Capítulo 13


-Son un poco desconfiados -Dijo Dusk mientras salía de la habitación junto al Cocinero. -, tú no te preocupes. Mientras Alice esté muerta, todo saldrá bien. -"Claro, el problema es que no lo está" pensó él. Cada vez pensaba en más cosas... Quizás dejarla vivir había sido un error. Quizás no debería haber hecho caso a sus sentimientos...

Llegaron al salón, donde los tres hombres los miraban con los brazos cruzados. Dusk y el Cocinero pararon en seco a un par de metros de los demás. El hombre del medio dio un paso al frente, y el Cocinero lo imitó, quedando parado a escasos centímetros de él. Los dos se dedicaron una mirada desafiante pero llena de respeto.

-¿Alice está muerta? -Preguntó el otro hombre vocalizando muy bien para que lo entendiera claramente.

-Sí. -Contestó el Cocinero intentando parecer convencido.

-Vale. -¿Ya está? ¿Así de fácil era convencerlos? El otro se giró hacia sus compañeros y les hizo una señal con la cabeza. Uno de ellos se fue hacia la cocina y el otro para el baño.

-¿Qué? ¿Qué hacen? -Exclamó el Cocinero mirando a Dusk.

-Te he dicho que son desconfiados. -Se encogió de hombros. -Pero no van a encontrar nada, así que no tienes de qué preocuparte. -Hizo una pausa. -Van a tardar un rato, así que te recomiendo que te pongas cómodo. Ah, y prepárate para recoger todos los desastres que van a dejar. -Soltó una carcajada y se sentó en el sofá para empezar a hojear una revista.

Sin embargo, el Cocinero seguía allí, de pie, sin poder hacer ningún tipo de movimiento. Alice sabía esconderse, era ágil, rápida, pero... Eran tres hombres grandes y fuertes, que sabían lo que se hacían. El hombre no paraba de repetirse que tenía que hacer algo, que la encontrarían y después los matarían a los tres... Pero...

Era un piso pequeño y no tardarían en registrarlo entero. Si quería hacer algo, debía hacerlo ya.

-¡Suéltame, imbécil! -El grito de Alice lo cogió por sorpresa. Reaccionó tan rápido como pudo y corrió hacia la habitación, donde encontró a un hombre que la tenía agarrada por el cuello. Ella se estaba quedando sin aire, el tiempo corría, y los demás estaban a escasos segundos de entrar y asesinarlos a todos.

No tuvo tiempo de pensar: se abalanzó sobre el hombre sin arma alguna. Este soltó a Alice y empezó a forcejear con él. Otro hombre entró y se unió a la pelea. Ella salió corriendo de la habitación: estaba claro, iba a huir y a esconderse. Dejaría que lo mataran en ese preciso momento. Debería haberlo sabido...

Cayó al suelo y uno de los hombres tenía un cuchillo en mano. Estaba por clavárselo en el pecho cuando una silueta entró en la habitación con otro cuchillo. El Cocinero esperaba ver al tercer hombre, pero la sombra clavó el arma en el abdomen de uno de los hombres que lo estaban atacando. Dusk lo ayudó a levantarse y, tras dedicarle una mirada llena de furia, esquivó un puñetazo del otro hombre.

Alice entró al cuarto, perseguida por la persona que faltaba.

-Han... ¡Han pedido refuerzos! -Dijo esta al mismo tiempo que esquivaba los golpes que le lanzaban y también lanzaba ella. -¡Tenemos que...! ¡Salir de aquí! -El Cocinero la miró y asintió como pudo.

-Cúbreme. -Alice se acercó y empezó a luchar contra el contrincante que antes peleaba con el Cocinero. Dusk se acercó para ayudarla, y el otro hombre abrió la ventana tan rápido como pudo.

-Joder, ¡estás loco! -Soltó Dusk cuando vio sus intenciones. -¡Son tres pisos!

Alice empezaba a sentirse agotada, y escuchar discutir a esos dos en esas condiciones la puso aún más nerviosa. Sin pensárselo dos veces, apartó al Cocinero y saltó por la ventana. Pensaba que era un suicidio, pero que quizás había una mínima posibilidad entre un millón de sobrevivir a ese salto.

Mientras caía, pudo cogerse de un tubo pegado a la pared. Se sorprendió al ver al Cocinero cayendo a su lado. Ella lo ayudó a agarrarse a un ladrillo que sobresalía de una ventana y empezaron a descender por la pared. Dusk también saltó, pero no necesitó la ayuda de nadie para poder sostenerse de un pequeño balcón un piso más abajo.

Él fue el primero en bajar, y ayudó a sus compañeros a hacer lo mismo. Los tres se dedicaron una mirada rápida y empezaron a correr. Empujaron a la gente que fue necesaria y saltaron todos los obstáculos posibles.

No sabían si alguien los perseguía aún, pero su instinto no pensaba en nada más que huir.


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Tras varios minutos corriendo, decidieron descansar. Alice y el Cocinero cayeron al suelo, rendidos. Pero Dusk consiguió mantenerse en pie.

-¿En qué pensabas? -Gritó mirando a su compañero. -Engañarlos a ellos... ¡De acuerdo! Pero, ¿engañarme a mí? -Aprovechó que el Cocinero no podía hablar porque estaba recuperando el aliento para desahogarse. -Yo confiaba en ti. Y pensaba que tú en mí también. Joder... ¡Eras más que mi compañero! ¡Eras mi amigo!

El Cocinero se incorporó como pudo y apoyó su espalda contra la pared.

-Lo siento. -Dijo justo antes de empezar a toser. -Lo siento, siento haberte mentido. Pero no tuve otra opción.

-Sí que la tuviste. -Intervino Alice sentándose. -Y elegiste no matarme.

-Me tenías retenido, no hubiese podido.

-Oh, ¡vamos! Ahora no me vengas con esas. Los dos sabemos que podrías haber salido corriendo o haberme apuñalado si hubieses querido. Pero no lo hiciste.

-No lo hiciste -Murmuró Dusk mientras daba media vuelta, quedando de espaldas a ellos. -, no lo hiciste...


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La noche cayó al cabo de pocas horas. Seguían en el mismo lugar: sin duda, no iban a volver al piso del Cocinero, y tampoco al de Dusk. Ir a casa de Alice tampoco era una buena opción.

-¿Qué haremos? -Preguntó ella con la cabeza apoyada en la pared. -No podemos vivir aquí para siempre.

-Después de todo esto, vivir aquí no sería el mayor de nuestros problemas. -Sentenció Dusk, aún molesto por lo sucedido. Alice puso los ojos en blanco y calló, puesto que no quería discutir.

-¿Alguien ha cogido dinero? ¿Algo que podamos vender? ¿Algo de valor? -Preguntó el Cocinero mientras observaba a sus compañeros. Los otros negaron con la cabeza, estaban más que jodidos. -Muy bien, algo habrá que hacer.

-¿A caso tienes un plan? -Preguntó un Dusk vacilón.

-Sabes que no, pero no pienso vivir aquí, y creo que tú tampoco quieres. ¿Alguna idea de cuánto tiempo van a quedarse en las casas? Quizás podamos ir cuando estén durmiendo y coger...

-No, ni lo pienses. -Soltó Alice, incorporándose. -Estarán esperándonos, los conozco bien.

-De acuerdo.

-¿De verdad confías en ella? ¡La está persiguiendo un montón de gente, joder! ¡Y tú confías en ella!

-No me mató cuando podría haberlo hecho.

-No. No te ha matado aún.

Y la conversación terminó ahí, porque los tres decidieron que era hora de dormir.


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La brisa de primavera los despertó. Las casas estaban ligeramente iluminadas por el primer rayo de sol de la mañana, y un ligero viento recorría las calles de la ciudad.

El Cocinero fue el primero en levantarse. Alice aún dormía, y Dusk se estaba empezando a despertar lentamente. El sol le dio los buenos días, pero apenas había dormido con el sonido de los perros, los coches, y los borrachos que volvían a casa después de ocho horas de fiesta.

El frío de la noche tampoco había contribuido en ayudarlo a dormir. Pero lo importante, se decía todo el rato, es que estaba vivo. No, mejor. Estaban vivos.

Se avecinaba un día con mucho trabajo. Debían encontrar un lugar donde pasar la noche, y, a poder ser, el día también. Tenían que ir con cuidado para no encontrarse con esos tipos que les buscaban. Había que encontrar comida, agua, abrigo, dinero...

Dusk se levantó y se colocó a su lado para observar el espectáculo que creaba el sol cada mañana. Nunca se habían fijado tanto como aquel día.

-¿Cuál es el plan de hoy? -Preguntó el hombre, que parecía estar más relajado que el día anterior.

-Sobrevivir, Dusk. Como lo ha sido siempre. -Dusk lo miró a los ojos.

-¿Te gusta, verdad?

-¿El qué?

-Alice, ¿quién va a ser sino? -Los dos se giraron. Alice empezaba a abrir los ojos, muy lentamente. -Parece que es hora de levantarse. -Dijo Dusk mientras se acercaba a ella.

El Cocinero decidió no moverse. Esa frase...

Ella se puso en pie enseguida y quedó frente a los dos hombres.

-¿Por qué no me habéis despertado? No me gusta ser la única que duerme.

-¿Por si te matamos? -Bromeó Dusk. Ella sonrió de manera forzada y miró al Cocinero.

-¿Qué hacemos? Quiero decir, ¿por dónde empezamos?

-Hay que encontrar un lugar donde vivir.

-Bien, pues vamos.

Los tres se pusieron en marcha en menos de cinco minutos. No tenían otra cosa que hacer, así que no resultó difícil centrarse en alcanzar su objetivo.

Vieron muchos edificios, pero no valía la pena intentar entrar en uno, ya que dentro no tendrían un piso. Había bastantes calles estrechas con tejado donde pasar la noche, pero los vagabundos y el mal olor eran abundantes.

Caminaron todo el día, sin comer y sin beber, hasta que decidieron descansar a las afueras del pueblo. Pararon en un pequeño descampado mal cuidado, lleno de malas hierbas y bichos de todos los tipos.

Dusk y el Cocinero pararon a recuperar el aliento, pero Alice no se sentía cansada, así que decidió ir a dar una vuelta por los alrededores. Y, por esa zona, encontró una casa abandonada. Estaba lleno de pintadas hechas por gamberros, de botellas de cristal rotas... Algunas paredes se estaban a punto de caer y ya no quedaban cristales en las ventanas. Pero era un techo bajo el que vivir.

Avisó a sus compañeros enseguida e inspeccionaron la zona. Aparte de un par de ratas y alguna que otra araña, la casa parecía estar deshabitada. Esa era una buena señal.

-Valdrá. -Dijo el Cocinero mientras se sentaba en medio de una de las habitaciones. Dusk eligió otra y Alice hizo lo mismo.

-Mañana limpiaremos un poco. -Comentó la mujer. -Aunque esto sea lo mejor que nos ha pasado en el día, vivir en estas condiciones da asco. -Dijo mientras sacaba de su cuarto un par de telarañas.

La noche cayó más rápido de lo que esperaban, y la única luz que recibían era la de la luna. Alice no podía dormir. Su cabeza estaba llena de pensamientos de todos los tipos. Dio vueltas por la habitación, recogió un poco el cuarto, cerró los ojos y contó hasta mil... Pero en el fondo sabía que solo había una cosa que podía calmarla.

Salió de la habitación sigilosamente, y entró a la del Cocinero. Él tenía los ojos cerrados, pero sabía que estaba despierto. Alice se estiró a su lado y suavemente colocó su mano en su pecho para sentir los latidos de su corazón, quines iban cada vez más rápido.

El Cocinero pasó su brazo por debajo de Alice y la abrazó contra su cuerpo. Así pasaron los minutos, las horas, y toda la noche.
























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