• 39. Decisiones •
Jack
El tiempo pasó demasiado rápido, hoy era el día y estaba aterrorizado. Las decisiones estaban tomadas y por muchos intentos que hicimos Mara, Dion y yo para que esto no pasara, se volvía algo casi imposible. Me dolía la cabeza; no sé cuántas veces me he preguntado a mí mismo cómo llegamos hasta aquí.
Cubrí mis ojos con mi antebrazo para evitar el mundo y la horrible realidad que se encontraba frente a mí mientras seguía acostado en la cama de una de las muchas habitaciones de la casa de los Murphy. Habíamos estado aquí durante los días previos a la boda; no había salido de esta casa ni siquiera para ir a la escuela. Me sentía como un león enjaulado. Mamá había decomisado mi celular y no había podido hablar con Mara desde la última vez que la vi en casa antes de ser traído a esta prisión.
La angustia me atrapaba con cada pensamiento. Era como si las decisiones de mis padres pesaran sobre mis hombros, una carga que no podía soportar. Mi corazón se retorció en mi pecho, recordando las últimas conversaciones llenas de risas y sueños que parecían inalcanzables. Ahora, todo eso se desvanecía, aplastado por las expectativas de otros. A pesar de mis protestas silenciosas, de mis súplicas imaginarias, sabía que nada cambiaría. La decisión ya estaba tomada.
Mi mente divagaba por recuerdos, buscando una escapatoria del terrible destino que me esperaba esta tarde. En mi mente se proyectó uno de mis recuerdos favoritos: aquella vez en que Layla y yo estábamos debajo de uno de los árboles cerca de la cancha de fútbol, sentados en el césped mientras leíamos uno de sus libros. Por un momento, volví a sentirme parte de ese recuerdo, sintiendo su espalda contra mi pecho mientras escuchaba su voz. Esa libertad, esa despreocupada conexión, se sentía tan lejana ahora.
El sonido de la puerta abriéndose rompió la burbuja en la que me había refugiado por unos momentos. El sonido de unos tacones resonó por todo el lugar mientras se acercaban más a la cama.
—Necesito que te levantes, el señor Murphy te espera para ir a la sastrería por sus trajes—. La exigente voz de mamá me hizo retirar el antebrazo de mis ojos, forzado a enfrentarla.
Estaba con sus brazos cruzados y su entrecejo fruncido, haciendo resaltar sus líneas de expresión marcadas debido a su edad. Vestía un blazer de color rojo con detalles en negro, dándole un aire elegante y formal. Su cabello, que normalmente siempre estaba sujeto en un moño elegante, estaba suelto y ondulado en las puntas, lo que añadía un toque de suavidad a su apariencia general. Pero su mirada, tan determinada como siempre, no dejaba lugar a cuestionamientos.
La voz de mamá resonaba en mi mente, insistente y solidaria en su propósito.
«No puedo seguir adelante así», pensé. Pero, en el fondo, sabía lo inútil que era resistirse. La presión familiar me envolvía.
«No importa lo que sienta, no importa lo que haga o diga; la decisión ya ha sido tomada»
Y aunque mi corazón gritaba por rebelarse, mi cuerpo se movió lentamente, como si funcionara sin mi consentimiento, arrastrándome hacia lo inevitable. Cuando me levanté de la cama mamá se acercó a mi y tomo mi cara entre sus manos, por alguna razón su toque que antes me parecía tranquilizante justo ahora me transmite una angustia interminable para todos.
—Cambia esa cara, no es el fin del mundo— pidió con un toque de amargura, peinó con una de sus manos los mechones de mi cabello que caían sobre mi frente—. Hoy es el día Jack, por favor, hazlo bien por nosotros.
Con un suspiro cargado de resignación, quite sus manos de mi cara para alejarme de ella. No había alternativa. No había espacio para la rebelión. A medida que me movía hacia el espejo, las dudas continuaban arremolinándose en mi mente. Podía imaginarme en la ceremonia, con todos los ojos sobre mí, pero no podía visualizar un futuro que me hiciera sentir pleno. Cada paso que daba me alejaba más de quien realmente quería ser y de quién realmente amo. Me estaba convirtiendo en un extraño en mi propia vida.
—Déjame solo, iré en unos minutos— la mire a través del espejo, no se molestó en responder solo se dio la vuelta y regreso sobre sus pasos hasta la puerta cerrándola tras ella, dejándome solo otra vez.
Pase una mano por mi cara, mire mi propio reflejo; estaba pálido y ojeroso, mis ojos expresaban toda la ansiedad y la frustración que sentía y que quería dejar salir.
Cada golpe del reloj resonaba en mi mente, como un eco que me recordaba que el tiempo no esperaba a nadie, y mucho menos a mí. A pesar de que había tratado de hablar con mis padres sobre cómo me sentía, cada palabra se perdía en sus expectativas inquebrantables. “Es lo que debes hacer, Jack. Es por tu bien”, decían. Pero, ¿dónde quedaba mi bienestar en todo esto? Mi elección, mi voz, eran irrelevantes. Solo era un peón en su gran ajedrez familiar.
Me vestí y salí de la habitación, el pasillo estaba lleno de un silencio sepulcral, el cual dejaba que la voz de mis pensamientos se intensificará en mi cabeza.
«No hay salida, las decisiones están tomadas»
Layla
—¿Es mi culpa?— La voz temblorosa me salió entre susurros mientras cubría mi rostro con mis manos en la cafetería.
No podía evitarlo. La preocupación me devoraba por dentro. Estaba en compañía de Grace, Erika y Félix, pero aun así me sentía completamente sola. Jack y Mara no habían asistido a la escuela desde hacía una semana. La ausencia de Dion desde el día anterior había añadido otro nivel de inquietud que me hacía sentir como si todo estuviera desmoronándose a mi alrededor.
—No lo es, tranquila, seguro que él te llamará—, trató de calmarme Grace, acariciando mi espalda con ternura, como si su toque pudiera disipar la tormenta que llevaba dentro.
Pero mis pensamientos eran oscuros y torbellinos. Me planteé cada vez que mi mente viajaba hacia Jack. ¿Por qué no quería verme? ¿Es que ya no me quiere? ¿De verdad va a casarse? Si es así me niego a aceptar eso, incluso me había cohibido de contárselo a alguien. Quería arreglar las cosas entre nosotros, pero después de haberme dejado plantada en el café, no había tenido el valor de llamarlo o escribirle. La desesperación se apoderaba de mí. Después de tantos días sin noticias, sintiéndome más perdida que nunca, el deseo de verlo en persona se convertía en una necesidad.
—Es que no quiere verme—. Retiré mis manos de la cara para mirar a mis amigos. La inseguridad impregnaba mis palabras. —He vuelto a la escuela para verlo, pero parece que la tierra se lo tragó, ni siquiera está en su casa—. La angustia se extendió dentro de mí mientras continuaba buscando a Jack, incluso cuando sabía que había decidido no salir de su escondite.
—Eso está raro—, interrumpió Félix, dándole una mordida a su manzana, incapaz de ocultar su desconcierto.
—¿Llamaste a Mara? —preguntó Erika, con interés genuino.
—Sí, no responde—. La frustración me quemó por dentro al decirlo. Sabía que algo estaba mal. No podía sacudir la preocupación de encima.
—Bueno, ahora que lo dices, Mara no responde ninguno de mis mensajes y eso es muy extraño, ya que siempre lleva su teléfono y responde todos los mensajes—, agregó Grace, pasando sus dedos por su cabello rojizo, un gesto que hacía cuando algo la inquietaba.
—¿Dion no sabrá algo al respecto?— cuestionó Félix, dejando su manzana de lado y acercándose más en la mesa para hablar con comodidad. La atención de todos se centraba en la posibilidad, como si Dion tuviera la clave para resolver todo. —Lo digo porque es el mejor amigo de Jack, aunque yo también lo soy. A veces somos un buen grupo de tres, y si me lo preguntas…— Félix parecía estar perdiendo el hilo de lo que decía.
—Félix, ve al punto—, le pidió Grace con amabilidad, interrumpiendo su divagar.
Era obvio que todos querían ayudarme, pero había un leve atisbo de inseguridad en mi interior que dificultaba la decisión de ir tras Dion.
—La cosa es que tal vez Dion haya podido comunicarse con ellos. Es tu mejor ruta para saber qué pasó con Jack, así que deja de estar carcomiendo tu pobre cabecita y ve a hablar con Dion luego de las clases—. La lógica de Félix era difícil de discutir; tenía razón, pero la idea de enfrentar a Dion, de revelar cuánto me preocupaba por Jack, me hacía sentir vulnerable.
—Estoy de acuerdo con Félix—, acotó Erika.
—Yo también—, asintió Grace.
Pude sentir que me impulsaban hacia la acción, pero mi mente aún luchaba en la incertidumbre.
—Si…—titubeé un momento. El nudo en mi estómago crecía con cada segundo que deseaba encontrar una respuesta. —Creo que tienes razón.
—Lo sé, Layla, me lo dicen muy seguido—, se jactó Félix, con una risa ligera, pero su tono amigable me ayudó a ver la situación con un poco más de claridad.
La decisión tomó forma en mi mente. Necesitaba hacer algo. No solo por mí, sino por Jack, por lo que estábamos perdiendo. Él merecía saber que me importaba, que aún odiaba terminar las cosas como estaban. Me levanté de la mesa, sintiendo que una pequeña chispa de determinación encendía mi interior.
—Voy a buscar a Dion—, afirmé, con una nueva firmeza en mi voz.
[…]
Las clases habían terminado, y la angustia me seguía acompañando. Después de un rato de preguntar y preguntar por casi toda la escuela, por fin di con la dirección de Dion. Llegué a un edificio de apartamentos que destacaba por su diseño moderno y elegante. A primera vista, el lugar se veía lujoso, con grandes ventanales que reflejaban la luz del sol y un vestíbulo que emanaba sofisticación. Cada detalle parecía meticulosamente pensado, desde las plantas decorativas hasta las lámparas de diseño que colgaban en el techo.
El ambiente era diferente; la brisa fresca que soplaba en mi dirección traía consigo un aire urbano y vibrante. Sin embargo, mi mente estaba lejos de la estética del lugar. Tenía un nudo en el estómago, y cada paso hacia la entrada del edificio parecía más pesado que el anterior. La entrada tenía un elegante suelo de mármol y un mostrador de recepción donde un conserje profesional atendería a los visitantes.
—¿Nosotros estamos aquí por qué?— Indagó Félix a mis espaldas.
—Apoyo moral—. La verdad es que no me atrevía a venir hasta casa de Dion sola, temiendo que al final volviera con el corazón más destrozado. Así que decidí llevar compañía. Félix, Grace y Erika me habían seguido como un respaldo, y la idea de tenerlos conmigo me proporcionaba un leve consuelo.
Subimos en el ascensor y, tras un momento que pareció interminable, llegamos al piso de Dion. Al tocar la puerta, la incertidumbre me invadió nuevamente. Cuando él abrió, se mostró sorprendido al vernos.
—Layla, ¿qué haces aquí?— preguntó Dion, su rostro tornándose serio al ver el grupo. Parecía que iba de salida.
—Hola, necesito hablar contigo—, respondí, intentando dejar en claro la urgencia de la situación.
Dion me hizo pasar y, al entrar, me di cuenta de que el interior de su apartamento seguía la línea moderna del edificio. A través de las ventanas se podía ver un paisaje urbano sorprendente, la ciudad vibrante extendiéndose ante nosotros. Pero la belleza del entorno era sólo un telón de fondo para la angustia que sentía.
Tomé asiento junto a Dion, y el silencio se alargó, pesado en el aire.
—¿Qué sucede, Layla?— preguntó, su mirada profunda buscando mis ojos.
—Es Jack y Mara… no he podido comunicarme con ellos—. La sinceridad de mis palabras brotó como un torrente, cada frase cargada de preocupación. —No aparece por ninguna parte y no sé qué hacer.
Dion se recargó hacia adelante, sus ojos ámbar mostrando una mezcla de preocupación y compasión.
—Mira, la última vez que logré hablar con Mara fue el mismo día en que su mamá se llevara a Jack—. Mi corazón se detuvo en seco, ansiosa por la información.
—¿Llevárselo? ¿A dónde?— La urgencia me llevó a interrumpirlo, sintiendo que cada segundo contaba.
—Dijo que su mamá se lo llevó a ver a los Murphy para terminar de arreglar cosas de la boda.
Entonces caí en cuenta que lo que me había cohibido contar hasta ahora había salido de la boca de Dion sin previo aviso.
—¡¿Boda?!— Dijeron exaltados y al unisonó Grace, Félix y Erika.
—¿De que no nos hemos enterado?— Cuestionó Erika.
Ignorando olímpicamente la pregunta de Erika, Dion siguió hablando:
—Fue entonces cuando mencionó que te había enviado un mensaje a tu teléfono.
Sin perder tiempo, saqué el teléfono y revisé mis mensajes. Mi corazón se aceleró cuando encontré todas las notificaciones sin leer de Jack que no había tenido la valentía de ver por miedo de que alguno de sus mensajes fuera una despedida. Abrí con rapidez el chat sintiendo un leve temblor en mis manos y vi el mensaje:
“Layla, necesito hablar contigo. Hay muchas cosas que han pasado y… necesito que sepas que no puedo seguir adelante con esto sin hablar de mis verdaderos sentimientos.
Desde el primer día en que te vi en el salón de clases, sentada en mi mesa, supe que había algo especial en ti. Tu risa, tu forma de ver el mundo, todo en ti me atrapó de inmediato. No has tenido idea de lo mucho que te he admirado. Siempre ha sido confuso para mí, y he estado tratando de ignorarlo, pero no puedo más.
Todo ha sido tan confuso desde San Francisco, y no estoy seguro de cómo enfrentar lo que está por venir. Estoy aterrado de perderte, porque lo que tengo contigo es real. No quiero casarme con Lizzie. No puedo imaginarme un futuro con ella, porque cada vez que pienso en el futuro, tú siempre estás presente.
Solo quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, y que lo que tú significas para mí nunca se ha desvanecido. Te necesito en mi vida, no solo como un recuerdo.”
El aire se volvió más pesado, y comprendí que no podía quedarme de brazos cruzados. La sensación de urgencia creció dentro de mí.
—No podemos dejar que esto continúe—, exclamé, tomando una decisión rápida. —Debemos encontrar a Jack y evitar esa boda. No puedo dejar que lo hagan sin que él sepa lo que realmente quiere. No puedo dejar que se case sin que sepa lo que siento.
Las palabras salieron de mi boca con rapidez. Todos los asintieron, compartiendo mi determinación.
—¿Y cómo lo hacemos?— preguntó Grace, observándome con una mezcla de apoyo y desafío.
—Podemos averiguar el lugar de la boda—, dijo Erika. —Juntos, buscaremos pistas y…
—No hace falta, se dónde es, en realidad iba a ir para allá antes de que llegarán para salvar a mi mejor amigo—. Informó Dion.
—¿Sabes dónde es? ¿Cómo?— Preguntó Grace—, además, ¿Cuándo pensaban contarnos que Jack se iba a casar?
—Tranquila, yo me enteré la semana pasada—acote.
—¿Saben dónde podríamos contarles toda la historia? En mi auto mientras vamos de camino a evitar una boda, porque para su información tenemos menos de una hora para llegar antes de que empiece la ceremonia—comento Dion, con ápice de impaciencia.
—Vamos—, dije determinada, resolviendo que cada segundo contaba. —Debemos ir a buscar a Jack y a Mara antes de que sea demasiado tarde.
El grupo se movió rápidamente, cada uno de nosotros listo para actuar. Salimos del elegante edificio, sin mirar atrás, y en cuestión de minutos ya nos encontrábamos en el auto de Dion—el cuál era una camioneta muy parecida a la de Jack—, dirigido hacia el lugar donde se llevaría a cabo la boda. El tráfico era un enemigo silencioso mientras pasábamos por las vibrantes calles de la ciudad. La ansiedad llenaba el coche, cada uno sumido en sus pensamientos.
[...]
Que capitulo.
¡Hola lindas personitas! Espero que se encuentren bien.
Está será una doble actualización, ya que subiré los dos últimos capítulos del club del periódico hoy. Así que no te voy a decir mucho para que sigas leyendo lo que queda de esta historia, espero que lo disfrutes.
Deja tu voto y tu comentario.
Gracias por leer.
Besos Gea <3.
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