6

En la noche, las pesadillas se abren camino nuevamente en mis sueños y esta vez soy yo quien se encuentra encerrada en ese laboratorio.

Me rodea un grupo bastante numeroso de personas que me observan con miradas que me hacen pensar que he de tener un tercer ojo u algo parecido en el rostro.

-Mantente quieta -uno de ellos habla y cuando noto a quien pertenece la voz, encuentro entre el grupo de personas al doctor Hoffman-. Va a doler.

Lo siguiente que se es que comienzo a llorar en mis sueños por el intenso dolor luego de lo que sea que me hayan hecho. No me duele en realidad, puesto que continúo dormida y los médicos solo continúan observándome como a una asquerosidad, como si me hubieran transformado así de pronto de una persona a un objeto.

Un sonido incesante me taladra la cabeza obligándome a despertar y cuando lo hago estoy tirada en el suelo de mi habitación. No tengo ni idea de como termine aquí acostada, pero se que mi cuerpo pesa horrores y siento como si mi cerebro fuera a estallar luego de haber estado llorando todo el día de ayer.

Cuando consigo detener la desesperante alarma del despertador, la voz robótica una vez más anuncia que es lunes y así me recuerda que el tiempo no se detuvo cuando mi vida entera se desvaneció en mentiras.

Al verme en el espejo del baño, soy el desastre que me siento: mis ojos están completamente irritados, mi nariz esta roja y mis labios hinchados.

Me lavo la cara intentando al menos por un momento mejorar mi apariencia, pero cuando vuelvo a mirarme lo más que logro es que nuevas lágrimas salgan de mis ojos.

Siento un vacío en mi interior y no por haber comido absolutamente nada desde ayer por la mañana, sino por que he perdido el sentido de mi vida.

Sí crecí toda mi vida con un millón de dudas acerca de quienes eran mis padres y quizás también me preguntaba porque eran tan indiferentes conmigo, pero juro que jamás esperé nada de esto. No esperaba que pasaran todo su día torturando a una niña, ni que cada que mi padre nos abandonaba a mitad de la cena con mi madre siguiéndolo por detrás era porque a otro hombre se le ocurría que era el mejor momento para anunciar una nueva prueba para ella, y mucho menos pensaba que todo este tiempo yo también fui nada mas que otro de sus experimentos.

¿Aún me estudian? ¿Por eso sigo con vida? ¿Es por eso que el médico intentaba calmarme ayer? ¿Acaso todo esto también es una prueba?

Las miles de teorías que de pronto atacan mi mente, solo consiguen hacerme sentir peor así que, como puedo, me dispongo a vestirme con una sudadera y unos jeans que van en contra de todo lo que mi madre -si es que aún puedo seguir llamándola así- sugeriría que vistiera. Cepillar mi cabello únicamente logra que las ondas que lo forman se destrocen y termine luciendo peor, mientras que solo retiro el maquillaje que escurrió por mi cara con las yemas de mis dedos y no hago mayor esfuerzo por mejorar mi apariencia.

¿Cuál es el punto después de todo?

Bajo las escaleras con la inútil esperanza de no encontrarme con nadie abajo y nuevamente el universo demuestra estar conspirando en mi contra, pues cuando llego mis padres están desayunando como si nada hubiera pasado en el comedor, y el resto del personal actúa como si fuera un día más, a excepción de Sarah, que tan pronto me mira llena de lástima, hace mi sangre arder en mi interior.

Ella también mintió, ha estado a mi lado toda la vida y jamás intentó decirme la verdad, antes me hizo prometerle que me mantendría alejada de esto, que continuaría viviendo mi vida como si jamás hubiera descubierto nada; una vida llena de crueles mentiras.

¿Cómo me pudo hacer eso? Yo confiaba en ella.

Me dirijo hacia la puerta sintiendo las miradas de todos sobre mi cuando a propósito ignoro el hecho de que mi desayuno aguarda por mí sobre la mesa.

-Madison -la escucho llamarme y mi corazón se encoge de tan solo escuchar mi nombre.

¿Acaso eso está permitido? ¿Los experimentos tienen un nombre y no solo un estúpido código que los identifica?

No me detengo y en cambio, Teo me abre la puerta cabizbajo y sin lograr decir palabra alguna, siendo tan cómplice de todos ellos como el resto de personas que trabajan para nosotros.

Afuera, el día está repleto de humedad, lo que quiere decir que mi cabello seguramente empeorará aún más, pero al menos debería de estar agradecida por esto. Por ver el sol, sentir el sofocante calor... por poder ver a mas gente que seguramente a partir de hoy me tratara diferente. No como la niña, que lo único que tiene es esa fría habitación.

La camioneta se detiene frente a mí cuando finalmente Charles llega a recogerme, pero al detenerse nadie baja de ella y en cambio la ventana del copiloto se abre dejándome ver a mi padre al volante.

-Sube -me ordena.

-¿Ahora jugaremos a la familia perfecta? -me niego antes de intentar continuar mi camino, pero él avanza interfiriendo en mi escape.

-Entra en la camioneta Madison. Por favor -insisten y sus verdes ojos idénticos a los míos intentan también persuadirme hasta que por un momento lo único en que puedo pensar es en cómo fue posible que heredara su mismo color de ojos cuando lo más probable es que no tengan ni la menor idea de quienes son mis verdaderos padres.

-Levy pasará por mí. No quiero tener nada que ver contigo -contesto antes de sacar mi teléfono y disponerme a llamarle a mi amigo que quizás después de hoy no quiera volver a hablarme.

¿Quién querría tener algo que ver con alguien como yo?

-Te prometo que no volveré a tocar el tema ¿de acuerdo? Solo déjame llevarte a la escuela y después toma la actitud que quieras tomar.

Me subo a regañadientes, tomando asiento justo junto a él y tan pronto lo hago el auto arranca con tanta rapidez que tengo que sujetarme de la puerta.

Sean Wrestler siempre ha sido un hombre distante, serio y de pocas palabras a quien jamás he visto mostrar afecto por nadie. Jamás, ni siquiera por un momento intentó ser un padre presente, de esos que van a apoyarte a torneos de tenis o que te enseñan a manejar. Rara vez he logrado cruzar apenas un saludo con él, así que nuestro incomodo viaje en silencio hacia mi escuela no me resulta nada extraño de su parte, y no es hasta que nos detenemos frente al edificio que finalmente se decide por hablarme.

-Madison...-me toma del brazo cuando intento bajar del auto y me fuerzo a mirarlo-. Por favor, no menciones nada de lo que sucedió a nadie.

-¿Te refieres a la manera en qué me mintieron toda la vida? -me jalo hasta librarme de su agarre y él suspira.

-Cariño... -dice con tanta dificultad que parece que la palabra es tan grande que no consigue salir de su garganta.

-Tranquilo, aún no encuentro la mejor manera de anunciarle al mundo que soy una rata de laboratorio -mi voz se rompe cuando al fin logro dejar salir eso en voz alta, y al dejarlo sin palabras, finalmente tomo la oportunidad para abrir la puerta y luego azotarla con fuerza en su cara cuando me bajo.

Camino entre la multitud hasta mi casillero casi brincando en mi interior cuando consigo pasar desapercibida por la mayoría de mis compañeros, hasta que justo en el momento en que estoy por conseguir llegar a mis libros, una voz grita mi nombre desde el otro extremo del pasillo, logrando que todo mi esfuerzo termine en la basura cuando todos voltean a verme.

«¡¿Por qué hoy?!» gruño para mis adentros, azotando la corriente puerta metálica y hago mi mejor esfuerzo por escapar de la persona que menos quiero ver ahora.

-¡Madison! -grita como si su intento anterior no hubiera sido suficiente y cuando consigue alcanzarme, no tengo más remedio que encararlo.

-¡¿Qué?!

-¡Whoa! Te ves bien incluso cuando te ves mal -Samuel Rodgers se atreve a decir y en respuesta solo consigo poner los ojos en blanco antes de intentar alejarme de él-. ¡Oye, preciosa! ¡¿Cómo estuvo tu fin de semana?!

Me toma la mano y me obliga a sentarme con él en una de las bancas de piedra afuera de la escuela.

-Del asco -contesto cortante y al darme cuenta de que eso puede tornar la conversación sobre mí, decido darle un giro completo para intentarlo hacerlo creer que me lleva ventaja cuando en verdad lo único que quiero es que me deje tranquila-. ¿Qué tal el tuyo?

-¡Estupendo de hecho! -exclama antes de ponerse a alardear sobre su estúpido juego del viernes que, honestamente, no podría importarme menos.

El resto del día pasa increíblemente lento. Clase tras clase, maestro tras maestro, conmigo apenas existiendo y sin lograr poner atención a nada en absoluto.

Mi mente divaga acerca de la vida del resto de mis compañeros.

¿En qué momento decidieron tenerlos sus padres? ¿Cuántos de ellos realmente tenían que estar aquí y cuántos de ellos fueron tan solo accidentes? ¿Cuántos cargan enfermedades en su ADN? ¿Quién decidió que Melanie Arlington de mi clase de francés tuviera el cabello rojo? ¿Quién decidió que el chico de la clase de Biología no pudiera caminar? ¿O que la maestra Harrison no pueda pronunciar bien algunas palabras?

Todas las respuestas a mis millones de preguntas las desconozco, pero sí sé que, en algún momento, hace diecinueve años. Un grupo de científicos reunidos alrededor de una gran mesa discutieron las mejores cualidades que un niño debería de tener para comprobar sus teorías. Seleccionaron de entre cientos de óvulos al más sano y fuerte de todos y lo forzaron a unirse a un espermatozoide también elegido de entre otro millón para crear una nueva vida; analizaron cada uno de los genes que formaban su código genético y quitaron aquellos que no les parecían necesarios para reemplazarlos por otros que a su parecer eran mejores hasta que formaron el embrión perfecto.

Después, lo inyectaron en el útero de una mujer que se encargaría de la gestación de ese producto para al final entregarlo a los científicos que probarían cada aspecto de ese bebé hasta determinar que les sería útil para experimentar con éste el resto de su vida.


Soy la única persona restante en el aula cuando Levy me encuentra y me saca de mis extenuantes pensamientos al poner una mano en mi espalda.

-¿Estás bien? -me pregunta.

Viste de traje, preparado para lucir como todo un abogado profesional dispuesto a defender su postura en el debate final de hoy.

-Sí. Tengo tus argumentos -miento antes de buscar su trabajo en mi mochila luego de limpiar las lágrimas que no había notado que lograron escapar de mis ojos.

¿Cuánta gente me ha visto llorar?

-Suerte, te veré en el auditorio. -Le entrego su grueso escrito.

-Es el último -anuncia apretando el nudo de su corbata y me fuerzo a mostrarle una media sonrisa al verlo emocionado, pero mi patético intento por lucir bien, no consigue engañarlo-. ¿Quieres hablar?

-Vas a llegar tarde -señalo.

-Pero... ¿estás segura de que estás bien? -titubea a pesar de que sé que muere por correr a su tonto debate.

Asiento y entonces no duda en salir corriendo.

Apenas se marcha, el nudo en mi garganta se libera y con ello mi llanto se hace cada vez más imposible de contener.

Odio esto. Odio no saber donde es mi lugar ni a dónde pertenezco. Si todo lo que leí es verdad, no debería de estar viva. No debería de estar aquí. Desearía poder ser como el resto de los chicos de mí edad, saber qué es lo que haré con el resto de mi vida, pero nunca he estado ni cerca de poder conocerlo.

Nunca comprendí que significaba ser Madison Wrestler, jamás sentí que realmente encajara en este lugar, ni en ningún otro y lo peor de todo es que ahora entiendo el por qué de cada cosa y la respuesta no me gusta para nada.

Alguien se sienta en la banca a mi lado y al levantar la mirada, mi mejor amigo ya esta de vuelta junto a mí.

-¿Qué estás haciendo aquí? -sollozo.

-¿Vas a decirme que sucede?

-Por favor, vete -chillo, pero en cambio él se quita la corbata.

-No hasta que me digas que es lo que tienes.

-Jessica va a venir a buscarte.

Él se encoje de hombros.

-Pues deja que me encuentre, a ella le gusta ganar -bromea en un intento por hacerme sentir mejor.

Siempre ha hecho eso, cada vez que caigo es él quien siempre está ahí para levantarme, solo que ahora no estoy segura de qué pueda hacer para mejorarlo.

-¿Entonces...?

-De verdad no quiero hablar de eso -contesto.

-¿Por qué no?

Suspiro.

-Porque no quiero que... -me callo.

-¿Qué...? -insiste y sus rasgados y oscuros ojos me suplican por una respuesta llenos de preocupación que estoy más que segura que en cuanto abra la boca, se convertirá en pura lastima.

-No quiero que tu también te conviertas en una mentira -confieso.

-¿Por qué haría eso? -su ceño se frunce.

-Por que así son las cosas, así ha pasado con toda mi vida y no... no quiero que...-el llanto se traga mis palabras y la sensación que desde ayer se apoderó de mi cuerpo se vuelve peor cuando Levy me jala en un abrazo.

-Me estás asustando Maddie -dice al soltarme-. ¿Qué pasó? Sabes que puedes confiarme lo que sea.

-¿Lo que sea? -lo cuestiono y cuando asiente con la mirada desde ahora ya llena de pura lástima, lo dejo salir-. Soy un experimento.

Como esperaba, su mirada cambia y su rostro muestra la misma expresión que la de un muy mal actor en una película de guerra medieval luego de que le encajaran una espada por la espalda y después se pone nervioso, tanto que ni siquiera consigue mirarme y así sé que todo ha acabado.

Él también se ha ido.

-¿Me estás tomando el pelo? -inquiere.

-¿Por qué bromearía con algo así?

-Mierda -musita y mira a su alrededor como si estuviera prohibido que estemos juntos-. ¿Puedes volar cosas con tu mente? ¡Intenta cerrar la puerta!

Bromea y la tonta y burlona nueva expresión de su cara finalmente consigue hacerme reír y llorar al mismo tiempo.

-Eres un tonto -señalo antes de que me jale en un nuevo abrazo.

-Y tú eres un experimento. ¿Puedes leer mi mente? -se ríe, pero esta vez no digo nada, pues los intrusivos pensamientos comienzan a abrirse paso de nuevo-. ¿Muy pronto?

-Definitivamente.

Me mantengo aferrada a su apenas musculoso cuerpo por lo que se siente una eternidad y cuando al fin nos separamos el silencio es todo lo que reina entre nosotros mientras mi mente vuelve a pensar en qué pasará cuando regrese a mi casa, y la suya quizás piensa en más tonterías que logren hacerme sentir mejor.

-¿Tus padres...? -inquiere luego de un rato.

-Son científicos -confieso-. Mi casa es su laboratorio y yo...

-¿Te han lastimado? -se pone serio y cuando estoy por responder inmediatamente que no, en realidad lo dudo.

-No lo sé. Quizá la mayoría de mis pruebas ocurren mientras duermo -me encojo de hombros.

-¿Cómo te enteraste?

-Por una conversación que no debí de haber estado escuchando -confieso-, y una niña que no sale de mi mente.

Sus ojos se engrandecen.

-¿U-una niña? -titubea.

-Sí, está encerrada en la habitación prohibida.

Levy se pega tan fuerte así mismo en la frente que juró que de yo haberlo hecho a mi misma estaría viendo estrellas en este momento.

-¿Qué? -inquiero.

-Mi madre tenía razón -balbucea y el hecho de que posterior a eso comience a hablar para sus adentros, me saca de mis casillas.

Clarisse Blanchard es la abogada de mayor renombre en la Costa oeste del país. Con más del 97% de sus casos siendo un rotundo éxito. ¿Cómo es que ella encaja en medio de todo esto? ¿Tendría razón sobre qué?

-¡¿Tu también lo sabías?! -reclamo tan molesta que la ira me hace ponerme de pie y mi voz se rompe en mil pedazos cuando la idea entra a mi mente-. ¡¿Estás con ellos?!

-¿Qué? No, no lo entiendes -contesta.

-Bueno, discúlpame por no leer mentes -alego.

-Ahórrate el sarcasmo -recrimina.

-Tu fuiste quien...

-Mi madre, ella representa a una asociación en una demanda contra el Centro Global de Investigación que ha pretendido terminar con todo eso desde hace años.

-¿La Asociación Internacional contra la Experimentación Infantil?

-¿Has escuchado de ella?

Me encojo de hombros.

-He estado investigando y esa Asociación aparece cada que intento buscar algo.

-Bueno, ella podría ayudarte si tu...-titubea-, si tú quieres.

-Eso significa que, ¿entonces el mundo está consciente de que esto aún existe? -pregunto-. Pensé que habían terminado hace años.

-Y no eres la única -confiesa-. La mayoría piensa que desaparecieron luego del descubrimiento de la Cura, pero en realidad el Centro esta detrás de cualquier producto que requiera ser probado; desde medicamentos hasta maquillaje o incluso aparatos diseñados para salvar vidas -contesta provocándome escalofríos-, pero están escondidos y mientras el resto del mundo ignore lo crueles que son en esos lugares, nada puede detener a los científicos.

La idea de pronto se adentra en mi mente. Si lo que dice es cierto, quizás sí pueda detener todo esto, quizás solo bastaría que el mundo se entere que existo para que todo termine... quizás así salve la vida de la niña o quizás sea también como termine muerta...

-Levy -lo detengo en mitad de su explicación, dentro de la que ya me he perdido, cuando el miedo regresa para apoderarse de mí-. Por favor no digas nada de esto.

Su confusión es más que evidente en su mirar y se que va a juzgarme por mi decisión, pero quizás hablar traiga peores consecuencias que guardar silencio.

-¿No escuchaste lo que dije?

-Lo hice -interrumpo-, pero ellos no me dijeron nada todos estos años por alguna razón.

-Porque no debías de enterarte Madison. Es lógico que no te dijeran nada, solo intentan protegerse -alega.

-Lo sé, pero... -ya ni siquiera encuentro sentido en mis palabras-. No estoy lista para que todo mundo me vea como a un alienígena.

-Tu no... -traga saliva y a pesar de el cariño que se que me tiene, también se que esto es extraño para él y lo será para todos una vez que se enteren, hasta que lástima sea todo lo que tengan para ofrecerme.

-Por favor Levy -le suplico cuando de nuevo la gente aparece de vuelta en los pasillos, indicando que el gran debate ha terminado.

-Está bien -contesta-, pero en el momento en que ellos intenten lastimarte mi silencio se acabó, ¿entendido?

Sonrío y entonces me lanzo de nuevo a sus conocidos brazos.

-Gracias por ser lo único real en mi vida.

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