30

Kendra Montgomery es la psiquiatra que ha asignado la Asociación el día de hoy para venir y evaluar a Alison.

Una mujer delgada, alta y de piel aceitunada que porta un vestido color azul debajo de su bata blanca y carga con ella un portafolio color rojo. A simple vista puedo ver que es una mujer extremadamente profesional y a pesar de ser pediatra no lo denota ni un poco.

-Es un placer conocerla doctora Montgomery, soy Wen Hoffman -se presenta el médico con quien hace un instante sostenía una ardua conversación.

Debí de haber previsto su repentino cambio de actitud en la audiencia del otro día. Esa propuesta la tenía oculta debajo de la manga dispuesta a salir cuando el momento fuera preciso.

La verdad es que, la proposición de Wen pone a prueba toda nuestra ética y lo único que intenta es evidenciar que en cualquier momento la Asociación podría llegar a pensar como ellos o incluso ser peores con la decisión que lleguemos a tomar.

Salvar a Alison hoy, para pretender ignorar el sufrimiento de los otros cientos de niños que continuarán en manos de los laboratorios mañana.

Estamos entre la espada y la pared y la decisión no va a ser para nada sencilla.

La niña está armando una gigantesca torre en la sala de pruebas con los mismos bloques de juguete que ha tenido desde que era tan solo una bebé. Apila todos en torres de diferentes colores con una delicadeza impecable y balbucea para si misma cosas que son inentendibles, aun con las bocinas que amplifican el volumen de cualquier cosa que se diga dentro de esa área.

-¿Qué edad tiene, de nuevo? -inquiere la médica.

-Acaba de cumplir los seis en Mayo -responde Sean acercándose a la puerta para insertar el código. Tan pronto la puerta se desliza para abrirnos paso a su habitación, la niña se sobresalta tomando la posición de firmes que se le ha inculcado desde que tiene uso de razón. Accidentalmente, toca una de sus altas torres con su cabello, haciendo que todas las piezas terminen esparciéndose por la habitación entera, con un ruido bastante fuerte.

Wen se agacha y toma una pieza de color rojo que rebotó justo en su zapato y luego mira a la niña que, haciendo su mejor esfuerzo por mantenerse inmóvil, espera instrucciones.

-Aquí tienes -Wen le ofrece el bloque de vuelta a la pequeña-. Puedes descansar tu cuerpo -le indica y de inmediato la niña se relaja tomando lo que el hombre le ofrece antes de que despeine un poco su cabello-. Hoy tienes una nueva visita, esta es la doctora Montgomery -la presenta dejando que se acerque y ante la aproximación de la desconocida, la niña se encoge en un inútil intento por protegerse.

Ha tenido decenas de visitas antes, en su mayoría personal del Centro de Control que a lo largo de los años han venido a evaluarla y a veces incluso a aplicar pruebas que requieren un experimento con su código de experimentación, y cada uno de ellos se ha aproximado a ella de inmediato para comenzar a picarla y manipularla a sus antojos sin pedirle su opinión en nada o siquiera detenerse un minuto a explicarle lo que harán, como si se tratara de un pedazo de plástico que pudieran destrozar como quisieran.

-Saluda -le ordena Wen y la niña dirige sus vidriosos ojos de inmediato a la mujer que la observa con cautela.

-Hola -susurra apenas audible pasando sus manos una sobre la otra demostrando su nerviosismo.

-Hola Alison, no tengas miedo. No voy a hacerte daño, solo vine aquí para hacerte algunas preguntas, ¿está bien? -la mujer se agacha hasta su altura preguntándole como si ella realmente tuviera alternativa-. ¿Ella sabe formular oraciones? -la mujer pregunta a Wen.

-Alison... -la reprime y la niña se pone alerta de inmediato. Lo último lo nota la mujer así que escribe de inmediato sobre la tabla que carga con ella.

-Gracias doctor Hoffman, yo puedo continuar desde aquí -nos despide la medica y no tenemos otra opción que acatar sus indicaciones saliéndonos de la habitación-. ¿Qué es lo que estabas haciendo?

-Encajan -contesta la niña señalando los miles de bloques en el suelo.

-Puedes seguir jugando. ¿Te gustan los bloques? -pregunta entregándole un par que ella toma y embona enseguida.

-Sí, me gustan los bloques -contesta ella antes de continuar armando la torre.

-¿Vas a juntar todos los de un mismo color?

-No, si es muy alta se rompe -responde la niña-. Puedo hacer que sea de mi tamaño, ¿quieres ver?

La ternura con que habla me hace sonreír y a mi lado Wen solo se mece incómodo mientras al interior de la sala ella comienza a trabajar arduamente en su construcción. La mujer por su parte, también le ayuda armando su propia torre como si estuvieran en una tarde de juegos, pero cuando casi alcanza la estatura de la mujer hincada, ésta se rompe.

-Te dije que iba a caerse si era muy alta -Alison suelta una risita de lo más dulce y corre hasta la otra esquina del cuarto para recolectar los bloques que escaparon de la mujer y dárselos de vuelta en las manos-. Puedes intentarlo de nuevo, pero siempre se cae -se asegura de decirle y luego la niña frunce los labios al mirarla-. ¿Por qué usas guantes? -pregunta haciendo que la mujer se mire las manos.

-Es una buena pregunta, ¿tu lo sabes?

Ella lo niega con la cabeza.

-No, pero yo también puedo tener -anuncia dejándose caer en el suelo y se quita uno de sus calcetines para meter su mano dentro de estos y luego mostrarle-. ¿Lo ves? Son guantes.

-Eso es muy impresionante. ¿Quién te lo enseño?

-Madison -contesta volviendo a ponerse el calcetín en el pie.

-¿Pero si no es eso fantástico? -Wen rueda los ojos.

-Es muy dulce -contesto mientras al otro lado de la sala la mujer continúa charlando con la niña.

-Solo acepten el trato Georgina -insiste-. Podrías llevarte a la niña aquí y ahora a donde tú quieras.

-No vamos a caer en tu juego -alego.

-¿Nos dejarán continuar entonces? Están retrasando la investigación -comenta-. Tengo una dosis de Adesomextrion lista para aplicarla a la niña tan pronto como rechacen la oferta.

-No me importa tu investigación -le digo-. Vamos a liberar a esa niña y luego a todos los demás niños que están lastimando. No vamos a rendirnos.

Él esboza una media sonrisa.

-No, claro que no -señala-. Déjame saber como termina esta evaluación, ¿quieres? Tengo una reunión importante con Vanderbilt. Un gusto verte, como siempre -aprieta mi brazo en una despedida y luego me deja sola.


-Así que... novios, ¿eh? -inquiero cuando mis amigas al fin se marchan y me dejan a solas con Dylan a la orilla de la enorme piscina. Nuestras piernas sumergidas en el agua que, sin importar cuanto él intentara doblar sus jeans, ahora lucen más oscuros de algunas partes por lo mojado.

Sobre nosotros las estrellas comienzan a brillar en el cielo y cuando lo miro, hay una sonrisa tímida en sus labios mientras sus ojos permanecen fijos en el agua que crea pequeñas ondas frente a nosotros.

-Deberías de agradecerme por haberte salvado de una noche con ese... tipejo -responde con una mueca.

-¿Estás celoso de Samuel Rodgers? -lo empujo.

-No lo sé, ¿tuvieron algo?

-¿Aparte de compartir ese ridículo premio?

-¿La pareja perfecta? -inquiere.

-No es para nada lo que piensas -me río.

-Su reacción dijo lo contrario -balbucea como un niño.

-Mi escuela hace este tonto concurso cada año donde premian a los mejores estudiantes, deportistas, los más atractivos...

-No te olvides de la pareja perfecta -me interrumpe.

-El premio más ridículo de todos es el de los más perfectos.

Dylan suelta una carcajada ante lo estúpido que suena y al momento me siento completamente avergonzada de saber que sí es tan patético como creía ante los ojos de cualquiera que no conozca nada de esa horrenda tradición.

-Déjame adivinar. ¡Ganaste esa cosa! -se burla.

-Desgraciadamente -admito arrugando la nariz.

-No lo puedo creer, imagina lo que pensarán cuando se enteren de que prácticamente naciste para ganar ese título -se ríe y a pesar de que sé que lo dice de la manera más inofensiva posible, sus palabras logran hacer que algo se estruje en mi interior, hasta que mi silencio logra hacerlo notar que aun no estoy lista para bromear sobre eso.

Es muy pronto.

-Lo siento -se disculpa de inmediato y cuando lo hace tengo que limpiarme las lágrimas que no notaba, ya comenzaban a escapar de mis ojos.

-Está bien, supongo. Tarde o temprano tendré que hacerme a la idea -contesto y el asiente sintiendo lástima por mí, lo sé.

-¿A qué va todo eso por cierto? -pregunta-. ¿Puedes leer mis pensamientos y volar cosas con la mente y todo eso? ¿Levantar un tráiler sobre tus hombros?

-¿Por qué es eso lo primero que le viene a la mente a todos ustedes? -río haciendo mi mejor esfuerzo por contener el resto de las lágrimas.

-Culparía a Hollywood y las millones películas que han hecho sobre eso -señala-, vamos debes de admitir que eso sería fascinante.

-Me temo que no soy tan fantástica -suspiro volviendo a desviar la mirada.

-¿Qué eres entonces? -inquiere.

-¿Un error? -admito y cuando él se traga sus palabras acerca de lo que sea que intentaría decir después, me arrepiento en seguida.

-Oye... lo que sea que haya pasado... -coloca su mano sobre la mía-, no fue tu culpa.

Suspiro, tratando de creerme sus palabras, pero la realidad es completamente diferente.

Hay un millón de diminutas burbujas cubriendo la piel que sale de los pantalones de Dylan en el agua, miles de millones de ellas aferrándose a cada centímetro de su piel mientras que ninguna aparece en la mía.

¿Es eso un efecto de haber sido creada en una probeta? ¿Qué más es diferente en mi interior? ¿Sería diferente si mi madre me hubiera cantado cada noche antes de dormir cuando estaba embarazada de mí? ¿Me hubiera hecho eso feliz? ¿La recordaría?

-La verdad es que... no dejo de pensar en qué hubiera pasado de haberlo hecho bien, ¿sabes? -lo miro-. Mi madre dice que mi cuerpo no resistió la última prueba que me asignaron. Que no paraba de llorar y supliqué que se detuvieran... -le cuento-. Si tan solo hubiera sido más fuerte...

Quizás hubieran terminado la investigación conmigo. Quizás habrían logrado todo lo que querían y Alison no hubiera existido. No la hubieran hecho atravesar esa horrible prueba constante. Jamás habría sufrido todo eso por mí culpa. Mi madre hubiera sido feliz, su relación habría sobrevivido y hubiera sido alguien importante... y yo no... no tendría que estar soportando todo esto.

Ni siquiera lo hubiera notado.

Mi existencia habría sido tan fugaz en este mundo que jamás hubiera sospechado que existía algo diferente...

-Eras sólo una niña, Madison -me dice sacándome de los destructivos pensamientos que no dudan en apoderarse de mí y asiento sin alternativa-. Ahora eres mucho más que todo lo que cualquiera de ellos esperaba que fueras. Eres una sobreviviente de un pasado inimaginable y estoy seguro de que cualquier persona que llegue a conocer tu historia te admirará, porque sé que yo lo hago.

-No tienes que hacerme sentir mejor -le digo.

-Yo sé que no, pero quiero hacerlo -sonríe besándome la mano-. Casi tanto como quiero acompañarte a ese baile de graduación -agrega cambiando el tema por completo.

-Si... no planeaba asistir -confieso.

-Pues cambia tus planes -insiste.

-Pero Alison...

Él sacude la cabeza exageradamente.

-Ah-ah, esa noche será toda sobre ti. Vas a comprarte un vestido hermoso, yo le pediré un ridículo traje a Levy y ambos bailaremos toda la noche hasta que no aguantemos los pies -señala antes de besarme-. No voy a dejar que te pierdas esa increíble experiencia de gente ordinaria. ¿De acuerdo?

Me limpia otra lágrima que logra escapar de mis ojos al escuchar lo mucho que de pronto parezco importarle a esta persona y me obligo a asentir.

-¿Tengo alternativa? -sollozo y él sacude la cabeza antes de besarme otra vez-. ¿Por qué de pronto tienes tanto interés en ese tonto baile? -pregunto cuando al fin nos separamos y el me fuerza una sonrisa.

-¿Te gustó tanto el tuyo? -indago.

-La verdad es que quiero darles una tercera oportunidad a esas cosas... ya sabes lo que dicen, la tercera es la vencida, ¿no? -contesta causándome bastante intriga.

-¿Tercera?

-No he tenido muy buenas experiencias con los bailes de graduación -comenta-. La primera vez que asistí a uno, tenía catorce años y estaba terminando la secundaria. El pequeño Dylan estaba lleno de emociones por sacar a Hailey Calloway a la pista de baile y robarle un beso frente a todos para ganar el título del rey y la reina del baile... porque verás, mi escuela también hacia esa clase de tonterías.

Me río ante su divertida aclaración y el sonríe de la manera más majestuosa posible.

-¿Ganaron? -pregunto.

-Claro que lo hicimos, solo ve esta cara - señala-, pero esa misma noche, mis padres tuvieron una caliente discusión en la sala de la casa y cuando volvía lleno de esperanzas a contarles lo que me había sucedido... encontré a mi madre subiendo sus cosas en maletas a su camioneta para largarse y nunca volver -comenta-. Fue la noche que decidió que no éramos suficiente para ella y que en realidad no era material para ser madre...

-Oh, Dylan... -un nudo se crea en mi garganta ante la forma en que dice las cosas.

-Sí, desearía que se hubiera dado cuenta antes de tener a las gemelas y no abandonarlas y dejar que fuera yo quien terminara criándolas, pero ¿Quién cuenta? Espero que sea feliz...

Trago saliva ante lo poco que en realidad conozco de su vida, pero me resisto por indagar más a pesar de que todo lo que quiero es saberlo todo de inmediato.

-¿Que hay de la segunda vez? -pregunto en cambio y él sonríe.

-Si, esa tampoco fue mejor -señala-. Luego de que mi madre se largara, comenzando la preparatoria conocí a esta chica que... ya sabes, me ayudó a hacer las paces con lo que sucedió con mi mamá -comenta-. Su nombre era Adeline y era esta fantástica chica que insistía en que las mujeres son libres de hacer lo que les plazca con su vida y nada debe detenerlas de hacer lo que realmente quieren con ella en el momento que quieran hacerlo y... bueno, la verdad es que tenía razón -admite-. Solía ir a mi casa casi a diario y me ayudaba con las bebés luego de que la niñera se marchaba y mi padre pasaba la mayoría de su tiempo en los estudios de grabación, sin pedir nada a cambio. Cocinábamos la cena que siempre quedaba exquisita y guardábamos las sobras para volver a comerlas el resto de la semana hasta que la vomitábamos -se ríe-. Tuvimos una larga relación de cuatro años hasta que ella decidió tomar las riendas de su vida y... en el baile de graduación se escabulló al baño de hombres con Jeremy Dale, el que supongo es el Samuel Rodgers de tu escuela, y tuvieron la noche más ardiente de sus vidas... si sabes a qué me refiero -comenta-. Desde entonces insisto en que los baños públicos a pesar de tener varios cubículos en el interior deberían de tener un letrero de no molestar que pueda colgar esa clase de personas cada vez que... ya sabes...

-Sí... -comento sintiendo una completa lástima por él.

-¡Pero oye! Si ella jamás me hubiera engañado no habría estado tan furioso que al mudarme a Los Ángeles; me habría detenido un poco más ante la idea de juntarme con ese grupo de patanes que se hacen llamar mis amigos, quienes convertirían el romperle el corazón a los cientos de chicas, como ellas lo hicieron conmigo, en el juego más adictivo de mi vida y entonces jamás hubiera conocido a Levy y mucho menos a ti -anuncia-. Así que, la respuesta es sí. Quiero una tercera oportunidad para sustituir esos terribles recuerdos.

Le sonrío y cuando noto que la conversación está por llegar a su fin. Otra pregunta ataca mi mente.

-¿Cómo es que eso te llevó a conocer a Levy? -inquiero y él se ríe cuando al parecer el recuerdo vuelve a su mente.

-Estaba un día en la playa mientras surfeaba las gigantescas olas que solo regala Malibu cuando mis ojos se fijaron en una hermosa chica rubia que tomaba el sol en la arena -me dice.

-¡No es cierto! -me llevo la mano a la boca cuando sé justo de quien habla y Dylan se encoge de hombros.

-Así es -comenta riéndose-. Intenté robarle a Jessica por un segundo y estoy seguro de que es algo que jamás me va a perdonar.

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