Diario de Pao
Mañana debo madrugar así que me prometí que después de darme un baño me metería en la cama sin perder el tiempo, pero tras un rato dando vueltas por el colchón noté estoy demasiado emocionada para dormir. Necesito hablar con alguien de todo lo que pasó, sin embargo, ya que es algo muy personal he decidido que este huracán de emociones encuentre paz en el papel. He vivido el fin de semana más loco de mi vida, no miento, han pasado tantas cosas que ni siquiera sé por dónde empezar. Creo que lo haré con lo más importante:
Emiliano me ama.
¡Emiliano me ama! ¡Sí, me ama!
Cada que pienso en eso no puedo evitar emocionarme. Yo sabía que me quería muchísimo, pero amar, amar es una palabra tan intensa, que dicha con sinceridad implica un sentimiento incondicional. Pero es verdad, me ama, lo ha demostrado de tantas maneras, hay tantos hechos que sirven de prueba, que no tengo ninguna duda.
Cuando Emiliano me motivó a enviar un manuscrito a la editorial nunca imaginé lo que resultaría nuestro trato. Se supone que probar suerte no debería ser tan complicado, mas el miedo a no ser lo que buscan ha sido paralizante durante toda mi vida. Confieso, sin orgullo, que posiblemente jamás hubiera reunido el valor de intentarlo, sino fuera por toda la fe que había en sus palabras. Aún hoy no paro de preguntarme si habré hecho lo correcto. Sé que no pierdo nada intentándolo, pero en el fondo tengo tanto miedo de no ser suficiente. Me gustaría tener seguridad, confiar en mí, creer que seré capaz de lograrlo, sin importar si realmente lo consiga.
Así que fue un alivio cuando Emiliano me invitó a pasar el sábado con él para no pensar demasiado en ello. Quedamos de hacer un montón de cosas apenas enviara el texto, pero de último minuto me asaltaron las dudas y decidí darle un vistazo, asegurando no serían más de cinco minutos. El objetivo era comprobar todo estuviera en orden. El resultado: más de tres horas editando algunas páginas y tal vez un manuscrito completamente distinto al original. Cruzo los dedos porque sea una mejor versión, que fuera una buena decisión. Me prometí no esperar nada, pero no puedo mentirme, no hay algo que me haría más ilusión que ser tomada en cuenta. No importaría si mi relato fuera el último, si fuera impreso con la letra más pequeña y no reservaran para él nada especial, lo único que me gustaría es sentir que he alcanzado un sueño imposible. De todos modos, intentaré mantenerme positiva, la vida es demasiado larga para rendirme ante la primera derrota.
Por otro lado, otra consecuencia de mi larga tarde trabajando fue una peligrosa combinación: un Emiliano curioso y aburrido. Él tiene algún algo de niño, en el buen sentido de la palabra, es una de las cosas que más gusta de él. Encuentra mágicas las cosas sencillas y es abierto a decir lo que piensa sin guardarlo para sí.
Bien, así que Emiliano empezó a aburrirse y no se mordió la lengua para hacérmelo saber, así que me preguntó qué podía hacer para entretenerse y en medio de mi caos ni siquiera sé cómo terminó leyendo mi libreta de apuntes. Creo que debí suponer que este momento llegaría, él jamás ha intentando de ocultar su interés por lo que hago.
Por una parte es hermoso que alguien te apoye tanto en tus sueños, que esté ahí para animarte siempre que tienes deseos de rendirte. Tiene tanta fe en mí y creo que soy muy afortunada en que me escuche, en que sea el primero en reconocer mis pasos y alentarme a ser mejor. Nunca ha intentado restarle importancia a mis deseos, por más infantiles que puedan parecer.
Aunque por otro, no quería que se enterara del papel que juega en mis escritos. Me avergüenza un poco reconocer se convirtió mi inspiración, incluso cuando ni siquiera me prestaba atención. ¿Pero qué puedo hacer? Me nace del alma cada palabra que plasmó en mis historias y estando él tan ligado a mi corazón es imposible mantenerlo lejos.
Y ahora él lo sabe. Te aseguro que quise morirme cuando vi que tenía mi libreta en sus manos. Sé que él no lo hizo con mala intención y que jamás lo hubiera hecho si yo, en una distracción, no se lo hubiera autorizado (me lo demostró cuando rechazó la oportunidad de ver mi cuenta para no lastimarme), pero confieso que de todos modos me enfadé un poco. No con él, sino conmigo misma, por haber descuidado algo que protegí por años. Porque si bien no era mi diario personal, en ese entonces no tenía el mismo orden y solía mezclar mis cuentos y experiencias de tal forma que era imposible marcar una línea entre ambas. En esas páginas me mostraba tan vulnerable, sin máscaras, ni pretensiones.
Por un momento pensé que él se reiría o me vería distinto, como una niña tonta e ingenua que había suspirando por él aún cuando no tenía una sola oportunidades, pero cuando alzó la mirada de esas hojas lo único que me preguntó fue por qué me enamoré de él, como si no encontrara una razón lógica, como si no fuera capaz de comprender el amor que despertó en mí.
No buscaba halagos, ni subir su ego, todo lo contrario. Viéndolo tan confundido sentí una enorme tristeza en mi corazón, Emiliano no se da cuenta de lo increíble que es. Dentro de sí siempre está esperando las personas se marchen porque cree que hay un problema en él. Ojalá pudiera ver todas sus virtudes, así no tendría duda alguna de porque la gente lo ama. Emiliano es mucho más que una sonrisa cautivadora, es la fuerza detrás de ella lo que lo vuelve un chico excepcional. Él es tan dulce, tan amoroso y tierno con las personas que quiere. Da todo de sí cuando ama, es incondicional, su mirada parece gritar que hará todo lo que está en sus manos para que seas feliz.
Cuando lo veo, cuando estoy junto a él siento que es ahí donde pertenezco, donde nada malo puede suceder. Me da confianza, en mí, en él. Y quizás fue sentirme así, tan libre, tan protegida, lo que me dio el valor de dar un paso más. Te confieso que aunque intenté mostrarme valiente, estaba temblando, con mis manos sudando y el corazón atorado en la garganta. Y aunque sentía lo escupiría en cualquier momento no callé, reuní todo mi valor para decirle lo que deseaba. Sabía que él no me juzgaría, jamás lo ha hecho.
No me equivoqué.
Sí, Emiliano y yo estuvimos juntos por primera vez.
Tal vez esa es la razón por la que me es imposible dormir, cada que cierro los ojos me asaltan los recuerdos de lo bello que fue dormir a su lado. Ni siquiera sé cómo explicar lo que pasó. Estoy sonriendo como una tonta ahora, pero.es que Emiliano es el chico más dulce del mundo. Bastó una de sus sonrisa para apartar mi miedo, el miedo de equivocarme, a que algo saliera mal. Debiste ver la manera en que me miró, como si fuera quien más ama en el mundo. Me resultó imposible pasar por alto se olvidó de sí mismo preocupado porque yo estuviera bien. Se mantuvo a mi ritmo y no dio un paso sin antes estar seguro me sintiera cómoda. La forma en que me besó, con tanto amor y ternura, fue la prueba de que era más que una noche para él.
Cada que lo escribo siento un cosquilleo en el estómago. Dios, fue completamente distinto a como lo imaginé, pero al mismo tiempo tan maravilloso. Emiliano es el único capaz de hacerme olvidar el mundo apenas me mira, me vuelvo tan vulnerable si se acerca y al mismo tiempo, por irónicamente que parezca, tan valiente porque mi corazón nunca es capaz de guardar silencio. Desde la primera vez que lo vi supe que había algo especial en él. Siempre me escuchó, siempre se interesó por mí (más allá de lo romántico), no decía que sí por compromiso. Me hace sentir valiosa, me hace sentir querida.
Emiliano me ama. Lo reafirmó por la forma en que me trató, no como si le perteneciera, sino como si deseara grabarse cada cosa que sucedía. Compartimos una conexión más allá de lo físico, él me entregó sus miedos y yo los míos para que el otro los cuidara, confiando más que nunca en nosotros, amándonos sin que nada pudiera empañar lo que nuestro corazón gritaba. Creo que Emiliano y yo nacimos para estar juntos porque dudo exista otra persona con la que sea capaz de establecer una confianza tan profunda.
La gente suele tratarme como si fuera infantil, pero él me hace sentir tan valiente, me impulsa a dar pasos que jamás antes di y a decir lo que pienso. Nunca me había sentido tan libre, fuerte e independiente antes de trabajar en esa tienda y decidir el curso de mi propia historia.
Ha sido la mejor noche de mi vida, no por el qué, sino por el cómo. Emiliano es el chico más dulce y tierno de todo el mundo. No sé ni cómo lo logra, pero se esfuerza por hacerme feliz todo el tiempo. Me sentí tan protegida entre sus brazos, incluso de mí misma, porque el parece amar todas esas cosas que a mí no me gustan de mí misma y cuando su mirada me contempla con tanto cariño descubro no son tienen el peso que les daba.
Fue tan maravilloso que me costó tanto separarme de él. Quería que el tiempo se estacionara en esa habitación, deseé con todas mis fuerzas no despertar de mi sueño. Así que cuando Emiliano propuso me quedara con él todo el fin de semana acepté. Sé que estuvo mal mentirle a mamá, pero no me arrepiento. No cuando el pago fue pasar el domingo entre sus brazos. Las horas se escaparon entre sus sonrisas. Sí, soy débil, sin embargo, nadie puede culparme. Emiliano besa tan bien. Sé que es una tontería, pero si uno solo es capaz de hacerme más torpe, un centenar de ellos me volvieron vulnerable. Ojalá pudiera ser tan buena también.
Tal vez todos esos conocimientos los adquirido debido a la práctica. He intentado no pensar mucho en mi inexperiencia, en lo transparente que me mostré cuando quería que él pensara estaba con la chica más guapa del mundo. Intenté mostrarme cautivadora, sin embargo, estaba demasiado absorta en las emociones, en descubrir lo que estaba sucediendo para poder tomar el timón del barco, simplemente me dejé arrastrar por todo ese cúmulo de sensaciones que eran más fuerte que yo. Y pese a mi timidez y torpeza Emiliano me miró como si fuera la chica más bella que había visto. Supongo que si alguien puede amarme de ese modo yo debo empezar a hacerlo conmigo misma.
Ha dicho cosas tan bonitas para tranquilizarme, por un momento pensé que tal vez habían sido comentarios producto del calor del momento, pero las ha repetido todas mientras dormía a su lado, envuelta por su intenso amor y mirándome a los ojos con tal ternura que es imposible no creerlo. Emiliano me ama. No puedes hacerte una idea de lo que eso significa para mí. Amar. Mi nombre lo ha marcado de alguna forma. Quiere decir que entre todos él me escogería a mí. Él desea estar conmigo con todo lo que eso implique. Escucharlo de su voz fue la culminación perfecta.
Y Emiliano no solo es el chico más tierno del mundo, sino también valiente. Ojalá pudiera ver lo mucho que admiro su capacidad de enfrentar sus miedos. Ha decidido hablar con su padre, sin importar lo doloroso que es para él. Esta es la herida que más lo atormenta, el capítulo que le ha impedido dejar el pasado atrás, sin embargo, decidido a dejarlo atrás le dará cara a sus temores. Emiliano es un hombre tan increíble, aún no puedo creer que tenga el detalle de considerarme en cada unos de sus planes. Siempre confía en mí para contarme sus sentimientos, para mostrar su corazón con todas esas heridas que le avergüenzan. Ha enfrentado las adversidades con tal entereza que merece tanto alcanzar la paz. Le pido a Dios que lo ayude a cumplir lo que soñó. No miento cuando digo que lo que más deseo es que pueda sentirse tan feliz como ahora yo lo soy. Completo, pleno, libre. Sé que es proceso, que llevará su tiempo, pero estoy dispuesta a acompañarlo en todo su recorrido, como él ha hecho conmigo.
Emiliano me ama, y si lo hace la mitad de lo yo lo ha amado por años, puedo estar segura que he encontrado el amor que soñé durante toda mi vida.
El sonido de mi celular me interrumpió cuando terminaba de anotar la fecha. Alcé una ceja intrigada, sin saber quién podría estar llamándome a esa hora. Una posibilidad apareció en mi mente provocando se me escapara sonrisa. Aunque hace un rato nos habíamos despedido, conociendo a Emiliano no sería descabellado tuviera el detalle de llamarme para desearme buenas noches. Emocionada como una niña cerré mi diario, rodeé por la cama hasta alcanzar mi celular. Busqué emocionada su nombre, pero no se trataba de él.
De todos modos, fueron buenas noticias. Así que sin perder el entusiasmo contesté.
—Eres una mentirosa de lo peor.
Fruncí las cejas extrañada, revisé el número para comprobar no se tratara de un error ante el inusual recibimiento. Sin embargo, pese a mi sorpresa, no lo había.
—Le dijiste a tu madre que pasaste la noche conmigo —me acusó divertida. Mordí mi labio, aceptando la culpa—. Mínimo me hubieras avisado, me la encontré en el Oxxo el domingo por la mañana y me preguntó por ti...
Alarmada me acomodé de un salto en la cama. Por Dios, qué tonta fui, me regañé golpeándome la frente con la palma. Palidecí al verme descubierta. ¿Por qué no hablé con Aurora? Simplemente lo olvidé, como muchas cosas importantes que no recordé esa noche.
—¿Qué le dijiste? —pregunté ansiosa.
De solo imaginar que mamá se diera cuenta quería enterrar la cabeza en la tierra.
—Que te habías quedado en la cama porque eres una holgazana —respondió de buen humor. Rememoré el rostro de mamá a mi llegada, su charla durante la cena, parecía muy tranquila. Tal vez le creyó. Ojalá—. Aunque asumo que lo último que hiciste fue dormir —añadió maliciosa.
Sentí el calor acumularse en mis mejillas. Quise cortar la llamada porque conocía a Aurora, no me dejaría en paz hasta que se lo contara. Y aunque la adoraba, era lo más cercano a una hermana que podía tener, había cosas que prefería mantener solo para mí.
—Estoy cansada, ¿hablamos mañana? —cambié de tema, haciéndome la tonta.
—Ah, no, nada de mañana. Te salvé el pellejo, ahora tú me salvaras de morir de la curiosidad. Vamos, Pao, tampoco soy tonta, sé perfectamente que estuviste con Emiliano. Las únicas veces que has dormido fuera de casa es porque has pasado la noche con él —me recordó.
—Pero solo dormíamos —aclaré deprisa para que no sonara como si fuera una costumbre.
—Y esta vez no, ¿eh? —me atrapó. Maldición. Torcí los labios sin saber qué hacer, si le mentía no me creería, si lo aceptaba sería peor. De todos modos, ella tomó mi silencio como una afirmativa—. ¿Cómo fue? ¿Te trató bien? ¿Es como en los libros? ¿Cama con rosas y velas? ¿Pasional o tierno? —lanzó una tras otra, tan rápido que apenas pude entenderla.
Reí ante la avalancha de preguntas. Aurora nunca se mordía la lengua para hablar.
—No es como en los libros —admití, ladeando mi cabeza—. Pero Emiliano es perfecto, Aurora —resumí sonriendo para mí. Su silencio dictó estaba esperando algo más, pero decidí guardarme los detalles por respeto a los dos—. Creo que podría estar a su lado toda la vida —describí ilusionada.
—Vaya, ¿no te bastó un fin de semana?
Negué con una sonrisa ante su chiste, jugando con mis piernas.
—Aurora, en verdad lo amo —declaré sin querer mantener esa verdad solo para mí. Tanto como jamás creí querría a una persona, con más fuerza que mi lógica, que mis miedos.
—Aww, te escucho y ya los imagino planeando su boda —se burló de mi romanticismo.
—Claro que no, no soy tan impulsiva.
—Hablaba de Emiliano —me corrigió divertida.
Reí ante la posibilidad. Emiliano no se ilusionaba tan rápido. Además, también estaba la posibilidad de que para él no fue tan transcendental como sí lo fue para mí, lo cual no era malo. Es decir, si pensara en casarse cada que dormía con una chica tendría tantos matrimonios que ni siquiera podría vivir en este país, lo cual sería una buena noticia para Tía Rosy.
—Vamos despacio —aseguré usando la cabeza porque sí, ambos éramos mucho corazón. Lo mejor para los dos era no apurar las cosas. Disfrutar cada paso. Aurora pareció darme la razón.
—Oye, no quiero sonar como tu mamá, pero...
Escuché el sonido de la puerta cuando aún estaba hablando. Alcé la mirada intrigada por la visita antes de percibir el rostro de mi madre asomándose por una pequeña rendija.
—La has llamado con el pensamiento —mencioné sonriendo.
Aurora entendió la indirecta. Mamá señaló sin palabras que podía volver más tarde, pero no había necesidad. Mi mejor amiga se despidió a sabiendas estaba a punto de entrar a la batalla. Me deseó buena suerte, burlándose un poco de mi desgracia ante mis fingidos monosílabos que buscaban demostrar todo estaba en orden.
—¿Te interrumpí?
Negué dejando el aparato en el buró. Mamá asintió empujando la puerta cuidadosa. Estudié cada detalle, cualquier pista que me indicara estaba molesta, pero contrario a mis pronósticos, me sonrió cariñosa antes de ocupar un lugar a mi lado en el colchón. Viéndola tan relajada asumí se había creído la mentira de Aurora. Volví a respirar.
—Quería hablar contigo desde que llegaste —soltó, matando mi esperanza—, pero preferí esperar a que se durmiera tu padre. ¿Vas a decirme dónde pasaste la noche? —me preguntó directa. No sonó a un reclamo, sin embargo, aunque sabía lo que me esperaba me sorprendió no se anduviera con rodeos.
Eché la mirada a mi lado, enredé un mechón para mantener mis manos ocupadas.
—Con Aurora —repetí mi mentira, pero la inseguridad bailó en mi voz, tal como lo hizo cuando la llamé desde casa de Emiliano.
Mamá afiló la mirada, ladeó el rostro dejando claro no me había creído nada.
—Pao, te conozco —me recordó—. Eres una pésima mentirosa, y no sé si alegrarme porque siempre descubro cuando intentas hacerlo o preocuparme porque te vendría bien aprendieras. Es útil —señaló con inteligencia. Apreté mis labios, aceptado que siempre terminaba delatando mis verdaderos sentimientos. No me sentía tranquila sino mantenía coherencia entre mi boca y corazón—. ¿Estabas con Emiliano? —me cuestionó.
Respiré hondo para ganar un poco de tiempo. Pude mentirle, o al menos intentarlo, pero había tanta seguridad en su voz que me dio la impresión que no serviría. Ni siquiera tuve el valor de decirle que no había pasado nada como todas las otras veces.
—Es que su madre salió fuera de la ciudad y... —comencé, desvariando—. Se entretuvo leyendo mi manuscrito —añadí contándole la verdad. Una parte.
Mamá alzó la ceja, sin lucir convencida.
—Tu manuscrito de cuatro hojas...
Torcí los labios porque había olvidado el pequeño detalle del tiempo.
—Es que además revisó otro de mis manuscritos —especifiqué, refiriéndome al que leyó sin que me diera cuenta. El dato llamó su atención—. Descubrió que es el protagonista de mis novelas —le platiqué con una sonrisita nerviosa.
Eso pareció atraparla con suficiente fuerza como para olvidar el resto.
—¿Y qué te dijo? —curioseó interesada, acomodándose mejor para verme.
Una de las cosas que más amaba de nuestra relación, es que se interesaba en esa clase de cosas, aunque fueran tonterías. Ella siempre me escuchaba como si fuéramos las mejores amigas. Nunca me sentía sola si ella tomaba mi mano.
—No se rio —adelanté, lo cual era un gran avance. Una sonrisa al recordar sus palabras iluminó mi rostro—. Todo lo contrario, fue muy tierno conmigo. Dijo que tengo el don de volver especial hasta lo más ordinario —mencioné enternecida. Una calidez familiar se alojó en mi pecho—. Parecía tan orgulloso de mí —murmuré. Mis dedos jugaron con el borde de mi blusa—. Él siempre parece tan orgulloso de mí.
Sin importar que tan pequeño fuera el paso que daba, Emiliano me hacía sentir la protagonista de un libro por cosas tan sencillas como terminar un cuento o recitar un par de líneas frente a un grupo de desconocidos.
La sonrisa de mamá adquirió un tinte particular.
—Me alegro mucho que sea bueno contigo, porque no te mereces menos. Eres una chica muy buena —opinó cariñosa. Le correspondí el gesto. Supongo que todas las madres dicen lo mismo de sus hijos, pero fue lindo escucharlo—. Lo único que no me gusta son las mentiras —comentó.
Hui de su mirada, avergonzada. No hay nada peor que te atrapen en el engaño.
—Sabes que no hay necesidad de ocultarme nada —añadió, recordándome algo que siempre había tenido presente—. Al menos dime dónde estás por si sucede algo, ¿no? —me hizo ver. Asentí aceptando que tal vez ese dato no mataría a nadie. Después de todo, las dos veces que quise usar la casa de Aurora como excusa terminé en problemas—. Así como lo hiciste cuando viajaste a la capital o en la finca en la boda de tu amiga —mencionó un par de ejemplos. Fruncí las cejas, analizándolo. Mamá no solo me cubrió la espalda, sino también me apoyó en ambas locuras—. Yo confío en ti, Pao, en las decisiones que tomas —remarcó—, tú confía en mí también, ¿de acuerdo?
Mis ojos recorrieron su comprensivo rostro. Descubrí lo afortunada que era al estar rodeada de personas que me amaban mucho y apoyaban mis decisiones.
—Eso haré —le prometí.
Mamá abrió su boca para añadir algo, pero de nuevo el sonido de mi celular resonó en la habitación, robandole las palabras. Mamá alcanzó el aparato de la cómoda y me lo cedió en las manos. Se me escapó una enorme sonrisa al reconocer la fotografía que iluminaba la pantalla. Los latidos de mi corazón comenzaron una revolución. Ella negó con una sonrisa, entendiendo me había perdido.
—Te dejo para que hables con él —comentó poniéndose de pie. Asentí agradeciéndoselo con una sonrisa—. Solo no te desveles, mañana tienes clases —me recordó.
—Sí, será un momento —le aseguré.
Mamá se inclinó para darme un beso en la frente, deseándole buenas noches. Impaciente seguí su recorrido y apenas cerró la puerta contesté, deseosa de escuchar de nuevo su voz.
—Emiliano —celebré, sin esconder mi felicidad.
—¿Qué? Oh, no, creo que me equivoqué de número, lo siento —bromeó. Un cosquilleo me recorrió entera al escuchar su risa. Acomodé un mechón sonriendo como una tonta.
—Eres tan bobo —lo acusé. Imaginé su encantadora sonrisa, adornada por ese par de hoyuelos que lo volvían adorable y terminé imitándola—. Te acordaste de mí... —susurré enternecida.
Dana una vez me dijo, en una de esas tardes que no hay mucho que hacer en la veterinaria, que cuando duermes con un chico muchas veces nunca vuelves a saber de él, pero yo estaba segura que Emiliano no era de ese grupo. Él me amaba.
—Aquí el verdadero problema es que no puedo dejar de hacerlo —aseguró con algo que adoré escuchar—. Aunque esta vez también llamé para saber si habías llegado bien a casa —preguntó. Sonreí ante su preocupación. Emiliano era tan tierno, incluso me había dicho que si tenía algún problema lo llamara y él vendría a hablar con mis padres.
—Sí, todo bien —lo tranquilicé—. Llegué, cené, escribí un poco y ahora hasta estoy en mi cama —le conté parte de mi noche. Decidí que la charla con mamá se la contaría mañana.
—Me gustaría estar ahí contigo —comentó con ese tono coqueto que me hacía sonrojar—. Sabes, creo que sí la mía pudiera hablar estaría llorando porque te extraña.
Sonreí para mí antes de echarme al colchón suspirando enamorada ante su tontería. A pesar de haberme dado un baño sentía aún tatuados sus besos y no quería que desaparecieran nunca. Giré a un costado, contemplando el lado vacío de mi cama rememorando su imagen, su cabello rizado desordenado, su encantadora sonrisa que me volvía loca, su brillante mirada que siempre me contemplaba con infinita ternura.
—Estás diciendo incoherencias porque tienes sueño —lo acusé. Aunque Emiliano no necesitaba un motivo.
—Sueño es lo último que tengo —sentenció de buen humor—. Debe ser porque estoy solo. Pao, no puedes venir, hacerme adicto a ti y después marcharte. ¿Cómo esperas que sobreviva sin ti?
—Pues deberías alegrarte, no estarás mucho tiempo solo, mañana regresa tu madre, ¿no?
—Dicho en este preciso momento suena hasta un poco perturbador —se burló de mi inocencia. Captándolo quise disculparme, pero se me adelantó—, pero sí, me ha llamado hace apenas un rato para decirme que su fin de semana fue de maravilla. Creo que su intención era despertar mi envidia —me contó—, he tenido que morderme la lengua para no soltar que dudaba mucho pudiera superar el mío.
—Aunque no hubiera lagunas o playas.
—Pero estabas tú, Pao —remarcó. Sonreí hundiendo mi cabeza en la almohada—. Daría lo que fuera porque estuvieras aquí ahora.
—También me gustaría estar contigo —acepté. No tenía que suceder nada más, solo dormir con su brazo alrededor de mis hombros y mi cabeza recostada en su pecho. Eso siempre me hacía sentir segura.
—Te entiendo... —reconoció. Guardó un corto silencio—. ¿Quién no querría estar conmigo? —bromeó con falsa soberbia. Rodeé los ojos fastidiada porque nunca tomaba nada en serio, pero una sonrisita me delató.
—Te voy a colgar —le advertí.
—Eso fue idea de Lila —inventó deprisa para justificarse. Negué sin poder creer la culpara, pero olvidé reclamarle al escuchar el eco de su ladrido. Conociéndola supuse que al oír su nombre debió saltar a su cama para exigirle atención—. Le encanta hacerme quedar mal contigo, debe estar celosa.
Confirmé mi sospecha al escuchar como luchaba con ella entre risas. Sonreí al imaginar la escena. Emiliano fingía educarla, pero nunca lo lograba, siempre terminaba cediendo. Una de las cosas que más me gustaba de él era lo tierno que era con ella.
—¿Del amor que me das? —curioseé.
—Qué va, del amor que tú me das —me corrigió—. Aún no supera que me ames más a mí, pero tendrá que hacerlo. Me ha costado ganarme ese puesto —expuso con orgullo.
Una sonrisita le dio la razón. Emiliano se había adueñado de mi corazón con pequeñas acciones. Es decir, me había intrigado desde que lo vi por primera vez, pero el amor que sentía por él era producto de su paciencia y la dulzura con la que me trataba a diario.
—¿Te cuento algo, guapa? —me preguntó de pronto con un leve titubeo.
—Lo que tú quieras —le dije porque conmigo podía ser completamente sincero.
—Me está costando un poco lidiar con los nervios cada que pienso en la charla con papá —se sinceró. Percibí un toque de inseguridad en la risa que salió de sus labios—, y pensar en ti me ayuda mucho. Es decir, cada que imagino una posibilidad dolorosa recuerdo que al volver a casa estarás tú —mencionó conmoviéndome—, y ningún futuro parece lo suficientemente catastrófico como para tirar la toalla.
—Emiliano...
—Es como cuando eres niño y odias ir al médico, entonces tus padres te aseguran que saliendo de ahí te llevaran a comer helado y te la pasas la consulta consolándote con que pronto acabará. Sí, sé que es una especie de chantaje, pero funciona —argumentó jovial. Sonreí—. Pues eso me pasa contigo, cuando siento una presión en la garganta al imaginar lo que pueda encontrar, me recuerdo que solo será un momento y que lo mejor estará esperándome.
Apreté mis labios sintiéndome enternecida por su confesión. Había comprobado lo mucho que Emiliano se resistía a mostrarse vulnerable frente a otros, pero conmigo hacía una excepción al abrir su corazón. Me hacía saber confiaba en mí más que en nadie, por esa razón yo intentaba demostrarle que siempre contaría conmigo. Y aunque la mayoría de las veces mi apoyo se reducía a estar a su lado era capaz de distinguir la adoración que relucía en su mirada hacia mí por algo tan simple como sostener su mano.
—Yo siempre estaré esperándote —le prometí—. Y hablando de eso —aproveché la mención—. Tuve una idea —me sinceré. Apareció camino a casa, cuando me obligué a ocupar mi mente en otra cosa que no fuera mi llegada—, pensé en algo que creo que te ayudará mucho... —inicié despacio para no presionarlo a aceptar—. Pero no vayas a colgar, ni me interrumpas hasta que termine de explicártelo, ¿de acuerdo? —le pedí mordiendo mi labio.
Pensé que se resistiría un poco porque sabía que él prefería meditar a fondo cualquier empuje que lo arrojara a lo desconocido, pero esta vez no hubo titubeos, todo lo contrario.
—Con la imaginación que tienes me da un poco de miedo la advertencia, guapa —confesó con un deje de diversión. Sonreí aceptando la acusación—, pero me arriesgaré —cedió—. Después de todo ya puse mi corazón en tus manos, con todo lo que eso implica, ¿qué podría salir mal?
Esperaba que pensara igual cuando se lo contara.
¡Hola a todos! Cuando en el capítulo anterior me refería a dos conversaciones importantes no se trataba a ninguna de este capítulo. Quiero confesarles que ni siquiera recordaba que seguía este especial. Sí, yo edité el capítulo siguiente, hice la edición y ayer cuando me fui a dormir me pregunté dónde había dejado el capítulo de Pao. Descubrí que lo tenía a medio escribir y que era el que correspondía esta semana. Lo primero que pensé fue no publicar porque no creía poder terminar de escribir un capítulo de más de 5K, editarlo y elaborar la imagen en unas horas, pero me arriesgué y aquí estamos ❤️. Tal vez ayudó a que me encuentro muy cómoda con la voz de Pao así que escribir desde su cabeza siempre es un regalo. Si se me fue un error me disculpan, trabajé contra reloj, pero de todos modos estoy muy feliz de no haber eliminado este capítulo porque tiene un par de detalles muy importantes para la trama ❤️.
Ahora sí, las preguntas de la semana:
¿Les gustó el capítulo? ¿Cuál piensan que es la idea de Pao? ¿Tienen alguna fobia?
Un agradecimiento a todas las personas que siempre contestan las preguntas, siempre leo y agradezco cada una de sus respuesta ❤️❤️. Se vienen sorpresas, un par de personajes reaparecen en el siguiente, no se lo pierdan ❤️🤫
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