26


Por suerte para todos luego de la plática de ayer con el C.G.I, nos dejaron salir al fin del horrendo sótano que ya hacía que me picara la nariz.

He podido volver a mi habitación y todo luce exactamente como lo deje, pero mi casa sigue llena con gente de personal del C.G.I ante la que no puedo evitar sentir como que, en cualquier momento, alguno de ellos entrará en mi habitación y de pronto volveré a ser como Alison.

No puedo ni imaginar la ansiedad que tortura a esa niña cada día de su vida.

La puerta se abre y con ésta me sobresalto manteniendo la mirada en el espejo esperando lograr ver quien entra. Suspiro al encontrar a Sarah.

-Oh, te ves hermosa -dice casi con lágrimas en los ojos-. ¿Estás lista para irte? Levy y los demás ya esperan por ti.

-¿Y mi madre? -inquiero.

No he visto a la mujer en una eternidad. La ultima vez que la vi continuaba medio adormilada, pero desde entonces no se ha vuelto a molestar en aparecer y la verdad es que la necesito conmigo.

-No ha vuelto -responde Sarah con lo que ya esperaba.

Me miro una ultima vez al espejo, esperando que el negro vestido que elegí sea lo suficiente bueno para presentarme ante un juzgado, y arreglo por ultima vez las ondas de mi cabello sobre mi hombro.

-Oye... todo va a salir bien -me dice como si pudiera leer lo que pasa por mi mente y como últimamente lo hago con todo, mis ojos se llenan de lágrimas.

El juzgado donde nos citan es enorme: una sala con muebles tallados en madera oscura llena de sillas del mismo color.

Al fondo de la enorme sala, el escritorio donde pronto estará sentado el juez tiene una enorme y brillante placa dorada con su nombre tallado en ella: «JUEZ WILLIAM FREDERIKSEN».

A su lado, hay un pequeño estrado y frente a estos hay dos mesas; una designada para el demandante y otra para el demandado. Detrás y separado por un barandal se encuentran los lugares destinados a ser ocupados por observadores y testigos que son más de lo que jamás pudiera haber imaginado.

-¡Madison, estás preciosa! -Clarisse me saluda con un beso en la mejilla-. Puedes estar tranquila, lo único que debes hacer es responder con toda la verdad. Yo me encargaré del resto.

-¿Estás segura? -la cuestiono.

-Querida, llevo preparándome años para este momento, nada va a quitarlo de nuestras manos -pellizca mi mejilla como si siguiera siendo una niña y luego intercambia unas cuantas palabras con Dylan y Levy que ya están junto a mí.

-Me siento dentro de una película -Dylan me susurra tratando de aligerar la tensión que está consumiéndonos a ambos desde el interior cuando vamos a sentarnos.

El resto de la sala comienza a llenarse poco a poco; en su mayoría por adultos que tienen alrededor de la edad de mis padres y decenas de ancianos. Algunos de ellos me miran disgustados, otros me muestran sonrisas plásticas y el resto apenas se molestan en mirarme, lo cual agradezco profundamente, entre ellos; los hombres que acompañaban a Wen en Los Ángeles y ambos encargados del C.G.I, quienes intercambian un par de palabras y sonrisas con sus invitados como si estuvieran en una reunión social.

Minutos más tarde, es mi madre quien finalmente desvía la atención de mí, entrando en el juzgado luciendo deslumbrante con su peculiar moño alto en la cabeza y un formal conjunto de falda y saco que se ven increíble en ella. Camina con una seguridad envidiable, con la cabeza en alto y las manos a sus costados como si no pudiera escuchar el bullicio de todos los presentes en la sala, que de inmediato comienzan a hablar sobre ella mientras se encamina directo a la mesa donde Clarisse espera por ella.

-De pie -uno de los cientos de guardias presentes en la habitación ordena con una voz fuerte y vibrante. Todos obedecemos de inmediato.

Entra al estrado un hombre alto, serio, autoritario y de piel oscura. Su cabello parece como que una nevada entera hubiera caído sobre su cabeza y las gafas que usa me dan a impresión de que resbalarán de su nariz en cualquier momento.

-Entra en sesión el caso b-diecinueve sesenta y cuatro a cargo de su señoría William Frederiksen -anuncian y luego, el juez da la orden de que nos sentemos.

Todo empieza con Clarisse y el abogado del C.G.I, Chance Foley, dando la introducción al caso donde mencionan la postura de ambas partes e introducen, de manera muy general, la historia de Alison para al final declarar ante todos lo que buscan ganar con esta audiencia.

-Abogada, ¿qué es lo que solicita?

-La anulación de los permisos de experimentación en el estado de California, así como, la liberación total y absoluta de Alison del control del Centro Global de Investigación, su Señoría -Clarisse se pone de pie para responder.

-Abogado, ¿qué es lo que solicita?

-Que mi cliente pueda seguir ejerciendo bajo el mando del Centro Global de Investigación en California, Señoría -contesta Foley.

-Bien, abogada, puede llamar a su primer testigo -indica el hombre.



Las declaraciones comienzan con cuatro médicos que estuvieron involucrados durante la creación de Alison respondiendo a unas cuantas preguntas relacionadas a las modificaciones genéticas que se le realizaron; nada extremadamente relevante para el resto de la audiencia -o nosotros-, pero bastante importantes para que el juez logre entender el trasfondo de todo esto. Seguidos por la testificación del doctor Raymond Vanderbilt y en realidad el hombre más relevante en medio de todo esto, quien no parece nada contento de estar aquí hoy.

-¿Doctor Vanderbilt a qué se dedica? -Clarisse lidera el interrogatorio.

-Soy el director del Centro Global de Investigación.

-¿Usted lo creó?

-Mi padre lo hizo, el doctor Nicholas Vanderbilt -responde con orgullo.

-¿Cuánto tiempo lleva usted fungiendo como director del Centro?

-Diez años -responde serio.

-Su centro lleva a cabo experimentos científicos en niños, ¿no es así?

-Correcto.

-Los cuales se iniciaron con el propósito de encontrar curas para enfermedades como el Cáncer, ¿cierto?

-Entre otras cosas -responde.

-¿Sigue usted practicando su labor como investigador?

-Ocasionalmente.

-¿Elige las investigaciones de las que será parte?

-Ciertas investigaciones requieren de mi atención más que otras -responde-, no las elijo.

-¿Más que otras? -repite Clarisse-. ¿A qué se debe eso?

-A la relevancia de estas -responde.

-¿O sea que algunas investigaciones son más importantes que otras?

-Todas nuestras investigaciones son importantes.

-¿Qué les otorga relevancia entonces?

El médico suspira y la mira fulminante por un segundo.

-En cuanto a relevancia me refiero a qué tan necesaria es mi presencia durante las pruebas -responde evasivo.

-¿Podría proporcionarnos un ejemplo?

-Es bastante complicado de comparar.

Intento lo mejor que puedo ocultar la sonrisa que se forma sin querer en mis labios tras la encrucijada en la que lo pone Clarisse. No se puede comparar una investigación con otra sin sacar a la luz la inutilidad de la mayoría de éstas.

-Comprendo, entonces díganos, doctor Vanderbilt. Además de investigador, ¿desempeña alguna otra labor como director del Centro?

-Otorgo los permisos de experimentación al resto de laboratorios.

-¿Entonces usted aprueba la creación de más experimentos?

-Así es.

-Y las pruebas a realizarse en estos mismos, ¿no es así?

-Sí.

-¿Cómo sabe qué clase de pruebas asignar a cada niño?

-Cada laboratorio tiene un rango de experimentación y las pruebas designadas siempre se mantienen dentro de éste.

-¿Qué tipo de rango mantiene el laboratorio presente en el estado de California a cargo del doctor Wen Hoffman?

-De resistencia -responde sin pensarlo dos veces.

-¿Qué clase de resistencia? -inquiere.

-Puede ser de cualquier tipo -responde él-: física, inmunológica, neurológica, emocional e incluso ambiental. En algunos la investigación puede llegar a requerir más de un tipo.

-¿Puede una prueba medicinal realizarse en alguno de los experimentos del doctor Hoffman? -apunta Clarisse y los ojos de Vanderbilt se comunican por un microsegundo con los de Foley.

-No -responde dándonos la respuesta que necesitábamos.

-¿Cómo fue entonces posible que una prueba de ese tipo se aplicara en el experimento que antecedió a Alison?

-Yo no dirigía el Centro cuando eso pasó -admite.

-¿Quién lo hacía entonces?

-Mi padre.

-¿No era su padre el fundador del Centro Global de Investigación?

-¡Objeción, su señoría! -salta Foley.

-Denegada, conteste doctor Vanderbilt -ordena el juez.

-Sí.

-Déjeme entender bien. Entonces, ¿el fundador del Centro Global de Investigación erróneamente asignó una prueba medicinal a un experimento cuyo rango no tenía nada que ver con eso?

-Me temo que así fue, sí.

-¿Qué tipo de resistencia se prueba en Alison, doctor?

-Principalmente física e inmune.

-¿Los niños que utiliza el doctor Hoffman tienen alguna enfermedad?

-No. Aunque dependiendo de su código genético, podrían adquirirla por medio de alguna prueba fallida.

-Y cuando eso llega a suceder, ¿tratan el padecimiento?

-En muchas ocasiones debemos de provocarles enfermedades para lograr conseguir una cura, como se dio con el Cancer.

-¿Qué me dice de cuando la enfermedad no es planeada?

-No.

-¿Por qué no?

-Porque el tratamiento de una enfermedad requeriría del uso de muchos recursos que podrían invertirse en un nuevo y sano experimento.

-¿Y qué sucede con el experimento fallido entonces?

-Se libera.

-¿Como el caso que se dio con Madison? ¿La niña a la que el doctor Nicholas Vanderbilt le asignó una prueba errónea?

El hombre sonríe acomodándose en la silla y luego sacude la cabeza.

-No.

-No lo entiendo, doctor Vanderbilt -miente Clarisse-. ¿Qué el niño se libere no significa que puede seguir con su vida fuera del laboratorio?

-No -replica.

-¿Qué pasa con el niño entonces?

-Se le asigna una prueba final durante la que se sopesará si es viable o no para continuar con la experimentación.

-¿Y qué sucede si el resultado que arroja la prueba es negativo, doctor Vanderbilt? -lo cuestiona y el médico la mira mal.

-Se termina con la vida del niño -el hombre se fuerza a responder lo más inexpresivo que puede.

-Gracias doctor -concluye Clarisse antes de dar media vuelta-, su testigo señor Foley -anuncia y luego regresa hasta mi lado con una sonrisa orgullosa en la cara.

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