Capítulo 8

El invierno acabó, dando paso a la primavera; y con él, el inicio de las contracciones de Sara, que indicaba el nacimiento de su primogénito y el de William.

- ¡William! -Dijo al despertar completamente - ¡William despierta!

- ¡¿Qué... qué pasa...?! -Despertó de inmediato, alterándose por la respiración agitada de Sara.

-Ya viene... ya... -Decía entre quejidos -Ya va a nacer... William -Apretó su mano con fuerza -... Tengo miedo...

-Tranquila... solo preocúpate de no entrar en pánico y de respirar -Dijo saltando de la cama y poniéndose los pantalones -Todo va a estar bien... ¿Sí? Yo iré por el anciano Erick para que te ayude.

-No, no me dejes sola por favor... -Se aferró a su mano, la cual apretó fuertemente para pujar por primera vez -Por favor no te vayas -Le rogó pujando nuevamente, con lágrimas en sus ojos.

De pronto, William recordó una bobería que le había dicho el anciano una semana atrás. "Si no puedes ir por mí, podrías aullar y hacer que los perros aúllen también. Entonces sabré lo que pasa".

-No puedo creer que vaya a hacerlo... -Se puso de pie.

- ¡¿A dónde vas?! ¡Will!

-Estoy aquí... ¿Ves? Solo iré a la entrada a... hacer algo y vuelvo... -Se apresuró a la entrada -Espero que funcione... -Murmuró.

Esperó unos segundos fuera de la cabaña, que con el trabajo de William, se había convertido en un lugar un poco más amplio y más acogedor. Se llenó los pulmones de todo el aire que era capaz de contener, y lo soltó en un aullido fuerte, prolongado y desafinado que hizo que los perros comenzaran a aullar de igual forma. Así continuó hasta que vio a la distancia a alguien encender un lámpara. Entonces volvió adentro.

Sara seguía en labor de parto, pero esperó a que William volviera para continuar pujando.

William volvió a tomar las manos de Sara para que las apretara mientras esperaba la llegada del anciano.

Los gritos de dolor de Sara, llevaron a William a ese lugar que solo veía en sus pesadillas y en los lugares que le daban origen a estas.

-Ya estoy aquí -Dijo el anciano entrando a la cabaña - ¿Cómo está? -Preguntó mientras colocaba una olla con agua en el fogón.

-Ella está... -Dijo William mientras sostenía su mano y la miraba gritar -No...

-William concéntrate -Le llamó la atención -Esto es normal en los partos, y ellas son más fuertes que nosotros... -¿Cómo estás?

-Asustada... -Gritó apretando las manos de William nuevamente -Will... -Él se inclinó -Creo que ahí viene...

- ¡Anciano...! -Dijo con voz temblorosa.

-Necesito que traigas el agua y que traigas alguna manta y algo para secar.

-No, no me sueltes por favor, Will -Dijo Sara.

-Solo será un momento, debo ayudar al anciano Erick. Estaré cerca de ti, pero debo soltarte... -Le dijo suavemente dejando su mano en el borde de la cama para que sostuviera las sábanas.

Fue una noche bastante laboriosa, y llena de gritos y angustias por parte de Sara.

El sol ya había salido y Sara solo debía dar sus últimos esfuerzos para que todo acabara. Y con un grito profundo, pujó por última vez, dando fin a su agotadora labor.

-Buen trabajo, pequeña -Dijo el anciano, al mismo tiempo que la pequeña comenzaba a llorar -Es una niña.

William observó el pequeño y escandaloso bulto que tenía el anciano en sus brazos mientras acariciaba el cabello de Sara.

-Quiero verla... -Dijo Sara intentando sentarse inútilmente.

-No te sobre exijas. Ahora debes descansar.

-William -Dijo el anciano -Ven a conocer a tu pequeña.

Sara asintió con la cabeza y una sonrisa agotada en el rostro. William se levantó lentamente, y caminó hacia el anciano.

-Felicidades a los dos por esta fuerte y hermosa niña. -Dijo mientras se la entregaba. -Mi trabajo aquí ha terminado, si me necesitan estaré en mi hogar.

-Si... -Dijo William con la mirada perdida en la bebé -Aullaré otra vez... -El anciano se asomó para echar un último vistazo a la pequeña.

-Tiene el cabello rojizo como la madre de Sara.

- ¿Cuál era su nombre?

-Katria, pero algunos la llamábamos Katica como apodo.

-Katica... -Miró a Sara.

-Es lindo... -Dijo casi dormida.

-Descansa querida -Dijo el anciano -Yo volveré más tarde para ver cómo van las cosas...

-Gracias por todo...

Cuando el anciano se marchó, la joven familia se quedó en silencio por un momento. Sara observó la enternecedora escena de William parado a los pies de la cama con su hija entre sus brazos, decidiendo si tocarla o no con uno de sus dedos. Dejó salir unas risas exhaustas.

-Es... perfecta -Dijo William, sosteniendo a la pequeña como si en cualquier momento fuese a caer o a romperse.

- ¿Cómo querrás llamarla? -Le preguntó Sara.

-... Katica... -Dijo sin dejar de mirar a la pequeña.

Los ojos de Sara se llenaron de lágrimas al darse cuenta que ese era el apodo que algunos le daban a su madre.

William se dirigió junto a Sara y se acostó colocando a la bebé entre ambos. Sara se volteó, y abrazó a la pequeña con suavidad mientras William las miraba a ambas.

-Nuestra pequeña Katica... -Dijo Sara -Nuestra pequeña niña... -Comenzó a reír al mismo tiempo que lloraba de alegría.

William admiraba lo fuerte que era Sara, y a pesar de lo feliz que se sentía al tener a su amada y a su hija junto a él, se sentía mal por no poder demostrarlo como lo hacía ella.

Por el resto del día, Sara durmió junto a la pequeña Katica. Mientras, William realizaba los trabajos diarios; y junto a ellos, sumó los de preparar las comidas para que Sara no tuviera que hacer nada.

***

Días después, en los campos de Sur, Henry disfrutaba de un trago como cada día en el granero en el que se alojaba cómodamente.

- ¡Oye Henry! -Dijo uno de sus compañeros - ¡¿Ya te enteraste?!

- ¿Qué pasa?

-Dicen que El Lobo tuvo un cachorro. ¿Así que ya eres abuelo?

-Salud por eso -Bebió un gran trago.

-Dicen que es una niña. Que decepción.

-Ciertamente. Mira que tener a una mujer que solo sirve para servir a nosotros en todo lo que se nos plazca.

- ¿No irás a conocerla?

-Claro que no. No tengo interés en conocer a la vergüenza de mi familia.

- ¿Qué pensará William?

-A ese lobo le faltan los colmillos. Pero ya quiero ver qué hará cuando deba ir a entrenar a los nuevos reclutas.

***

Con tan solo una semana de haber dado a luz a Katica, Sara se sentía como nueva, y ya había retomado sus labores hogareñas. Su energía estaba al cien por ciento gracias a que William se encargaba de la pequeña durante las noches.

-Deberías dejarme verla en las noches al menos una vez... -dijo alegremente mientras preparaba la comida.

-Para qué... Cuando despierta yo ya lo estoy desde hace horas.

-Deberías dormir durante el día cuando no tengas nada que hacer. -Dijo con una mirada tierna -Trabajas mucho y duermes poco. -Le sirvió un cuenco de sopa y un trozo de carne; y junto con todo, un beso que se interrumpió con el llanto de Katica.

-Yo...

-No -Lo interrumpió Sara -Yo lo haré, tú debes comer, y luego dormirás una siesta para descansar.

-Si dormir fuera una opción, te aseguro que no lo haría. Y ella es una buena razón para no hacerlo.

-ja, ja, ja. -Rió sarcásticamente mientras tomaba a Katica para que dejara de llorar -Yo también puedo hacerlo ¿Sabes? Además... Ya hemos hablado de esto ¿por qué no pruebas con eso...?

-Ya te dije que no lo haré.

-Sé que lo haces por ella. Sé que lo harías todo por ella. Pero también debes ver por ti. Y solo lo estarás haciendo para dormir...

-Y para que los demás crean que soy como mi padre.

-Tú no eres como él -Dijo entregándole a Katica ya dormida -Eres mejor. -Le sonrió -Eres mejor que cualquier hombre que he visto en lo que llevo de vida.

William miró a Katica y esbozó una sonrisa.

-Te ves tan guapo con una sonrisa en el rostro... -Coqueteó -Deberías hacerlo más seguido... -Ambos rieron en voz baja para no despertar a su hija. - ¿Y bien...?

-Está bien... -Le dijo -Volveré a considerar esa idea ¿Estás bien con eso?

-Supongo que sí... -Les dio un abrazo a los dos.

Para ambos, todo era como un sueño el haber iniciado su propia familia, en especial para William, quien con el pasar de las semanas mostraba un ligero cambio en su forma de ser. Ahora era menos antipático, y Sara era testigo de eso. Pasaba tiempo junto a Katica de día y también de noche.

-Tú y tu madre cambiaron todo mi mundo... -Le susurró para no despertar a Sara -Y yo quiero que el tuyo sea mejor desde el principio...

-De seguro lo harás... -Dijo Sara con una mirada medio dormida -Ahora ven a dormir...

-Lamento despertarte.

-Y yo lamento que tengas que hacer esto cada noche...

-Sabes que no tengo problema en hacerlo.

-Si continúas así, pronto será la niña de papá y a mí me dejará en el olvido -Bromeó.

-Claro que no -Sonrió -Solo... quiero aprovechar el tiempo juntos antes de volver...

-No te preocupes, todo saldrá bien.

Solo quedaban seis semanas para que William tuviera que volver a Eruka para entrenar a los nuevos. Para volver a lo que en gran parte de su vida era su realidad. Realidad, que quería alejar de Katica por siempre.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top