17

No pude haber empacado algo peor de lo que decidí traer a este viaje.

Lo único que me queda de ropa limpia son dos playeras que serían horrendas para salir en una cita, y una de ellas la viste Alison, así que mi única opción es vestirme con la playera de «Yo❤️ S.F» que de alguna manera logró colarse en mi equipaje.

Estoy hecha un manojo de nervios para cuando se acerca la hora de la cita, y mientras me arreglo el cabello intentando lucir lo más decente posible, Alison me observa con atención.

-¿Qué es eso? -pregunta tocando el llamativo dibujo de la playera.

-Un corazón -contesto.

-Eso no parece un corazón -alega con una mueca en la cara.

-Es un dibujo de un corazón -contesto.

-Pero no luce como un corazón -insiste-. Papi me enseñó el mío y no es así -señala.

-¿Te lo enseñó?

Ella asiente.

-Se llama radiografía y es enoooorme -salta-. ¿Tu tienes un corazón?

Me río ante su inocente pregunta y después asiento.

-Todos lo hacen, aunque a veces no lo parezca -comentó poniéndome un poco de brillo labial.

-Yo... corazón... ese... efe -lee-. No lo entiendo.

Se deja caer en la cama y luego gira siendo incapaz de quedarse en un solo lugar.

-Es porque estás leyéndolo mal -me siento a su lado y luego señalo cada letra en la playera.

-Yo... amo... San Francisco -leo-. El corazón sustituye otra palabra.

-Yo amo San Francisco -repite-. ¿Qué es amo?

-Amar es como querer mucho a algo -contesto-. Como el chocolate.

-¡Me gusta mucho el chocolate! -sonríe y yo asiento.

-Exacto. Amas el chocolate -explico.

-¡Amo el chocolate! -salta en la cama sobre sus rodillas, llena de hiperactividad por el efecto del azúcar en su pequeño cuerpo-. ¡Yo amo San Francisco! ¡Lo entiendo!

Es casi como si hubiera sido planeado que en el momento que Alison se cae de la cama por saltar en ella, Dylan llama a la puerta y el reloj en la pared, marca exactamente las 7pm.

En cuestión de segundos me preparo mentalmente para el llanto insensible que la niña soltara ante tremendo susto, pero en cambio, ella solo se soba los codos y la cabeza cuando consigue ponerse de pie.

-Aww -es todo lo que dice.

-¿Te lastimaste? -inquiero y ella tan solo baja la mirada-. No es buena idea saltar en la cama -la corrijo antes de que Dylan golpee de nuevo la puerta.

Tomo a la niña por sus manos y la obligó a mirarme a los ojos para darle instrucciones para el resto del día.

-Volveré más tarde, ¿de acuerdo? Mientras tanto, quiero que te quedes aquí y vayas a dormir, ¿entendido?

-¿Estás molesta? -pregunta subiendo de inmediato a la cama y sus ojos se inundan de lágrimas.

-No -contesto-. Volveré en un par de horas, ¿serás buena?

Ella asiente de inmediato apoyando su cabeza contra las altas almohadas en la cama y la cubro con las suaves sábanas entre las que se acomoda.

-Te amo Madison -me dice con sus hermosos ojos azules fijos en los míos, consiguiendo que un nudo enorme se me forme en la garganta ante la idea de abandonarla de este modo.

-Yo también te amo -acaricio su regordeta mejilla que se infla aún mas cuando me fuerza una sonrisa y luego cierra los ojos dándome mi señal para poder salir.

* * *

-Sabes, me resulta increíble la seguridad con la que usas esa playera -Dylan me abre la puerta del carro en un acto de completa caballerosidad.

-¿A qué te refieres?

Estamos en el paseo de la fama. El lugar está lleno de turistas de todas partes del mundo y todos caminan con la vista en las estrellas del suelo.

-Una persona normalmente utilizaría la playera del lugar que visita, como esa mujer -señala a una señora que viste una playera casi idéntica a la mía, con la excepción de que la suya tiene las iniciales de Los Ángeles en ella-, y en cambio tú estás aquí, en el corazón de la ciudad, con una playera de amante orgullosa de San Francisco.

Me río ante su patética observación.

-¡Es fascinante!

Mientras avanzamos con la vista en el suelo, él se asegura de explicarme todo acerca de las estrellas que pisamos y que, según sus palabras, son homenajes a directores y actores que tuvieron la relevancia necesaria para recibir una por un proyecto en el que trabajaron a lo largo de sus vidas; ya sea en el cine, el teatro o la música y observando los cientos de nombres sobre los que pasamos viene a mi mente la pregunta de si también científicos como mis padres, o el doctor Hoffman, habrán recibido alguna vez un homenaje como este luego de algún descubrimiento.

¿Existirá una placa en algún lado dedicada al científico que descubrió la Cura del cáncer? ¿O una estrella en memoria de todos los niños que murieron en la búsqueda de esa cura?

-Sabes, pensándolo bien, algunas de estas personas ya llevan tanto tiempo muertos que es casi como si estuviéramos caminando sobre las lápidas de directores y actores del pasado.

La idea me provoca escalofríos.

-Eso es espeluznante -le digo y él hace una mueca.

-Sí, creo que no ha sido la mejor primera impresión de la ciudad, lo siento -bromea.

Recorremos casi toda la avenida principal con él contándome todo lo que logra recordar de esta ciudad, y a pesar de realmente no estar para nada interesada en todo ello; muy en el fondo agradezco que su fascinación por ésta evite el que tenga tiempo para preguntar acerca de mí.

-Así que... ¿Qué te trajo a Los Ángeles? -Dylan me hace la tan esperada pregunta subiéndose al cofre del auto mientras observamos el enorme letrero de Hollywood desde la lejanía.

La vista es asombrosa.

-¿Qué te trajo a ti a Los Ángeles? -contesto evasiva.

-¿Volvimos a las preguntas sin respuesta? -ríe y a pesar de que hago mi mayor esfuerzo por esquivar su mirada, siento sus ojos sobre mí-. Estoy estudiando una carrera -anuncia y entonces lo miro-. Dirección cinematográfica, de hecho, estoy en mi último año.

-Suena increíble -comento cuando sus ojos se iluminan al hablar de ello.

-Lo es, de hecho -sonríe con timidez-. Desde siempre he soñado con convertirme en director de cine y he pasado casi toda mi vida encaminándome a ello. Cuando era un niño admiraba mucho el trabajo de mi padre.

-¿También es un director?

-Sí. A pequeña escala -responde-. Él dirige los infomerciales que pasan en la televisión.

-¿Los de esas mágicas cremas antiarrugas y las súper aspiradoras que recogen hasta lo invisible?

-No te burles -me empuja cuando me río y luego se mira las manos, que noto no ha dejado de mover nervioso en todo el tiempo que llevamos hablando-. Ya sé que todo mundo los aborrece, yo los odio, pero todo lo que sucede detrás de ellos... es increíble.

-Entonces quieres dedicar tu vida a grabar comerciales para hacer sufrir a las personas -concluyo.

-Oye, en mi defensa son una excelente herramienta para quedarte dormido en una noche de insomnio.

Su respuesta consigue hacerme reír y luego de calmarme, nos quedamos un momento en silencio admirando la majestuosidad de la vista frente a nosotros. Otro grupo de turistas se nos han unido y algunos incluso sacan unos binoculares para obtener una vista más cercana de las gigantescas letras.

-Quiero dirigir una película -anuncia Dylan después de un rato en que vuelve a captar mi atención-. Ya sabes, basada en un buen libro o una historia que valga la pena ser contada -se encoje de hombros-. Mi escuela hace este tonto concurso para los de último año en que le dan la oportunidad a uno de los graduados de llevar su historia original a la pantalla grande de la mano de una famosa casa productora.

Alzo las cejas ante lo interesante que eso parece, pero al mencionarlo su mirada se apaga y la expresión de su cara de pronto lo hace lucir cabizbajo.

-Siempre pensé que cuando terminara la carrera, sería yo quien ganaría esa cosa -golpea levemente el cofre con el puño-, pero para mi tonto profesor mi historia es mala y piensa que tengo el estupendo potencial para grabar documentales. ¿Puedes creerlo? Como si alguien realmente mirara esas cosas -dice fastidiado.

Hago una mueca.

-Levy es la clase de persona que la pasa viendo esas cosas por diversión -comento y por suerte logro hacerlo reír con mi comentario.

-Genial, ahora puedo aspirar a hacer felices a cerebritos como él -se burla y luego me mira-. Sabes, ahora que lo pienso, quizás no sea tan mala idea después de todo. Algún día podría hacer una película de tu vida y conseguir mi primer Oscar.

-¿Y por qué crees que ganarías un Oscar documentando una vida tan ordinaria como la mía? -lo cuestiono y él sacude la cabeza.

-Porque no es tan ordinaria la vida de alguien que oculta tanto detrás de esos ojos... -sugiere y así de pronto su comentario consigue ponerme paranoica de nuevo.

¿Lo sabe? ¿Me estuvo engañando todo este tiempo?

-No oculto nada -contesto.

-Todos ocultan algo.

-Yo no -salto a la defensiva.

-Hmmm yo creo que sí. No contestas a nada de lo que pregunto, es más que obvio qué hay algo que no quieres decir -contesta y lo miro de inmediato con ojos de pistola, ante lo que sonríe y levanta las manos-. Tranquila, no te obligaré a decir nada que no quieras. Puedo esperar.

Bufo.

-No me gusta hablar de mí -contesto y luego bajo del carro-. ¿Podemos irnos?

-¿Tan pronto? ¿Por qué? -me cuestiona y ante eso la paranoia me consume haciéndome creer que de pronto los turistas han dejado de ver el letrero y ahora soy yo su máxima atracción.

-¿Tengo que tener un motivo? -contesto y sus ojos se abren como si no fuera capaz de entender absolutamente nada.

Pero yo se más y se que lo único que quiere es tomarme el pelo y distraerme lo suficiente para que ellos puedan poner sus sucias manos en Alison de nuevo.

-¿Dije algo malo? -inquiere al tiempo que una camioneta se estaciona junto a nosotros y un hombre que usa una gorra a pesar de que ahora mismo no hay ni un rayo de sol, baja de ésta empeorándolo todo.

-Buenas noches -saluda y ante ello yo bajo la mirada subiéndome al auto.

Dylan me sigue el paso.

-Oye... ¿estás bien? -pregunta cuando en realidad la respuesta es no.

Nada está bien. Mi cuerpo entero está helado con un muy mal presentimiento y lo único que quiero es asegurarme de que Alison está a salvo.

No debí venir, no debí de haberla dejado sola.

-¿Conoces al hombre? -infiere cuando el extraño intenta disimular el hecho de que nos continúa observando.

O quizás todo está en mis nervios...

-Solo quiero irme a casa -le contesto y al fin, sin más remedio, nos vamos.

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