Capítulo 9
Ha comenzado el verano, la pequeña Katica ya tenía tres meses de edad, y William comenzaba a sufrir ansiedad al saber que debía irse.
—Will... —Dijo Sara mirando por la ventana.
— ¿Qué pasa? —Dejó de jugar con Katica.
Al asomarse, vio un trío de caballos acercarse a la cabaña.
—Ya están aquí. —Dijo con seriedad.
—Me habría gustado haber ido contigo. Habríamos encontrado un buen lugar. —William negó en silencio.
—La ciudad no es un lugar tan agradable, créeme.
—Siempre lo hago.
— ¡Lobo! —Llamaron desde afuera —¡Ya es hora! —Gritó Henry.
—Te acompañamos a...
—No —Le interrumpió —No quiero que él la vea.
Ambos se besaron y abrazaron por un momento hasta que El Perro volvió a llamar.
Sara notó la tristeza en William; pero no había nada que ella pudiera hacer para evitarlo. Solo aceptarlo.
William tomó sus cosas, y luego de darle un beso en la cabeza a Katica, salió de la cabaña hacia donde su padre y el otro hombre que lo esperaban con un caballo para él.
—Se acabaron las vacaciones, hijo... —Dijo con melodía —De vuelta a nuestra vida de peleas y sangre. —Continuó mientras William se montaba en el caballo —Ya quiero ver a cuantos haces llorar en la primera lección. Solo espero que hayas entrenado en todo este tiempo —Lo fulminó con la mirada.
—Lo que sea que haga, ya no debería importarte —Le devolvió la mirada —Recuerda que tú y yo, somos muy diferentes en todo. A pesar de que tú hiciste de mí lo que soy ahora. —Tomó las riendas he hizo que el cabello volteara en dirección a la ciudad.
—El lobo está molesto —Dijo mientras reía —La familia lo ha estado domesticando.
—Ya cierra la boca y muévete.
— ¿No vas a presentarme a mi nieta?
— ¿Para qué? No tienes interés real en ella —Esbozó una sonrisa —Y yo no quiero que la conozcas... —Hizo que el caballo comenzara a caminar.
Al Perro le sorprendió un poco el ver sonreír a William; pero no le dio mayor importancia y lo siguió.
Al llegar a la ciudad, se dirigió directamente al despacho de Lord Edgard para recibir órdenes.
—Tiempo sin volver, Lobo —Saludó —Te veo distinto. Debes estar lleno de orgullo por haber tenido un hijo. —Dijo sonriente. — ¿Cuál es su nombre?
—Su nombre es Katica, Señor. Es una niña. —La expresión de Edgard cambió totalmente.
—Oh, es una lástima. Tenía la esperanza de ver a tu descendencia aquí. Pero quizás tengas un varón la próxima vez.
—Señor, con todo respeto, no estoy aquí para hablar de mi familia. Estoy para recibir órdenes sobre el entrenamiento de los nuevos reclutas.
—Está bien. —Sacó una lista —Han sido reclutados 150 hombres y jóvenes adultos. Te encargarás de todos ellos con tu padre para enseñarles técnicas de combate. La forma en cómo lo hagas no me interesa. Solo quisiera que no mataras a nadie por accidente.
— ¿Es todo?
—Sí, ya puedes irte.
—Sí, señor.
Todo marchaba relativamente bien hasta que Lord Edgard dijo que debía trabajar junto con Henry. Entonces lo invadió la idea de que todo volvería a ser como antes.
Tuvo que presentarse ante todos, y junto a él, presentar a Henry.
— ¡Aquí no es como estar en casa, mocosos! —Anunció el Henry —¡entrenarán hasta ser los mejores de todo el continente! ¡Pero estoy seguro que no serán tan buenos como yo o el Lobo...! —Se burló.
—Suficiente... —Murmuró William —No es necesario que te burles de ellos.
—Claro que sí... —Respondió — ¡Durante los siguientes meses entrenarán sin descanso. Y si en algún momento creen estar listos...! Enfréntense a este chico y reconsidérenlo...
— ¿Ya terminaste? —Preguntó en voz baja.
—Creo que sí ¿No les dirás nada?
—No tengo nada que decir.
William dio un corto vistazo al montón de reclutas. No era un grupo muy homogéneo, por lo que supo rápidamente, que si hacía el entrenamiento igual para todos, los más delgados y aparentemente débiles acabarían muertos; y si no era ahí, sería en el primer enfrentamiento.
—Creo que deberíamos dividirnos al grupo —Propuso Henry —Ya sabes, unos tantos para ti, y otros para mí.
—Hay muchos débiles, y son todos jóvenes.
—Los chicos de ahora no son tan fuertes como antes. —Dijo fríamente —Es una lástima, y realmente un desperdicio de tiempo y esfuerzo para nosotros ¿no lo crees?
—No... —Respondió un poco distraído con un pequeño paño de lino.
—Te recuerdo que debes estar aquí, ya que Lord Edgard te puso a cargo de todos ellos. Así que será mejor que dejes de jugar con ese trapo y pongas atención, ya que si mueren en combate, será tu culpa.
—Y eso te importa porque...
—Si te metes en problemas también me metes en problemas. Y créeme, no quieres tenerlos con el hombre.
—Como sea. Separa a los jóvenes y débiles y déjalos a mi cargo. Tú quédate con los demás —Se levantó y caminó hacia la salida.
— ¿Ya te vas? Pensaba que podríamos beber un poco, ahora que volviste a tu vida de siempre y que no hay nadie que te controle con todo...
—No es así. Además, mañana debemos madrugar.
— ¡Ja! Eso nunca me detuvo. —Sacó una botella de Ron —Anda... Celebremos por lo que sea —Le ofreció un vaso —brindemos por esa criatura tuya ¿qué dices?
William aceptó el trago, aun sabiendo que nada de lo que Henry decía era verdad. Y al terminar de beber, se marchó sin importar lo que su padre le dijera para intentar que se quedara.
—Ahí va el Lobo... —Dijo Henry, entrando ya en su borrachera —Intentando ser un padre de familia, esposo, y padre ejemplar.
—No llegues tarde mañana...
—Oye Will ¿es cierto lo que dicen por ahí? ¿Que cuando nació esa niña, aullaste para pedir ayuda? —William solo lo observó —Así que es cierto... —Comenzó a reír —Ay, nosotros los padres... hacemos de todo por nuestros hijos...
—Tienes razón —Dijo —Pero a diferencia de ti. Haré las cosas bien.
— ¿Y planeas hacerlo mientras crece sin verte? Estaremos varios meses aquí ¿Sabes? Me recuerda cuando no los veía a ti y a tu madre...
—Eran buenos tiempos para ambos.
—Quizás lo sean para ellas.
—Cállate —Comenzó a irritarse —Yo no soy igual a ti.
—Ya vas a empezar... ¿Tan malo es ser como yo?
—Como no tienes idea...
Luego de eso, William se marchó y dejó a Henry hablando solo en su borrachera.
Al llegar al lugar en donde se alojaba, se recostó sobre su cama ya un poco mareado por el Ron, pensando en todo lo que tendría que hacer durante los meses que vendrían.
—Solo será por unos meses... —Dijo mirando el paño —Hasta entonces... Estaré en mi oscuridad nuevamente. Pero sé que ustedes me volverán a sacar de ahí, una y otra vez...
***
Con William fuera, Sara se vio obligada a tomar todas las tareas diarias, así como antes de conocerlo. Solo que esta vez, debía sumar el cuidar de Katica.
— ¿No crees que te esfuerzas demasiado?
—Anciano, hola.
—Ha pasado un mes desde que William se marchó, y tú haces ver como si aún estuviera aquí ¿descansas lo suficiente?
—Es solo cuestión de acostumbrarse... Ahora es como antes de conocer a William, solo que Katica esta en mi lista ¿verdad cielo? —La pequeña rió desde su canasta —Además, usted me ha enseñado que siempre hay que seguir adelante sin importar lo que pase. Y no seré como aquellas mujeres que se echan a morir porque sus hombres no están junto a ellas.
—Me alegra oír eso —Se acercó a la canasta y comenzó a hacerle gracias a Katica. —Es una niña muy tranquila.
—Como su padre...
—Al menos sacó la belleza de su madre —Dijo el anciano —Pero me gustaría saber cómo será cuando crezca.
—Será una buena persona... Y eso es todo lo que importa —Dijo sonriendo.
—Tienes razón.
Durante las noches era algo duro para Sara, ya que le tomaba mucho trabajo hacer que Katica dejara de llorar y se durmiera. Y entre risas y cantos somnolientos, culpaba a William por acostumbrarla a él en ese tiempo.
—No debí dejar que papá se encargara de ti todo el tiempo... —Dijo mientras la mecía entre sus brazos —Ya verás que en algún momento volverá con nosotras. Y tú y yo estaremos entre sus brazos... —La abrazó suavemente una vez que se durmió —Ya lo verás. Mi pequeña Katica.
Con cuatro meses de vida, Katica era una pequeña alegre y tranquila, a diferencia de muchos otros pequeños que habían en el lugar. Era muy atenta a su entorno, y se quejaba al momento de sentir hambre. Le gustaba estar afuera de la cabaña mientras Sara hacía los quehaceres. Durante las noches dormía junto a Sara en el lugar de William a pesar de tener una cuna. Cuando lloraba durante las noches, parecía incómoda en los brazos de Sara. Extrañaba ese calor específico y diferente al que tenía en ese momento, y aunque no sabía bien a quién pertenecía aquella calidez, sabría reconocerla cuando esta volviera.
A los cinco meses, Katica comenzaba a ser un poco inquieta, por lo que Sara debía aumentar su atención en ella por sobre todas las cosas.
—Vamos cariño. Quieta para que pueda acabar con esto.
—No es nada fácil sin ayuda ¿verdad?
—Hola Valka... —Dijo fingiendo agrado — ¿Cómo estás?
—Ciertamente mejor que tú, querida.
— ¿Cómo está tu pequeño? —Preguntó por compromiso.
—Excelente, ahora duerme junto a su padre, por lo que ahora tengo un poco de tiempo para mí... —Dijo mientras Sara terminaba de colgar la ropa —Es una linda niña —Dijo mirándola sin acercarse —Piel clara como la tuya, y cabello rojo como... ninguno de los dos.
— ¿A qué has venido, Valka? —Dijo empezando a perder la paciencia.
—Oh nada, solo venía a saludarte y ver cómo estabas.
—Como cada día desde hace un mes...
—Si... ¿Y no te cansas de estar siempre sola? Digo, William no ha venido desde que se fue y... no hay nadie que te ayude con los quehaceres o... con tu...
— Valka, si solo vienes a... recordarme que estoy sola en estos momentos y que nadie me ayuda en nada... Te agradecería que no vinieras, y que molestaras a otra persona. —Valka se cruzó de brazos aparentemente indignada por las palabras de Sara.
— ¿No has pensado que quizás no viene porque se siente... decepcionado?
—...O porque quizás está ocupado en un trabajo importante que requiere de todo su tiempo. Y por eso no puede venir y estar con su hija, o conmigo, o beber cuando se le dé la gana y dormir todo el día para evadir sus responsabilidades hogareñas... —Dijo refiriéndose al esposo de Valka.
—Al menos él está aquí. Que tengas un buen día, Sara —Se marchó rápidamente.
Valka era la típica mujer que necesitaba sentirse superior a alguien, y ese alguien era Sara, quien ella lo sabía perfectamente.
Cada día, Sara soportaba las cortas visitas de Valka para decirle lo superior que era ante ella en todo. Pero no importaba lo que fuera, Sara no dejaba que eso la afectara, o al menos delante de Valka. Las primeras veces, Sara lloraba por las noches debido a ello; pero con el pasar de los días aprendió a ignorarla, y a comprender que no tenía razones que la hicieran dudar de William, o de sí misma.
— ¿Sabes? Papá es un hombre grande, y muy fuerte... —Sonrió ante el recuerdo —Suele ser un poco alejado de los demás; pero es muy amoroso y amable una vez que lo conoces —Besó sus manitos —Ya lo verás cuando vuelva...
***
Ya se cumplían dos meses desde que William inició con el entrenamiento de los jóvenes más débiles, mientras que Henry se encargaba de los más fornidos y aparentemente prometedor.
— ¡Quiero más fuerza en los ataques! —Gritó mientras los demás realizaban lo que éste les enseñó — ¡A este paso morirán en el primer combate real...!
— ¡Si, señor!
—Recuerden la razón por la que decidieron estar aquí...
— ¡Si, señor!
— ¡¿Cuál es?!
— ¡Proteger!
— ¡¿A quién?!
— ¡A todos!
A William le agradaba un poco la razón por la que los demás habían ingresado a ese lugar; pero estaba consciente de que mientras los preparaba físicamente, ellos mismos debían hacerlo mentalmente.
—Lobo... —Entró un mensajero —El Lord te quiere ver.
—Ahora voy —Se dirigió a los reclutas —¡Continúen con la técnica! No quiero volver a ver a nadie sin hacer nada...
— ¡Sí señor!
En los dos meses que William llevaba al mando de los reclutas, Lord Edgard había requerido de su presencia varias veces para que le reportara el avance de su trabajo, ya que le parecía interesante la estrategia que había realizado.
— ¿Cómo van?
—Mejoran desde la primera vez que combatieron —Respondió William.
—Interesante estrategia la que has hecho. Pero debo decir que me agrada ver que tenga resultados positivos.
—Gracias señor.
— ¿Las extrañas?
—Mucho.
—Creo que nunca entenderé bien lo que es querer a una hija que no podrá seguir mis pasos. Pero bueno.
—Señor... Quisiera saber algo... —El Lord le hizo una señal para que continuara —Cada vez que vengo me pregunta sobre mi familia ¿cuál es el interés?
— ¿Por ellas? Ninguno realmente. Solo me interesa saber cómo se encuentra mi mejor guerrero.
William no se sintió satisfecho con la respuesta de Lord Edgard; pero no insistió con el tema. Solo quería volver a su puesto.
—Ya puedes irte —William se levantó y caminó hacia la puerta —Ah, y William... —Se detuvo —Sé más duro con tu grupo. Hay mucha diferencia entre los tuyos y los de tu padre. Podrías darles una demostración a cada uno.
—Sí, señor.
Durante casi un año, William no había tenido la necesidad de tomar la espada, por lo que no estaba seguro de si sería capaz de controlar su fuerza en el combate.
—Debes controlarte... —Musitó mirando la espada de entrenamiento —No dejes salir al Lobo ahora y continúa hacia adelante para terminar con esto de una maldita vez... —Se paró frente a los demás — ¡Que pase el primero...!
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