Capítulo 5
Las semanas pasaron, y tanto William como Sara, se tenían en la mente el uno del otro.
El ejército marchó en dirección a Eridia sin ningún contratiempo.
—Me quito el sombre ante ti, Will —Dijo Robbie, cabalgando junto a él. —En todo este tiempo no hemos tenido ningún problema con las ciudades del camino.
—Te lo dije.
— ¿Y cuáles son las ordenes al llegar?
William se quedó en completo silencio mientras el caballo avanzaba. Sí sabía lo que tenía que hacer; pero no quería dar la orden. Así que buscó darla sin tener que hacerlo.
— ¿Y...? — insistió Robbie.
—El Lord les dijo lo que había que hacer ¿no? — Robbie asintió —Entonces la orden es hacer lo que él dijo.
—Aun así tendrás que cargar con todo... Y seguir la orden como todos los demás.
—Lo sé. —Miró hacia adelante —Ya llegamos.
El ejército de William se inmovilizó en la entrada de la ciudad, a la espera de que los dirigentes aparecieran. Mientras eso ocurría, William observaba los alrededores de la ciudad.
La ciudad de Eridia era conocida como una ciudad mercantil, proveedora de un sin fin de cosas. Lo que fuera que se le pudiera, Eridia lo tenía.
Eridia era casa de al menos unos tres mil habitantes, y el centro mercantil de más de veinte ciudades en todo el continente.
Su relación con Eruka, estaba basada sólo en la entrega de armas, armaduras y material de construcción, ya que el alimento era obtenido de los campesinos de los alrededores.
Ya varios años atrás, el dirigente de Eruka empezó a desconfiar de Eridia, debido a que se enteró que ésta ofrecía sus servicios a la ciudad de Salamina.
Eridia había jurado lealtad al Lord Eruka, pero el simple hecho de haberse expandido a Salamina, de alguna forma rompió el pacto.
El rumor de que Eridia se ha aliado con Salamina era cierto. Pero no porque Salamina tuviera todas la de ganar, como el Lord había dicho. Sino que había sido por miedo a esta, y al estar Salamina a menor distancia de la ciudad, decidieron unirse a estos para que los protegieran a cambio de una rebaja en los precios de sus servicios.
Al cabo de una hora, guardias armados y con el escudo de Salamina comenzaron a salir de la ciudad. No superaban en número al ejército de Eruka, y posiblemente tampoco en fuerza. Un hombre a caballo caminó hacia el frente. William hizo lo mismo.
— ¡Lord Edgard, Lord de Eruka, ha acusado a Eridia de traición!
— ¡Eridia es solo una ciudad de mercaderes! —Dijo quien parecía estar al mando — ¡No somos una amenaza para nadie!
— ¡Lord Edgard nos ha enviado para castigar su traición!
— ¡No buscamos problemas con nadie! ¡Solo escogimos una opción para proteger a nuestra gente, a nuestras mujeres y niños que habitan este lugar!
—Pues han escogido mal... —Dijo a un tono audible para el hombre.
—Y entonces... —Dijo el hombre con voz afligida y sin esperanzas de nada — ¿Cuál era la mejor opción para nosotros...? —Hizo que el caballo avanzara, hasta llegar junto a William.
—Personalmente... —Dijo William sin inmutarse —La mejor opción, habría sido no escoger ninguna... —Desenfundó su espada —Lo haré rápido. Con todos.
—Tienes mucha confianza en que no morirás hoy.
—Por primera vez en mi vida, hay una persona que me espera, y no planeo decepcionarla.
— ¿Cuál es tu nombre?
—Me dicen El lobo... Y no espero que me perdones por esto.
Dicho eso, William procedió a atravesar al hombre con su espada, dando así, la señal a su ejército para dar inicio al ataque.
El ejército de Salamina avanzó al mismo tiempo que el de Eruka lo hizo. Dando así, inicio a una nueva guerrilla; pero que esta vez tendría un final mucho más sangriento que las anteriores.
Por cada baja del ejército de Eruka, había tres bajas del ejército de Salamina. La guerrilla continuó hasta que no quedó ninguno en pie.
—Adelante... —Dijo William —A cumplir con las órdenes de Lord Edgard...
Para el tamaño del ejército restante, la ciudad de Eridia era bastante amplia, por lo que tuvieron que dispersarse para ganar terreno.
***
En el campo, Sara seguía con sus labores habituales. Preparando las protecciones para el invierno, tanto del granero como de la huerta que comenzaba a tener retoños. Ayudaba a los demás a proteger sus plantas, y a guardar alimento como cada año.
— ¿De verdad crees prudente que trabajes tan duro en tu estado? —Preguntó el anciano.
— ¿Mi estado? —El anciano la miró —Hago esto cada año, no veo cual es el problema esta vez.
—Ha pasado un mes desde que ese muchacho se marchó...
—Así es... —Dijo con una sonrisa triste —Lo extraño...
—Ya verás que volverá. Ahora más que nunca debe volver con vida.
— ¿Por qué lo dice?
—Nada, nada. Solo no te sobre esfuerces. ¿De acuerdo?
—Está bien...
—Vendré a visitarte más tarde.
—Bien.
No comprendió qué era lo que insinuaba el anciano, pero no le dio mayor importancia y continuó con su trabajo, disfrutando del silencio natural del lugar, acompañado por risas de los niños que jugaban cerca, y del sonido de los animales.
***
En Eridia, el caos reinaba por doquier. Gritos de terror proveniente de hombres, mujeres, niños y ancianos que intentaban huir por sus vidas inútilmente.
William avanzaba abanicando su espada, atacando a cada hombre que corría en dirección a él. Cada paso que daba, era un hombre muerto. Y cada hombre muerto, era uno más en su lista.
—Treinta y dos... Treinta y tres... Treinta y cinco... —Contaba mientras caían los muertos a sus pies. —... Cuarenta y tres... Cuarenta y seis...
Su andar era igual que el de un desposeído. Caminar errante, mirada perdida, con el movimiento cinético de su brazo de izquierda a derecha y de forma diagonal, sin recibir un solo ataque.
Por un momento, su camino se tornó solitario y silencioso. Pero el llanto de un niño hizo que este se rompiera. El perro lo encontró.
— ¡Oye! —Lo llamó — ¡Olvidaste algo! —William lo miró, y luego miró al niño, quien lloraba desconsoladamente junto al Perro. — ¿Lo haces tú o lo hago yo...? —Le preguntó con una sonrisa.
William continuó mirando al niño, a sus ojos grises y enrojecidos de tanto llorar. Su rostro le recordó a una mujer muerta que había en su camino, y su cabello negro le recordó a un hombre que él había asesinado. No podía matar a un niño tan pequeño. Y si lo dejaba, alguien más lo haría.
—Yo lo haré... —Respondió al fin.
— ¡Así se habla! —Respondió El Perro de forma entusiasta.
—Déjame solo... —El Perro obedeció.
El pequeño no intentó huir, el miedo lo tenía paralizado.
—No espero que me perdones por lo que he hecho... y esto no mejorará mi situación... —Dijo mientras caminaba hacia él, arrastrando la punta de su espada por el piso de piedra. —Este es solo el comienzo de una pesadilla que estará lejos de acabar. Para mí. La tuya acabará pronto...
***
En el interior de su hogar, el anciano se despedía de Sara luego de una larga charla acompañada de un jarro de leche tibia y pan recién horneado.
—Adiós anciano... —Dijo intentando ocultar una inmensa felicidad, que desde hace semanas no había tenido.
***
El ejército tardó alrededor de un mes en exterminar a todos y cada uno de los habitantes de Eridia.
— ¡Lobo! —Dijo uno de los hombres — ¡Aquí hay uno que intentaba escapar junto a una mujer y un mocoso!
—Aquí solo está el hombre ¿y los demás?
—Este tipo intentó ganar tiempo. Pero Ray y Set los están buscando.
—Así que Ray y Set... —William sabía muy bien que ellos habían sido quienes lo golpearon aquel día.
—Encárguense de él... —Dijo mirando al hombre —Yo iré por los demás.
— ¡No por favor, piedad! —Dijo el hombre agarrándolo de la camisa sobresaliente de la armadura — ¡Por favor!
William se zafó de él y siguió su camino mientras oía los lamentos, y posteriores gritos de agonía de aquel hombre, hasta que simplemente, dejó de escucharse.
—Alisten todo... —Dijo —Nos vamos mañana en la mañana.
William fue en busca de aquellos rezagados, que con el silencio del lugar, le hacía más fácil el trabajo.
— ¡No por favor! —Escuchó el grito despavorido de una mujer, acompañado del llanto de un niño. — ¡No hemos hecho nada! ¡Dejen que el pequeño se vaya! ¡Piedad, por favor!
— ¡Cállate! —Dijo Ray propinándole una bofetada y haciéndola caer.
—Mala tu suerte por vivir en este lugar —Dijo Set —Pero tranquila, seremos rápidos con ambos...
William caminó nuevamente arrastrando la punta de su espada sobre la piedra.
—Pero qué tenemos aquí... Capitán... Encontramos a los que faltan.
—Que gusto encontrarlos a todos aquí —Dijo William. Miró a la mujer y al niño —Váyanse...
— ¡¿Qué?! ¡Eso es traición! ¡Lord Edgard te cortará la cabeza!
—Solo si se lo dicen... —Respondió. —Debieron haberme matado ese día. Pero es un error que yo no cometeré.
— ¡¿Vas a matarnos?! ¡Traidor!
—Antes de que ustedes lo hagan con alguien más... —Blandió su espada asesinando a Ray, para luego volver a hacerlo para matar a Set —Cincuenta y uno... —Volteó a ver a la mujer y al niño —Nos iremos en la mañana... Si pueden mantenerse ocultos hasta entonces... Por mi está bien...
El niño miró a William sin dejar de sollozar. La mujer tomó al niño entre sus brazos, y corrió hasta un almacén cercano.
Al mirar a su alrededor, vio la gran cantidad de cuerpos en el camino y fuera de las casas. El suelo estaba cubierto de sangre, y el olor a muerte era insoportable para una persona normal.
Nadie preguntó por los compañeros faltantes. El cielo se oscureció y comenzó a llover, haciendo que la sangre derramada se limpiara lentamente, formando lagunas de color carmesí a lo largo y ancho de los caminos.
—Es un mar de sangre... —Dijo Robbie.
—En poco tiempo habrán parvadas de cuervos listos para comer... —Dijo William —Quiero largarme de este lugar cuanto antes... Carguen lo que se le plazca para llevar a la ciudad.
—Sí, señor...
***
En la paz del campo, Sara observaba desde su ventana el caer de la lluvia sobre la pastura, pensando en el regreso de su hombre amado.
—Sé que aún estás muy chiquito... pero te prometo que cuando salgas, tu padre y yo, te llenaremos de mucho amor, y felicidad. —Dijo acariciando su abdomen aún plano —Ya quiero que William sepa de tí. Y juntos haremos que su vida sea mejor... Ya lo verás.
Al cumplir el primer mes, Sara había comenzado con un pequeño malestar, lo que la hizo pensar de inmediato en las insinuaciones del anciano. Al principio sintió un poco de miedo, ya que no tenía a nadie que la guiara en eso. No tenía una madre que le enseñara. Se reía al pensar en que tampoco tenía un padre que la regañara por enamorarse de un "forastero", como él lo habría llamado. Y lloraba ante la posibilidad de que este la rechazara, ocasionándole inseguridad.
—Todo estará bien... —Susurró mirando a lo lejos una especie de mar, formada por el agua acumulada.
***
A la mañana siguiente, la lluvia seguía cayendo, pero eso no le importó a William. En cuanto tuvo a todos sus hombres listos, ordenó el retorno.
—Larguémonos de este lugar de una vez.
—Buen trabajo —Dijo Henry poniendo su mano sobre el hombro de William. —El lobo ha demostrado ser lo que es, y eso me hace sentir orgulloso.
William lo miró con desprecio y odio, pero ya estaba acostumbrado a tratar con él.
—Ya vámonos...
—En cuanto volvamos tomaré a cada mujer que me se atraviese en el camino. Y voy a conseguirte una a ti también para que sepas lo que es bueno. —Se echó a reír y se acercó a su oído —A tu edad ya no deberías ser virgen...
—No empieces —Dijo irritado —No voy estar con una prostituta, por milésima vez.
—Tú crees que soy un idiota —William lo por el rabillo del ojo — ¿Por qué los mataste?
—Ellos lo habrían hecho conmigo...
— ¿Cómo explicarás esas bajas?
—Como todas las demás...
—Eres un blando a pesar de todo.
—Como sea.
Durante todo el día, Henry habló sin parar, mientras William respondió con palabras cortas y movimientos de cabeza. Pero internamente, pensaba en todo lo que había pasado, y en lo manchadas de sangre que tenía sus manos a pesar de haberlas limpiado. Pensaba en lo desgraciada que era su vida y en lo desgraciada que le podría hacer la vida a Sara.
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