó mirándolo amenazante -Nunca volverás a tocarme -se puso de pie -Quiero irme, no soporto esta farsa un segundo más.
Byakuya le dio una mirada severa a Kaien. ¿Acaso no iba a controlar el comportamiento de Rukia? Estaba claro que ella no estaba dimensionando lo que hacía.
-Modérate -dijo Kaien tomándola del brazo -Es una farsa, de acuerdo, pero por tu bien… por tu honor, al menos finge que no me odias.
-Si no me hubieses hecho eso ninguno de los dos estaría aquí. No me pidas que me modere… -iba a moverse de su lado pero sintió el agarre más firme.
-Entiendo tu molestia, pero que no se te olvide que eres mi esposa y me debes respeto -acercó su boca al oído de Rukia -No querrás que te rechace y que diga a todos que tu hermano me obligó a casarme contigo porque tú te me insinuaste y caí producto de mi desesperación por perder a mi esposa y a mi hijo… y que buscaste quedar embarazada para forzar este matrimonio.
Rukia entendió entonces que ya no se encontraba bajo la protección de su hermano. Ahora era posesión de su marido, de Kaien. Si la repudiaba podía hacer que todos creyeran su farsa o, aun peor, que se la acusara de tener amores con otro hombre. Lo miró con ira profunda.
-¿Nos vamos? -le preguntó él.
Ella asintió. A partir de ahora le debía respeto. Ya no podría jugar a la difícil ni hacerle sentir su molestia… ni rechazarlo. No podía arriesgarse. Ni por ella ni por Nii-sama. Desde este momento su carácter sería aplacado y moldeado a los deseos de su esposo.
Kaien tenía un lado amable, cortés y afectuoso, pero tenía un lado oscuro, lo había conocido aquel día tras la muerte de Miyako y hoy lo volvía a ver. El lado perverso de todos los hombres que se sienten dueños de una mujer.
Y Kaien Shiba era su dueño a partir de hoy.
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