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Al día siguiente continúo fingiendo estar deprimida y molesta como parte del plan de mi madre mientras me repito los pasos a seguir en mi cabeza con el objetivo de no permitirme olvidar nada:

1. No hablar con nadie en casa (incluyendo a Sarah).

2. Ir a la escuela luciendo como el día anterior para disimular apariencias.

3. Hablar con Levy.

4. Prepararme para esta noche.

Cuatro pasos que parecen sencillos, pero que cada vez se vuelven más complicados.

Hoy cuando Sarah me trajo el desayuno a la cama, para ahorrarme el incomodo momento con mis padres, ni siquiera la miré cuando ella intentó iniciar una conversación; aún tengo esa plática pendiente con ella, pero si quiero que todo salga bien y nadie logre sospechar nada; debo hacer mi mejor intento por ignorarla a pesar de que eso le rompa el corazón.

-Que tenga buen día, señorita Wrestler -Charles se despide apenas bajo del carro y al mirarlo la incomodidad es evidente en su rostro. Desearía decirle toda la verdad y suplicarle que regrese a casa y me disculpe con Sarah por haber sido tan grosera esta mañana, pero en cambio respondo con un corto «lo dudo», y continúo avanzando hacia la entrada sin mirar atrás.

Buscando por Levy en los pasillos, me encuentro con miradas disgustadas de mis compañeros ante el aparente desastre que cree con mi elección de vestimenta, peinado y maquillaje, pero hago mi mejor esfuerzo por ignorarlos mientras continúo buscando por mi amigo que cuando lo encuentro no parece tener ojos para nadie más que Jessica, quien tampoco parece tener intenciones de dejarlo ir.

Estos dos, siempre me hacen preguntarme por qué cuando las personas se enamoran se vuelven tan estúpidas que no son capaces de ver el resto del mundo a su alrededor y de pronto, solo tienen ojos para esa persona. Levy es la persona más brillante que conozco, pero al lado de la rubia, parece haber sido arrollado por un camión cuando era un bebé.

El timbre de la campana es mi salvación luego de que como de costumbre solo los observo completamente asqueada viendo como se devoran la cara el uno al otro y después me burlo cuando al fin se separan y sus labios están tan hinchados que parecen un par de salchichas en sus bocas.

De camino a clase de historia, no decimos nada y mientras el profesor Patell se esfuerza por explicar la segunda guerra mundial, me resulta imposible concentrarme y dejar de pensar en el plan de mi madre con la sensación de que algo falta. No es hasta el cambio de clase que finalmente me armo de valor para pedirle a Levy un momento para hablar; y terminamos escabulléndonos a su camioneta en el estacionamiento de la escuela.

-No tienes idea de cuanto odio a ese hombre -reconoce cuando termino de contarle todo lo que me dijo mi madre.

-Ya somos dos.

-Cuando mi madre lo descubra, te juro que haremos que pague por todo lo que ha hecho. Wen Hoffman es un desperdicio de aire... que digo, es un desperdicio de... -habla rápido, como usualmente lo hace cuando está nervioso o extremadamente molesto, y de poder hacerlo, estoy más que segura que ahora mismo estaría caminando en círculos.

-Levy, tenemos un plan.

Finalmente, cuando vuelvo a hablar me mira con los ojos abiertos de par en par. Le cuento acerca de lo que los laboratorios saben de su madre y lo que planea hacer mi madre junto con la suya para terminar con el laboratorio y luego le menciono la parte más importante y vital del plan. Escapar.

-¿Cómo puedo ayudar? -pregunta tan pronto como termino.

-Necesitamos que nos lleves tan lejos a donde puedas conducir.

Por un largo rato, no dice nada y mientras sólo mira al horizonte peinando su oscuro cabello que no se mueve ni un centímetro a causa de todo el gel que lo mantiene en su lugar.

-Wow -resopla haciendo que todo lo que tenía de parlanchín hace unos momentos, desaparezca-. ¿Cuándo?

-Esta noche -respondo, aunque me siento tan insegura de esto que la respuesta sale de mi boca a manera de pregunta.

-Tenemos un apartamento en Los Ángeles -sugiere-, supongo que puedo llevarlas ahí. ¿Es lo suficientemente lejos?

-Es perfecto -exhalo.

-¿Qué pasa si descubren que es mío? ¿Y si las encuentran?

-Estaremos bien.

Sus nerviosos ojos me examinan de arriba abajo con tanta perspicacia que me pone nerviosa.

-No pareces muy segura -apunta tan pronto comienzo a rascar las comisuras de mis uñas y entonces que me conozca tan bien se convierte en mi perdición.

-Mi madre cree que no irán tras de ti porque levantaría sospechas en tu madre y le estarían dando motivos para atacarlos -explico.

-Me quedaré con ustedes entonces.

-No. Tú tienes que volver y aparentar que todo está bien. Actuar como que nada pasó. Nadie puede saber lo que sucede.

Él sacude la cabeza con la idea ya aferrada a su mente.

-Levy... -insisto.

-No puedo quedarme con los brazos cruzados esperando a que te descubran. Quizás ayudaría si planeo una distracción. ¿Planeo una distracción?

-No harás nada. Prométemelo -ordeno.

-Diablos Madison -me jala en un abrazo-. Por favor ten cuidado.

-Oye, confía en mí. Soy inteligente, finalmente me servirá de algo -su pecho detiene mis palabras y una lágrima logra escapar de mis ojos.

¿Por qué estoy llorando? ¿Por qué últimamente lloro por todo?

-Smartie-Maddie -dice llamándome por el nombre de súper heroína que él mismo me inventó cuando jugábamos en el enorme jardín de mi casa.

-Leaky-Levy -contesto soltándome y él me sonríe cuando nota que me uno a su juego.

-Que patético apodo -se burla ante mi falta de creatividad en aquél entonces y después me muestra su puño.

-Podemos con esto -comenta.

-Podemos con esto -afirmo justo cuando nuestros puños se tocan.

* * *

Hay un solo lugar que considero mi favorito en toda la casa. Se trata de un pequeño colchón que se encuentra en la cornisa de mi ventana, que al sentarme ahí, me regala una hermosa vista de todo el jardín. Es donde me siento a leer cuando quiero perder el tiempo. El lugar desde donde me encanta observar el agua caer cuando llueve y que en días estresantes, consigue llenarme de tranquilidad.

Es ahí donde decido pasar el poco tiempo que me queda antes de partir hasta lo desconocido y afuera todo luce como en una noche común y corriente.

Los insectos cantan sin cesar. El agua de la alberca permanece calmada y llena de color por las luces que la iluminan desde el fondo. Las pequeñas lámparas encajadas en el césped iluminan el camino desde la entrada de la casa hasta el final del jardín y todo está justo como debería.

Excepto por mí.

Cuando menos pienso, el reloj en la pantalla de mi teléfono ya marca las 9:40 p.m. y para cuando reacciono que se ha hecho tarde y que no he terminado de empacar para mi corto viaje, comienzo a arrojar un montón de cosas dentro de mi improvisada maleta: un par de pantalones, shorts, maquillaje, bloqueador, cremas, el sobre de dinero que mi madre me dio... ¿Lentes de sol?

¿Qué diablos empaca alguien cuando será fugitiva de unos científicos?

10:05PM LEVY: Estoy afuera. ¿Ya tienes a la niña?

Para cuando recibo el mensaje, a penas he terminado mi maleta y la mochila que antes era la que usaba para el colegio, ahora luce como una auténtica pelota que escondo bajo mi escritorio para finalmente comenzar con el último y quizás más arriesgado paso del plan.

En el corredor, todas las luces están apagadas, así que para alumbrar mi camino utilizo la pantalla de mi teléfono hasta que estoy frente a la puerta prohibida.

La puerta abre sin titubear y cuando entro a la habitación el área de la niña está completamente iluminada mientras ella, justo como la recordaba, permanece dormida en la cama.

Como recuerdo que hizo mi madre, deslizo la palma de mi mano sobre la invisible puerta de cristal y tan pronto el teclado cobra vida, me solicita una clave para darme acceso. Tirando todo el plan a la basura.

¡La clave! ¡Eso era lo que mi mente intentaba recordarme que olvidaba! ¡La maldita clave era esencial! ¡¿Cómo se supone que sacaré a la niña sin la contraseña?!

Las tres pequeñas líneas que esperan por el código parpadean frente a mis ojos como si intentaran burlarse de mí.

Vamos Madison, tres números.

Miro a mi alrededor en busca de cualquier señal que pueda ayudarme con mi terrible memoria, pero todo resulta inservible.

Digito tres números al azar:

1_7_3

...

...

CLAVE INCORRECTA

Intentos restantes (2)

Carajo.

Camino en círculos por la habitación, intentando hacer memoria del momento en que vi a mi madre insertarlo y puedo recordar todo sin problema, solo que al llegar el momento en que veo el maldito código, este parece haberse desvanecido por completo.

Hasta que entonces, mis ojos se clavan en la niña y un vívido recuerdo tintinea en lo más profundo de mi mente.

Ella tenía un código.

Golpeo al cristal tan fuerte como puedo, esperando que si logro despertarla, esta se despierte y me muestre su muñeca, pero por más que lo intento ella permanece tan inmóvil como un cadáver rodeado de espejos que entonces, me hace recordar que aunque despierte, ella no podrá verme.

-¡Maldición! -golpeo la mesa a mi lado y de inmediato las pantallas se encienden por todo el cristal, que sucede como un milagro frente a mis ojos, pues en la esquina superior de la pantalla, para mi suerte, el código aparece:

E-150

Inserto los tres dígitos de inmediato en el panel y una vez que estos se validan, en cuestión de segundos la puerta se desliza abriéndome el paso al otro lado.

La niña es fácilmente la niña más hermosa que jamás había visto en mi vida, tiene la cara que imaginaría en un mismísimo ángel y los ojos de un azul tan hermoso que por un momento me hacen pensar que estoy frente al más inmenso océano.

-Por favor no llores -le suplico tan pronto despierta y la expresión en su rostro amenaza con hacerlo-. Voy a cargarte y nos vamos a ir. Quédate muy callada, ¿de acuerdo? -le explico como si hablara un idioma completamente diferente y luego la tomo en mis brazos.

Tengo que volver a insertar el código en la puerta cuando intento salir y después corro hasta mi habitación para recoger la maleta antes de finalmente emprender nuestro escape.

Siento el corazón en la garganta al bajar las escaleras, y sujeto a la niña aún con más fuerza cuando hay una silueta que espera por ambas en la sala. Una tenue luz de la lámpara de piso junto al sofá es todo lo que ilumina el rostro de mi madre cuando nos acercamos.

-No se si pueda hacer esto -exhalo hecha un manojo de nervios al percatarme de que, por suerte era ella quien nos descubrió y no el doctor Hoffman, o mi padre, que quien sabe que hubiera hecho de atraparme en el acto.

-Sí puedes, ya has logrado la parte más complicada...-me anima cuando pongo a la niña en el suelo y me limpio el sudor que ahora ya escurre por mi cara.

-No, tú llévatela yo... -al mirar a la niña su carita está llena de terror y confusión mientras sus ojitos recorren cada centímetro de la casa con curiosidad-. No puedo, lo siento.

-Madison, mírame -lo hago-. Yo nunca te pediría hacer algo que no creyera que fueras capaz de lograr. Confío en ti y sé que puedes hacer esto. ¡Tú puedes!

-Tengo miedo -admito-, no tengo un buen presentimiento.

Ella me jala en un nuevo abrazo que hace queme desmorone antes de que me sujete con más fuerza y susurre a mi oído, «el miedo es sólo tan fuerte como tú lo permitas».

Le sonrío intentando mostrarme valiente cuando me suelta y ella también me fuerza una sonrisa con sus ojos grises inundados en lágrimas.

-Te amo y sé que estarás bien.

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