• 35. ¡Hola, San Francisco! (1/2) •

El día por fin llegó.

Dos días después de el anuncio que hicieron los profesores sobre cuál sería nuestro destino para el viaje escolar, por fin, era hora de tomar nuestro vuelo a San Francisco. El bullicio era algo que no podía faltar el día de hoy, preguntas y objeciones por todas partes más el sonido de las bocinas de los autobuses.

En mi campo de visión pude distinguir el maravilloso cabello pelirrojo de Grace atado en una perfecta cola de caballo, tomé mi maleta y la arrastre conmigo hasta donde se encontraba ella, mientras caminaba observé que no estaba sola sino que junto a ella se encontraban Mara y Erika. Me acerqué a ellas con una sonrisa nerviosa. El día había llegado más rápido de lo que esperaba, y aunque estaba emocionada por el viaje, no podía evitar sentir una punzada de ansiedad.

—¡Grace! — La llamé, levantando la mano para saludar. Ella giró la cabeza y me vio, a pesar de que llevaba sus gafas de sol pude jurar que sus ojos brillaron con entusiasmo.

—¡Layla! —respondió, envolviéndome en un abrazo rápido—. ¿Lista para la aventura?

—Tan lista como puedo estar —dije con una risa forzada, tratando de ignorar el nudo en mi estómago. Miré a Mara y Erika, quienes también parecían emocionadas—. Hola chicas, ¿también listas?

—¡Por supuesto! —exclamó Mara—. Este viaje va a ser increíble.

Erika asintió, un poco más reservada, pero con una chispa en sus ojos que delataba su emoción.

—¿Dónde están los demás?— Pregunté al no ver señales de los chicos.

—Dion y Jack fueron a buscar a Félix que se quedó en su casa—, comentó Erika.

Grace rodó los ojos y puso una mano en la cadera.

—Le advertí que no se quedará hasta tarde despierto—dijo con una mezcla de exasperación y diversión—. Espero que no se nos haga tarde por su culpa.

Mara se echó a reír, aunque su mirada mostraba una ligera preocupación.

—Seguro que estarán aquí pronto. Dion es bueno para apresurarlo cuando es necesario.

—Tienes razón —asentí, tratando de calmar mis propios nervios. El bullicio a nuestro alrededor seguía aumentando, y podía sentir la energía y la anticipación en el aire.

Justo en ese momento, escuché una voz familiar y me giré para ver a Dion y Jack caminando hacia nosotros, con Félix trotando detrás de ellos con una maleta que parecía estar a punto de explotar.

—¡Lo siento, lo siento! —jadeó Félix cuando llegó a nuestro lado—. Me quedé dormido.

—Nada nuevo —se burló Dion, dándole una palmada en la espalda—. Pero al menos llegaste.

Jack, siempre calmado, sonrió ligeramente y asintió en señal de saludo. —Estamos todos aquí ahora. ¿Listos para partir?

—¡Sí! —respondimos casi al unísono, sintiendo una mezcla de emociones: emoción, nervios, y una pizca de incertidumbre sobre lo que nos esperaba en San Francisco.

—Muy bien, esto merece una buena foto para el recuerdo—, propuso Erika mientras tomaba su cámara la cual colgaba en su cuello.

Todos nos acomodamos para salir en la foto; Félix se puso junto a Grace, Mara permaneció en su lugar pero a sus espaldas se encontraba Dion y por mi parte estaba junto a Mara con los brazos de Jack rodeando mi cintura mientras pegaba su pecho a mi espalda. El flash de la cámara de Erika iluminó nuestras caras emocionadas, capturando el momento justo antes de nuestra gran aventura. A pesar de la mezcla de emociones que sentía, no podía evitar sonreír para la foto, sabiendo que este viaje sería uno de esos recuerdos que atesoraríamos siempre.

Una vez que la foto estuvo lista, Erika bajó la cámara y nos miró con una sonrisa.

—¡Perfecto! Ahora sí, listos para partir —anunció con entusiasmo.

Noté cómo Félix trataba de organizar su maleta, que parecía estar a punto de reventar. Mara, siempre la más ordenada, no pudo evitar reírse y le ofreció ayuda.

—Vamos, Félix, necesitas una mano con eso —dijo, comenzando a ajustar las correas de la maleta.

Los demás por nuestra parte no pudimos evitar soltar una que otra carcajada mientras nos dirigimos al autobús, cargados de maletas y expectativas. Subí al autobús y me acomodé junto a la ventana, con él desgraciado a mi lado. El motor rugió y sentí una oleada de emoción recorriendo mi cuerpo. Estábamos realmente en camino.

—¿Estas nerviosa?— Mire a Jack, asentí con la cabeza.

—Un poco, no me gusta volar en avión.

—No te preocupes —me dijo Jack con una sonrisa tranquilizadora—. Estaremos bien. Además, es solo un par de horas.

Asentí, intentando creer en sus palabras mientras el autobús nos llevaba al aeropuerto. El viaje estuvo lleno de risas y charlas animadas, con todos compartiendo sus expectativas y planes para San Francisco. Algunos estaban emocionados por visitar Alcatraz, otros querían recorrer el Golden Gate y, por supuesto, no faltaron las referencias a la famosas series de televisión ambientadas en la ciudad.

Al llegar al aeropuerto, el bullicio era aún mayor. Todos nos apuramos a bajar del autobús y recoger nuestras maletas. La mezcla de emociones seguía ahí, pero ahora se veía opacada por la adrenalina del momento.

Una vez dentro, nos encontramos con el resto de nuestros compañeros y profesores. La profesora Martínez y el profesor López nos dieron un rápido repaso de las instrucciones y el itinerario antes de encaminarnos al control de seguridad. Las filas eran largas, y mi ansiedad crecía con cada paso que dábamos hacia la revisión.

Finalmente, después de lo que parecieron siglos, pasamos todos los controles y nos dirigimos a la puerta de embarque. Me senté junto a Jack de nuevo, esta vez en las sillas de la sala de espera, mientras el resto del grupo se dispersaba para explorar las tiendas cercanas o simplemente estirar las piernas. Había perdido de vista a los demás en cuanto nos dispersamos.

—¿Qué te parece si compramos algo para leer durante el vuelo? —sugirió Jack, señalando una librería cercana, una sonrisa se formó en mi rostro.

—Me parece bien —respondí, agradecida por cualquier distracción. Nos levantamos y caminamos hacia la librería, donde cada uno seleccionó un par de revistas y un libro.

Con las compras hechas, regresamos a la puerta de embarque justo a tiempo para el anuncio del abordaje. Mi corazón latía rápidamente mientras nos acomodábamos en la fila, y sentí que Jack me apretaba la mano con suavidad.

—Lo harás genial —murmuró—. Estaré aquí contigo todo el tiempo.

Sonreí, sintiéndome un poco más tranquila por su apoyo. Abordamos el avión y nos dirigimos a nuestros asientos. Mientras me abrochaba el cinturón de seguridad y escuchaba las instrucciones de la tripulación. El avión comenzó a rodar por la pista, y sentí cómo la tensión en mi cuerpo se acumulaba con cada segundo. Jack mantuvo su mano en la mía, brindándome consuelo.

—¿Sabes qué? —dijo Jack, inclinándose hacia mí—. Podríamos hacer una lista de todos los lugares que queremos visitar en San Francisco. ¿Te parece?

—Me parece una gran idea—respondí, agradecida por la distracción.

Sacamos una libreta y comenzamos a anotar todos los lugares que queríamos explorar: el Golden Gate, Alcatraz, Fisherman’s Wharf, y, por supuesto, el famoso tranvía. Entre risas y conversaciones sobre nuestras expectativas, el tiempo pareció pasar más rápido.

Antes de darme cuenta, el avión estaba despegando y, aunque el miedo seguía ahí, sentí una ola de emoción y miedo al mirar por la ventana y ver cómo nos alejábamos del suelo. Jack me apretó la mano una vez más y me sonrió, y en ese momento supe que con él a mi lado, este viaje sería inolvidable.

[…]

Horas después, aterrizamos en San Francisco. La ciudad se extendía ante nosotros con su famoso puente y sus colinas. Al salir del avión, respiré hondo y sonreí, lista para la aventura que estaba a punto de comenzar.

—¡Hola, San Francisco!—dijo Grace, con una sonrisa radiante haciéndome recordar a una escena de Hannah Montana cuando se supone que llegaba a Nueva York—. Vamos a hacer de este viaje algo increíble.

—¡Señorita Gómez compórtese!— La regaño la profesora Martínez.

Grace soltó una pequeña risa nerviosa y bajó la cabeza ligeramente, pero no pudo ocultar su emoción.

—Lo siento, profesora Martínez —dijo, todavía sonriendo—. Es que estoy tan emocionada.

—Eso está bien, Grace, pero recordemos que estamos representando a nuestra escuela —respondió la profesora Martínez con una sonrisa comprensiva—. Ahora, sigamos adelante y mantengámonos juntos.

Mientras nos dirigíamos a recoger nuestro equipaje, no podía evitar mirar alrededor, maravillada por la vibrante energía de San Francisco. Los colores, los sonidos, todo era tan diferente y emocionante.

—Tengo todo el cuerpo entumecido—comento Félix mientras se estiraba.

—¿Y que esperabas? Dormiste durante todo el viaje—. Le respondió Erika mientras caminábamos junto al resto del grupo.

—Oigan, ¿ya escucharon lo que harán está noche?— Pregunto Mara en voz baja.

—No—, respondió Jack.

—Escuche que luego de la excursión de hoy, un grupo de estudiantes irán a pasear por San Francisco sin los profesores—, empezó a comentar Mara—. Lo más seguro es que quieran ir a una fiesta. ¿Qué tal si nos fugamos está noche también?

—No suena mal—, argumento Dion.

—Si, además, ¿hace cuánto no vamos a una fiesta?—Añadió Grace.

—Suena tentador—admití, pero una parte de mi aún no estaba muy segura.

—¡Perfecto! —dijo Félix, ya con una chispa de entusiasmo en los ojos—. San Francisco de noche debe ser increíble.

—Pero tenemos que ser cuidadosos —advirtió Erika—. No queremos meternos en problemas con los profesores.

—Lo sé, lo sé —dijo Dion, levantando las manos en señal de rendición—. Solo nos divertiremos un rato y luego regresaremos al hotel como si nunca nos hubiéramos ido.

Grace asintió, y aunque parecía emocionada, también mostraba una pizca de nerviosismo. —Sí, será genial. Solo tenemos que asegurarnos de no llamar la atención.

Mientras recogíamos nuestras maletas y nos dirigíamos hacia el autobús que nos llevaría al hotel, la conversación sobre la posible salida nocturna continuaba. Todos compartían sus ideas sobre a dónde podrían ir y qué podrían hacer.

Al llegar al hotel, la profesora Martínez nos recordó el horario de la excursión al Golden Gate Bridge y nos dio algunas instrucciones adicionales antes de dejarnos instalarnos en nuestras habitaciones. Una vez que estuviéramos listos, nos reuniríamos en el vestíbulo para comenzar nuestra primera aventura en San Francisco.

Una vez en la habitación, me dejé caer en la cama, sintiendo la emoción y el cansancio del viaje. Miré a Jack, quien en lugar de ir a su habitación a desempacar su maleta decidió venir a la habitación que compartía con Erika, ya que Erika había ido a la habitación de Mara y Grace.

—¿Crees que deberíamos ir con ellos esta noche? —pregunté, todavía indecisa.

—Podríamos intentarlo —respondió Jack, sentándose a mi lado—. Pero si en algún momento no te sientes cómoda, solo dímelo y nos regresamos. Este viaje es para disfrutarlo, no para estresarnos.

Sonreí, agradecida por su apoyo. La tarde pasó rápido mientras nos preparábamos para nuestra excursión al Golden Gate Bridge.

[…]

El autobús nos llevó a través de la ciudad, con el vibrante bullicio de San Francisco como telón de fondo. La primera vista del Golden Gate Bridge fue impresionante; su imponente estructura roja se alzaba contra el cielo azul, y las olas del Pacífico rompían suavemente contra los pilares del puente.

—¡Es incluso más impresionante en persona! —exclamó Mara, con los ojos abiertos como platos.

—¿Sabían que cuando lo construyeron, utilizaron suficiente cable como para dar la vuelta al mundo tres veces? —dijo Félix, intentando sonar sabio, pero más bien causando risas entre nosotros.

—Vamos, Félix, no nos quieras engañar con tus datos “interesantes” —se burló Grace de forma amistosa, empujándolo ligeramente.

Mientras caminábamos por el puente, cada uno de nosotros absorbía la majestuosidad del lugar a su manera. Jack y yo nos detuvimos para tomar una foto con el puente de fondo, riéndonos mientras el viento jugueteaba con nuestro cabello.

—¡Espera! ¡Otra foto! —dijo Erika, sacando nuevamente su cámara—. Esta es para el anuario de la escuela.

Posamos juntos, algunos con caras graciosas y otros tratando de mantener una sonrisa seria. El flash de la cámara capturó el momento y sentí una oleada de felicidad. A pesar de mi ansiedad inicial, estar en este lugar con mis amigos lo hacía todo perfecto.

—¿Alguien más siente que debería estar en una película? —preguntó Dion, mirando alrededor—. Es decir, aquí es donde todas las escenas épicas de persecución suceden, ¿verdad?

Todos reímos ante la idea y empezamos a bromear sobre ser protagonistas de nuestra propia película de acción. La caminata por el puente fue increíble, y aunque mis piernas comenzaron a cansarse, la belleza del lugar y la compañía lo hicieron inolvidable.

Cuando finalmente llegamos al otro extremo del puente, nos detuvimos un momento para descansar y disfrutar de las vistas. La ciudad de San Francisco se extendía a nuestra espalda, mientras que al frente teníamos las aguas relucientes de la bahía y la vasta extensión del océano.

—Nunca pensé que estaría aquí —dije, más para mí misma que para los demás.

—Me alegra que lo estemos, loca —dijo Jack, apretando mi mano con una sonrisa—. Recuerda que te dije que este viaje iba a ser inolvidable.

—Lo recuerdo.

«Pero también recuerdo tu expresión y tu mirada cuando me lo dijiste»

—¡Oigan tortolitos no se queden atrás!— Nos grito Félix.

Jack y yo aceleramos el paso para alcanzar a los demás, riéndonos ante la broma de Félix. Seguimos explorando el área, maravillados por la combinación de naturaleza y arquitectura que definía el Golden Gate. Nos detuvimos en varios puntos para tomar más fotos y simplemente disfrutar del momento.

—¡Miren ese barco! —dijo Mara, señalando hacia la bahía—. ¿Se imaginan viajar en uno de esos?

—Seguro terminaría mareado antes de que zarpe —bromeó Dion, haciendo que todos soltáramos una carcajada.

El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados, creando un telón de fondo perfecto para nuestras fotos. Erika, siempre con su cámara lista, capturaba cada momento, asegurándose de que ningún detalle se perdiera. La profesora Martínez y el profesor López —nuestros maestros guías y cuidadores en este viaje— comenzaron a organizarnos para volver al hotel.

—¡Vamos chicos, todos de regreso al autobús! —dijo la profesora Martínez, tratando de reunir a nuestro grupo disperso.

—¿Tenemos que irnos ya? —se quejó Grace—. Podría quedarme aquí todo el día.

—Sí, pero nuestro itinerario dice que tenemos una cita con unas camas muy cómodas en el hotel —bromeó el profesor López, haciéndonos reír a todos.

—Eso dice el suyo profesor, el de nosotros dice fiesta hasta el amanecer—comento Félix en voz baja para que solo nosotros lo escucháramos.

Nos subimos al autobús, cansados pero felices, y nos dirigimos de regreso al hotel. El viaje de vuelta fue relajante, con algunos de nosotros cabeceando y otros compartiendo historias y risas. Una vez de regreso, todos nos fuimos a nuestras habitaciones para alistarnos, Erika y yo abrimos nuestras maletas en busca de un vestido perfecto para la ocasión.

Con el paso de unas horas ya estábamos listas y nos reunimos todas en la habitación de Mara y Grace para prepararnos para la salida que habíamos planeado. La emoción era palpable mientras elegíamos qué ropa ponernos y discutíamos nuestros planes.

Grace, siempre llamativa, llevaba un vibrante vestido rojo que reflejaba su personalidad. Mara optó por un vestido negro con detalles en encaje, elegante y sofisticado. Erika, siempre tan fresca, eligió un vestido verde esmeralda que resaltaba sus ojos cafés. Yo, por mi parte, elegí un sencillo pero elegante vestido azul marino.

—No puedo creer que vayamos a salir a explorar San Francisco de noche —dijo Mara, mientras se cepillaba el cabello frente al espejo.

—Solo asegúrate de no perderte —bromeó Grace—. No queremos tener que poner una alerta de “se busca” en la mitad de nuestra aventura.

—Tú solo preocúpate de no meterte en problemas —respondió Mara, lanzándole una mirada juguetona.

Finalmente, todos estuvimos listos y nos reunimos en el vestíbulo del hotel para salir de el  uno a uno sin levantar muchas sospechas. Le dí un pequeño vistazo a los chicos; Jack, con su estilo casual, llevaba jeans oscuros y una camisa blanca, mientras que Félix, más despreocupado, vestía una camisa a cuadros y jeans. Dion, siempre a la moda, optó por unos pantalones de mezclilla y una camisa de botones azul claro.

El plan era simple: explorar la ciudad, disfrutar del ambiente nocturno y, si se presentaba la oportunidad, unirnos a alguna fiesta.

—¡Vamos a hacer de esta noche algo inolvidable! —dijo Dion, liderando el grupo mientras salíamos del hotel.

San Francisco de noche era un espectáculo completamente diferente. Las luces de la ciudad, los sonidos y la energía eran electrizantes. Nos dirigimos hacia algunas de las áreas más famosas, riendo y disfrutando de la aventura.

—¿Alguien más se siente como si estuviera en una película? —preguntó Félix, mirando alrededor con asombro.

—Sí, pero esta vez no es una película de persecuciones —respondí, sonriendo—. Es una comedia romántica con un grupo de amigos un poco locos.

Nos aventuramos por las calles de San Francisco, admirando las luces y la vibrante vida nocturna. Nos encontramos en Fisherman's Wharf, donde el aroma de mariscos frescos llenaba el aire y los músicos callejeros añadían un toque de magia al ambiente.

—¡Esto es increíble! —exclamó Grace, girando sobre sí misma para tomar todo a su alrededor—. ¿Pueden creer que estamos aquí?

—Es como estar en una postal —dijo Erika, tomando una foto del muelle iluminado por las luces de la ciudad.

Nos detuvimos en un puesto de comida para disfrutar de unos bocadillos. Mientras esperábamos, Félix no pudo evitar hacer una de sus clásicas bromas.

—Si me pierdo, solo sigan el rastro de comida —dijo, con una expresión seria que nos hizo reír a todos.

Después de comer, seguimos explorando. Caminamos por el Pier 39, donde los leones marinos descansaban sobre las plataformas flotantes, ladrando y jugando entre ellos. Fue una escena que nos dejó a todos sonriendo.

—Miren, esos dos parecen estar teniendo una discusión acalorada —dijo Mara, señalando a dos leones marinos que se empujaban entre sí.

—Probablemente estén discutiendo sobre cuál es el mejor lugar para tomar el sol —bromeó Jack, provocando más risas.

Todos rieron, y continuamos nuestra exploración, sabiendo que esta noche sería una de esas que contaríamos una y otra vez en los años por venir. Con la ciudad a nuestros pies y la noche aún joven, sabíamos que esta aventura en San Francisco apenas estaba comenzando.

[...]

¡Hola lindas personitas! ¿Cómo están?

Espero que les esté gustando mucho el viaje de los chicos del club del periódico, porque la parte dos de este capítulo viene con unas cosas picantes.

En fin.

Espero que te haya gustado.

Gracias por leer.

Deja tu voto y tu comentario si te gusto.

Besos Gea <3.

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