Capítulo 15
La noche pasó, y durante la madrugada, William observó a Katica, quien luego de tanto llorar se durmió en sus brazos. Se levantó cuidando de no despertarla y la dejó sobre la cama. Le rompió el corazón ver a su pequeña; y se preguntaba cómo serían sus vidas de ahora en adelante.
—Tengo frío... —Murmuró Katica entre dormida. William colocó las mantas sobre Katica —Mamá...
—Ella está con nosotros, cariño —Susurró.
Ese día, William no fue a su despacho y ordenó a un mensajero ir con el Perro para que le dijera que se encargara de todo por un par de días.
— ¿Cuándo volveremos a casa? —Preguntó Katica.
—... A partir de ahora viviremos aquí en la ciudad.
—Pero aquí no tenemos casa. Y Siry estará sola.
—La traeremos aquí. No abandonaremos al caballo de mamá. —Intentó sonreírle —Ten —Puso el anillo en sus manos —Mamá quería que lo tuvieras... —Los ojos de Katica de llenaron de lágrimas —Yo... debo ir por Siry y por tus cosas.
—Quiero ir contigo...
—No, hija. No puedo llevarte.
—No me dejes sola... —Le rogó.
—Lo siento; pero no puedo llevarte. No quiero que veas ese lugar después de lo que pasó. —Katica comenzó a sollozar —...No le abras a nadie —Dijo alistándose —En ese lugar hay comida. Volveré antes del anochecer.
—Está bien... —Dijo desanimada.
—Ya buscaremos otro hogar.
William volvió a la cabaña por última vez y cogió todo lo necesario como para no volver en mucho tiempo, las cargó sobre su caballo para él irse con Siry. Tardó todo el día en reunir las cosas; y al estar seguro de que no faltaba nada, se marchó, dando un último vistazo a lo que había sido el lugar en dónde todo inició. Pensó en destruirlo; pero decidió no hacerlo y volver a la ciudad junto a su hija.
***
Con William lejos, Katica se sintió sola dentro de la habitación, así que decidió salir para explorar un poco. Al llegar a la entrada de la posada, se topó con una anciana.
— ¿Qué hace una pequeña sola por aquí? —Katica dio unos pasos atrás —No temas pequeña ¿Cuál es tu nombre?
—... Katica... —Respondió con desconfianza.
—Qué lindo nombre —Le sonrió —Yo me llamo Zera. —Miró de soslayo hacia varias direcciones — ¿Y tu madre? —Katica rompió en llanto ante la pregunta y corrió hacia la anciana para llorar sobre su delantal.
— ¡Mamá se fue! —La primera impresión de la anciana fue que Katica había sido abandonada.
— ¿Y tu padre?
— ¡Se fue en la mañana! —Respondió llorando — ¡Quiero a mi mamá!
—Ya pequeña... —Dijo con una cálida voz — ¿Por qué no vamos a mi habitación y tomamos una taza de té? —Katica asintió sin despegarse de la anciana —Vamos entonces, es aquí arriba. —Le secó las lágrimas y le tomó la mano —Con cuidado... —Notó sus pies — ¿Por qué no tienes zapatos?
—Yo... Nunca los uso —Sollozó. —Y ahora no los tengo aquí...
—Creo que tengo algo para ti...
Katica entró a la habitación de la anciana, la cual notó que estaba a pocos metros de la de su padre.
La anciana le sirvió una taza de té y un par de pastelillos a Katica para mejorar su ánimo. Mientras, se puso a buscar entre sus cosas una caja que llevaba ya mucho tiempo.
— ¿Te sientes mejor? —Katica asintió con la cabeza —Ten —Le entregó una caja —Ábrela.
Al abrirla, Katica sacó un par de botitas de piel.
—Creo que te quedarán un poco grandes, pero puedes quedártelas...
— ¿Para mí?
—Aquí solo seguirán llenándose de polvo. Anda úsalas. Además, en este lugar no puedes estar descalza. Las piedras del camino lastimarían tus pies.
—Gracias...
Katica y la anciana Zera charlaron durante todo el día hasta que el sol comenzó a ocultarse.
— ¿Habrá regresado?
—No lo sé.
De pronto, el relincho de caballos llamó la atención de Katica, quien corrió hacia una ventana para ver de quien se trataba.
— ¿Pasa algo?
— ¡Ahí está! —Dijo ansiosa. La anciana Zera se asomó a ver.
—Es Lord William. —Dijo un poco sorprendida.
— ¡Papá...! —Lo llamó. William levantó la mirada. Se sintió un poco confundido; pero antes de poder decir algo, Katica se alejó y corrió hacia él. En cuanto llegó, saltó a sus brazos. —Volviste...
—Claro que iba a volver —Murmuró —Nunca te abandonaría, mi niña hermosa —Levantó la mirada — ¿Qué hacías ahí? —La miró.
—La anciana Zera me dio té y pastelillos. Y me dio estas botas —Se las enseñó.
—Ya veo. Vuelve adentro, está helando. Yo iré pronto, debo subir estas cosas.
—Quiero ayudarte.
—Están muy pesadas. Lo haré yo para que no te lastimes —Katica frunció el ceño —Me ayudarás cuando crezcas ¿bien?
—Bien. —Volvió adentro.
Cuando William acabó de acarrear las cosas, fue por Katica a la habitación de la anciana para llevársela.
—Mi Lord —Dijo Zera al abrir la puerta —No sabía que era su hija, yo...
—No es necesario que diga nada. Le agradezco el haber cuidado de mi hija —Al oír sus palabras, Zera vio algo en William que no había visto en ningún otro Lord anterior. Sinceridad.
—La pequeña me ha contado lo que ocurrió... En verdad lo lamento.
—No sé cómo ocupar su lugar con ella.
—No debe ocupar su lugar. Solo debe ser su padre.
—No puedo llevarla conmigo a mi despacho porque sería una niña entre muchos hombres, y la mayoría son unos cerdos...
—Mi Lord. Si me lo permite, yo podría cuidar a la niña mientras usted se encarga del ejército —A William pareció interesarle la idea.
—Lo tendré en cuenta. Se lo agradezco mucho.
—Buenas noches anciana Zera —Se despidió Katica.
—Duerme bien, querida. Buenas noches mi Lord.
—Buenas noches.
William regresó a su habitación con Katica. Ella ya estaba muy cansada, y apenas mantenía los ojos abiertos. Pero William notó una expresión triste en su rostro.
— ¿Qué ocurre?
—Salí... —Era culpa —Dijiste que no saliera... Lo siento —Sollozó. A William le causó un poco de ternura aquella reacción.
—No te preocupes. Lamento haberte dejado sola tanto tiempo. —La cargó — ¿Te divertiste con la anciana Zera? —Katica asintió con la cabeza.
—Es muy amable... como mamá —Se aferró a su hombro en un abrazo —La extraño mucho. Me duele el pecho cuando pienso en ella.
—A mí también me pasa lo mismo. Ven, vamos a dormir.
— ¿Saldrás mañana? —Preguntó mientras William la acostada y se recostaba junto a ella.
—No, cariño. Mañana buscaremos un nuevo hogar dentro la ciudad.
—La anciana Zera vive sola... —William la miró confundido por el cambio de tema —... La vi muy feliz cuando estuve con ella. Y dijo que sus hijos habían muerto hace mucho. No tiene a nadie. Podríamos hacerle compañía...
—Quizás ya está acostumbrada a estar sola.
—Mamá una vez dijo que nadie quiere estar solo por voluntad propia. Y que así te conoció. Tú estabas solo... —Por un segundo, William recordó el pasado.
—Es verdad. Ella me sacó de la soledad. Y me dio a ti —Besó su frente —Ahora duerme. Mañana será un día largo.
Aquella noche, Katica durmió profundamente, causándole una envidia sana a William, ya que cada vez que cerraba los ojos revivía la escena en la que Sara era asesinada por el cazador de Salamina.
— ¡Sara! —Despertó de golpe, para darse cuenta de que todo había sido una más de sus pesadillas. Volteó a ver a Katica para asegurarse de que no la había despertado. Se levantó y salió a caminar por el pasillo en medio de la oscuridad.
Entre sus paseos, una de las puertas se abrió y se quedó quieto temiendo que fuera Katica que se había despertado.
— ¿Mi Lord?
—Anciana Zera, yo solo...
— ¿Le ocurre algo malo? ¿La pequeña está bien?
—Está dormida. Solo necesitaba despejar mi mente de... todo.
—Si me lo permite... Quisiera escucharlo. — William titubeó un momento; pero finalmente aceptó.
Adentro, William le habló a la anciana sobre sus pesadillas, y sus temores con Katica y sus obligaciones con ella y la ciudad.
—Es normal. Los hombres no saben mucho acerca de niños. No como las mujeres —Sintió vergüenzas por olvidar con quién hablaba. —Me disculpo señor...
—No se preocupe. Tenga confianza en hablarme como quiera. Y si gusta, solo puede llamarme por mi nombre. Continúe por favor.
—Es una lástima que una niña de su edad haya perdido a su madre; pero veo que lo superará con rapidez. Es una niña muy fuerte y alegre.
—Igual que como era su madre...
—Debió ser una buena mujer.
—Era la mejor, y una gran madre. —Se dejó llevar —Ella me sacó de la oscuridad en la que estaba, me dio un hogar, y una familia. Pero la perdí.
—Superar su muerte no significa que la olvides, ni que hagas que Katica lo haga. Superar su muerte significa poder continuar con sus vidas pensando en que siempre estará con ustedes aunque ya no puedan verla ¿lo entiendes?
—Si... Lo entiendo.
—Katica es una niña muy especial, y estoy segura de que hará grandes cosas en el futuro.
—Solo quiero mantenerla a salvo de todo esto.
—Pero no puedes protegerla por siempre —Tomó sus manos —No busques que se oculte del mundo, William. En lugar de eso, haz que conozca el mundo. Enséñale a vivir en él.
Luego de aquella conversación, William volvió a la habitación para intentar dormir un poco.
—Aquí empieza nuestra nueva vida. Ya verás que estaremos bien. —Murmuró mientras arropaba a Katica. —Y lo que sea que venga en el camino, lo superaremos juntos...
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