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Una buena historia es aquella que se compone de tres elementos principales:

1. Un excelente escenario donde desarrollarse.

2. Los personajes Perfectos que logren hacer empatizar a su audiencia.

3. Una increíble línea del tiempo que contar.

Consigue las tres cosas, unos buenos actores que representan la historia tal y como lo imaginas y listo, estás en camino a convertirte en un digno merecedor de un premio Oscar.

Pero no confíen en lo que digo, esas son solo palabras del gran actor, productor, director y profesor: Elton O'brian.

¿Ya lo reconocieron?

Yo tampoco, pero el bastardo se atrevió a reprobar otro de mis guiones cuando ninguno de sus trabajos ha sido reconocido por nadie.

-Solo digo que tienes potencial para crear algo mejor -el anciano cierra su portafolio antes de ponerse de pie de su escritorio.

-No dormí en cuatro días tratando de inventar esa historia -alego.

-Quizás entonces no debas inventar nada. Un buen director es aquel que logra narrar algo cotidiano y convertirlo en algo extraordinario en la pantalla grande -señala-. ¡Siguiente! -grita sobre mi hombro como un carnicero mientras el resto de mis compañeros hacen fila detrás de mi para recibir su tan añorada, "crítica constructiva."

Vuelvo a mi incómoda butaca y comienzo a leer todas las anotaciones en mi trabajo final.

Esta es una tradición de la Escuela de Arte Cinematográfico de Los Ángeles, cada año a los estudiantes a punto de graduarse se les otorga la increíble oportunidad de ganar el financiamiento de una importante casa productora para llevar la idea de alguno de nosotros a la pantalla grande y así introducirnos en el fantástico mundo de Hollywood.

He soñado con convertirme en director de cine desde que tengo memoria y acompañaba a mi padre a los estudios de grabación cada que se daba la ocasión. Ahora tengo la oportunidad de convertir mis sueños en realidad y resulta que soy una basura para esto.

-Papasavvas -al cabo de una hora el profesor me llama de nuevo cuando al parecer todos se han retirado y yo me he quedado inmerso en releer mi guion. Levanto la mirada-. Puedes hacerlo mejor.

-No tiene caso, volveré al negocio al familiar -contesto.

-¿Te parece suficiente?

Me encojo de hombros guardando mis cosas.

-A esta altura, ya no me importa -contesto-. Viviré bastante bien.

-Tienes el potencial -me repite lo cual casi se siente como una burla.

-¿Qué se supone que eso quiere decir?

-Tienes visión, sabes narrar, pero no es nada que no haya visto antes -repite.

-Bueno, no soy escritor y si busca eso, está en la escuela equivocada -me desquito.

-Todo director necesita reconocer una buena historia. ¿Cómo dirigirás una película en un futuro con una historia pobre? No llegarás a ningún lado.

-Miles de historias mediocres han ganado premios importantes por tener un excelente director. Le damos vida a esas historias.

-Una vida mediocre -responde callándome la boca-. Ya he elegido la historia de este año, es increíble y tendrá un gran futuro -anuncia acabando con todas mis ilusiones-, pero...

¡¿Pero qué?!

-Veo mucho más en usted jovencito, y si algún día encuentra esa historia digna de llevar a la pantalla grande. Me encantaría apoyarlo -frunzo el ceño ante su extraña oferta-. No es algo que ofrezco a menudo, pero reconozco a un buen director cuando lo veo y he visto sus cortometrajes. ¿Ha considerado los documentales?

-No gracias -me río-. No hay nada más aburrido.

El hombre sonríe burlón antes de también alistarse para salir.

-Sí lo hay. Su historia, por ejemplo -comenta haciéndome rechinar los dientes y finalmente abandonar el aula antes de que pueda alcanzarlo.


Caigo en bancarrota luego de horas en las que intenté recuperarme, pero nada lo permitió.

Alison no tiene ni idea de lo que ha pasado, y mi cerebro no logra procesar como fue que una niña haya logrado ganarme.

-Es tu turno -señala la niña.

-No...yo... me he quedado sin dinero - titubeo-, has ganado.

-¿Lo hice? -sonríe-. ¿Puedo comprar chocolate ahora?

-Fue tu primera vez jugando. ¿Ganaste y lo único que puedes pensar es en comprar chocolate? -me río volviendo a poner todo de vuelta en la caja.

Detrás de nosotros hay un pequeño balcón que nos regala una vista perfecta a un hermoso atardecer lleno de colores brillantes.

-¿Ya viste el cielo? -le digo en un intento por distraerla cuando es más que claro que lo único que ve es a mí-. ¡Mira cuantos colores! - fijó emoción antes de dejar el juego de vuelta en el armario y salgo.

Ella me sigue en completo silencio pasando sus manos una sobre otra como siempre lo hace.

Me recargo en el metálico barandal que protege el espacio y miro hacia abajo mientras ella aún bastante alejada apenas se atreve a echar un vistazo.

-Puedes acercarte más, no vas a caerte -le digo.

-Siento un cosquilleo en mis pies y mi panza -avisa.

-Estarás bien, son nervios. Estamos muy alto -señalo y esta vez ella se sujeta con fuerza del barandal antes de asomarse por entre los barrotes.

-Colores -balbucea-. Rosa, morado, naranja, azul... blanco.

-¿Cuál es tu favorito? -le pregunto cuando ha mencionado casi todos.

-Blanco -responde.

-¿Por qué?

-Mi ropa es blanca -anuncia cuando en realidad es que ya ha comenzado a tornarse gris y con un olor a humedad que comienzo a detestar en ella-. ¿Ahora puedo comprar chocolate? -insiste.

-Luego de que te demos un baño -contesto para darle largas y su sonrisa desaparece al descubrir mi objetivo-. Iré a prepararlo, tú puedes observar el paisaje y cuando esté listo volveré.

Como Sarah me enseñó, lleno la bañera de agua un poco más caliente del promedio y coloco un poco de mi jabón de noche hasta que el baño entero se impregna de olor a lavanda dejando que comience a convertirse en espuma.

La mezclo con la mano por un rato para agilizar el proceso y al voltear a la puerta, Alison está observándome hacerlo con extremo detenimiento.

-Ya casi está listo. Quítate la ropa y acércate, te ayudaré a entrar -le digo devolviendo mi atención al agua y ella obedece de inmediato.

Cuando está lista y me entrega dulcemente los ya harapos que se quita de encima, me siento aún peor que la primera vez que la vi, al encontrar en su cuerpo, justo donde termina su costilla del lado izquierdo, una horrenda cicatriz que mido con tres de mis dedos.

Ante mi tacto que es lo más gentil que puedo, ella comienza a temblar y de inmediato retiro mi mano.

-¿Duele? -está vez soy yo quien hace la pregunta.

-No -contesta en voz muy baja.

No quiero ni ponerme a pensar en cómo llego esa cicatriz ahí, pero en cambio lo único que logro es sentir lástima por ella.

Le fuerzo una sonrisa.

-Ya puedes entrar -le indico cuando la bañera ya está repleta de burbujas-. Huele muy bien, ¿cierto?

Estiro la mano para que ella la tome y pueda ayudarla a entrar en el baño, sin embargo, la pequeña niña solo se queda mirando el agua como si de pronto un monstruo fuera a salir de ella.

Sus ojos se cristalizan enseguida.

-No va a dolerte, es solo un baño -le digo y esta vez cuando intento agarrarla ella retrocede sacudiendo la cabeza.

-No baño -llora.

Miro los litros de agua esperando por ella y cuando vuelvo a mirarla, ella ha desaparecido.

-¡¿Alison?! -la llamo saliendo a buscarla y encontrarla no me cuesta trabajo.

Intenta esconderse en el espacio entre la cama y la mesa de noche en la habitación.

-Ven conmigo, no voy a lastimarte -me acerco.

-¡Papi! -llora apenas la toco mientras sacude la cabeza una y otra vez-. ¡Papi!

Su cara se torna roja por el esfuerzo que le toma gritar.

-Shhh... tranquila -la suelto de inmediato-. No voy a hacerte daño. Es solo agua, necesitamos limpiarte para que huelas bien.

-No -solloza-. No baños.

Suspiro ante lo intolerante que soy cuando alguien llora e intento comprenderla. Su mirada está llena de terror, su pequeño cuerpo tiembla en respuesta al miedo y mantiene sus extremidades lo más pegadas a su cuerpo posible para protegerse de mí.

-Tengo una idea -me agacho para poder verla directo a sus hermosos ojos-. Yo entraré contigo, ¿de acuerdo? Lo haremos juntas.

-Juntas -musita y yo asiento mostrándole dos de mis dedos.

-Sí, entraremos al mismo tiempo y será muy rápido -le digo y en la expresión de su cara puedo ver como intenta descifrar si puede confiar en mí-. Después podemos ir por chocolate -ofrezco en un intento por hacerla sentir mejor y es como magia por que sus ojos se iluminan de inmediato.

-¿Papi? -pregunta.

-No. El no vendrá -respondo-. ¿Lo hacemos?

Le ofrezco mi mano de nuevo y cuando al fin la toma me lleno de satisfacción tras mi rotundo éxito.

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