21
Si bien, podría ser nombrada la peor surfista en la historia de existir algún premio para ello.
Contando ésta, es la veinteava vez que caigo de la tabla a mitad de intentar tomar una ola y termino de vuelta en la playa tras ser arrastrada por el mar, con el cabello y la ropa llena de arena y tan empapada que se ciñe a mi cuerpo como una segunda piel.
Dylan, por otro lado, lo hace como todo un profesional y a pesar de que en esta última ocasión intentó que tratáramos de montarnos en la misma tabla, yo termino de vuelta en la orilla completamente avergonzada.
-Ese debió de haber sido el mejor intento de todos -aplaude, riéndose a carcajadas mientras regresa a mí. Yo también rompo en risas de tan solo imaginar lo ridícula que debí de lucir.
-En mi defensa esa ola era gigantesca -contesto.
-Por favor, ni siquiera medía más que tú, apuesto a que Alison pudo haberla tomado -se deja caer a mi lado, con la playera tinta que viste resaltando cada aspecto de su cuerpo perfectamente trabajado cuando se pega a él.
El sol resplandece en el horizonte, regalándole a su piel ese brillo dorado único de esta hora de la tarde, que hace lucir a su rostro como algo aún más admirable.
-Carajo, ni siquiera necesitas maquillaje -exclama cuando sus ojos encuentran los míos que lo admiran como una boba y luego sonríe cuando su comentario consigue sonrojarme.
-Tú tampoco necesitas maquillaje -señalo en un intento estúpido por agradecer su cumplido que termina haciéndolo sacudir la cabeza.
-Bueno, Madison. ¡Felicidades! Acabas de matar el romance.
-Sí -arrugo la nariz-. Jamás he sido muy buena con eso.
En respuesta él se muerde el labio, de la manera más atractiva posible y después de que sacude la arena que ha logrado esconderse entre los rizos despeinados de su cabello; extiende uno de sus brazos hacia mí.
-¿Qué?
-Por suerte para ti, soy el amo del romance -anuncia recuperando la confianza que desde que me invitó a salir parecía inexistente.
-¿Ah sí? -lo cuestiono.
-Ven aquí. ¡Apreciemos románticamente el atardecer! -insiste y a pesar de que todo el gesto, su apariencia y nuestro entorno parecen el ambiente perfecto para ello, mi tonta falta de experiencia me lleva a hacer un aún más estúpido comentario.
-Como futura referencia, señor amo del romance; he de señalar que decir que algo debe de hacerse románticamente, le quita por completo el toque romántico que intentabas darle.
-Sólo ven aquí -se burla.
-Además, ¿no crees que recargarme en tu brazo haría que el observar el atardecer fuera incómodo en lugar de romántico?
-Entonces miremos incómodamente el atardecer, ¿a quién le importa? -señala, trayendo una enorme sonrisa a mi boca que finalmente me obliga a acceder y acomodarme entre sus brazos.
Jamás he sido fanática del contacto físico con nadie, apenas dejo que Levy y Sarah lo hagan ocasionalmente; uno que otro abrazo cuando algo importante sucede en nuestras vidas y nada más.
Solía pensarme de las personas más raras del mundo por sentir que eso era una de las más extrañas costumbres que puede tener el ser humano. ¿Porqué me gustaría que otra persona invada de ese modo mi espacio? Supongo que la respuesta está en todas esas veces que cuando era pequeña los científicos manipularon mi cuerpo como quisieron y que seguramente los recuerdos permanecen en algún recóndito lugar de mí cerebro, pero, aquí y ahora, Dylan lo único que me hace sentir una tranquilidad que hace mucho no sentía y resulta completamente reconfortante luego de todo lo que ha pasado.
Siento como si de pronto el resto de mis problemas se hubieran esfumado. De pronto ya no me siento como un experimento, ni tampoco como la chica huyendo de San Francisco en un intento por salvar a una niña del mismo destino que el mío. Ya no soy la señorita perfecta ni la Madison Wrestler que todos esperan que sea. Solo soy...
Yo.
-Así que... -dice luego de un rato mientras el sol comienza a ocultarse como si se metiera en el océano.
Nuestras manos descansan unidas sobre mi muslo y una tonta sonrisa permanece en mi rostro, esperando por las miles de preguntas que seguro tiene sobre mí y que, por más extraño que me parezca, al fin me siento lista para responder.
-Tú y Levy... ustedes -inquiere-, ¿tuvieron algo?
Tan pronto como la pregunta deja sus labios me giro para mirarlo y soy incapaz de creer que realmente esa haya sido la pregunta que todo este tiempo estuvo dando vueltas en su cabeza.
-Oh, no acabas de preguntarme eso -río.
-¿Qué? -sonríe encantador-. Tu respuesta podría definir nuestro tipo de relación.
-¿Nuestro tipo de relación? -levanto las cejas y el asiente completamente decidido.
-Quiero saber si hubo algo entre quien considero mi mejor amigo y la chica que está volviéndome loco.
Sus palabras me sonrojan como una boba y en segundos siento como si de pronto me hubiera convertido en Jessica.
¿Algún día querré volver a estar separada de este chico?
-Jamás ha existido nada entre Levy y yo -admito.
-¿Sólo amistad?
-Sólo amistad -asiento.
-¿Y nunca has sentido nada por él?
-De niños, me hizo comer pasteles de lodo junto con él porque tenía la loca teoría de que si los dejábamos el tiempo suficiente al sol se convertirían en chocolate -señalo-. Jamás me interesaría en alguien que haya intentado asesinarme de ese modo.
-Eso definitivamente suena a algo que Levy haría -ríe-. ¿Y qué me dices de él? ¿No está enamorado de ti o algo así?
Lo niego con la cabeza.
-¿Estás segura?
-Depende, ¿estás interesado en mí o en Levy? -me burlo y esta vez el me empuja con el hombro.
-Quiero tener la imagen completa de su relación. Odiaría terminar en medio de un triángulo amoroso -señala y yo ruedo los ojos.
-Nunca hemos tenido esa conversación entre nosotros, pero no lo creo. Él solo tiene ojos para Jessica -contesto.
-Entonces me temo que no lo conoces tanto como crees...
-¿Eso que quiere decir?
-Nada, solo supuse que alguien tan inteligente como tú, se habría percatado del hecho de que él ha estado enamorado de ti desde que te conoció. El pobre chico muere en silencio por ti -se encoje de hombros y la seriedad con la que habla me hace replantear cada aspecto de mí vida con él.
¿Levy enamorado de mí?
-Él... ¿te ha dicho algo?
-Uff... qué no ha dicho es la verdadera pregunta -resopla-. No habla de otra cosa que no sea de ti -agrega regresando la mirada al horizonte donde el cielo ahora nos regala el más maravilloso espectáculo-. Siempre que nos vemos, tú eres el centro de la conversación. No para de mencionar lo hermosa que eres, lo bello de tu sonrisa cuando te ríes y de cuanto no puede esperar por verte cada que está lejos de ti.
Me lleno de terror.
-Y también me dijo lo mucho que le sorprende que te hayas creído todo -confiesa llevándome a liberar mi miedo en una risa nerviosa que no intento más que ocultar.
No podría lidiar con eso. No podría soportar otro cambio en mi vida, no cuando es lo único que siempre ha permanecido constante.
Por un largo rato, ambos nos quedamos en silencio, mientras las gaviotas y el ruido de las olas al romper en la orilla son el único ruido que nos envuelve mientras el cielo se pinta de tonos rosas, naranjas y morados en cantidades perfectas despidiendo al sol para abrirle paso poco a poco a la luna que ya comienza también a asomarse.
-Es hermoso -murmuro al sentir su mirada sobre mí.
-Casi tanto como tú -contesta como si hubiera salido directo de una novela llena de clichés. Lo miro-. Y es... perfectamente incómodo -agrega sacándome una sonrisa ante la que me guiña el ojo-. ¿Quieres saber qué lo empeoraría? -pregunta y cuando sus ojos se clavan en los míos, una descarga de electricidad me recorre la espalda por la intensidad con la que me mira y se acerca tanto y sin que lo note, que para el momento en que logro percatarme de una marca oscura cerca de su ojo, sus labios de pronto están cerrándose como un candado contra los míos que, sin dudarlo, comienzan a bailar en perfecta sintonía con los suyos.
Mis ojos se rehúsan abrirse y siento una de sus manos sujetándome por la cintura mientras la otra acaricia mi mejilla. Mis labios continúan moviéndose como si de pronto hubieran cobrado vida propia y lo único que quisieran hacer fuera permanecer en contacto con los suyos.
Puedo sentirlo sonreír, puedo sentir como su boca se abre contra la mía haciendo que al separarnos lo único que quiera hacer es volver a besarlo.
-Vaya manera de hacer las cosas incómodas, ¿no lo crees? -consigue decir antes de que me deje ir sobre sus labios como si algo me atrajera de vuelta hacia él.
Siguiendo su ejemplo, cuando su espalda termina completamente recostada en la arena, mi mano libre de vagar por su musculoso cuerpo busca abrirse camino hacia su costado, pero para mi sorpresa es detenida y al apartarme y abrir los ojos; encuentro una mueca de dolor en su cara.
-¿Estás bien? -titubeo antes de pensar en las diez mil cosas que pude haber hecho mal para lastimarlo. Él se cubre los ojos, ignorándome antes de volver a sentarse y decidir actuar como si lo que acabo de presenciar jamás hubiera pasado.
-Sabes a mar -sonríe cuando me descubre intentando encontrarle una explicación a su rara reacción, pero en cambio consigue ruborizarme otra vez.
-Debe de ser un efecto secundario de tragar la mitad de la playa -contesto y esta vez rompe en carcajadas.
-Realmente eres pésima para eso -señala y justo cuando pienso que esta hablando del beso que para mí fue mejor de lo que jamás pudiera haber esperado de una interacción como esa, se corrige-. Tú surf. Lo demás estuvo sorprendentemente increíble.
En la lejanía, el sol está a punto de desaparecer.
-¿Sabías que...? -comienzo a decir, pero me detengo de inmediato cuando al mirarlo, la expresión de dolor ha vuelto a su rostro-. ¿Estás bien?
-¿Sabía qué? -insiste en un intento por tratar que ignore su evidente dolor que comienza a preocuparme.
-¡¿Qué te sucede?!
Él solo sacude la cabeza en respuesta.
-Estoy...bien. ¿Qué estabas diciendo? -gime al tiempo que su mano acaricia su costado izquierdo que de inmediato me lleva a levantar la playera que él tanto a intentado conservar puesta-. ¡Madison, detente! -chilla justo cuando mis ojos encuentran el enorme moretón cubriendo su piel.
La detengo demasiado tarde, porque justo cuando vuelvo a bajar mi playera, ella está cubriéndose la boca con una de sus manos y sus ojos se llenan de inmediato de lágrimas.
-Madi...
-¡¿Qué pasó?! -pregunta, pero antes de que siquiera logre gesticular cualquier cosa, ella alza una mano para detenerme-. ¿Quién...? ¿Quién te hizo eso?
-¿Estás bien? -estiro la mano cuando de pronto su piel se pone tan pálida que parece que va a desmayarse en cualquier momento.
-Dylan, ¡¿qué fue lo que hiciste?!
Me quedo helado y sin respuestas cuando su voz se torna sombría y juro que podría convertirme en víctima de un homicidio aquí y ahora.
-Puedo explicarte... -comienzo a decir, pero entonces un montón de arena se estrella contra mi cara cuando ella se pone de pie y huye lo más rápido que puede de mí-. ¡Madison! -la llamo haciendo mi mejor intento por perseguirla. El efecto del analgésico que me dio la mujer antes de recogerla ha desaparecido y ahora mi cuerpo entero comienza a ceder en manos del dolor.
Consigo alcanzarla, pues llega un momento en que se detiene a mitad del camino adondequiera que vaya y se encoge jadeando como si le costara respirar e intentara recuperar el aliento.
-¿Estás bien? -le pregunto de nuevo y cuando se incorpora, algo se rompe en mi interior por la forma en que me mira.
¿Qué demonios fue lo que hice?
-Por favor dime que la conocías -solloza, pero su mirada es tan intensa y llena de terror que lo más que logro hacer es perderme en ella y arrepentirme de todo lo que he hecho en mi vida que me llevo a este horrible momento-. ¡Dime que conocías a esa mujer! -chilla y me empuja del abdomen cuando no consigo responder.
-Lo siento -exhalo y las lágrimas comienzan a salir de sus ojos como si brotaran de una fuente-. Te... te juro que nada de esto fue mi intención.
-¡¿No intentabas mantenerme lejos de Alison para permitir que se la llevaran?! -grita confirmando mis sospechas de que, en efecto, todo esto fue por la niña.
-Escucha, esos hombres son...
-¿Terribles? -me cuestiona con un odio que es ahora más que evidente en su cara. Trago saliva-. Sí, lo sé. Ellos quieren matarla y tu acabas de darles la oportunidad perfecta para hacerlo.
Jamás, en mis veintiún años me he sentido tan mierda como en este momento. He roto el corazón de tantas chicas a lo largo de los años que he perdido la cuenta de cuantas han sido. Cientas de cuyas vidas me he marchado sin dejar explicación, tantas a las que les he hablado como si fueran lo más importante de mi vida un día y abandonándolas el siguiente, todo parte del enorme vacío que dejó mi madre cuando de un día para otro decidió que nuestra familia no era lo que quería y se largó sin dar mayor explicación. No es justificable, lo sé e intenté ignorarlo todo este tiempo, pero jamás había sido tan estúpido como para dejar que mis acciones repercutieran de una manera tan negativa en la vida de alguien.
-Yo... -titubeo cuando ella aún espera una respuesta de mi parte que no logro siquiera comenzar a formar.
-¿Sabes qué? Déjalo... Todo fue mi culpa por haber sido tan estúpida como para caer en tu juego y creerte -llora-, por pensar que mi instinto estaba equivocado al desconfiar de ti todo este tiempo sospechando que solo eras otro de ellos. ¡Porque sabía que en cualquier momento tú harías justamente esto! Pero tú... tú jugaste lo suficiente conmigo como para hacerme creer que te importaba. ¿Qué ilusa no? -bufa-. ¡Felicidades! ¡Ganaste!
Sus palabras me hieren como un puñado de dagas clavándose directo en mi corazón y con cada acusación adentrándose más en mí.
-Intentaba protegerte -digo y una fuerte bofetada que tengo más que merecida me hace tragarme mis palabras.
-¡Estoy harta de que todos me mientan! -grita-. ¡¿Cómo te atreves a venir y hacerlo directo en mi cara?!
-Lo siento, ¿de acuerdo? -contesto-. No tengo ni idea de qué esta pasando y realmente no me interesa entenderlo, pero si estás en problemas, Madison, yo puedo ayudarte. Déjame ayudarte -insisto.
-¿No es eso lo que tratabas de hacer antes? -me cuestiona-. ¡Mira lo bien que está funcionando!
Ella da media vuelta y continúa alejándose lo más rápido que puede. Mi consciencia y ganas de arreglar todo esto, me llevan a seguirla de nuevo.
-Madison, por favor, déjame ayudarte -la tomo del brazo cuando logro alcanzarla-. Te juro por mi vida que haré todo lo que sea necesario para sacarte de lo que sea en que estés metida -le digo. Y lo digo en serio.
Tengo que arreglar esto.
-¿Quieres ayudar? -me mira y cuando asiento ella se limpia las lagrimas que continúan escurriéndole por los ojos-. Entonces, llévame de vuelta al apartamento y luego lárgate de mi vida -su voz se quiebra-. Ya es lo suficiente difícil sin ti en ella.
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