Capítulo 59 (Recta final) + Noticias importantes
Primero que todo, quiero disculparme por no actualizar la semana pasada. La razón es que estoy trabajando en la continuación del Club. ¿Qué sucederá? Les explico un poco más al finalizar este capítulo. Por ahora quiero agradecer todo su apoyo y cariño. No saben lo importante que es para mí leer sus mensajes. No olviden que si les gusta un voto o un pequeño comentario es muy importante para mí ❤️
Cuando Pao dijo que no quería volver a saber de mí lo decía muy en serio. No contestaba mis llamadas, me bloqueó en sus redes y era tal su rechazo por mí que incluso dejó de ir a trabajar con la excusa de estar en exámenes finales. Pao nunca dejaba botada su responsabilidad, debía odiarme. Decidido a que no se extendiera la tortura esa noche tomé un taxi y me dirigí al lugar donde sabía la encontraría. Necesitábamos hablar, aclarar el malentendido.
Respiré hondo, repitiéndome todo mejoraría cuando le explicara que mi intención nunca fue darle la espalda, solo no supe expresar mi opinión, no escogí las palabras correctas, escogí un mal momento, pequé de conciliador... Daba igual, aceptaría mi error y entendería su reacción como algo natural. Esta vez sería la cabeza de la relación para dar con su corazón. Pero la seguridad que fui acumulando en el camino menguó un poco cuando no fue ella, sino su madre, quien me recibió.
—Emiliano —me saludó sorprendida al hallarme esperando tras la puerta. Le sonreí—. No te esperaba por aquí a esta hora —comentó de pronto, viendo al interior de la casa—, pero me da mucho gusto saber de ti —añadió.
—Igualmente —respondí. Pensándolo mejor, agradecí fuera ella y no su padre quien hablara—. Solo pasaba para saber si podría ver a Pao un momento —le pedí, disimulando mal mi impaciencia. Mi corazón ya estaba exigiendo encontrarse con el suyo, la extrañaba.
Entonces la sonrisa se esfumó de su rostro, apoyándose en la puerta se asomó una mueca pensativa en sus labios. Adelanté se trataban de malas noticias.
—Vaya, pues... El problema es que Pao no está —mencionó. Alcé la ceja, extrañado porque nunca solía andar fuera tan tarde. Ella misma pareció caer en cuenta de eso porque agregó enseguida—: Como son los últimos días en la veterinaria tiene mucho trabajo —me explicó.
Asentí, tenía sentido, pero la forma en que habló me hizo sospechar estaba mintiendo, o al menos ocultando una buena parte. Lo más probable es que Pao le dijera que no quería verme y lo peor es que no podía ir en contra de eso. Pensando en otro camino descubrí se me estaban acabando las opciones.
—¿Te gustaría que le dijera algo? —preguntó al verme confundido, con un tono tan amable que al menos me alegró ella no me despreciara. Pensé en un mensaje poderoso que la hiciera cambiar de opinión, que la convenciera de escucharme, pero lo deseché, no quería involucrar a su familia.
—¿Podría decirle que vine a buscarla? —le pedí. Ella asintió con una sonrisa comprensiva—. Que me gustaría hablar con ella. Y... Le agradecería mucho si le diera esto —mencioné hurgando en el bolsillo de mi chamarra. La curiosidad se convirtió en sorpresa cuando le tendí un sobre de papel—. No es nada ilegal —bromeé ante su recelo.
Recordando su curiosidad y amor por las palabras me esperancé a que al menos le diera una oportunidad a lo escribí. Esperaba que al menos la intriga le provocara abrirla. Quién sabe, tal vez tenía suerte. La primera vez que improvisé una carta terminó en la basura, deseé que esta no tuviera el mismo final.
—Se lo entregaré —me prometió. Le agradecí la ayuda con una sonrisa.
Me quedé un segundo en blanco, sin saber qué hacer, porque no había logrado nada más que confirmar que Pao me deseaba lejos. Me había prohibido pensar demasiado en la posibilidad, para no perder el ánimo, aunque era el curso más seguro. Respiré hondo, resignándome, no tenía sentido continuar ahí, no obtendría nada más.
Me despedí de su madre, dándole de nuevo las gracias. Percibí su peculiar mirada a medida que me alejaba. Por un momento pensé que me diría algo, pero las palabras no llegaron. Empujé la silla hacia la calle, buscando con la mirada un taxi. Nada. Tomé mi celular para pedir uno, mas lo olvidé cuando su voz resonó en el jardín, llamándome. Extrañado me pregunté si sería cosa de mi imaginación, por mis deseos por una respuesta, sin embargo cuando giré la cabeza descubrí se trataba de una esperanzadora realidad.
—Emiliano, no quiero decirte esto, ni lo tomes personal —aclaró al alcanzarme. Asentí, no me ofendía fácilmente—, pero no pierdas el tiempo buscando a Pao aquí en casa —me aconsejó sin darle vueltas.
Confieso que me avergoncé al comprender la indirecta. Supuse que para su familia también era desgastante mandarme al diablo con diplomacia. Abrí la boca para disculparme por molestarla esa noche, sin embargo, ella se me adelantó, negando, como si pudiera leer mi mente.
—Aquí en casa, Emiliano —remarcó. Fruncí las cejas, tardé en entender el significado, pero al final lo conseguí—. Suerte —me deseó con una sonrisa, a sabiendas la necesitaría.
Perdido en la fría noche subí el cierre de mi chamarra en un intento por entrar en calor, sin mucho éxito, manteniendo la mirada en aquella puerta de cristal. Tal como siempre sucede cuando deseas que el tiempo avance dio la impresión de congelarse como la sangre en mis venas. Había pasado más de quince minutos desde la hora de salida y no había rastro de ella. Comencé a preguntarme si habría faltado, tal vez se había marchado hace un rato o fallé en el horario... Sin embargo, mis hipótesis quedaron a medio terminar cuando, gracias al cielo (que pareció querer salvarme de convertirme en un hombre de hielo), deslumbré su figura antes de atravesar la salida.
Me bastó un vistazo para reconocerla. El cabello suelto se alborotó por una ráfaga viento a la par acomodó la aza de la mochila que colgaba de su hombro. Llevaba puesto un vestido de lana holgado hasta por encima de la rodilla, junto a unos botines a juego con sus medias. Se abrazó ante el inesperado cambio. A causa de las bajas temperaturas sus mejillas estaban sonrojadas y parecieron hacerlo mucho más, aunque ahora por una causa completamente distinta, cuando me interpuse en su camino.
—¿Emiliano? —preguntó asombrada. Ese es mi nombre. Quise exponerlo, pero conociéndome no me dio tiempo de contestar, dejó la sorpresa, volviendo a ponerse a la defensiva. Frunció las cejas con un mohín enfadado en los labios—. ¿Qué haces aquí? —me interrogó, cruzándose de brazos.
—Quería hablar contigo —resolví con simpleza. Pao ladeó el rostro, afilando su mirada, casi la escuché protestar con un "¿Es en serio?".
—Y te pareció prudente venir a buscarme hasta aquí.
—No me dejaste muchas opciones —alegué a mi favor.
—Porque no quería hablar contigo —me recordó alzando el mentón—. Además no puedo, este es mi lugar de trabajo —sentenció en una mala excusa.
—Trabajas dentro, ahora estamos en la calle —contrataqué sin rendirme, señalé mi alrededor. El lío entre los dos es que ambos éramos bastante testarudos.
—No tienes remedio —suspiró frustrada.
Se alejó de la entrada con la clara intención de que la siguiera. Lo hice sin saber qué pretendía, que no me empujara a la calle era un avance. Frenó su recorrido a unos pasos. Entendí que no quería que nos escucharan en la veterinaria. Podía estarse tranquila estaba determinado a ser muy prudente.
Abrí la boca para exponer mi punto, pero ella se me adelantó.
—Bien, aprovechando que estás aquí —comenzó. Sus manos buscaron algo en su bolso con prisa—, quiero regresarte esto...
Honestamente no tenía idea de qué podría ser. Y aunque no supuse nada bueno, se sintió peor cuando reconocí aquel familiar sobre. La basura era un mejor lugar, pensé teniéndolo de vuelta frente a mis ojos.
—¿No la leíste? —pregunté desilusionado al recibir de regreso la carta que le había escrito, intacta y sin huella de haberla tocado. Supongo que percibió mi decepción porque Pao lució levemente apenada. Negó suavemente con la cabeza, mordiendo su labio. Genial, eso me pasa por intentar ser un poeta, pensé. De lo que se había perdido el mundo de la literatura.
—Cuando dije no quería saber de ti, implicaba todos los medios, también los escritos —explicó torciendo sus labios. Asentí, supongo que tenía razón, pero no quise perder la esperanza.
Entre los dos se formó un espantoso silencio que solo se rompió por el arrastre de las hojas. Estaba claro que se rompería hasta que uno de los dos se armara de valor para liberar lo que daba vueltas en su cabeza. Me arrepentí de no ser yo.
—Creo que será mejor que también te entregue esto —murmuró. Alcé una ceja sin comprender a qué se refería hasta que llegó el peor golpe. Siguiendo el curso de sus temblorosos dedos noté como se despojó de la cadena que llevaba colgando de su cuello. Esa misma que le había dado en su cumpleaños. Lo entendí, todo se fue al carajo.
—Pao, no... —le pedí porque eso significaba que no habría vuelta atrás y no podíamos terminar de ese modo. No cuando nos queríamos como lo hacíamos.
—Es lo mejor, tómala —me pidió.
Negué tajante, rechazando la idea del final.
—No —defendí. Ella entrecerró sus ojos ante mi actitud—. No hasta que me escuches —defendí.
—Tómala, Emiliano —insistió menos paciente, golpeando su pie contra el piso. No cambié de opinión. No—. Emiliano, te la arrojaré a la cara —me advirtió, pero continué en mi postura. Sabía que no lo haría y mi seguridad la irritó. Resopló de mal humor.
—Pao, yo te quiero... —le aseguré, pero ella no le interesaba lo que estaba por decir.
—¿Recuerdas cuándo me lo diste? —cuestionó de pronto. No tuve que hacer un gran esfuerzo. Aún tenía grabado el recuerdo de su sonrisa cuando lo abrió—. Yo solía celebrar mi cumpleaños siempre en casa, pero cuando me preguntó mi madre qué me gustaría hacer ese día dudé. Quería que tú estuvieras conmigo —confesó, sus dedos acomodaron un mechón—. Es decir, los demás también eran importantes, pero tú... En verdad deseaba no faltaras. Estaba tan nerviosa, busqué un lugar donde pudieras sentirte cómodo, pensé en las palabras correctas para invitarte, ni siquiera quería pensar en la posibilidad que te negaras y cuando aceptaste creí que sería mi día perfecto —me contó riéndose de sí misma.
—Pao...
—Pasé horas arreglándome con la ilusión te gustara, aunque tú ni siquiera lo notaras. Preparé aquella caja porque en verdad deseaba formaras parte de mi mundo —rememoró, mirándome con tristeza—. Y fuiste tan lindo conmigo, me sentí en mi novela cuando sonreíste de esa forma al vérmelo puesto, pero... Entonces te llamó Laura, ¿lo recuerdas? —preguntó con una débil sonrisa—. Y todo acabó para mí. Te necesitaba, como siempre lo ha hecho, y tú no sabías qué hacer. Querías estar con ella, lo vi en tus ojos, pero te ataba el compromiso conmigo.
—No lo digas de ese modo...
—Es la verdad. Hablar con ella era tu sueño —mencionó—. Yo no quería que lo perdieras por mi culpa. Solo deseaba que fueras feliz —habló para sí misma—. Así eso significara dejar el mío de lado.
—Pero regresé —le recordé—, lo hice porque tú siempre has sido lo más importante para mí —le dije—, porque no podía dejar de pensar en ti. No me arrepentí, ni pensé una sola vez en ella esa noche —declaré porque al final era la decisión que tomé la que valía. Incluso cuando no había nada entre los dos, nunca quise fallarle—. Porque aún cuando creí sentía algo por ella siempre tú estuviste en primer lugar.
Pao siempre fue mi prioridad, incluso cuando éramos solo amigos. Si ella estaba en la balanza el lado estaba dictado desde el inicio. Ella reflexionó en silencio, estudiándome desconfiada, pero terminó asintiendo despacio.
—Es cierto —concedió—. Cuando te vi entrar pensé que me explotaría el corazón. Ni siquiera podía creerlo. Habías vuelto por mí —suspiró conmovida, abrazando la cadena contra su pecho—, dejaste ese sueño al que te habías aferrado por años para estar conmigo. Pensé... Pensé que eso me volvía especial, que tendría algún significado —murmuró antes de que su mirada se tiñera de amargura—. Fui tan ingenua —escupió, molesta consigo misma, equivocándose.
Pao quiso marcharse, huir de esa sensación, pero se lo impedí tomando su mano. No podíamos huir toda la vida. Frunció las cejas exigiéndome con una mirada la soltara.
—Vamos a hablar, no podemos dejar que este malentendido avance —le pedí, pero la forma en que su rostro se enrojeció me hizo preguntarme en qué idioma lo solté. Eso me pasa por usar Duolingo, en una de esas me estaba volviendo bilingüe sin darme cuenta.
—¿Un malentendido? —repitió. La solté alzando las manos pidiendo paz cuando me encaró molesta. Pao era de los más tierna, pero prefería andarme con cuidado al verla enfadarse. Se llevó las manos a la cintura—. ¿A esto le llamas un malentendido?
—De mi parte, de mi parte —aclaré deprisa. ¡No quiero morir! Afiló su mirada sin lucir convencida, pero bajó la guardia poco a poco—. Pao, tú sabes que te quiero —le recordé. Ella miró a otro lado—. Mi error fue dar mi opinión en un momento inadecuado, solo quería que las cosas se calmaran —admití porque evidentemente exponerla cuando estaba alterada no fue una buena idea—. Discúlpame, ¿de acuerdo? Hablé sin pensar...
—Tu inconsciente te traicionó —me acusó, queriéndole buscar tres pies al gato.
—Di mi opinión —la corregí—, porque pensé que era lo correcto. No sé, solo sentí que esta vez no estaba mintiendo... —intenté explicarle, pero eso pareció irritarla más.
—Ella miente todo el tiempo —alegó—. Y esta vez lo hizo frente a nosotros durante meses. Solo ella sabía lo que estaba escrito en ese comentario, ¿qué se supone qué sucedió? ¿Alguien extrajo sus recuerdos o qué invento desesperado crearás para limpiarla? —me interrogó—. ¿Por qué no quieres ver la verdad? —me reclamó.
—Okey, bien, pequé de ingenuo —acepté mi error—. Pensé que en verdad estaba cambiando, que sus esfuerzos eran sinceros...
—Pues ya ves que no lo hizo —sentenció directa—, pero no importa cuando me esfuerce por demostrártelo, porque siempre apostarás por ella —mencionó resentida—. Todo lo que dice Laura debe ser verdad, en cambio lo que yo digo siempre está puesto a consideración.
—Eso no es verdad —la contradije, porque se estaba desviando del tema.
—¿Ah, no? —me cuestionó alzando una ceja. Dios, tenía una manera de preguntar que te hacía imposible ganar. Para ser tan pequeña daba mucha pelea—. ¿No desconfiaste de mí cuando ella te dijo que me había reunido con tu padre? —puso un ejemplo esperando mi respuesta.
—No desconfié de ti, te pregunté si era verdad y tú lo aceptaste —recordé. Pao torció los labios, alzó el mentón con un mohín, reconociéndolo—. Y no fue que hablaran, me molesté porque no me lo dijiste, porque sentía me estaban presionando para tomar una decisión para la que no estaba listo—aclaré. Fue que lo ocultara siendo tan significativo para mí lo que me dolió en su momento—. En ese caso tú también te molestaste cuando ella te dijo algo que no había hecho.
—Pero tú le habías dicho a Alba algo similar —argumentó enseguida a su favor—. ¿Cómo se supone que sabría no lo habías repetido frente a ella?
—Porque me conoces —defendí—. ¿Por qué demonios se lo contaría? Además, yo no usaría esa clase de palabras, menos contra ti —mencioné. Pao quiso contradecirme, pero resopló sin hallar nada. Negué, concentrándome. Esto no era una guerra para ver quien ganaba más—. Bien, ya no tiene sentido discutamos por algo que ya habíamos solucionado —mencioné conciliador. A su pesar Pao pareció estar de acuerdo—. Ambos nos equivocamos —reconocí suavizando la voz—. Entiendo que ahora estés molesta , pero no me condenes, ¿de acuerdo? Estoy esforzándome porque...
—Ese es el problema —me interrumpió enfadada—. No quiero que te esfuerces, quiero que te nazca ponerme en primer lugar —insistió sin dar su brazo a torcer.
—¿Sabes cuál es el verdadero problema? Que mis intentos por ayudarla los tomas como algo romántico, cuando no es así —expuse cansado de su negativa, perdiendo la paciencia. En serio quise ser el cerebro—. Y si tanto te molestaba podías habérmelo dicho directamente en lugar de esperar te leyera le mente cuando sabes lo malo que soy para las indirectas.
Pao soltó una carcajada ante mi brillante idea.
—¿Y que debía decirte? —me animó con una ademán—. ¿Emiliano, me incomoda seas el confidente de la chica que amaste por años y que ahora está interesada en ti?
Okey, tal vez no escogería esas palabras.
—Pues aunque suene gracioso. Al menos así nos hubiéramos evitado todo esto —mencioné—. Yo sí te conté como me sentía respecto a Alan...
Alzó su mano marcando una pausa para que no tocara ese punto si no quería hundirme más.
—Tú te pasaste de honesto —me recordó sin pizca de gracia.
Carraspeé incomodo, sin el coraje de defenderme.
—Pero después de esa noche no he hecho un solo comentario sobre él —especifiqué a mi favor, porque era un error del pasado. Cumplí mi promesa. Lo más importante no fue mi falla sino mi cambio—. Trabajan juntos, lo ves a menudo y él sí que está enamorado de ti, sin embargo dejé de pensar en él porque confío en ti, ¿por qué tú no? Es decir, vamos, no soy un santo, pero tampoco un demonio a tiempo completo —me defendí.
—Es distinto. Yo sí le puso un alto —remarcó.
—Yo también.
—Sí, claro, por eso cuando la encare lo primero que hizo fue a buscar tu ayuda, porque sabía que te pondrías de su parte, que cederías a todo lo que te pida. Y eso es porque en el fondo tú la quieres —repitió, aferrada a su idea.
—¿Si según tú vivo enamorado en silencio de Laura por qué estoy contigo? —la cuestioné directo. Pao abrió los ojos asombrada ante la pregunta. Que no supiera que responder me hirió—. Oh, ya lo entiendo —murmuré—, crees que estaba desesperado por amor. Nada raro, es decir, chico abandonado lleno de complejos ¿por qué le diría que no a cualquier persona que le quiera? —me burlé con amargura—. Además, piénsalo, con el autoestima por el suelo estar con una chica seguro me subía el ego. Mírame, nunca estaría con la chica que quiero, agradecido debo estar con la oportunidad que se me presente.
—Yo no dije eso...
—Pero eso es lo que piensas. Crees que estoy contigo porque no pude llegar a ella —me molesté—. Y... Dios, he hecho tantas cosas porque te quiero —expuse—. Rompí todo esos miedos que me hacían sentir menos hombre porque quería hacerte sentir orgullosa, porque eras tú lo único que estaba en mi cabeza cada que intentaba ser mejor. En verdad me esforcé por demostrártelo todo el tiempo, pero no sé qué es lo quieres qué haga.
—¡Solo quería que lo primero que pensaras era en cómo yo me sentía! Porque me han dicho cosas horribles y te necesitaba —explotó—. Necesitaba que me abrazaras, que me dijeras que todo estaría bien. Quería que te doliera lo que a mí me lastimaba, que aunque fuera una mentira quisieras protegerme de alguna manera, porque te la pasaba diciendo lo que harías si vieras a los autores de esos mensajes, pero al entrar Laura en juego se te olvidó. Lo único que te interesó es que no la incriminara. Era su palabras frente a la mía... Y no me creíste —susurró dolida.
—No es verdad, sé que tú no mientes, mi Pao, solo creí podía haber una explicación —expuse para que no se confundiera.
Pao apretó los puños, seguro resistiendo los deseos de estampármelos en la cara.
—¿Una explicación? ¿Qué otra prueba querías, Emiliano? —me cuestionó desesperada—. ¿Un testimonio firmado donde asumiera su responsabilidad? Claro, como lo hizo en todas las otras veces que te manipuló. Porque eso es lo que hace —remarcó—. Y tú siempre cedes preocupado por lo que ella siente, ¿acaso te detienes a pensar un segundo en mí?
—Pao, yo pienso en ti todo el tiempo —defendí. Entendía que estuviera molesta, pero estaba siendo injusta. Yo siempre me preocupaba por ella.
—Sí, claro, apuesto que pensaste "para Pao debe ser incómodo sea tan cercano a Laura después de lo que ella le hizo, creo que por el bien de todos mantendré una distancia prudente" —expuso, desconcertándome.
Parpadeé, meditándolo, ¿eso era lo que quería?
—Bien, eso haré —le aseguré—. Si eso te hace sentir más tranquila voy a...
—Ya no aplica, Emiliano —replicó.
—Vamos, Pao, entiendo que ahora esté molesta, pero dime qué quieres que haga para arreglarlo —le pedí—. No quiero que estemos enfadados —mencioné. En verdad odiaba tenerla lejos.
Sin embargo, pese a mí sinceridad Pao no bajó la guardia.
—Emiliano, si creíste que podías hablar sin pensar y después solo arreglarlo con un "lo siento, ¿por qué no lo solucionamos en diez minutos?", debiste evitarte el viaje —sentencié, dejando en claro su negativa. Vaya, que forma más elegante de mandarme al diablo.
—¿Y perderme la dicha de ser testigo en primera fila de tu frío desprecio? No, gracias —respondí con un humor más ácido del usual.
—Para que sepas lo que siente esperar algo de una persona y recibir otra —me acusó cruzándose de brazos—. Y no estoy molesta, estoy decepcionada, que es mucho peor —murmuró recelosa—. Decepcionada... Porque yo te quería mucho —se sinceró con tanta fuerza que un sollozo escapó de sus labios a la par sus ojos se cristalizaron—. Y siempre pensé en ti, en lo que tú necesitabas, en lo que te hacía feliz y te adoraba tanto que... —Calló, apretando sus labios—. Hice y dije cosas que jamás habría hecho por nadie, porque creí que tú eras el hombre de mi vida, que lo nuestro duraría para siempre... Pero ahora me doy cuenta que nadie termina con su primer amor.
—Pao...
—Su función es enseñarte lo que se siente amar y perderlo para que tengas cuidado al volver a entregarte —declaró—. A todos les sucede y yo no sería la excepción... Esto mucho peor que en los libros o películas —protestó caminando en círculos—. Aquí no sé cómo apagar el horrible vacío en el pecho. Sé que voy a superarlo, todos los hacen —habló para sí en voz alta hasta que fijó su mirada fría en mí—, pero por qué tenías que meterte tan hondo si no pensabas quedarte.
—Pao, yo sí quiero quedarme. No hables como si fuera el final —le pedí.
—Lo es para mí —concluyó. La seguridad en su vida me golpeó justo en el centro de mi corazón. Ella misma se sorprendió de la certeza en su voz, pero no cambió de opinión. Fue suavizando poco a poco las facciones—. Ya no quiero seguir con alguien que ama a otra... Debí darme cuenta que esto no tendría un final feliz desde que dijiste que ella era tu sueño, no aferrarme a ser tu realidad —sollozó. Odiaba cuando lloraba, sobre todo cuando de alguna manera sentía era mi culpa.
Pao quiso irse para que no la viera de ese modo, pero la tomé de su mano para retenerla. Contemplé sus ojos ahogándose en la tristeza cuando se encontró con los míos. Esto no podía terminar así. No quería que la última mirada entre los dos estuviera llena de dolor.
—Te odio, Emiliano —murmuró sin apartarse, tan bajo que apenas logré escucharla. Dolió oírlo de sus labios—. Todo es tu culpa, sino hubieras sido tan dulce como lo fuiste jamás hubiera creído que era especial para ti, que podía entrar en tu corazón. Y me odio también a mí, por quererte...
—Yo jamás lamentaría quererte como lo hago.
El sonido en esa solitaria calle cedió solo por nuestra respiración. Pao apretó los labios, las lágrimas corrieron sin pedir permiso. Durante un instante creí el tiempo se congelaría, sin embargo, algo rompió la magia.
—¡Pao!
Una palabra bastó para regresarnos a la realidad. Pao abrió los ojos y se apartó de golpe. Nerviosa se alejó en un par de pasos, limpiando sus manos en su vestido. Maldita sea. Juro que tuve que contenerme para no soltar todas las palabras que aparecieron en mi mente.
—Pao, pensé que ya no te encontrábamos.
Reconocí esa voz antes de que apareciera entre los dos. Confieso que me sentí un poco menos disgustado al notar se trataba de él, porque me agradaba, o tal vez el enfado quedó sepultado por mis intentos de esconder una sonrisa al verlo ataviado en una enorme chamarra que lo hacía ver el doble de grande.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó confundida.
—En realidad, queríamos darte una sorpresa, pero el tráfico lo arruinó —le platicó animado—. No queríamos que te congelarse esperando el autobús, pero ya veo que lo último que tenían ustedes dos era frío —bromeó dándome un vistazo divertido. Ninguno rio. Carraspeé incómodo acomodándome el cuello de la chamarra. Pao, en cambio, se limpió los rastros de lágrimas deprisa, aprovechando su distracción—. Espero que no interrumpiera ninguna plática subida de tono porque... ¿Estabas llorando? —se preocupó al percatarse de su nariz rojiza y la leve hinchazón de sus ojos que no pudo disimular.
—No, no, ya sabes que estos cambios me irritan —mintió enseguida. Aarón la escaneó, sin creer una sola palabra.
Yo quise hablar, aunque para ser honesto no recuerdo qué planeaba decir, porque cuando escuché otra voz a mi espalda olvidé hasta mi nombre.
—Buenas noches. No sabía que estarías por aquí —me saludó su padre, bastante fiel a su estilo. Asentí por mera inercia mientras él clavó sus ojos en el rostro de su hija, percibiendo algo extraño. Dios, cuando creí no podía volverse más incómodo.
—Emiliano vino porque le llamé para entregarle algunas cosas —improvisó Pao con una sonrisa, rodeándonos para desviar la atención y se apoyó en mi silla fingiendo que todo estaba perfecto—, pero justo ya se iba, ¿verdad? Nos estábamos despidiendo —añadió.
Aarón alzó ambas cejas, burlándose. Pao le exigió en una mirada que no empezara. Por suerte su padre lució satisfecho con la explicación.
—Pues va siendo hora, hace demasiado frío para andar charlando en la calle —nos regañó como si tuviéramos ocho, pero ni siquiera tuve tiempo de juzgarlo—. Será mejor que volvamos a casa, ¿te llevamos, Emiliano? —propuso amable. A Pao la invitación la tomó por sorpresa. Pasó la mirada de uno a otro.
Supe enseguida cuál era la repuesta correcta.
—Vamos, hermano, aunque sea en la cajuela —bromeó Aarón dándome un pequeño golpe en el hombro. Dios, eso era de familia.
—En verdad se lo agradezco, pero preferiría tomar un taxi —respondí.
—Nos queda de camino —añadió su padre.
—Lo sé, y gracias —respondí sincero—, pero no tardará mucho. No quiero causar más molestias.
—¿Qué molestias? Si ya eres parte de la familia —me animó a Aarón, pasando su brazo por mis hombros como si fuéramos amigos de toda la vida—. Vamos, convence a tu novio con alguna de tus cursilerías. Pero no demasiado explícitas que está papá presente, Pao —añadió riéndose a carcajadas. Pao estuvo tentada a darle un golpe, pero su padre les puso un alto antes siquiera comenzaran.
—Aarón —lo amonestó severo—. Pues, ni hablar. Nos veremos pronto —se despidió—. Vamos a casa, muchachos, tu madre nos está esperando —le avisó a Pao que distraída permaneció en su sitio sin apartar la mirada de mí.
Asintió aún aletargada. Caminó de espaldas hasta que pegó un respingo al chocar con el automóvil estacionado. Aarón se rio a morir de su susto, pero ella ni se inmutó. Pareció pensarlo un segundo antes de regresar sobre sus pasos tan rápido que me sorprendió cuando estuvo de vuelta frente a mí.
—Dejando de lado lo de hace un rato, deberías venir —comentó preocupada, inclinándose para que pudiera escucharla. Sonreí enternecido. Esa era Pao, no importaba cuanto te detestara, haría lo que estuviera en sus manos por verte bien.
—No creo que sea una buena idea —admití. Sería demasiado incómodo para ella y las cosas no estaban bien entre los dos para soportarme más tiempo. Ella mordió su labio, pensativa—. De todos modos te lo agradezco —añadí con una sonrisa para que no se angustiara por mí.
Pao torció sus labios, dudando.
—¡Pao! —la llamaron.
Ella echó la mirada atrás, comprobando aguardaban. Regresó su vista a mí, tuve la impresión que quiso insistir, pero me le adelanté.
—Te están esperando —le recordé mostrándoselo con un pequeño ademán, liberándola de ese compromiso—. Abrígate, hace frío —le recomendé. Ella acomodó un mechón que por culpa del viento cubrió su rostro—. Y cuídate mucho —le pedí sincero.
—Tú igual... —soltó al fin antes de obedecer al segundo llamado.
Sus zapatos se arrastraron de vuelta al automóvil. Subió azotando la puerta, mirándome de reojo. Dibujé una sonrisa para decirle que todo iría bien, aunque no me sintiera de ese modo. Y no hablaba de algo físico, porque aunque el viento golpeaba con fuerza, no se comparó con el frío que me invadió cuando sus ojos miel se clavaron en los míos por el cristal antes de que el automóvil arrancara. Entonces sí, acompañado solamente de su recuerdo, me sentía tan solo como hace mucho tiempo no lo hacía.
No me odien, recuerden que yo los amo (?) Y como dicen amor con amor se paga ❤️. Espero que les gustara el capítulo. Extrañé mucho sus comentarios la semana pasada. Me disculpo mucho por no publicar, pero estoy trabajando a tiempo completo con la continuación del club, que no será tan club... En mis historias de instagram JanePrince394 estaré publicando más información sobre lo que sucederá con esta saga y una dinámica para ver si adivinan qué personaje protagonizará la próxima ❤️. Estoy muy emocionada por lo que viene.
Ahora sí, me encantaría saber si les gustó el capítulo. En el próximo nos reencontramos con el club ❤️. Los quiero mucho.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top