Capítulo 8

El inicio de la semana mejoró cuando Pao apareció en el local. Sobre todo porque venía acompañada de una enorme sonrisa que delató su felicidad.

—Vaya, alguien está contenta —la saludé cuando cruzó la puerta. Ella lo confirmó con una suave risa—. ¿Qué tal tu cumpleaños? ¿Ya sientes la ropa más chica?

—Tonto. La pasé muy bien —me contó emocionada. En verdad me alegraba—. Estuve en casa, me visitó mi abuela, mi hermano casi incendió la cocina, pero se defendió, algo ha aprendido de la carrera —murmuró para sí misma—. Por cierto, les traje pastel  a tu madre y a ti —soltó contenta, antes de sacar de su maletín un recipiente.

—No debiste molestarte —admití sorprendido—, pero ni piensas que voy a decirte que no. De esto pido mi limosna. Prometo cuidarlo como si fuera mi vida —mencioné refiriéndome al táper. Sabía que para las madres eran sagrados. Podía perdonarme cualquier otro insulto, excepto extraviarlo.

Pao asintió sin prestarme atención. Un gesto natural de no ser porque noté una pizca de nerviosismo. Eso despertó mi curiosidad. Algo escondía.

—Espero te guste... —añadió al verse descubierta. Quise decirle que lo haría, pero se me adelantó, soltando lo que rondaba por su cabeza. De golpe para no acobardarse—. También te traje otra cosa—lanzó directa.

Eso sí que no lo esperaba. Ella rio ante mi expresión desconcertada. Lo único que me hizo despertar fue el golpecito juguetón que dio su pulgar en mi ceja para darme cuenta la estaba frunciendo.

—¿Son multas de Haciendas? De verdad, puedes quedártelas. Te las regalo —intenté bromear, esperando no me siguiera el juego y destapara de una buena vez el misterio.

—Emiliano, fuiste muy bueno conmigo el sábado —comenzó. En realidad, no había hecho nada que mereciera agradecimientos, pero sonreí al notar el familiar collar que colgaba de su cuello. Significaba que le había gustado—. En verdad, no podré pagarte todo lo que hiciste por mí. Así que pensé en algo que podría gustarte...

—Cuando dije que te cobraría era solo una broma —especifiqué. A veces, mi raro sentido del humor no medía las consecuencias. Pao rio por mi absurda preocupación—. En serio, no tienes...

—Escribí algo para ti —interrumpió con una sonrisa. Un fajo de billetes no me hubiera causado el mismo asombro. «Vaya, eso es nuevo, incluso para mí que creo en los ovnis».

—¿Qué? —pregunté en voz baja, digiriéndolo.

—Sé que es una tontería —declaró confundiendo mi extrañeza con decepción. Frené su hipótesis para que no tomara el camino incorrecto.

—Nada de eso, no es una tontería. Es solo que... No lo esperaba... —reconocí con una sonrisa tonta que Pao replicó—. ¿Escribiste algo para mí? Espera... —dudé, analizándolo—. ¿Es una nota de reclamos?

—Es un cuento —resolvió mi incógnita. «Más confusión». No imaginaba qué relación podía tener El Patito Feo con mi vida. Pensándolo bien quizás no era tan ajeno a la comparativa—. Tomé cosas que te gustaban, anécdotas que me has contado... —me explicó buscándolo en su maletín hasta dar con un legajo de flores. Impaciente seguí sus movimientos—. Puedes leerlo cuando tengas tiempo —propuso dejándolo sobre el escritorio.

Todo lo demás podía esperar. Fue una especie de milagro un cliente solicitara atención cuando me lo entregó, necesitaba concentrarme. Pao acudió en su ayuda, mientras yo fingí continuar con mi trabajo. Una actuación de unos minutos porque mi curiosidad mandó al diablo el protocolo.

Abrí la carpeta hallando algunas hojas escritas a mano. Mis ojos recorrieron las líneas, notando en un primer vistazo algunos garabatos en las esquinas muy a su estilo. También estudié su caligrafía, parecía hecha en molde. E incluso cuando todos esos detalles eran interesantes ninguno pudo superar el contenido.

Nunca fui amante de los libros. Mi madre en lugar de contarme cuentos antes de dormir debió leerme chistes. Siendo honesto, no le encontraba el objetivo a narrar historias que ni siquiera existían, inventos que solo vivían en la cabeza de un loco con tiempo libre. Sin embargo, esa tarde, devorando aquellas palabras entendí la razón por la que esos locos se arriesgaban a plasmarlas en el papel. Esas frases se convirtieron en la llave para abrir una habitación que había mantenido por años con candados. No tuve tiempo de detener la avalancha. Los recuerdos acumulados buscaron la salida, se deslizaron deseosos de ver la luz.

Mi corazón se estremeció identificándome con aquel tipo hecho de tinta y sueños. Las emociones, que me esforzaba por mantener dentro, lejos de los curiosos, brotaron sin pedirme permiso. Tampoco quería despedirme a esa sensación de volver a ser quien siempre quise. Ahí no existían los errores que cobran facturas. Los errores dolían, pero no mataban. En él, Emiliano tenía un final feliz.

—Vaya... —murmuré al chocar con el punto final. Un vacío se instaló en mi pecho, extrañé ese frenesís que sus párrafos me regalaron. Fue como correr a cien kilómetros antes de chocar con una pared de realidad—. Vaya... —repetí sin saber qué decir.

Pao escuchó mi susurro, se giró para encontrarme echo una bola de líos.

—¿No te gustó? —Temió por mi expresión.

—No sé cómo explicarlo... —admití. Tomé un respiro, ordenando mis ideas—. Fue como volver al pasado...

A aquellos días donde todo era felicidad.

—Perdón, perdón, nunca quise hacerte sentir triste —se acercó, preocupada, cargando culpas que no le correspondían.

—No, no, no. Fueron buenos tiempos —le expliqué. «Demasiado», luchaba por no extrañarlos. Cuando sucedió el accidente me propuse no regresar la vista atrás, sabía que el ayer solo abría heridas que no encontrarían cura—. No pienses que estoy triste, solo sorprendido —cambié de tema para no envolverla en mis problemas—. Lo haces muy bien.

—Gracias —me agradeció en voz baja, sin creerme.

—Lo digo de verdad. Tienes mucho talento —opiné con sinceridad. Si un escrito logra sumergirte hasta el fondo, impactarte hasta quebrarte, había un gran mérito—. Quién diría que estoy explotando a una próxima escritora best seller —la halagué.

—Dudo algún día publicar en papel. Las editoriales deben asegurarse de vender y estoy segura nadie compraría ninguna de mis novelas —comentó al aire, encogiéndose de hombros.

—Yo lo haría —aseguré, casi como en una promesa.

Pao repasó despacio mis facciones, no halló pizca de mentira. El talento merecía reconocimiento. De poder hasta me ponía de pie para aplaudirle, pero igual sentado podía rendirle honores.

—Te creo —aceptó con una sonrisa. Me alegraba. Necesitaba confiar en ella, en su capacidad. Si yo tuviera la mitad de su talento hasta me lo tatuaba. Quise decirle todo lo que pensaba, que era un torbellino de pensamientos, pero ella decidió hablar—. ¿Puedo hacerte una pregunta personal? —titubeó.

Eso no sonaba bien. Esa clase de cuestiones siempre traen más dolor que alegrías. Sin embargo, para este punto, me era imposible decirle que no.

—Si es sobre la broma de los impuestos de hace un momento déjame decirte que yo no sé nada —mentí—. No conozco a ningún Emiliano Gámez. Ese chico se mudó hace meses. Tal parece que le debía hasta Elektra. Posiblemente ya hasta lo embargaron. Otro le ganó el tiro.

—Qué raro. Es idéntico a usted —fingió Pao llevándose la mano a la barbilla.

—Me dueles, Pao —comenté con pesar—. Puedes lanzarme cualquiera de tus dardos —la animé a no retener su curiosidad. Ella me agradeció le abriera la puerta.

—Después de... después de... —Presencié su luchar por hallar las preguntas adecuadas. No las había, pero ella no lo sabía. La verdad es cruda, no me gustaba disfrazarla.

—De mi accidente —le facilité el trabajo. Sonreí para que no se angustiara. No lloraría por la mención. Ella me agradeció por el empujón. Claro, no literalmente.

—¿Jamás volviste a visitar un autódromo? —curioseó. Callé sin comprenderla—. Escribí este cuento porque recordé que al conocernos en el club comentaste adorabas ir, pero... Nunca en estos meses has mencionado nada relacionado. ¿Ya no te gustan?

Cómo dar en clavo, parte uno.

—Volví una vez a pedir una rueda, pero me dijeron que eran únicamente para los coches. Son egoístas algunos —Reí intentando disipar la tensión. Pao dibujó una débil sonrisa. Supongo que ni siquiera yo podía huir de ese tema—. Si te digo la verdad no sé qué haría —admití—. No te miento, muchas veces he sentido el deseo de regresar, pero... Cada que me imagino entrar, siendo otro, tengo la corazonada me pegará duro. Ahí dejé lo que amé... —murmuré para mí mismo—. Cosas que nunca regresarán.

—Hablas de...

—Mi padre —completé. Eso era lo que realmente me dolía. Su ausencia. Lo demás tenía arreglo. Su adiós no—. Imaginar el asiento vacío al lado... —Guardé silencio—. Es difícil estar solo.

—Tú no estás solo —intervino deseosa de curarme—. Tu madre te adora...

—Mi madre me cuelga si se entera vuelvo a una carrera —me burlé al recrear esa posibilidad—, las relaciona con papá. Prefiere echarme a la calle.

—¿Lo extrañas? —Suspiré sin querer enfrentarme a esa verdad. Era un tema delicado—. Las carreras... —aclaró por si las dudas.

Pensé en una respuesta. Me había obligado a no hacerlo, porque me traía malos recuerdos, sueños rotos, disgustos con mamá. Se supone que debía renunciar, pero resultaba imposible silenciar esa voz. Formaban parte de mi esencia y crecimiento.

—Un poco... —reconocí por primera vez. Pronto me arrepentí—. Fue bueno imaginar seguí ahí. Gracias, Pao —dije honesto—. En una de esas me compro un boleto, solo para saber si las cosas han cambiado —mencioné—. Además de una botarga que sentaré a mi costado, así no me siento como un perdedor...

—Si algún día te decides puedo acompañarte —propuso amable. Creí escuchar mal.

—¿Lo dices en serio?

—Bueno, yo no sé nada de eso, pero si no quieres ir solo puedo fingir que sí. Pareces feliz cuando hablas de automóviles. Tengo curiosidad por ver cómo te pondrías en medio de una carrera.

—Como un loco —admití eufórico por la posibilidad—. Oye, me estoy tomando en serio la invitación, eh. Si vas a romperme el corazón hazlo ahora.

—Soy una chica de palabra —aseguró.

—Ya veo —mencioné alzando el papel felicitándola de nuevo—. No debiste hacer nada de esto por mí.

—Tú me hiciste feliz el sábado —mencionó tocando el collar—, quería recompensarme. ¿Me das permiso de subirlo a Internet?

—Hasta la pregunta ofende. Me sentiré famoso, como una celebridad... ¿El protagonista soy yo, verdad? —pregunté solo para asegurarme. Pao abrió la boca sin saber qué decir. Sonreí—. Lo supe por el hoyuelo y porque lo describiste como un ganador...

—Me atrapaste —admitió. No tenía mucha ciencia. El título decía mi nombre—. El hoyuelo es de tu autoría, aunque reconozco que lo del ganador fue producto de mi imaginación —añadió divertida.

—Pao, qué afán de romper mis ilusiones.

Ella se encogió de hombros volviendo al mostrador. Antes de que diera otro paso hice una tontería que nació por un impulso, la tomé de la mano para retenerla. Ella pegó un respingo ante mi sorpresivo tacto. Sus ojos miel me observaron intrigada.

—De verdad, muchas gracias —repetí de corazón.

No quería que lo olvidara.

No cuando yo no lo haría. Quizás para ella no significaba nada, pero para mí, era un todo. Pao había escrito sobre un chico que después de pasar su vida entera tras las gradas tuvo la oportunidad de correr para convertirse en piloto. El sueño que nunca se realizaría, gracias a su ayuda, ahora podía cobrar vida.

Terminé mis obligaciones a la hora de costumbre. Después de cenar y cerrar el negocio, me despedí de mamá porque estaba a punto de empezar su novela. Si se me ocurría interrumpirla o hacer un chiste al respecto, lo cual surgía de manera involuntaria, terminaría durmiendo en la calle.

Las noches eran un ritual. Primero tenía que hacer el autosondaje, lo cual con la práctica diaria causaba menos problemas que al inicio. Después cambiarme de ropa, cepillarme los dientes, acomodar mi cama y abandonar la silla para al fin descansar como Dios manda. A veces terminaba tan cansado del proceso que ni siquiera necesitaba mirar el techo, pero esa en especial aún tenía bastante energía para seguir causando estragos, por lo que saqué mi celular.

En el grupo del club había un centenar de notificaciones. La mayoría giraban en torno a una pelea protagonizada por Álvaro y Tía Rosy después de que ella dictara que su medio hermano no se murió, solo la había ilusionó en vano. Adoraba cuando discutían, era su manera de demostrar su cariño. Así que sin saber muy bien de qué iba el asunto, solo con el único añadir drama, tecleé mi mensaje.

Emiliano
Al final, ¿cuál fue la conclusión? 🤔

Tía Rosy
No se murió. Hay fiesta para rato 😎🎉🎈 Aunque sí quedó medio abollado.

Arturo
¿Lo atropelló un camión?

Tía Rosy
El más pesado: la vida 😂.

Álvaro
Me pregunto si algún día hablará en serio. Tengamos en cuenta que se refiere a un tema tan delicado como es la muerte.

Tía Rosy
No 😂🍺 La muerte es el capítulo inevitable de cualquiera que aspira a vivir.

Pao
Vaya, eso fue muy profundo ♥️.

Tía Rosy 
Lo encontré pintado en una barda de mi colonia. El afectado debía dinero 😂🍺.

Emiliano.
Puro poeta en su barrio. Si escribieran las condenas en las paredes, mi casa sería una cueva rupestre 😂.

Arturo
😂😂😂😂😂😂😂

Alba
¿De qué te ríes?

Arturo
El nombre de mi hijo estará escrito en la pared 😂

Miriam
🤔

Alba
Tú no aprendes.

Nada como una riña nocturna para mantenernos unidos.

Mientras el resto filosofaba sobre la intensidad de la vida en mi lista de contactos observé que Laura aparecía conectada. Quise hablarle, pero no supe de qué. Se vería mal llegar y preguntar, ¿ya dejaste a tu novio? Negué, despidiéndome de esa loca idea. No solo era poco educado, sino que adelantaba la respuesta.

Unos puestos más abajo hallé a Pao en línea. Sonreí imaginándola ocupada inventando alguna historia. Recordé la pregunta de esa tarde, tenía la conversación bastante fresca en mi memoria. Tal vez ya habría subido su escrito, pero no me atreví a molestarla. Decidí buscarlo por mi propia cuenta.

Tecleé el inicio que conservaba intacto en mi cabeza y el bendito buscador hizo su trabajo en un abrir y cerrar de ojos. Confieso que me entusiasmé, creyéndome una eminencia, imaginado que al fin había encontrado el perfil de Pao.

Entonces la desilusión llegó, ese había sido creado hace apenas un par de horas. «Chica lista», pensé para mis adentros.

No había demasiado dónde escarbar. Un fondo celeste y una conejo animado como imagen de perfil. En su descripción no había más que una frase de un libro sin autor. «Sí, definitivamente es Pao». Decidí dirigirme al punto principal. La única novela disponible.

El nombre era distinto al que escribió a mano, pero al abrirlo di con el texto idéntico. Lo tomé de excusa para volver a releerlo. Pao era buena en lo que hacía, sabía engancharte en unas palabras y el tiempo se disolvía en su ligera narrativa. Y tal como lo imaginé, no era el único que lo pensaba.

No entendía mucho de esa página, pero según mi estudio rápido se podía dejar comentarios a los autores. No quedé atrás, abrirme una cuenta tomaba menos de menos de un minuto. Quería apoyar su sueño, como ella lo hacía con los míos.

Rayo McQueen
El viento me trajo hasta aquí... En realidad fue la señal WiFi. No sé quién eres, seguro no te haces ni idea de quién puedo ser🤔. Desde hoy me declaro el fundador de tu club de fans y tu más ferviente (espero sea lo que creo significa y no esa clase de palabras que parecen una cosa y resultan otra) admirador 😎. No sé nada de escritura, aprendí a leer más por miedo a la chancla de mi madre que a alguna aspiración personal. Sin embargo, creo que eres muy buena en lo que haces. Al tonto personaje principal nada más le faltó lo bronceado y guapo para ser perfecto 😉. Me hizo muy feliz leer esto, creo que eso es lo que hace a un escritor especial, ¿no? Hacer sentir algo a los demás. Ojalá nunca dudes de tu talento porque tienes todo para estar en papel. Eres talentosa y una gran sensibilidad para convertir a una persona común en el protagonista de una gran historia. Sé que mi opinión vale un comino para las editoriales 😂, pero estoy seguro vas a cumplir tu sueño. No importa cuánto tardes, mi madre dice que tengo aguante, me hizo de hierro viejo, así que voy a estar aquí apoyándote hasta el final.
Rayo McQueen
P.D. Acabo de darme cuenta que no necesitaba firmar con mi nombre 😂.
Posdata de la posdata: Si me lo firma un notario esto puede convertirse en un testamento.

Se viene un capítulo importante♥️😱. No se lo pierdan :(. Les quiero muchísimo. Gracias, de corazón, por todo el amor que le dan a esta novela. 

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