14
Existe este dicho, que justo después de que salimos del baño y visto a Alison con una playera de Levy que encontré en el armario, se repite en mi mente de manera incesante:
"Si haces una promesa a un niño, cúmplela."
Por desgracia este es mi dilema:
1. Le prometí un chocolate a la niña si entraba en el baño para ganarme su confianza.
2. Ella acepto el trato.
3. No tengo chocolate.
¿Espero a que ella olvide esa parte del acuerdo? ¿Me niego a darle nada? ¿Tomo el riesgo y la llevo a conseguir ese maldito chocolate?
-Ya estás lista -le digo cuando he terminado de cepillar su largo cabello y ella se mira al espejo.
La playera de Levy parece un vestido sobre su cuerpo que le llega a las rodillas y las mangas casi le cubren sus brazos enteros como si fuera una túnica, debo decir que corrí con suerte de que lo que le gusta vestir a mi amigo es completamente aburrido y sin estampados.
-¿Por qué el piso es suave? -pregunta antes de dejarse caer sobre sus rodillas y sentirlo con sus manos.
-Porque es una alfombra -contesto.
-Alfombra...-repite pasando su mano sobre esta, creando una sombra más oscura que le causa curiosidad, así que repite el movimiento decenas de veces-. Hace cosquillas -suelta una risita.
Mientras tanto, cepillo mi cabello y después voy al baño para maquillarme un poco, dejándola en la habitación, pero no mucho tiempo pasa antes de que me acompañe.
-¿Eso es piel? -pregunta cuanto aplico un poco de base en mi cara.
-No. No es piel, se llama maquillaje -respondo con sus ojos observando cada uno de mis movimientos y una mueca en su cara que intenta comprender lo que hago.
-¿Qué es eso? -me cuestiona cuando aplico el rubor.
-Rubor -contesto.
-¿Para qué?
-No es importante -le digo para quitármela de encima, pero permanece mirándome.
Al terminar, luzco un poco mejor y arreglo también a la niña, enrollando un poco las mangas de su playera para mejorar su apariencia y por un momento casi parece una niña normal, hasta que su código atrae mi atención nuevamente.
No hay manera de que pueda sacarla con ese código en su muñeca, cualquiera que logre verlo podría sospechar algo e intentar...
-Ven. ¿Quieres probar un poco de maquillaje? -le digo intentando hacerlo emocionante.
-¿Duele?
-No -contesto tomando su mano y de inmediato aplico un poco sobre los horrendos números en su muñeca.
-Está frío -dice y me sorprende como es que poco a poco me va tomando confianza para decir más cosas.
En el momento en que termino de difuminar todo el maquillaje lo mejor que puedo, hay una enorme mancha de un color completamente diferente a su tono de piel en muñeca y mientras yo hago una mueca, su boca se abre en una gigantesca O llena de impresión.
-¡Ah! ¡Mis números desaparecieron! -exclama llenándome de ternura ante su inocente reacción-. Ahora luce como la tuya.
-¿Estás lista para comer chocolate? -río y una sonrisa de oreja a oreja se dibuja en su rostro hasta que termina dando pequeños saltos de felicidad.
He de admitir que experimentar el hecho de que un niño conozca el mundo por primera vez, es increíble.
En nuestro trayecto al lobby, que es aún más elegante que el resto del enorme edificio, Alison se pega como una calcomanía al cristal del elevador panorámico que nos baja y aunque dura tan solo unos segundos, subimos varias veces hasta el piso 6 de la Torre y volvemos a bajar por el hecho de que Alison anuncia que cuando comienza a andar, siente cosquillas en su panza que la hacen reír de la manera más conmovedora posible.
-¿Podemos hacerlo otra vez? -pregunta apenas salimos del elevador y solo me río mientras caminamos a la salida del enorme lugar.
Ella desentona por completo con el resto de la gente y atrae ciento de miradas hacia nosotros que me esfuerzo por evitar mientras todos me ven sacarla caminando descalza.
-También necesitaremos comprarte unos zapatos -le digo, aunque en realidad es más un recordatorio que digo en voz alta mí misma, justo antes de que alguien decida casi romperme la cara al empujar la pesada puerta la entrada.
-Mierda. Te ruego me disculpes -el desconocido se apresura a decir.
-Hola lindura -un patético chico que parece haber salido de la portada de un disco de hip-hop dice detrás del extraño que aún sostiene la puerta para mí esperando una respuesta.
En sus manos sostiene un paquete de cervezas y su tonto acompañante unas cuantas botanas que parecen acabar de conseguir de algún lugar.
-¿Dónde está la tienda? -me fuerzo a preguntar.
-Puedes solo venir con nosotros bonita, la pasaremos de... -el insoportable chico se calla repentinamente al percatarse de la presencia de Alison-. Mierda, ni de chiste-se burla antes de abrirse paso al interior-. ¡¿Vienes o qué Papasavvas?! -llama al otro chico que me mira como si un tercer ojo me hubiera salido en la cara.
-Yo... eh -titubea sin quitarme la vista de encima-. La tienda está un par de cuadras hacia el sur.
-Gracias -contesto cuando al fin se decide por responder y tomo a la niña de la mano para sacarla del edificio.
Justo como indicó el amable chico, hay una pequeña tienda de autoservicio al final de la calle con un enorme letrero neón en el que se le: 24-7 y tan pronto entramos el olor a donas y café impregna mi nariz.
Venden toda clase de tonterías: desde botanas y bebidas como las que cargaban nuestros momentáneos vecinos, hasta libros y bobos recuerdos que ofrecen a sobreprecio para los turistas.
Guío a Alison hasta el poco surtido pasillo de dulces y me decido a buscarle un chocolate que realmente valga la pena cuando sus ojos se abren enormemente y ella corre directo hacia uno.
-¡Chocolate! -grita casi rompiéndome el tímpano y me sonrojo cuando el resto de los clientes nos miran de inmediato.
-Shhh, tienes que mantener tu voz baja -le indico, pero ella me ignora por completo para jalar una bolsa repleta de diminutos chocolates Kisses.
-¡Son muchos! ¡Mira Madison! -exclama y termino cubriéndole la boca para detenerla.
Su cuerpo se pone rígido al tocarla de tan inesperada manera, pero mantener a esta niña fuera del centro de atención es casi como intentar tapar el Sol con un dedo.
-Deja de gritar -murmuro al lograr calmarla-. Los compraremos, ¿de acuerdo? Solo quédate en silencio.
Despacio destapo su boca y ella esconde una pícara sonrisita.
-Son muchos -musita haciéndome reír y finalmente los llevo a la caja.
Por suerte para nosotros, los turistas son más que frecuentes en California, lo que hace que haya cientos de cosas disponibles para ellos en cualquier momento, incluidas un par de sandalias de plástico rosas que no dudo en comprarle a la niña.
-Son duras -comenta la niña cuando la obligo a usarlas.
-Te acostumbraras -le digo al verla caminar como un pato espinado y ella recibe miradas de los cientos de personas en la banqueta mientras caminamos de vuelta al edificio.
-¿Papi se enojará? -pregunta luego de un momento en que intenta concentrarse en no romperse un tobillo al andar.
-¿Por qué dices eso? -digo empujando la puerta para ella y se encoje de hombros.
-No tengo calcetines...-anuncia. Sus ojos se abren enormemente al ver de nuevo el ascensor y sin más, ella corre para montarse otra vez.
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