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No voy a mentir, jamás me ha faltado nada en la vida para poder sobrevivir.

La verdad es que vivo bastante bien y debería de estar agradecida por ello. Tengo una casa que sí, quizás es mucho más grande de lo que jamás podríamos necesitar y mi propia habitación con una espectacular vista al jardín que nos rodea.

Tengo a Martha que cocina manjares deliciosos y a Teo que siempre me recibe con una cálida bienvenida y una enorme sonrisa cada que me ve. Charles se asegura de en todo momento tener un espacio libre en su agenda para llevarme a donde sea que lo necesite y por supuesto, tuve suerte de tener a Sarah; la única persona que para bien o para mal, siempre está atenta de mí.

El sol se infiltra a través de las delgadas cortinas de mi ventana como un ladrón y un rayo de luz me pega justo en la cara como si su mero propósito en la vida radicara en despertarme cada mañana.

Mi despertador suena tan sólo segundos después de que yo me adelantara a levantarme y basta con que acerque la mano al sensor para que el molesto pitido se detenga y de inmediato la diminuta persona que de pequeña pensaba habitaba dentro de sus bocinas, comienza a anunciar lo que me depara el resto del día:

Buenos días, Madison. Hoy es viernes 7 de mayo de 2071. El cielo el día de hoy está parcialmente nublado en San Francisco con una probabilidad de lluvia del 10%.

Tienes 15 mensajes nuevos, cero llamadas y tu agenda luce despejada. ¿Quieres alguna recomendación para hoy?

-No. -Mi voz suena adormilada cuando contesto y la respuesta finalmente consigue apagar el aparato.

Como todas las mañanas, levantarme me cuesta un enorme trabajo y en lugar de esforzarme porque esta vez sea diferente, desperdicio el tiempo viajando entre las mismas cuatro aplicaciones de mi teléfono hasta que cuando al fin me decido por levantarme de la cama, ya tengo menos de quince minutos para salir de la casa si quiero lograr llegar a tiempo a la escuela.

Me pongo el primer vestido que encuentro en mi armario y me maquillo de la manera más sencilla que puedo para después bajar corriendo las escaleras hasta el comedor donde Martha ya ha dispuesto mi desayuno como si estuviera en una exposición.

-Es tarde -señala mi padre cuando me siento a comer apurada y me limito a asentir llenando mi boca con huevos y tostadas ante lo que el solo devuelve la vista al teléfono en sus manos para continuar ignorándome como lo ha hecho toda mi vida. 

Sean Wrestler, vive, respira y existe por su trabajo. El hecho de que nunca lo he visto sin su elegante traje lo demuestra, portándolo desde el amanecer y hasta el ocaso como si hubiera salido de una de esas caricaturas en donde jamás se cambian de ropa.

Cuando termino de comer, me duele el estómago por lo rápido que he tenido que devorarme todo. Al regresar de lavarme los dientes Sarah espera junto a la puerta con mi mochila ya lista para mí y una burlona sonrisa en la cara.

-No te olvides de tu cabeza -bromea antes de que salga y lo único que hago es poner los ojos en blanco ante su sarcasmo.

El resto de mi día fluye bajo la misma rutina de siempre: Levántate, arréglate, ve a la escuela, se la mejor de la clase sin siquiera intentarlo, vuelve a casa y sé ignorada por tus padres el resto del día.

-¿Madison? -Levy me despierta luego de perderme observando como poco a poco la escuela se vacía a la salida. El resto de nuestro reducido grupo de amigos ya se han ido y solo somos él y yo esperando a que pasen a recogerme.

-¿Y? -Levy insiste por una respuesta cuando lo único que hago es observar los carros avanzar por la acera de en frente. 

-Sí, estuvo bien -contesto a pesar de que no tengo ni idea de lo que trataba su maravilloso argumento central para su debate del lunes; con suerte el último al que tendré que asistir antes de la graduación.

-Lo odiaste, ¿cierto? -el moreno balbucea tomando con desprecio un sorbo de su soda.

-Estuvo bien -repito cuando la oscura Range Rover de mi padre se detiene junto a la acera-. Debo irme.

-El carruaje espera, señorita Perfecta -señala cuando es Charles quien baja del auto y no mi madre, quien justo anoche prometió que vendría.

-Solo un par de meses más -digo para mis adentros.

-¿Vendrás al juego de esta noche?

Guardo todas mis pertenencias de vuelta en mi mochila, incluyendo los tontos argumentos de Levy que siempre me pide corregir y luego hago una mueca.

-Tengo planes -contesto agitando la mano para despedirme y el chico solo se ríe.

Charles me recibe con un muy cortés saludo abriendo la puerta para mí y una vez que estoy adentro finalmente toma el asiento del conductor para poder marcharnos.

-Su madre lamenta no haber podido venir, pero surgió algo...

«Importante», gesticulo la misma palabra que he escuchado millones de veces cuando se presenta la oportunidad en que ella debe elegir entre su trabajo y yo, aunque sé perfectamente a quien elegiría en un parpadeo.

Al llegar, Teo es quien nos recibe y de inmediato al abrir la puerta puedo ver el resto de la elegante casa.

La planta de abajo consiste en un espacio amplio y abierto con la cocina, sala, comedor y una pequeña cantina interconectándose en todo el piso.

Unas anchas escaleras son el atractivo principal y se encuentran justo frente a la entrada, ascendiendo a manera de un caracol semi abierto hasta el segundo piso protegidas por un barandal de madera oscura y brillosa que se extiende a lo largo del siguiente nivel.

Subiendo, no encuentras nada salvo cinco puertas que alcanzan el techo y combinan perfectamente con el color del barandal.

Hasta el fondo a la izquierda, se encuentra la habitación de mis padres que, de todas las habitaciones en la casa, es la más enorme, y junto a ésta: la Puerta Prohibida.

Cuando era tan solo una niña, Sarah solía inventar historias acerca de lo que mis padres hacían dentro, como luchar contra malvados monstruos. Algo fantasioso -ahora lo sé-, pero en ese entonces cumplió su cometido de mantenerme lo suficientemente alejada de ahí y de los gérmenes que puede haber ahí dentro. Ahora sé que en realidad es una habitación donde mis padres ocasionalmente atienden a sus pacientes más delicados y donde cuentan con la mayor tecnología para poder salvarles la vida. Nada realmente relevante, pero me sigue encantando el misterio que le trae el nombre que le designe cuando era más joven.

Junto a esta, se encuentra el estudio de mi padre, con una pared tapizada de libreros repletos de libros y un escritorio de caoba con una computadora que casi parece un dinosaurio justo en el centro de la habitación.  

La tercera recámara es un lugar específicamente diseñado para albergar visitas, lo cual, si me lo preguntan; resulta completamente inútil ya que, aparte de Levy, jamás nadie viene a vernos.

Finalmente, al otro lado del pasillo y lo más alejado posible de mis padres -como siempre me han mantenido-, está mi habitación, que como el resto de lo que tengo excede cualquier cosa que pudiera necesitar.

La gigante casa está completamente rodeada por un aún más grande jardín que se extiende por metros en cualquier dirección, tanto que un pueblo entero podría construir unas cuantas casas en este, con lo único interfiriendo en su camino siendo una muy amplia alberca, una terraza y como si no fuera suficiente; una cancha de tenis que utilizo junto con mi entrenador cada sábado desde que tengo memoria.

Como dije, una casa muy por encima de lo que las tres personas que realmente habitamos aquí podríamos necesita.

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