27

El mismo guardia de hace poco más de diez testigos llama a otra persona mientras yo solo observo las líneas de mis manos transpirar intentando distraerme de la avalancha de información que llega tras cada interrogatorio.

-Madison, es tu turno -Levy susurra a mi lado y de pronto, siento como la sangre se va de mi cuerpo-, tienes que ir -insiste cuando soy incapaz de moverme.

Un guardia me guía hasta el estrado y el hombre que me mandó a llamar me repite las mismas instrucciones que siento que ha dicho ya cientos de veces.

-Levanta tu mano izquierda y coloca la otra sobre la Biblia -obedezco tal y como lo indica-. ¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad?

-Lo juro -respondo sin alternativa.

-Diga su nombre y edad para el registro y tome asiento.

-Soy Madison Wrestler y tengo diecinueve años -la voz me tiembla al hablar y mi mente comienza a divagar desde el momento en que me siento en el estrado.

Desde aquí, la sala luce más grande de lo que parecía. Repleta de personas y científicos que me miran expectantes, listos para juzgar cualquier cosa que consiga salir de mi boca.

-Señorita Wrestler, ¿a qué se dedica? -me pregunta el abogado de Wen.

-Estudio mi último año en la preparatoria Autumn aquí en San Francisco -respondo lo mejor que puedo.

-¿Cómo le va en eso?

-Bien -respondo-, soy la mejor de mi clase.

-Mis felicitaciones -responde hipócritamente y solo me esfuerzo por mostrar una media sonrisa llena de nervios-. Aparte de asistir al colegio, ¿realizas alguna otra actividad?

-Yo... practico tenis -contesto.

-Un deporte que requiere bastante disciplina y agilidad -señala-. ¿Con qué frecuencia lo practicas?

-Solía hacerlo todos los fines de semana -respondo y él me sonríe.

-Encantador -comenta-. Cuéntanos, Madison, ¿cómo fue que te enteraste de tu aportación como experimento del Centro Global de Investigación? -cambia abruptamente de tema y aquello finalmente llama mi atención.

-Escuché una conversación de mis padres con el doctor Hoffman -confieso.

-Previo a eso, ¿conocías el trabajo que realizaban tus padres?

-No -respondo.

-¿Nunca preguntaste?

-Sí, casi todos los días desde que tengo memoria -admito.

-¿Qué respondían?

-No lo hacían -contesto recordando todos esos momentos de haberlo intentado-, apenas lograba cruzar palabra con ellos.

-Qué me dices de la niña... de Alison, ¿la conocías?

-No.

-Antes de decidir llevártela a Los Ángeles, ¿jamás habías tenido contacto con ella?

Mi madre frente a mí permanece tan inexpresiva como un pedazo de cartón.

-La escuché una vez -respondo en un intento por evadir la verdad.

-¿Qué escuchaste?

-El llanto de la niña.

-Eso es raro, porque la niña permanece sedada a no ser que deba de someterse a una prueba, las cuales, por un acuerdo al que se llegó tras tu liberación del laboratorio, solo se llevan a cabo mientras tú estás en el colegio o en tus lecciones de tenis. Dime, ¿cómo fue esto posible?

Mi mente se hace un revoltijo de inmediato.

¿Mantienen a Alison sedada? Eso no fue lo que mi madre dijo. Ella dijo que solo la sedaban luego de cada prueba.

Los efectos que esa sustancia que le inyectan provoca son terribles, apenas estoy logrando recuperarme de eso y ella... ¿ellos lo hacen todo el tiempo?

-Yo... -titubeo-, fue un fin de semana, estaba con Sarah en mi habitación cuando...

-¿Quién es Sarah? -me interrumpe de golpe el abogado y al levantar la mirada la encuentro sonriéndome entre la multitud.

-Mi nana -confieso-, ella fue prácticamente quien me crío.

-Era la mujer cuyo trabajo era mantenerte alejada del laboratorio, ¿no es así?

-Pues, -admito.

-¿Cómo es que no lo hizo ese día? ¿Qué hacían en tu habitación a esa hora del día?

-No lo recuerdo -confieso.

-Si era un fin de semana, debiste de haber estado entrenando tenis -señala-, ¿no es eso lo que acabas de decir?

-Sí, pero...

-Pero... ¿qué? -me presiona el hombre.

-No... no lo hice ese fin de semana.

-¿Y por qué no?

-Porque no quería hacerlo -confieso-, me harté del tenis.

-¿Te hartaste y solo decidiste abandonar la práctica?

-Yo no... -pierdo las palabras y el hombre me presiona levantando las cejas-, mi madre estuvo de acuerdo. ¿Qué tiene que ver todo esto con Alison?

Tras mi estúpida pregunta; cuando encuentro a mi madre y a Clarisse, la expresión de sus caras ha cambiado.

-Es muy sencillo de explicar en realidad -responde el abogado-, escuchaste a la niña porque tu madre, la doctora Georgina Wrestler, te permitió faltar a tu practica de tenis cuando sabía que ese día se realizaría una importante prueba en la niña. Como si lo hubiera planeado, ¿no lo crees?

-No -respondo de inmediato cuando sé que lo he arruinado todo-, no, eso no fue lo que pasó.

-Está bajo juramento señorita Wrestler, mentir podría meterla en un problema aún más grave del que ya tiene -me advierte.

-Ella no lo planeo; yo inventé que tenía mucha tarea y que por eso no quería tomar mi lección -me apresuro a decir. El hombre alza las cejas otra vez, un gesto bastante irritante, a decir verdad.

-¿Mentiste? -señala haciéndome tragar saliva.

-Sí, pero...

-¿Cómo podemos confiar en tu palabra ahora?

-Porque cuando lo hice no tenía idea de que estaban ocultándome tantas cosas, yo solo no quería ir a esa tonta lección de tenis -respondo-, estoy siendo completa y totalmente honesta -mi voz se rompe al final.

-Señor Foley, no es la señorita Wrestler la que está en juicio en este momento -advierte el juez cuando mi desesperación se hace más que evidente-, por favor ahórrenos tiempo.

-Sí su señoría -responde el anciano hombre acomodando su traje-. Madison, ¿habías escuchado a la niña alguna vez antes de ese día?

-No, nunca.

-¿Qué fue lo que hiciste al escucharla?

-Pregunté quién era, pero Sarah dijo que no sabía y que era algo que tenía que preguntarles a mis padres -me fuerzo a confesar.

-¿Lo hiciste?

-Le pregunté a mi madre.

-¿Y respondió?

-Sí -confieso a pesar del miedo que ahora tengo por contestar.

¿El hombre tiene razón? ¿Ella orquestó todo esto para que funcionara? ¿Pude jamás haberme enterado de haber tomado esa estúpida lección?

-¿Madison, tú madre te permitió ver a la niña? -pregunta el abogado.

-Sí, pero Alison estaba dormida, ella no me vio -me fuerzo a contestar y el hombre sonríe satisfecho.

-Pero tú sí la viste a ella... -apunta-. ¿Qué sentiste cuando te enteraste de que eras como ella? -me cuestiona de nuevo y un nudo se forma en mi garganta tras recordarlo y encima tener que confesarlo frente a tantas personas que en su mayoría ni siquiera conozco.

-Como cualquiera se sentiría tras descubrir que su vida no ha sido más que una vil y horrible mentira.

-¿Cómo es eso?

-Estaba enojada y confundida -contesto.

-¿Hablaste con alguien acerca de esos sentimientos? -pregunta como si fuera un psicólogo.

-No quería hablar con nadie.

-¿Pero lo hiciste?

-Claro que lo hice -respondo molesta y después quiero morderme la lengua por lo estúpida que estoy siendo en estos momentos. Los nervios están sacando lo peor de mí y mi maldita boca se rehúsa a dejar de arruinar las cosas.

Quiero bajarme de aquí. Quiero que esto termine. No quiero seguir contestando. No quiero empeorar esto para todos.

-¿A quién le dijiste?

-Mi mejor amigo.

-Éste mejor amigo del que hablamos, ¿es Levy Blanchard? ¿El hijo de la abogada Clarisse Blanchard? -me cuestiona.

Al encontrarlo, espero que mi mirada logre pedirle perdón si esto le trae más consecuencias. El chico ya se ganó una paliza por mi culpa.

-Sí -me fuerzo a responder.

-¿Fue él quien sugirió que escaparas con la niña?

-No -respondo de inmediato.

-¿Quién lo hizo entonces?

-Nadie.

-¿Fue tu madre quién te lo pidió?

-No -miento atrayendo la atención de mi madre de inmediato-. Yo fui la de la idea. Fui yo quien acudió a ellos por ayuda.

-¡¿Le confesaste a tu madre que planeabas escapar con la niña a Los Ángeles?!

Mierda, Madison, ¿qué demonios estás pensando?

-No tenía nada planeado, las cosas simplemente se acomodaron -balbuceo solo logrando empeorar mi mentira.

-Pero lo sabía, ¿cierto? ¿Tu madre sabía que intentarías escapar? -me presiona el hombre.

-No quería escapar de nada, solo trataba de... enseñarle a la niña lo que era vivir, mostrarle lo que es el mundo, que hay algo más aparte de las inyecciones y todo lo que sucede dentro del laboratorio.

-Madison ¿le dijiste a tu madre lo que planeabas hacer? -el hombre me interrumpe cuando mi boca parece tomar vida propia y continúa hablando en un intento por arreglar lo que ya no parece tener solución.

Me siento como si estuviera en un cuarto lleno de cuchillos en cada una de sus paredes que, con cada pregunta, se cierran a mi alrededor. Sólo falta una pregunta más para que los miles de cuchillos logren atravesarme.

No hay salida, no hay como escapar.

-Señorita Wrestler ¿su respuesta? -insiste el abogado y al devolver la mirada hacia él comienzo a percibir pequeñas manchas negras que le cubren la cara.

Me falta el aire.

¿Estoy imaginando todo esto? ¿Estoy soñando?

-Sí -confieso cuando las manchas parecen haber consumido toda mi visión y alguien llama mi nombre, pero es todo lo que logro saber antes de que la mancha termine conmigo.

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