Capítulo 10

El otoño había comenzado ya hace un mes y medio, y la pequeña Katica, con ocho meses de vida, veía el caer de las hojas desde el interior de la cabaña mientras Sara ponía leña junto a la chimenea para encenderla, ya que las noches habían estado bastante frías para ambas.

El anciano Erick fue a visitarlas como era su costumbre cada dos o tres días. Ayudó a Sara con la leña y luego se sentó junto a Katica para que no fuera a caer.

—Hola pequeña... —Acarició su cabeza —Cada día te ves más linda ¿eh? —Katica dejó salir unas carcajadas —Siempre eres tan alegre... —Katica soltó un eructo —salud, niña.

—Ha estado eructando desde ayer...

—Quizás solo sean gases. Pero no hay que confiarse, los niños siempre son impredecibles.

—Está bien

—Bueno, ya me voy. Cualquier cosa avísame.

—Lo haré.

Durante la noche, Sara despertó debido al llanto desconsolado de Katica, quien estaba sentada a un costado de la cama mientras comenzaba a hacer sonidos extraños y apretaba su pancita.

— ¡¿Qué pasa cariño?! —Entonces vomitó haciendo que Sara se sorprendiera. — ¡Hija! Tranquila —Dijo intentando mantener la calma —Tranquila... Está bien, ya pasó —La abrazó —Vamos a cambiarte —Dijo mientras Katica lloraba.

Fue una noche algo difícil, ya que ninguna de las dos pudo volver a dormir. Y el día fue un poco atareado para Sara ya que Katica se ensuciaba en cada momento, y su apetito estaba muy disminuido, al igual que su consumo de agua.

—Vamos cariño... Debes comer algo o enfermarás más...

— ¿Cómo está? —Preguntó el anciano entrando a la cabaña.

—No ha querido comer en todo el día...

—Deberías llevar con Tyla para que la revise.

—Sí, solo... Esperaba que no fuera algo tan grave como para tener que llevarla con ella. —Dijo preocupada.

—Entiendo tu preocupación, querida. Pero debemos asegurarnos de que no sea nada grave.

— ¿Y si lo es...? —El anciano guardó silencio — ¿Y qué tal si no...?

—No pienses en ello, querida. Ahora ve.

Sara se apresuró en llegar a la cabaña de Tyla, quien era considerada como la médico del lugar. Sus conocimientos los obtuvo en Eruka y se fue a vivir a los campos para ayudar a aquellos que no tenían medios para llegar hasta allá.

Al llegar a la cabaña de Tyla, Sara le suplicó que por favor ayudara a su pequeña.

—Déjame verla... —Dijo inmediatamente para comenzar a examinarla.

No le tomó mucho tiempo para darse cuenta de cuál era el problema.

—Gastroenteritis... —Dijo alarmada —No puedo ayudarla...

— ¡¿A qué te refieres?! —Exclamó Sara ya al borde del pánico. — ¡¿Cómo que no puedes hacer nada?!

—Lo siento, Sara. Pero aquí no estoy preparada para algo tan agresivo como esto.

— ¿Y qué puedo hacer? —Dijo entre lágrimas.

—Lo único que podrías hacer es ir a la ciudad y rogarle a alguien que las ayude. Los campesinos no tienen privilegios en ese lugar...

—No conozco la ciudad... Dime la dirección que debo seguir. —Le suplicó.

— ¿Podrás llegar?

—Cabalgaré hasta allá.

—Está cayendo la noche. Deberías partir en la mañana.

— ¡No puedo quedarme sin hacer nada mientras mi hija está en problemas! —Exclamó.

—Sara, comprendo que estés asustada por todo esto; y que ella es tu primera hija. Pero debes calmarte y ser consciente de las cosas —Dijo manteniendo la calma mientras desvestía a Katica para cambiarla —No sabes exactamente cómo llegar, está oscureciendo, hace frío, y no tienes en dónde quedarte.

—Yo... Tienes razón... —Se rindió —Es solo que... Me asusta la idea de perderla.

—Si continúa así, la perderás por la falta de agua. —Sara sintió que su corazón se había detenido —En verdad espero que alguien la atienda. Pero por ahora déjala aquí conmigo para hacer que coma algo y beba agua. Tú ve a preparar las cosas para salir.

—Está bien —Abrazó a su pequeña —Volveré en un momento cariño.

Al volver a la cabaña, Sara le explicó lo que ocurría al anciano y él la ayudó a guardar todo lo necesario.

—No sé qué hacer, anciano Erick... —Dijo sentándose y cubriendo sus ojos con sus manos —Ni siquiera sé con quién debo ir...

—Debes calmarte, querida.

— ¿Cómo puedo calmarme si existe la posibilidad de que mi hija muera?

—Con calma pensarás con claridad.

—William —El anciano la miró sorprendido. No lo había pensado —William está en la ciudad... —Comenzó a llorar.

— ¿Sabes cómo encontrarlo?

—No, no conozco la ciudad... ¿Qué va a decir si me ve con su hija tan enferma?

—Sara, estas cosas pasan. Y él no es de esa clase de persona y lo sabes. Ahora toma las cosas, ve por tu yegua, y vuelve con la pequeña para salir en la mañana.

—Sí... Está bien... Yo... Ya me voy...

Al volver, escuchó el llanto de Katica desde el exterior. Se quedó afuera un momento para respirar tranquilamente y que no la vieran llorar más.

—Ya estoy aquí...

—No he conseguido que coma o beba lo suficiente. Tu única opción es ir a Eruka.

Sara se marchó al amanecer. No había dormido en toda la noche, y aun así, se montó en Siry junto a Katica para ir a la Ciudad.

La ciudad era algo totalmente nuevo para Sara, y el estar entre grandes edificaciones de piedra, hacía que se desorientara con facilidad.

—Dónde, dónde, dónde...

Dejó a Siry en un poste cerca de un edificio en el que no sabía que era y siguió su camino a pie con Katica entre sus brazos, buscando a alguien que la ayudara.

— ¡Por favor ayúdeme! —Le dijo a una pareja que caminaba —¡Necesito...! —La ignoraron — ¡Señor por favor! ¡Necesito...! —Pasaron de ella — ¡Por favor que alguien me ayude...! ¡Mi hija necesita un médico...!

A estas alturas, Sara ya había caído en la total desesperación al ver que nadie la ayudaba y que Katica se veía cada vez más decaída, o más bien, somnolienta.

— ¡No cariño...! —La movió para despertarla —No te duermas, no te duermas... Por favor...

—Niña... —Escuchó un murmullo —Niña... —Miró hacia arriba, y vio a una anciana que la miraba desde una ventana del segundo piso — ¿Qué le pasa a tu pequeña?

—Gastroenteritis... —Dijo entre lágrimas —Y necesito un médico; pero no sé hacia donde debo ir...

—Pobrecilla... —Dijo la anciana —Sigue esta calle hasta el fondo... Ahí hay una cruz roja. Quizás puedan ayudarte...

—Muchas gracias —Dijo un poco aliviada. Luego siguió el camino casi corriendo.

La anciana la había guiado a una cruz roja como había dicho. Al entrar en ella, Sara rogó por ayuda de inmediato.

— ¡Por favor ayúdenme! —Alzó la voz para que alguien fuera en su ayuda — ¡Mi hija está...!

—Este no es lugar para una campesina —Dijo un hombre con armazones de cuero. —Así que vete, vuelve a tus tierras y deja de estorbar.

— ¡Mi hija necesita ayuda!

—Este es un hospital exclusivo para los soldados.

Sara guardó silencio por un momento intentando pensar con claridad. Entonces recordó a William, y se apresuró en responder.

— ¡Pero ella es la hija de uno!

— ¿Ah, sí? —Respondió en tono de burla — ¿Y de quién se trata? Si se puede saber.

—Su nombre es William Fenrirsson... —Los presentes se quedaron en completo silencio. —Lo apodan el Lobo... —La expresión de los hombres ahí presentes se tornó seria e intimidante.

— ¿Dices que el Lobo tuvo una hija con una sucia campesina? No seas ridícula...

— ¡Es la verdad! —Exclamó — ¡Por favor ayúdeme...! —Katica comenzó a llorar — ¡Aguanta mi amor... Pronto estarás bien —Miró al hombre llena de desesperación —Ayude a mi bebé... Le juro que es verdad...

—Derek, tú sabes de niños. Encárgate de ella, y que las enfermeras la limpien —Volvió a mirar a Sara —Investigaré sobre esto... Si mientes, estarás en graves problemas, mujer. Porque hasta donde yo sé... El Lobo no tiene esposa o hijos, y dudo que alguien de su rango se haya fijado en una campesina habiendo tantas mujeres en este lugar...

—Sí, señor... —Respondió. —Pero le juro que es la verdad...

Sara tuvo que quedarse lejos de Katica mientras la atendían; y el solo escuchar su llanto la hacía sentir cada vez peor.

Estuvo completamente sola sentada en una silla, esperando a que alguien llegara y le dijera que todo estaba bien, y que su pequeña estaba fuera de peligro.

— ¡Ya llegó! —Dijo un hombre avisando a todos.

Al oírlo, varias personas parecieron moverse con rapidez. Pero Sara se quedó en la misma posición, sentada, y con la cara cubierta por sus manos mientras sollozaba sin parar por la angustia, y por la denigrante forma en que la habían tratado.

— ¡¿En dónde está?! —Escuchó la voz de William completamente alterado.

—Por aquí, señor... —Dijo una enferma.

Al oír su voz, Sara sintió miedo de lo que fuera que pudiera ocurrir cuando la viera. Se sentía una pésima madre por haber permitido que su hija se enfermara hasta tal punto; y no sabía cómo mirarlo o qué decirle.

—Es ella... —Sara no levantó la mirada.

—Déjanos solos. —Dijo con severidad.

—Sí, señor —La enfermera se marchó dejando a Sara y a William a solas.

Por un breve momento William observó a la mujer que no dejaba de sollozar. Supo de inmediato que era ella. Se acuclilló frente a Sara, y puso sus manos sobre sus hombros.

—Sara... —Dijo suavemente —Sara, mírame.

—Lo siento... —Dijo sin mirarlo.

—No tienes por qué disculparte. Dime qué fue lo que pasó...

—Ella... solo se puso mal y... pensé que era pasajero; pero Tyla me dijo que no podía ayudarla y... esta era mi única opción, o si no la perdería... —Alzó la mirada —Tengo mucho miedo... —Dijo llorando —Solo quiero que siga con vida y verla crecer...

—Lo harás... —La abrazó —Lamento que tuvieras que pasar por todo esto tú sola...

—Estaba desesperada y nadie me ayudaba...

—Tranquila... todo saldrá bien.

William se sentó en el suelo, e hizo que Sara se acomodara en su regazo para que descansar, ya que era evidente lo agotada que se encontraba.

Pasó una hora hasta que salió una de las enfermeras para dar noticias sobre Katica.

—La pequeña ya está fuera de peligro —Dijo la enfermera —Ahora se encuentra dormida; pero deberá quedarse un par de días para hacer que vuelva a comer y beber normalmente.

—Gracias... —Respondió William con una seriedad que puso nerviosa a la enfermera — ¿Podemos verla?

—Solo un momento... —Volvió por donde vino.

—Sara, cariño despierta... —Le dijo mientras dormía entre sus brazos con la cabeza apoyada en su hombro —Ya está bien.

— ¿De verdad? —Despertó por completo y se levantó como pudo.

Al verla, Sara soltó la mano de William y se apresuró en llegar junto a Katica, quien dormía tranquilamente sobre la cama con ropa limpia. Dejó salir unas cuantas lágrimas al ver que ya estaba bien.

—Lo siento... —Dijo tomando una de sus manitos —Debí cuidarte mejor...

—Nadie puede cuidarla mejor que tú... —Dijo William detrás de ella.

—Señor, ya es hora —Dijo la enfermera.

—En un momento —Tomó a Sara por los hombros —Sara, debemos irnos.

— ¿Qué...?

—Katica debe quedarse un par de días para que se recupere por completo.

—Pero quiero quedarme con ella...

—Solo serán un par de días. Lo mejor será dejarla en sus manos por ese tiempo.

— ¿No podremos verla en un par de días?

—Ya verás que pasarán rápido...

Luego de un rato, Sara aceptó la situación. Besó la cabeza de Katica y salió de la sala dejando a William atrás. Por su parte, William observó a Katica con un aire de tristeza, y antes de salir, le dio una suave caricia desde su cabeza hasta la punta de una de sus manos.

Ya había caído la noche, por lo que William volvió a su cuarto junto con Sara, en donde la consoló pacientemente hasta que dejó de llorar.

—Te extrañé mucho... y Katica también... —Intentó sonreír para dejar de sollozar —Las primeras semanas era difícil dormirla cuando despertaba durante las noches... —William tenía toda su atención en sus palabras —Ella sabía que no eras tú...

—También las he extrañado. Y lamento no poder estar con ustedes; pero Lord Edgard es un tipo del que debo cuidarme, y también cuidarlas.

—Entiendo...

—Será mejor que duermas... Te veo muy cansada. Mañana debo volver al trabajo y saldré temprano. En el cofre hay comida, y ya sabes cómo ir a la cruz roja.

—Gracias... —Lo abrazó —No sabes cuánto te amo...

—Y yo las amo a las dos. Ahora descansa.

Aquella noche, Sara por fin pudo dormir con tranquilidad, y al estar William junto a ella, con la seguridad de que nada malo iba a pasar a pesar de no tener a su pequeña a su lado.

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