Parte 12: Tercer reto

Los días transcurrieron en aparente normalidad, y los miembros del Club pudieron retomar la cotidianeidad de sus vidas con cierto recelo. El Embaucador no había vuelto a contactarlos lo cual, lejos de representar un sosegado descanso, mantenía encendidas las llamas de la intriga. Bien sabían que mientras más tiempo pasaran sin saber del Titán Cósmico, peor sería el reto con el que los pondría a prueba. O, al menos, eso es lo que su temor los impulsaba a creer.

Una tarde, finalizadas las clases, mientras Sia y Joseph se dirigían al salón del Club como parte de su rutina diaria, se sorprendieron al escuchar un bullicio en el vacío pasillo que transitaban. La sala del Consejo Estudiantil parecía ser el origen del alboroto, por lo que ambos se detuvieron cerca de su entrada con curiosidad. No era nada común que algo así pudiera llegar a suceder, considerando lo disciplinados que eran sus miembros.

Repentinamente, la puerta de la sala se abrió con violencia y Ericka emergió enfurecida, dando un portazo tras de sí. La chica deshizo la coleta con la que siempre ordenaba su negro cabello e intentó peinarse con las manos, mientras regulaba su agitada respiración. Fue así como su mirada se encontró con Sia y Joseph, haciéndola ruborizar al instante.

―Vaya, no esperaba verlos aquí ―dijo Ericka, carraspeando para retomar su usual seriedad―. ¿Van al Club?

―Sí... ―Sia sonrió con preocupación―. ¿Estás bien?

Ericka suspiró y frunció el ceño.

―Los otros miembros del Consejo se han vuelto algo insolentes. ―Chasqueó la lengua―. Son ellos los que siempre me dejan con la mayor parte del trabajo y ahora me recriminan por no haberlos contactado cuando sucedió lo de Belarus.

―Te entiendo ―Joseph asintió con seriedad―. Es duro no poder decir nada sobre eso.

―No importa ―aseguró Ericka y se palmeó las mejillas―. Iré con ustedes al Club. No estoy de humor para dedicarme al Consejo por hoy.

Se pusieron en marcha y tras una considerable caminata arribaron a su destino. Abrieron la puerta corrediza del salón y se encontraron a Edward, Lilian y Hans en el interior, concentrados en diversas actividades.

―¡Increíble! ―exclamó Edward al notar a los recién llegados, mientras lanzaba a un lado una revista que había estado leyendo―. No creí que pudiera vivir lo suficiente como para ver a la reina abeja de la facultad si su omnipresente cola de caballo.

―No me molestes ―espetó Ericka, clavándole una mirada agria―. No estoy de humor.

―Tranquila, no te exaltes. ―Edward se encogió de hombros y recogió su revista―. No te conviene lilianizarte mucho, presidenta.

―¿Qué significa eso? ―masculló Lilian, levantándose bruscamente de su asiento.

Edward procedió a explicar cómo el concepto que representaba Lilian había pasado a convertirse en una expresión de enojo excesivo e innecesario, cosa que hizo exasperar aun más a la chica. Como las discusiones de esa índole entre ellos eran normales en el grupo, los demás no les prestaron mucha atención, con excepción de Hans quien tenía el papel autoimpuesto de apaciguador.

―Parece que hoy también será un día libre de serpientes ―comentó Joseph soltando una risilla.

Sia enarcó una ceja, pero rápidamente se percató que se refería a la ausencia de Viper.

―Hace varios días que no viene, ¿le habrá pasado algo?

―He intentando llamarla un par de veces ―dijo Ericka, sentándose en una silla―. Pero no me ha contestado.

―¿Cómo diablos llegaste a conocer a esa víbora? ―preguntó Joseph―. Ustedes son demasiado distintas.

Ericka ladeó la cabeza, pensando.

―Creo que... No lo recuerdo bien, pero un día fue a la sala del Consejo para que la ayudara a unirse a este Club. ―La chica suspiró―. Liline vive en su propio mundo, pero es raro que no la hayamos visto por tantos días.

―No veo lo extraño ―indicó Edward, dejando de prestar atención a la discusión que lo mantenía ocupado―. Las Lolitas Góticas como ella deben tener góticos asuntos que atender.

―¿No será problemático si el Embaucador nos da el siguiente reto? ―consideró Lilian, olvidando su enojo.

―No realmente ―afirmó Envy, apareciendo en medio de una humareda púrpura―. Tener un participante menos no alterará el resultado.

Todos se sobresaltaron, pero no llegaron a atemorizarse como las veces anteriores. Se mantuvieron estáticos en sus sitios, esperando que el ente caótico continuara con su discurso. En medio del incómodo silencio que se había impuesto, el sonido de rasguños proveniente de una de las ventanas rompió la tensa serenidad.

―¡Chesire! ―exclamó Lilian, acercándose a la ventana para abrirla y cargar al gato―. Te dije que te quedaras en casa.

―Vaya coincidencia ―masculló Edward para luego mirar a Envy―. ¿No será esa cosa otra de tus formas?

―Que pregunta tan insulsa. ―La niña pelirroja señaló uno de sus ojos―. Todas mis expresiones corporales adquieren iris violeta o púrpura cuando las proceso...

―Deja la información innecesaria de lado ―espetó Eshu, emergiendo de una pared acompañado de una tenue explosión morada―. Ha llegado el momento de darles el tercer reto, humanos.

Los chicos sintieron que un leve escalofrió los recorría de pies a cabeza. Podían soportar hasta cierto punto el aura aplastante que Envy emitía, pero resultaba verdaderamente incómodo estar ante Eshu. Aquel hombre, vestido con pesados ropajes tan negros como su piel, mantenía siempre su inexpresivo rostro oculto bajo un sombrero de fieltro lo que, junto a su descomunal tamaño, lo hacía increíblemente intimidante.

―Tendrán la oportunidad de servir a su nación ―continuó Eshu con un leve e inesperado tono burlón―. Últimamente los Hijos de la Democracia están realizando actividades de manera más abierta...

―¡Los Hijos de la Democracia! ―exclamó Edward, repentinamente emocionado―. ¡Increíble! ¿El reto está relacionado con ellos? ―Miró a sus amigos, que parecían confundidos―. ¿No los conocen? Son los rebeldes que intentan establecer un gobierno unitario en el país.

―Algo he oído ―indicó Joseph, dando un bostezo―. Pero desde hace como cinco años que no cometen ningún atentando digno de mención. A comparación de los terroristas de otros países...

―No son terroristas ―espetó Edward―. Son revolucionarios que se oponen al totalitarismo de la burguesía que contamina esta nación.

Lilian y Hans se estremecieron, incómodos, pero Joseph soltó un bufido de desprecio.

―Todos los terroristas se oponen a algún totalitarismo para poder imponer el suyo propio.

―Guarden silencio, humanos ―ordenó Eshu sin levantar la voz, pero con mortal seriedad―. Su misión será confrontar y erradicar al líder de una célula de los Hijos de la Democracia que pretende atacar una de las capitales económicas de Ukriev...

―Espera... ¿vamos en su contra? ―Edward meneó la cabeza, decepcionado―. Debemos estar con ellos.

―Cuidado, Ed, el servicio de inteligencia te va a poner en la mira ―gruñó Joseph.

―¿Te gustan los problemas, subnormal? ―respondió el aludido, acercándose al chico con agresividad.

―¡No peleen! ―exclamó Sia, interponiéndose entre ambos.

―Pueden eliminarse entre ustedes si así lo desean ―dijo Eshu con acidez―. Pero mientras doy las explicaciones correspondientes deben cerrar la boca. ―Miró a Joseph y Edward quienes, atemorizados, se sentaron en completo silencio―. Los Hijos de la Democracia pretenden atacar Crania dentro de dos o tres días aproximadamente. Como sabrán, esa ciudad sirve de conexión socioeconómica para todo el país, y la gente más poderosa acostumbra hacerla su lugar de residencia.

―Pero... ―Lilian abrazó con fuerza a Chesire―. Nosotros no podemos ganarle a esos terro... ―Miró de reojo a Edward―. A gente que de seguro estará armada y preparada para luchar.

―Así es, si los enfrentaran limpiamente todos ustedes morirían sin lugar a dudas ―afirmó Envy, asintiendo varias veces― Por eso contarán con ayuda. ¿No suena genial?

―¿Nos ayudarás? ―inquirió Ericka, enarcando una ceja.

―Recibirán apoyo del grupo de alguien más ―indicó Eshu―. Pero eso no quiere decir que sus vidas estarán seguras.

―¿Quienes... nos van ayudar? ―preguntó Hans.

―Es un se-cre-to ―gorjeó Envy, guiñando un ojo―. Para descubrirlo, mañana en la tarde deberán ir a Vyshenve, esa ciudad pequeñita vecina de Crania. Se reunirán con ellos y podrán comenzar a planear la mejor manera de detener a los Hijos de la Democracia.

―Nos va a tomar mucho tiempo ―comentó Ericka, meneando la cabeza―. Soy la presidenta del Consejo, no puedo faltar nuevamente...

Eshu se acercó a ella a grandes zancadas y dobló su espalda hasta que sus rostros quedaron a la misma altura. El movimiento había sido inesperadamente rápido considerando el colosal tamaño del hombre, por lo que los chicos, y especialmente Ericka, apenas tuvieron tiempo para dar un respingo.

―No seas engreída, humana. Puedes rendirte ahora y así te devoraré a ti y a tus seres queridos. Los demás participantes podrán continuar en el Juego, tú no eres necesaria. Nunca lo fuiste. Nunca lo serás.

La chica juntó sus manos, aterrorizada.

―Yo... iré.

―¡Muy bien! No queda más por decir. ―Envy los observó seriamente a todos―. Las personas que los van a ayudar saben que si no cumplen su parte yo mismo me encargaré de ellos, pero eso no los hace completamente confiables. Así que ustedes mismos deben cuidar sus propias espaldas. ¡Suerte!

Envy y Eshu desaparecieron al instante, en medio de una explosión púrpura acompañada de una humareda violeta. Los miembros del Club se mantuvieron silenciosos durante varios minutos, pensando con angustia en el terrible reto que se verían obligados a cumplir. Incluso Chesire fue contagiado por la inquietud, y dirigió disimuladamente su mirada dorada hacia una ventana cercana, que dejaba entrever el brillo naranja de un aciago atardecer.

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