Capítulo 3
Cuando llegó a casa no estaba nada cansado. Había sido un día más de trabajo, ya está.
Él cambiaba de empleo constantemente —cada pocos meses—, así que los cambios ya no le resultaban difíciles de llevar. Se había convertido en algo relativamente fácil de hacer.
Estaba satisfecho con el trabajo realizado ese día: todo el mundo lo había felicitado por sus grandes habilidades como chef, los platos le habían quedado perfectos, y, lo más importante de todo, se había ganado la confianza de muchos de sus compañeros.
Era poco hablador, pero, por lo que vio, con llevar a cabo el simple hecho de escuchar y asentir con la cabeza, ya le caías bien a todo el mundo. Bien, no a todo. La camarera que había conocido seguía echándole miradas de desprecio, y no le hablaba. Pero no le importaba, pues era solo una persona sobre diez trabajadores en el local.
Se sentó de nuevo sobre el sofá, sacó la libreta del bolsillo, abrió una página nueva y empezó a hacer el resumen del día. Por suerte, tenía una buena memoria.
Cuando estaba en el local, había apuntado todos los movimientos de Vicky, y las horas en los que lo hacía. Iría apuntando todo eso cada día en la libreta, para ver si sus horarios cambiaban o eran siempre regulares. Claro, que todo eso lo tenía que apuntar rápido y con mala letra.
Por eso, en el piso, lo ordenó todo de manera que lo pudiera entender mejor, y explicó cada detalle con sumo detenimiento. Por fuera no parecía un hombre detallista, sino más bien bruto y silencioso. Pero lo cierto era que en realidad su trabajo consistía en eso. Paso a paso, irse acercando a las personas, y después... Bien, después traicionarlas.
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—Toma. Pon los manteles en todas las mesas. Antes de las once, ya lo sabes. —La voz de esa camarera le rebotaba en la cabeza. ¿Cómo era posible que una persona la cayera tan mal? No tenía ganas de hablar con ella, así que se limitó a asentir con la cabeza.
Le quitó los manteles bruscamente de las manos a la mujer, y empezó a realizar su trabajo. Cuando terminó, unos minutos después, ya era la hora que le había indicado ella. Se acercó a la cocina para ver en qué podía ayudar, y vio que todos estaban reunidos ahí. Algunos estaban hablando, otros solo escuchaban, y otros daban vueltas por la estancia, claramente nerviosos.
Se acercó a Mike, un cocinero que siempre le hablaba con amabilidad y con una sonrisa en el rostro. El hombre del sombrero no podía evitar pensar en todos los problemas que debía tener, en todo lo que ocultaba detrás de esa sonrisa, al igual que lo hacía todo el mundo.
—Ey, ¡Cocinero! -Lo saludó.
Para evitar decir su verdadero nombre, siempre que le preguntaban contestaba con un: "Puedes llamarme Cocinero". Y así lo hacía todo el mundo, excepto la camarera poco amigable, quien simplemente lo llamaba "Nuevo".
—Mike. —saludó el hombre. Él miró a su alrededor con las manos metidas en los bolsillos.
—Ah, sí, no te lo han contado. —estaba emocionado. —¿Conoces a Vicky Johnson? Es una famosa que viene aquí a cenar cada día. —él negó con la cabeza, no podía levantar sospechas. —Siempre se sienta en la mesa del fondo... Es muy guapa. Tiene el pelo rubio, un poco rizado. —Mientras hablaba iba haciendo señas para expresarse mejor. -¿Sabes quién digo?
—Creo que sí, me suena.
—Bien, pues... Esta noche va a venir a comer con, atención, ¡todo su equipo! Es una famosa actriz, y van a venir los cámaras, los guionistas... Ui, sí, mucha gente. Vamos a tener que cerrar el restaurante solo para ellos.
—¿Esta es la única vez que vendrán todos, o ya ha sucedido en otras ocasiones?
—Emm, yo llevo aquí solo un año y medio, pero han venido un par de veces, sí. No te veo emocionado. ¿Sabes que es una buena noticia, no?
—Sí, claro que sí.
La mayoría de las caras mostraban una expresión aterrorizada o nerviosa, las cuales contrastaban mucho con la de Mike, que parecía alegre y emocionado.
—Están nerviosos porque habrá que preparar muchos platos, y todos tienen que salir a la perfección, ¿sabes? Para que nos pongan una buena calificación y vengan más clientes al restaurante donde va Vicky y su equipo a cenar.
—Es una gran oportunidad.
—¡Exacto! ¡Eso mismo digo yo! —Y sin decir nada más, Mike dio media vuelta y se fue a tranquilizar a un par de camareros que discutían sobre quién los atendería primero. Ninguno de los dos quería, cosa que le extrañó bastante, ya que debía ser todo un honor.
Y pensar que en solo unos meses estaría muerta...
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Llegadas las diez de la noche, por fin alguien entró al local. Era Vicky, e iba vestida con un largo vestido rojo que llegaba hasta el suelo. Estaba deslumbrante.
El jefe del restaurante se acercó a ella para darle un beso en cada mejilla. Ella sonrió e hizo una señal a su equipo para que pasara.
—Muchas gracias por acceder a que vengamos. —agradeció ella.
—Es un placer. —Su jefe se retiró a un lado para cederles el paso a la primera sala, donde todos los trabajadores habían colaborado para preparar una larga mesa preciosa. —Podéis sentaros dónde queráis. Enseguida os traemos las cartas.
Todo el equipo empezó a pasar. En total, el Cocinero pudo contar a unas cuarenta personas.
—Hemos tenido que dejar a los dobladores de voz en casa. —bromeó Vicky, por lo que todo el mundo empezó a reír.
El hombre tuvo que entrar rápidamente a la cocina, ya que todo sucedió muy rápido. Los camareros se apresuraron a tomarles nota, y los cocineros estaban tan nerviosos que se les caían los platos al suelo y se tiraban las salsas por encima.
Pero, por suerte, estaba el Cocinero. Tomó el mando ignorando a todo aquel que no estaba de acuerdo, y empezó a dar órdenes. A los que estaban más nerviosos les dio los trabajos más fáciles, y a los que se sentían más seguros, como él, les ordenó platos más elaborados.
Él trabajó muy rápido —como siempre— y dejó alucinados a todos sus compañeros. Mike había aprendido a seguirle el ritmo, y se había convertido rápidamente en el subjefe. El Cocinero se lo agradecía mucho, ya que así él podía trabajar más relajado sin tener que ayudar a todo el mundo, pero no se lo dijo.
Cada persona había pedido un primero, un segundo y un postre. Así que en total prepararon ciento veinte platos. Muchos, sin duda.
Ese día, cuando acabaron, todo el mundo estaba agotado. Él incluido.
Habían trabajado duro durante horas, sin descansar. Pero al menos valió la pena, ya que, cuando acabaron de cenar, cada uno de los invitados les dieron la mano a todos los trabajadores, cosa que el Cocinero encontró innecesaria, pero que hizo igualmente para intentar encajar.
Cuando los clientes se marcharon, todo el mundo empezó a saltar de alegría y a soltar frases de emoción. Excepto, claro, el Cocinero y la camarera, quien, por cierto, no le había dicho su nombre. No le caía bien, pero para realizar su trabajo necesitaba caerle bien a ella. Así que, después de planteárselo durante unos minutos, decidió acercarse.
—Hola. —la saludó. Ella suspiró y lo miró a los ojos.
—¿Qué quieres?
—No me has dicho tu nombre. —intentaba parecer seguro de sí mismo, pero su mirada era intimidante, quizás más que la suya.
—Tú tampoco me has dicho el tuyo.
—Me llamo Coci...
—Ese no es tu nombre. Imposible. —levantó una ceja. —¿Cómo te llamas?
—Todo el mundo me llama así. No veo por qué tú no puedes hacer lo mismo. Aún no me has dicho cómo te llamas.
—Camarera. —le dedicó una media sonrisa antes de marcharse con los demás camareros. ¿Lo acababa de vacilar? ¿Ella? ¿Una simple camarera? Sin duda, lo había hecho.
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2 meses más tarde...
—Ha llegado la hora.
—Lo sé, Dusk.
—¿Y bien? ¿Cuándo piensas hacerlo?
—Este viernes vuelve a venir todo el equipo. Si la mato ese día, habrá más gente a la que culpar.
—Eso es cierto...
—Pues decidido. —colgó el teléfono.
Era lunes, quedaban solo cinco días para cometer el asesinato. Pero lo cierto era que ya hacía tiempo que lo tenía todo planeado. Había estrechado lazos con Vicky, para ganarse su confianza. Todo había dado resultado.
Ahora eran "buenos amigos", o eso creía ella. Era lo que tenía que creer. Hablaban de diferentes temas cada día, y la Camarera parecía sentir envidia, probablemente porque él era amigo de una actriz famosa, y ella era su simple camarera. Sin saber por qué, eso lo divertía.
—Y así es como volví a la fama después de apartarme un tiempo de las cámaras... ¡Interesante, eh!
—Mucho, como todas tus historias. —Ella estaba masticando un trozo de carne cuando lo miró a los ojos.
—¿Por qué no me cuentas tú alguna? —dijo con la boca llena.
—Mejor otro día, ahora tengo que... Ir a limpiar la cocina. —Ella asintió y dirigió la mirada a su plato, con lo que daba por finalizada la conversación. Él volvió a la cocina, donde lo esperaba Mike.
—Veo que te has hecho amigo de Vicky... Estos días habláis mucho, eh.
—Ajá... —Quería parecer distraído para no seguir conversando sobre ese tema. Tenía la sensación de que trabajar en ese restaurante lo estaba cambiando. Ahora miraba más a la cara a la gente, era mucho más hablador, ayudaba un poco más a los demás... Volvió a la realidad cuando Mike le dio un leve codazo. —¿Qué pasa?
—Eso te quería preguntar yo a ti. Estás... Raro.
El Cocinero tardó en contestar por un motivo: tenía razón. Estaba raro, extraño, diferente. Estaba, ¿nervioso? Por matar a alguien con quien había compartido muchos momentos. La gente de ese restaurante lo estaba ablandando, y no podía permitirlo. En el fondo no quería matar a Vicky. Pero le gustaba, le provocaba satisfacción asesinar...
Ya no había marcha atrás.
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