• 3. Fiesta de iniciación •

La tarde transcurrió tranquila. Después de explicarle a mi madre a dónde iría esta noche, salí de mi cuarto ya vestida. Solo estaba esperando a que Grace apareciera con las demás por la puerta de mi casa para irnos a la fiesta de iniciación.

—¿De verdad eres tú, Layla? —Mamá me miraba desde el sillón de la sala. Tenía sus lentes puestos y su libro favorito en las manos, casi con preocupación—. No, tú no puedes ser mi hija, eres un doble.

—Te aseguro que soy yo, mamá.

Me acerque a ella y me coloque en la parte de atrás del sillón.

—¿Entonces por qué este cambio tan repentino? Por lo que sé, mi hija prefiere quedarse en su cuarto leyendo libros de Wattpad antes que salir de fiesta.

—Porque es hora de vivir experiencias, mamá —acaricié suavemente sus hombros—. Además, las protagonistas no se quedaban en casa.

Mamá me miró y asintió.

Tocaron la puerta y mamá caminó junto a mí para abrir. Quería conocer a las chicas que había conocido hoy. Al abrirla, Grace estaba de espaldas, mientras que Erika y Mara me miraban, lo que hizo que Grace se girara hacia nosotras.

—Buenas noches, señoritas —mamá las observó una por una—. ¿Ustedes son las responsables de que mi hija quiera salir de fiesta?

—Así es, señora Miller —respondió Mara. Mamá la miró y sonrió.

—Pueden decirme Ella.

—Encantadas de conocerla, Ella —dijo Erika.

Grace no había dicho nada, solo me miraba de arriba abajo con el ceño fruncido.

—¿Vas a ir así? —preguntó, ladeando la cabeza.

—Sí.

—No, esto es inaceptable —negó con la cabeza y nos hizo entrar nuevamente a la casa—. No irás así.

—¿Qué tiene de malo mi ropa? —me miré en el espejo de la sala. Llevaba unos pantalones acampanados, una camisa negra sin mangas y mis tenis—. Yo la encuentro bien.

—Si fueras a hacer mercado, sí —Grace se colocó detrás de mí, poniendo sus manos en mis hombros—. Guíame a tu clóset, resolveré esto en menos de diez minutos.

Caminé hasta mi cuarto, dejándolas entrar.

—Muy bien, es hora de que comience mi trabajo —Grace se acercó a mi clóset con total confianza, como si fuera mi amiga de toda la vida, y lo abrió de par en par—. Veamos qué hay por aquí.

—¿Y por qué es tan importante mi ropa?

—La fiesta de iniciación no solo da la bienvenida a los nuevos, sino que también es donde la gente te analiza y decide si eres alguien de quien preocuparse o no. Debes verte bien, lo suficiente como para llamar la atención —explicó Erika, sentada en mi cama con las piernas y brazos cruzados.

Fue entonces cuando las observé con más detalle: Grace y Mara llevaban vestidos que resaltaban sus figuras; Erika, en cambio, usaba una falda y un top plateado ajustado a su cuerpo. Todas llevaban tacones y un maquillaje sencillo, pero llamativo. A diferencia de mí, que parecía una empleada de supermercado.

—Al fin —exclamó Grace, sacando un vestido blanco de tirantes junto con un par de tacones negros—. Póntelos, te esperamos afuera.

Me entregó la ropa y salió junto a Erika y Mara, dejándome sola. Me cambié y me miré en el espejo.

No tenía un físico de otro mundo, pero mis proporciones eran adecuadas. El vestido me quedaba a mitad de muslo, resaltando mis curvas; el escote dejaba ver el inicio de mis senos y mi cabello negro contrastaba con el vestido, haciendo que mis ojos destacaran. Me puse el collar con mi inicial y salí de la habitación.

—Estás hermosa —dijo Erika con una sonrisa.

—Ahora sí podemos irnos —Grace tomó su bolso—. Fue un placer pasar este rato con usted, Ella.

—Igual, chicas, diviértanse.

Salimos de la casa y subimos al auto de Grace. Observé los locales por la calle; a pesar de la hora, todavía había gente caminando y mirando tiendas. Sin darme cuenta, ya habíamos llegado. Grace estacionó a unos metros de la propiedad, una hermosa casa—casi una mansión—. Afuera, la entrada estaba llena de estudiantes con vasos de colores en las manos.

—Henos aquí —Mara suspiró al ver la casa—. La casa de la mayor arpía que conoceremos en nuestras vidas.

Fruncí el ceño.

—Ni lo menciones —Erika ajustó su falda y le lanzó una mirada a Mara.

—¿Me explican?

—Mackenzie Gómez, la dueña de esta casa y anfitriona de la fiesta, es una arpía total —dijo Grace con fastidio—. Cree que todos los chicos están a sus pies solo por ser la capitana de las animadoras.

—Pero lo que no soporta es que el chico que le gusta no le preste atención —agregó Mara con burla.

—Tienes razón, pero bueno, olvidemos esos detalles y vayamos a divertirnos —Grace acomodó su cabello pelirrojo y caminó hacia la entrada.

La seguimos. Incluso antes de llegar a la puerta, podía ver cómo vibraba por la música. Erika giró el pomo y entramos. Si mi mandíbula no estuviera sujeta por mis huesos, habría caído al suelo. Había luces de colores, comida en mesas, fuentes de jugos y alcohol, globos blancos colgando del techo y un gran cartel de bienvenida.

—Debo admitir que se lucieron con la decoración —dijo Mara.

Un chico se acercó con una bandeja de vasos rojos y sonrió seductoramente al ver a Grace.

—Pero miren quién llegó al fin —tomó su mano y besó el dorso—. La chica más hermosa de Herdimwood, Grace López.

—No seas empalagoso, Félix —Grace retiró su mano.

—Como digas —nos miró, y extendió la bandeja llena de vasos con lo que supuse que era alcohol en nuestra dirección—. Señoritas, bienvenidas a la fiesta de iniciación. Diviértanse, hagan locuras y, si pueden, cójanse al más bueno. Esta noche todo se vale.

Sonreí ante su comentario y acepte uno de los vasos.

Nos adentramos en la casa. La música resonaba y la gente hablaba y bailaba. Busqué a Grace y las demás, pero no las vi. Caminé hasta una mesa, dejé el vaso que Félix me había dado y tomé otro con jugo—o al menos eso parecía—. Justo en ese momento lo vi.

Estaba con tres chicos, riéndose, hasta que su mirada marrón se cruzó con la mía. Sonrió con malicia.

«Claro, el desgraciado no podía faltar esta noche», pensé, sosteniéndole la mirada.

—Idiota —murmuré.

Él entendió y respondió en silencio:

—Loca.

Volvió a su grupo y yo serví más jugo, pero esta vez con alcohol. Bebí, sintiendo la quemazón en mi garganta.

—No sabía que las locas estaban invitadas —susurró a mi oído, haciendo que me estremeciera.

—Y yo no sabía que los idiotas con aires de inalcanzables fueran tan desgraciados —me giré para encararlo.

Él se acercó, acortando la distancia.

—¿Perdida, chica nueva?

—No —mentí.

—Claro.

—¿Qué quieres, desgraciado?

—Solo pensé que necesitabas ayuda, pero veo que no. Nos vemos en la reunión de último año.

—Nos vemos, desgraciado —me despedí, negándome a aceptar su ayuda.

Él desapareció entre la multitud y yo suspiré. Erika apareció y me jaló del codo.

—Te buscamos por toda la casa. ¿Dónde estabas?

—Me distraje y me perdí.

—No importa, la reunión está por empezar.

La noche apenas comenzaba.d

«Apenas me acabo de deshacer del desgraciado y ya lo tengo que volver a ver, el mundo me ama» me lamente mentalmente, mientras seguía a Erika lo mejor que podía.

Subimos la escaleras para ir a la segunda plata de la casa que al igual estaba llena de personas como la primera; entramos en un pasillo el cual estaba casi vacío lleno de puertas y nos detuvimos delante de la última de esta que está al final del pasillo. Erika me soltó y se colocó frente a mi, acomodó algunos mechones de mi cabello que estaban despeinados.

—Muy bien, estás perfecta—, me tomo por los hombros y les dio un apretón—, muestra una sonrisa, y no dejes que estos buitres te arranquen los ojos.

—Esta…bien—fruncí el ceño ante sus palabras, tome aire y me enderece en mi lugar.

Erika tocó la puerta en una especie de código y está se abrió dándonos paso al interior; era un estudio espacioso, está muy bien amueblado, hay lámparas colgando del techo y unas en las esquinas del escritorio que estaba al final del lugar, hay alrededor de unos quince personas — tal vez más—, sentadas en un sofá estaban Mara y Grace quien nos hizo una ademan con la mano para ir a sentarnos.

—¿Dónde estabas?— Me susurro Grace con una sonrisa cuando me senté a su lado.

—Las perdí de vista—, musite de las misma manera que ella.

Una chica que está sentada en la silla del escritorio se levanta lentamente mirando a todos los presentes, lo rodeó mientras movía sus caderas de forma sensual con una de sus manos sobre el para quedar frente a nosotros.

—Les doy la bienvenida a la fiesta de iniciación número cincuenta de la Academia Herdimwood, me alegra mucho ver caras nuevas— anuncio con una sonrisa en su cara—. Cómo muchos saben, la tradición de esta fiesta es que los del último año tengan una noche de relajación antes de concentrarse en la meta, que es graduarnos, así que como cada año, jugaremos un juego.

Ella señaló la mesa que estaba frente a nosotros, en dónde hay una taza llena de lápices y unas hojitas de papel, junto con dos tazones de vidrio.

—Tomen dos hojas, en una escriban su nombre y en la otra un reto—, se acercó a la mesa, tomo unas hojitas y un lápiz, escribo de manera rápida y metió uno en cada tazón—, y luego los colocan en los tazones, uno es para los retos y el otro es para los retados.

Poco a poco el grupo fue tomando las hojas de papel y empezaron a escribir los retos y sus nombres, tome las hojas y escribí cualquier cosa para los retos y mi nombre en la otra, los doble y los dejé en los tazones.

—Mackenzie quiere ver al mundo arder—, murmuro Mara dejando sus papelitos en los tazones.

No respondí, miraba los movimientos de Mackenzie; ella colocó un botella de vidrio en la mesa mientras todos nos acomodamos en un círculo, ella nos sonrió de manera juguetona e hizo girar la botella.

— ¿Quiénes serán los primeros?
Mirábamos como la botella reducía su velocidad poco a poco deteniéndose en un chico en la sala, Mackenzie meneó el tazón con los retos y se lo tendió, él metió su mano y saco un de los papeles e hizo lo mismo con el de los nombres.

Los retos eran cosas que uno se espera de adolescentes, como:

"Dale un beso en el cuello a la persona que salga en el otro papel."

"Susurra algo al oído de la persona elegida y haz que se sonroje."

"Mantenle la mirada a la persona elegida sin parpadear durante un minuto."

Las risas y el bullicio llenaron  la sala e hicieron el ambiente más amigable de lo que comenzó siendo, la botella volvió a girar deteniéndose en mí. Mackenzie se acercó a mi y me vio de arriba a bajo con cautela.

—¿Eres nueva?— Me extendió el tazón.

—Si, llegué hace unos días—, saque un papel y lo desdoble.

“Pasar diez minutos encerrado en el closet con…”

«Bueno podría ser peor», pensé con una sonrisa en mi rostro al saber que no debía besar a alguien o hacer cualquier otra cosa. Le mostré el trozo de papel a Mackenzie.

—¿Quién será el afortunado o afortunada que deberá pasar diez minutos con ella encerrados en un closet?— Anunció Mackenzie observando a los invitados—, vamos a averiguarlo.

Introduje mi mano en el tazón con los nombres y saque uno, desdoblándolo, la sonrisa que tenía se borró de mi rostro al ver el nombre. En momentos como esté es donde digo que el señor Todopoderoso tiene algo en mi contra, le mostré el trozo de papel a Mackenzie y pude ver cómo si rostro se contrajo de disgusto al leer el nombre.

—Jack Anders—, declaró Mackenzie con pesadumbre.

Sin esperar mucho Jack se levantó del círculo y camino hacia mi, dándome una sonrisa divertida ante este inoportuno momento en el cual yo quiero morir.

—Acabemos con esto—, con la barbilla en alto pase por su lado y me acerque al armario abriéndolo; estaba vacío y no había mucho espacio. Me giré hacia el desgraciado—, las damas primero.

Se parto de Mackenzie y se metió en el closet sin rechistar ante mi comentario, lo imite.

—El tiempo empieza ahora.

La puerta se cerró con un clic, dejándonos a oscuras. Solo una fina línea de luz se filtraba por la rendija. Mi respiración se volvió consciente de sí misma en el espacio reducido, mezclándose con la de Jack.

Bien. Solo silencio. Que pase rápido el tiempo.

—Estoy a punto de creer que planeaste esto porque estás obsesionada conmigo —su voz cortó la calma.

Resoplé, cruzándome de brazos, aunque el gesto perdió impacto en la oscuridad.

—¿Yo? ¿Obsesionada contigo? No me hagas reír.

Él dio un paso hacia mí.

—Entonces, ¿ni una mínima gota de atracción? Muchas dicen lo mismo… pero siempre caen con el primer beso.

Retrocedí, pero el armario no tenía mucho espacio para huir. La madera fría tocó mi espalda. Mi pulso se aceleró cuando su silueta se definió en la tenue luz, su cuerpo era tonificado pero delgado que se ajustaba a su altura y cada línea de su rostro. Estaba demasiado cerca.

—¿A qué quieres llegar, desgraciado? —mi voz salió más baja de lo que quería, así que aclaré la garganta y me enderecé—. ¿Acaso te molesta que alguien no esté a tus pies?

Un atisbo de sonrisa cruzó su rostro.

—Tal vez… pero también tengo curiosidad.

Su mano subió hasta mi barbilla, obligándome a sostener su mirada. El aire se volvió denso, cada segundo alargándose. Sus dedos rozaron mi cuello, un roce ligero pero suficiente para enviarme un escalofrío.

—¿Curiosidad de qué?

Jack jugó con el dije de mi collar entre sus dedos antes de inclinarse, su aliento cálido contra mi oído.

—¿Cuánto tardarás en caer, Layla? ¿Con el primer beso como todas… o de otra forma?

Mi respiración se trabó. No. No voy a caer en sus juegos de seducción baratos.

Un calor peligroso recorrió mi columna, pero lo ahogué con un empujón. Jack tropezó un paso atrás, sorprendido. Su agarre en mi collar tiró ligeramente de él antes de soltarlo.

Le sostuve la mirada, endureciéndola, asegurándome de que entendiera cada palabra.

—Yo nunca me voy a enamorar de alguien como tú. No voy a ceder. Jamás.

Una sonrisa ladina curvó sus labios.

—Ya lo veremos.

La puerta del armario se abrió de golpe, inundando el pequeño espacio con luz. Salí sin dudarlo, mis pasos firmes a pesar del huracán en mi pecho.

La fiesta había terminado para mí.

[…]

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