Epílogo
Cuando te das cuenta de todo lo que ha pasado en poco tiempo, es imposible evitar sentirte extraño. Maté a la persona de la que estaba enamorado. Mataron al único amigo que tenía. No es posible que estas cosas no te cambien la vida. Son ese tipo de hechos que nunca se olvidan, que están presentes en cada decisión que tomas.
Por muchos cadáveres que haya encontrado a lo largo de mi carrera como asesino, nunca me acostumbré a ver los cuerpos sin vida de las dos personas que más quería.
Tres meses después de lo ocurrido, sigo buscando a alguien nuevo que sustituya a Dusk. Es cierto que no necesito seguir trabajando, que haber vivido una experiencia como esta me serviría como excusa para dejarlo. Pero no puedo. Debo terminar lo que empecé.
Supongo que por eso estoy entrando a la cárcel, estoy hablando con el recepcionista, le estoy diciendo que me gustaría ver a mi madre. Lo más probable es que ella ni me reconozca, que me ignore y que pida no verme. Y lo entiendo, yo haría lo mismo. Cuando apenas tenía ocho años la condené a una vida que ella no merecía. Empezó mi carrera, la misma por la que ahora le quiero pedir consejo.
Me han dicho que espere sentado en una mesa con dos sillas. Una la ocupo yo, pero la otra está vacía. Estoy en una sala con una sola ventana a la derecha por la que entra un poco de luz que me da en la cara. Pronto llega uno de los policías que arrastra a una mujer que lleva las esposas puestas. Me está mirando a los ojos, y yo hago lo mismo.
Se sienta justo delante de mí y un escalofrío recorre mi cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de mis pies.
-Owen. -Dice mientras se sienta en frente mío.
-Mamá. -La saludó.
El policía decide retirarse y nos deja solos, aunque sé que hay cámaras por todos lados y que nuestra conversación será grabada. Sé que no le podré preguntar nada, y mucho a la vez. Sé que ella me entenderá, pero al mismo tiempo me odia. Sé que soy su hijo, pero que ella no me ve como tal. Hace ya tiempo que dejé de serlo.
Como no dice nada, decido hablar, aunque no sé muy bien qué decir. Abro la boca, pienso decir lo que sea para evitar este silencio que me pone de los nervios. Pero ella habla primero, y no puedo evitar mirarla con sorpresa.
-¿Qué te pasa? -Pregunta con la voz más serena que le he escuchado nunca, aunque hacía ya tiempo que no escuchaba su voz. -Imagino que si estás aquí será por algo.
-No lo sé -Es lo único que puedo decir. -, mi vida no va tan bien como debería, y... He decidido empezar de cero. -No me siento cómo sabiendo que hay muchos ojos puestos sobre mí ahora mismo, pero no puedo irme.
-¿Cómo debería ir tu vida exactamente, para que fueras feliz? -Esa pregunta me deja desconcertado. Esperaba que me dejase hablar, que ni tan solo me mirase, pero es ella la que me está dando tema de conversación. Es como si hubiese conseguido... Perdonarme. Aunque supongo que en el fondo me guarda rencor. Al fin y al cabo, ¿cómo no hacerlo?
-Antes trabajaba con un amigo, pero ya no. Creo que trabajar de lo mismo sin él no es una opción. Creo que ese trabajo en especial solo me gustaba porque lo compartíamos. También... También me enamoré. Pero ahora ella tampoco está.
-¿Y por eso acudes a mí? ¿Porque te sientes solo?
-No. Porque tu vida se fue a la mierda por culpa de alguien y la mía también.
-¿Entonces buscas consejos? Hace veintidós años que no te veo, apenas sé algo de ti.
-Lo sé, pero no me queda nadie más a quien preguntar.
-Pensaba que nunca necesitarías mi ayuda para ayudarte a seguir con tu vida.
-Yo también, pero aquí estoy...
-Las cosas no son siempre como deseamos. Yo nunca deseé terminar en la cárcel para el resto de mis días, y aquí estoy, sin embargo. Tú nunca deseaste perder a las personas que más querías, y con esto me refiero a tu amigo y a tu... Chica. Piénsalo bien; si no puedes cambiarlo, adáptate.
-Lo intento, pero...
-No lo suficiente. ¿Qué piensas hacer a partir de ahora?
-Terminar lo que empecé. -Me levanto, porque, aunque mi madre no ha dicho nada más que cosas que ya sé, me ha abierto los ojos. Un último homenaje para Dusk, y otro para Alice. Es lo último que pienso hacer en mi carrera, luego lo dejaré y viviré como nunca lo hice. Tengo el dinero, solo me faltaba la iniciativa.
-Owen -Me giro para verla una última vez. -, te echaba de menos.
-Yo también. -Empiezo a caminar hasta la salida a paso rápido, ahora sé lo que quiero, ahora sé lo que debo hacer. Aunque no entiendo cómo mi madre ha podido echarme de menos, me ha sentado bien que alguien me lo diga. Me gusta que lo diga de corazón.
Salgo de la cárcel a toda prisa, esquivando a policías que me miran, intrigados y a presos que tienen la mirada perdida en algún lugar. Camino de vuelta hasta el piso de Dusk y cojo el teléfono que descansa sobre su escritorio, cada vez más polvoriento.
Marco un número que he estado evitando todo lo posible, el mismo número con el que encontré a Dusk años atrás. El número que puede traerte tanto problemas, como soluciones. Una voz femenina pero dura contesta:
-¿Sí?
-Hola, soy Owen, el... El Cocinero.
-Ah, eres tú. ¿Qué sucede? Hacía tiempo que no llamabas.
-Dusk ha muerto, este es su número.
-¿Qué le ha pasad...?
-Eso no importa.
-¿Necesitas otro ayudante, entonces?
-No, no voy a sustituirlo. ¿Recuerdas el caso de la familia del presidente? ¿Se lo habéis dado a alguien ya?
-Te lo asignamos a ti, pero desapareciste de la noche a la mañana. Se ha pausado, nadie quiere asumir un riesgo así.
-Yo sí.
-¿Estás seguro?
-Sí. Por Dusk.
-Bien, te llamaré cuando tengamos más información. Gracias.
Tras un pitido, dejo de escuchar la voz de la mujer. Este será mi último gran asesinato, la despedida. Llamo a otro número que encontré en el bolsillo de uno de los enemigos de Alice. Tengo la sensación de que hace tiempo que he dejado de pensar con claridad, pero me da igual. Si voy a morir, que sea haciendo lo que más me gusta. Esta vez contesta un hombre con voz ronca y amargada.
-¿Puedo hablar con tu jefe? -Digo, sin rodeos.
-Soy yo. -No puedo ver su expresión facial, pero sé que está tanto intrigado como enfadado por no haberle reconocido. Aunque no le he visto nunca, puedo imaginarme cómo es.
-Quiero unirme a su grupo.
-¿De dónde has sacado la información? ¿Quién eres? -Parece enfadado.
-No importa, ¿hacen entrevistas? -Mi cuerpo me traiciona y sonrío, porque no entiendo cómo estoy pidiendo una entrevista de trabajo a la gente que más odio. Para mi sorpresa, el hombre contesta que sí. Quedamos a las cinco en el parque principal, que no me queda muy lejos.
Tras colgar, me preparo. Cojo la misma mochila con la que había muerto Alice, meto una pistola y algunas balas. Un cuchillo bien afilado en mi cinturón, pero cubierto por mi camiseta. Me pongo ese sombrero que hace tanto que no llevo y ese abrigo negro que tanto me servía.
Camino hasta el parque y allí me encuentro con un hombre de la misma altura que yo, aunque algo más musculoso. Me paro frente a él y me saluda con la cabeza. Yo hago lo mismo, aunque me hace poca gracia.
Me acerco a paso lento para que podamos hablar.
-¿Eres ese tal Cocinero? -Pregunta casi sin vocalizar. Asiento, y coloco mi mano en mi cinturón disimuladamente. Unos segundos más... -¿Por qué quieres unirte a nosotros?
-¿Recuerda a Alice? -Susurro, porque no quiero que nadie más nos escuche, aunque sea por error. Él asiente lentamente, como si estuviera pensando en algo. -Pues ha muerto, así que esto es por ella.
-Nosotros no la mata... -Con un movimiento ágil y rápido, cojo el cuchillo y se lo clavo en el abdomen. El desenfunda una pistola, como era de esperar, pero es demasiado tarde. Dejo que se desangre lentamente, le tapo la boca y observo su cara de horror. Cuando está muerto, me voy corriendo.
Corro, pero no me importa que me pillen esta vez.
Corro, mientras recuerdo a mis compañeros.
Corro, porque por fin he conseguido esa desesperada venganza.
Sé que ellos no la mataron, que fui yo el culpable. Pero, de igual forma, necesitaba hacerlo, aunque sé que no servirá para nada más que para darles una lección.
Llego a mi piso, que me atormenta con los recuerdos. Tantas noches sin dormir pensando en cómo llevar a cabo asesinatos. Noches de fiesta junto a Dusk, celebrando misiones con éxito...
Aunque cada paso es como una tortura, decido entrar.
Mis vivencias aparecen entre los muebles, salen de las esquinas y atraviesan mi cráneo. Es como una tormenta de la que no puedo escapar. Aun así, lo ignoro y me siento en el sofá, como hacía meses atrás, cuando todo era normal.
No puedo evitar pensar en mi madre. Pero también en Fred, Alice y Dusk. Tampoco puedo evitar pensar cómo hubiese sido mi vida sin estas personas presentes en mi día a día. ¿Hubiese sido un asesino? ¿Me hubiese dedicado a ser un chef profesional, como deseaba de pequeño antes de matar a mi padre?
Cojo esa libreta que siempre he utilizado para apuntar mis ideas, y escribo todo lo que se me ocurre para mi último caso. He tenido una idea, y, aunque sé que me llevará años llevarla a cabo, me gusta.
Convertirme en el cocinero personal del presidente, escribo. Sé que es difícil, pero soy un buen cocinero. Solo tengo que conseguir los medios para llegar hasta él.
Cuando sea su chef, envenenar la comida de su familia, y no la suya. ¿Algo cruel? Sí. ¿Me importa? No. Sonrío, porque me encanta tener este tipo de ideas, aunque después algunas no las lleve a cabo. Aprovecharé esas bolsitas que encontré en la mochila de Alice.
Me satisface mi trabajo, y más cuando sé que será mi último caso. Pero no puedo evitar preguntarme qué haré cuando termine con esto. Supongo que una opción sería comprarme una mansión de esas tan grandes y vivir como si fuese un rey, pero la idea no me convence.
Otra opción sería... Encontrar trabajo como un cocinero. Un cocinero normal. Sería algo difícil a lo que acostumbrarse, supongo, pero cocinar es mi pasión, y hace ya tiempo que no lo hago.
Al final, creo que mi vida puede tener futuro. Al fin y al cabo, aún estoy en los treinta. Me queda tiempo para vivir, y cosas que hacer. Y, aunque no quiero seguir dedicándome a matar, nunca olvidaré los buenos ratos que pasé.
Pero me complace pensar que esto no ha acabado aquí. Aún me queda un asesinato más, aún me queda el final. Porque por eso soy el Cocinero asesino, ¿no?
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