Capítulo 36 (Parte 2)

Estaba seguro que había una solución, además de destrozar la puerta, llamar a un cerrajero o arruinar la noche libre de mi madre, pero honestamente no se me ocurrió ninguna. Necesitaba un poco de inspiración, así que rogando porque las ideas fluyeran, les pedí a los otros un minuto para pensarlo. Sin embargo, de eso había pasado una hora y para ese punto, luego de terminar con la comida, me encontraba más entretenido en la batalla de Hectorín y Nico que parecían jugarse la vida en el tablero. Me gustaban esa clase de competencias, donde se apostaba todo por el todo.

—Seguro que las chicas se la están pasando mejor.

Me sorprendió Álvaro atrapándome concentrado en los niños. Pude inventar que estaba improvisando una estrategia, pero era tarde. De todos modos, no pareció juzgarme, hasta arrastró una silla para sentarse a un costado buscando un lugar en primera fila. 

—Pero ellas tienen a Tía Rosy —argumenté. Era imposible aburrirse si entraba a la ecuación—. Debimos pedirle se uniera un rato...

—No, gracias —respondió tajante, negando sin dudarlo, haciéndome reír. A veces olvidaba lo bien que se llevaban. El silencio reinó un instante antes de que volviera a hablar, entonces entendí no había terminado ahí por casualidad—. A mí no me sorprende que estés con Pao —comentó de pronto. No contesté, digiriendo su comentario—. Parece una chica de buen corazón y tú también.

—Vaya, eres el primero que lo dice —admití aletargado. Sonreí al analizarlo a fondo—. Que creas soy una buena persona —aclaré—, lo de Pao se entiende.

—Bueno, Miriam me contó que cuando falleció el papá de Alba te quedaste con ella y Nico casi hasta que regresaron a casa, y en el funeral hiciste lo mismo —mencionó. Evadí su mirada, hace mucho tiempo de esa noche—. Noté que te esforzaste por hacerlo sonreí. Aunque tú no lo creas verlo tranquilo fue un gran consuelo para Alba... Además, también ayudaste a Pao cuando no sentías nada por ella —añadió. Sí, bueno...—. Por mi parte, recuerdo que cuando Alba y yo nos distanciamos tú fuiste el único que me escribió para animarme, aunque fuera un poco en broma —remarcó—. Creo que teniendo en cuenta todo esto, podrías aplicar para el concepto de una buena persona.

Fingí no prestar atención a sus palabras. No me gustaba que la gente notara lo que hacía, ni que le diera más importancia de la que tenía. Me esforzaba porque mis acciones fuera tan naturales que ni siquiera las percibieran. El término buena persona, por desgracia, no podía combinarse con algunas que estaban en mi sistema. Una buena persona sabe perdonar, pero yo no podía. 

—Lo sería más si él angel de mi hombro no se tomara vacaciones con tanta frecuencia —intenté romper la melancolía con una broma. Esa era mi especialidad. Él pareció notarlo porque sonrió.

—No podemos ser buenos siempre, lo importante es serlo cuando otro lo necesita —concluyó con sabiduría, pero no estaba seguro de ese concepto. Las personas como Pao y Álvaro pueden hablar sobre la bondad con mayor facilidad, son optimistas y generosos por naturaleza, tienen buenos corazones. El resto sabemos que ganarse ese título no es tan sencillo, pero claro que no es una queja, esa clase de gente te da cierta esperanza. 

—Hey, sabes que todo lo que digo sobre ti y Alba son bromas, ¿verdad? —aproveché la oportunidad para dejarlo claro. No solía medir mis palabras, pocas veces pensaba en las consecuencias de las cosas que pronunciaba sin maldad, pero que igual pueden herir—. En verdad me alegra que sean felices y estén juntos. Aunque no lo creas —repetí sus palabras—, me caes bien, hasta me gustaría ser como tú cuando sea grande.

Él rio ante mi comentario.

—Te falta para eso, aprovecha los años, cuando uno los pierde se echan en falta.

—Y también Alba, aunque yo no sea su persona favorita —reconocí divertido, porque sabía no era fanático de mi humor. Álvaro volvió a sonreír, echando la mirada al frente, tuve la impresión que dudaba sobre hablar o no. Por suerte eligió la primera opción.

—A Alba le cuesta expresar sus sentimientos, pero estoy seguro que le agradas —comentó como su intérprete personal, conociéndola mejor que nadie—. Todos los del club. De no ser así no les tendría presentes —argumentó. Sí, supuse que en parte tenía razón, si no le simpatizáramos nos hubiera golpeado y había rechazado la oportunidad cientos de veces—. Ella ha tenido una vida complicada, por eso valora todo lo que hacen por ella, aunque a veces no encuentre las palabras para decírselos-

Reflexioné sobre eso último, en mi análisis di con un inocente Nico que jugaba alejado de los líos. Yo sabía, sin conocer los detalles, que Alba había tenido una vida dura, pero ninguno que viera a Nico lo hubiera percibido. Eso se debía a ella, y no debió ser fácil. Nunca lo es criar a un hijo siendo tan joven, sin ayuda de nadie. Mamá, aunque se trataban de casos distintos, también se vio obligada a sacar el coraje cuando papá nos dejó. Quizás Alba solo intentaba mantenerse entera para él, al final la coraza no buscaba protegerla, sino a otros porque sabía que detrás de ella no había nadie que la ayudara a levantarse si tropezaba.

—¿Esa es la parte escondida a la que te referías hace un momento? —murmuré despacio. Respiré considerando era un tema muy personal para intentar curiosear en él—. ¿Te habla de lo maravilloso que somos? —bromeé fingiendo fanfarronería para disipar la melancolía. Él notó mi plan porque pareció agradecerme no ponerlo en una situación incómoda.

—A su honestidad —resolvió pensativo con una débil sonrisa—. Antes de conocerlos el ambiente donde me desenvolvía era... —Calló un momento, hundiéndose en los recuerdos para dar entre el inmenso océano del pasado con la palabra—. Complicado. El exceso de cordialidad muchas veces termina en mentiras, llega un momento en el que no sabes de quién fiarte —admitió. Para mí cobró sentido al principio fuera tan desconfiado—. Pero Alba es diferente. Ella es sincera y leal, sus acciones concuerdan con sus palabras. Cuando la veo tengo la certeza que vale la pena confiar. Si lo piensas a fondo es lo más importante, después de todo, el amor es un acto de fe.

—¿Aunque no te guste lo que esté por decirte? —dudé.

—Prefiero tener la verdad en mis manos, así no me guste —aseguró—. Al menos así existe la oportunidad de arreglarlo —planteó. Sonaba lógico, pero cuanto duele abrirse ante los demás, pensé porque ser honesto no es sencillo—. ¿Sabes una cosa? —continuó. Negué, pero me dio la impresión que no estaba hablando conmigo—. Estuve con mi exmujer una noche antes de que se marchara. Ya tenía las maletas hechas. Me hubiera gustado me dijera a la cara que las cosas estaban mal desde el inicio —se sinceró—, o que no hubiera sido tan egoísta para conocer el final sin hacérmelo saber, porque aunque no dejaba de ser su vida, también estaba la mía en juego... Así el golpe hubiera sido menos duro. El silencio es el peor camino, cuando lo eliges has condenado a los dos.

—Lamento eso —mencioné sincero porque en su momento fue un golpe para él. No era para menos, debe ser duro amar tanto a alguien y un día despertar con su ausencia. Sabía que las despedidas eran necesarias, pero eso no quitaba que te apuñalen el corazón.

—No lo hagas —me pidió después de dejar escapar un largo suspiro—. Entendí que todo pasa por alguna razón. Encontrar a Alba me ayudó a comprender que no sirve de nada aferrarte al pasado. Sí, debes dar todo de ti en ese momento, pero si incluso así no hay solución debes seguir adelante porque quizás te está perdiendo lo que sí es para ti. Y me alegra haber estado libre para luchar por ella y no tener que haber reprimido lo que sentí desde la primera vez que la vi.

Si Álvaro tuviera visión emprendedora debía escribir o dar conferencias sobre el tema. No quise sentirme identificado, pero fue inevitable. Había estado tantos años aferrándome al pasado que casi me olvidé de vivir el presente, ignorando que lo único que realmente tienes en tus manos es el ahora. Lo que pasó, duela o no, no podrás recuperarlo, y lo que vendrá mañana no podremos controlarlo hoy. Incluso el peor de los días es el pasado de otro mejor.

—¿Amor a primera vista? —lancé divertido porque haciendo memoria él nunca disimuló le gustó, que Alba no pareciera, o quisiera, notarlo era otro tema.

—No me gusta el término, pero es cierto que me sentí cautivado por ella desde el primer día —reconoció. Fingí sorprenderme, sonrió aceptando era evidente—. Si tardé en confesárselo fue porque sabía no estaba lista, pero ayudó tener certeza de mis sentimientos desde el inicio.

—Ojalá yo no hubiera perdido tanto el tiempo con Pao —confesé. Aún me pesaba haber dejado pasar los días sin darme cuenta que lo había buscado durante años estaba a mi lado, con tanta luz que solo un ciego acostumbrado a la oscuridad podía ignorar.

—Emiliano, las buenas historias se cocinan a fuego lento. Llegar al fondo lleva su tiempo, pero vale la pena —me recordó dándome ánimos.

No supe si era bueno convenciendo a la gente o simplemente tenía razón. La chica que charlaba de vez en cuando en el club era distinta a la que se mostró cuando tomó un poco más de confianza. La primera era ternura, pero la que no salía de mi cabeza no podía describirse con un par de palabras.

—¿En el fondo hay una Alba tierna? —curioseé sin poder imaginarla, pero con una sonrisa.

—Alba tiene un lado vulnerable que esconde tras esa fortaleza que se creó para sobrevivir en este mundo tan difícil —reconoció—. Emiliano, cuando alguien confía en ti para mostrártelo, está en tu deber no fallarle —remarcó dándome un valioso consejo. Esperaba no hacerlo, no equivocarme, ser lo que Pao necesitaba porque había depositado su fe en mí, como nadie más lo había hecho y no quería decepcionarla.

—Vaya. Ojalá pueda mantener esa llave... —acepté, pero la palabra quedó a medio terminar. Frené de golpe. Aquella frase encendió un chispazo en mi cabeza. Explotó—. Espera, la llave... —murmuré—. ¡Claro! ¡La llave! ¿Cómo pude olvidarlo? —me reclamé con ganas de golpearme contra la pared.

El escándalo llamó la atención de los otros que posiblemente ya estaba hablando hasta de la creación del mundo. Sabía que en algún punto de la noche mi cerebro cooperaría. Claro que tenía que agradecerle a Álvaro que además de dar consejos de amor me dio el empujón para encontrar la clave para no pasar la noche afuera. No es que no me gustaba la idea de acampar con zancudos y el frío, pero yo tenía que claro que debía entrar antes de medianoche así tuviera que convertirme en el Chapo o un topo y hacer un túnel.

—Tengo una llave de reserva en uno de los marcos de la ventana de enfrente —los puse al tanto con una enorme sonrisa. No podía creer lo había pasado por alto. Tuve la impresión que todos resistieron sus ganas de golpearme solo porque era el único que conocía el lugar—. Si abrimos la puerta principal podemos desatorarla por dentro —conté entusiasmado. Saldríamos de esto sin una denuncia de mis vecinos, ni convirtiéndome en una anécdota de mi madre. Podríamos resolverlo como hombres.

—Eso es buena suerte —celebró Arturo. Entrecerré los ojos porque al final estábamos ahí por su culpa.

—Solo hay un problema —recordé de pronto. Todos volvieron a desinflarse—. La única manera de cruzar es por el pasillo que conecta el patio con la entrada, pero hay otro puerta cerrada.

—En pocas palabras estamos en las mismas —concluyó el amargado de Guillermo. Uy, perdón, cerebrito. Me obligué a pensar porque estando tan cerca debía haber una salida. 

—Pero hay una cavidad pequeña —comenté en voz baja, estudiando todas las posibilidades—. Tal vez si... No, imposible... —acepté porque saldría más caro el remedio que la enfermedad. Eran muy altos, el de menos altura era Arturo, pero su complexión le impediría deslizarse por el estrecho conducto, se atoraría apenas pasara un pie, y entonces no solo se uniría a la fiesta la policía, si no también protección civil, la cruz verde y quizá hasta saldríamos en televisión.

—¿Qué tal un niño? —propuso Mauro. Dios, leer tanto la Constitución ayuda a desarrollar el cerebro.

—No es tan mala idea, solo necesita un pequeño empujón para cruzar al otro lado —acepté agradeciéndole el dato.

Busqué con la mirada a Nico y Hectorín, el primero era mi primera opción, parecía más prudente, pero siendo realista era más factible el más pequeño porque el agujero daba la impresión de haber sido creado especialmente para él. Ya sabía que el karma me cobraría rápido la factura.

—¿Tu sobrino podrá? —dudé sin verlo muy capacitado para una tarea de ese nivel. Después de ver su desempeño en el Turista no podía fiarme de él.

Álvaro lo pensó, no me dio una respuesta clara.

—Tiene nueve.

—Hey, Hectorín, ven acá —le llamé, Lila lo siguió, acostumbrada a mi voz—. ¿Sabes abrir puertas? —pregunté para sacarme de dudas. De nada servía si era un experto escalando paredes, luchando con enemigos o desvainando espadas, si desconocía el punto principal.

Asintió con una sonrisa.

—Dando toc toc.

—Estamos perdidos —resopló Guillermo, cubriéndose el rostro.

—Se refiere a las cerraduras —le explicó paciente Álvaro.

—Oh, sí, giras la llave —resolvió simple. Bien, con eso bastaba.

—Necesito pedirte algo —adelanté, pero titubeé—, ¿podrás?

—¿Como una misión? —preguntó emocionado. Todos nos miramos entre sí.

—Sí... Algo así —murmuré inseguro—. Escucha, no te distraigas —le pedí—. En el marco de la ventana delantera derecha verás que hay una esquina ligeramente levantada —mostré un ejemplo con la que estaba a nuestro alcance. Los ojos enormes de Hectorín estudiaron el panorama—, ahí hay una llave, ¿entiendes?

—Sip.

—Esa llave es de la puerta principal, así vas a poder entrar a casa. El resto es pan comido —aseguré para que no se pusiera nervioso—. Solo debes caminar hasta la del patio. La alzas un poco, levantas el seguro, un empujón delante y atrás, sale, ¿quedó claro?

—¿Qué debo hacer después de entrar a casa? —repitió, se había perdido en ese punto.

Dios, no llegaríamos muy lejos. Torcí los labios, pensando en otra solución. Para problemas graves, medidas desesperadas, Emiliano. Con todo el dolor de mi corazón saqué mi celular entregándoselo en sus manos. Esperaba no arrepentirme.

—Te llamaré estando adentro —avisé—. Cuídalo como si se tratara de tu propia vida —le pedí haciendo énfasis en lo último para que notará hablaba en serio. Incluso más, pensé.

Hectorín asintió dejando claro entendió el mensaje antes de guardarlo en el bolsillo de su pantalón. La única manera de cruzar era por un hueco, lo suficientemente ancho para que pudiera atravesarlo alguien de su tamaño, pero alto para alcanzarlo por su cuenta, así que necesitaba ayuda. No era solamente arrojarlo como una pelota, aunque hubiera sido divertido, sino asegurarse de que cayera bien porque si no nos meteríamos en un lío.

—Tú no, Arturo —mencioné antes que lo intentara. Él no comprendió porque lo dejé fuera del plan—. El niño no tiene seguro.

Así que él único capacitado, asumiendo la confianza, era Álvaro, porque con la maldad corriendo por las ventanas de Guillermo, sin importar fuera su sobrino, era capaz de lanzarlo al vacío. Y no podíamos permitírselo, mucho menos cuando no estábamos ahí para verlo.

Álvaro lo alzó en brazos con cuidado para ayudarle a cruzar del otro lado, lo sostuvo hasta que se aseguró Hectorín apoyó su pie en un relieve que tenía la puerta y le sirvió para impulsarse antes de dar el salto. Escuché como su peso cayó al suelo.

—¡Ya estoy del otro lado!

—Sí, eso lo deduje hace un rato —hablé para mí—. Ahora, solo recuerda: la llave está en el marco —le repetí alzando la voz para que pudiera oírme. Esperé no lo olvidara, pero no me confié.

Miré a los demás impaciente mientras los minutos pasaban y cuando calculé era hora Arturo me prestó su celular para llamarle. Tuve que aguantar una risa aguardando un instante en la línea cuando reconocí que su fondo era una fotografía del coche de Miriam. Por suerte, antes de que cometiera la impudencia de reírme en voz alta, alguien contestó situándome en el presente. Reconocí esa voz.

—¿Quién es?

—¿Emiliano? —repetí despacio, porque no entendía a qué estaba jugando.

—Él no está ahora —respondió.

—¿Qué? Soy Emiliano, hace dos minutos quedamos que te llamaría —le recordé.

—Ah, sí, cierto...

—Bien, ¿ya estás adentro de la casa?

—Sí, es muy bonita —opinó.

—Pues, gracias, la decoró ni madre... —contesté, pero pronto agité mi cabeza. Concéntrate, Emiliano—. ¿Qué demonios estoy diciendo? Ve hacia la puerta del patio —le pedí en una especie de orden que realizó sin peros—, ¿puedes verla?

—Es café.

—Felicidades, no eres daltónico —respondí sin pensarlo, de buen humor. Carraspeé, no era momento para bromas—. Ahora... Coloca el teléfono en altavoz para darte las instrucciones —le dije, adelantado accidente. Su cabeza podía curarse con una venda, como técnico me llevaría mi tiempo reparar mi celular si lo dañaba. Funcionó—. Es fácil, álzala un poco, quita el seguro, adelante, atrás, empuja.

Enumeré despacio para que tuviera tiempo de hacer cada acción sin fallar, pero solo escuché sus lamentos. Casi creí que alguien estaba a punto de dar a luz.

—No puedo —lloriqueó. Imposible, estaba seguro era el procedimiento correcto. Repasé todos los pasos, uno por uno, analizando en dónde estaría la falla.

—¿Quitaste el seguro? —repetí empezando por lo más sencillo, solo para asegurarme.

—Ah, sí, cierto —notó riéndose a la par cedió.

Respiré aliviado cuando contemplé su rostro al abrir puerta. Ni el podía creerlo, no lo culpaba. «¡Libertad!» Así deben sentirse las personas tras una semana en los separos. La emoción fue tal que Guillermo lo elevó en el frenesís felicitándolo por sacarnos de aquel aprieto. El hermano de Álvaro no estaba acostumbrado a convivir con hormigas por más de quince minutos, seguro pensó se lo comerían vivo. Tranquilo, ellos eligen, no se llevan todo lo que encuentran en el camino.

De todos modos Hectorín pareció contento por las felicitaciones. Si fuera él hubiera aprovechado para sacarle dinero ahora que estaba alegre, pero se conformó con una sonrisa, creyéndose el héroe de la película. Mueca que se borró al distraerse cuando notó vibró lo que protegía entre sus manos.

—Es Pao —me avisó leyendo la pantalla, chismeándole a todo mundo. Solo faltó lo gritara, pensé antes de arrebatárselo para no perder la llamada. Sí, era ella, noté con una sonrisa. Me comentó me llamaría, pero pensé que en la fiesta lo olvidaría.

—Te tienen bien dominado —opinó Guillermo al notar mi sonrisa de idiota—. Debe tener sus trucos.

—Sí los tiene —admití encogiéndome de hombros—, pero no se los contaré para que no se mueran de envidia —respondí con una sonrisa.

El de esa noche, por ejemplo, fue oírla tan contenta cuando me contó lo bien que la pasando bien con las demás. No sabía la razón, tampoco quise preguntar los detalles, pero el tono que delataban su alegría y la sonrisa que se pintó en la pantalla cuando se conectó un instante, me contagió. Me gustaba escucharla de aquel modo. Además, esa noche Pao estaba preciosa. Casi sentí pena por no estar a su lado para poder besarla. Y con o sin intención, esa dulce chica había lanzado el anzuelo, le habían bastado unos segundos para asegurarse no dejara de pensar en ella en lo que restaba de la noche, que cuando se despidió tuve la impresión me parecería eterna.

Pero me equivoqué, porque no había pasado ni media hora que los chicos me habían preguntado cómo iban las cosas con ellas, y yo había mentido (sin saberlo) asegurándoles que de maravilla, cuando el celular de Arturo sonó. Él, ignorando el caos, contestó con una enorme sonrisa que fue borrando de a poco a la par la información llegaba a sus oídos. Por el cambio de su expresión, en un abrir y cerrar de ojos, adelanté se tratarían de malas noticias, pero ni siquiera poniendo a trabajar todo mi ingenio me acerqué a la verdad.

—¿Qué? —murmuró confundido, casi resistiéndose a revisar el número por si se trataba de una broma de mal gusto. La intriga despertó en el grupo que guardó silencio para oír algo que nadie, ni el más pesimista, imaginó—. Tranquila, Miriam... ¿Cómo acabaron todas en la comisaría?

Y para ser honesto, si la pregunta era difícil de procesar, la respuesta lo sería aún más.

Primero que todo, quiero disculparme por todos los errores de dedo que puedan encontrar en el capítulo. Al ser un capítulo tan largo, de más de 8000 palabras (que dividí en dos) no calculé bien mis tiempos y solo pude darle una revisada rápida. Pensé en pasarlos para la próxima semana y organizarme mejor, pero no quise dejar de publicar este fin de semana, así que me disculpo por lo detalles ❤.

Ahora sí, ¿les gustó el capítulo? ¿Qué creen que sucedió con las chicas?  Estoy casi segura que pocos adivinarán. Estaré súper feliz de leer sus comentarios y teorías . Saben que siempre respondo y los leo a todos. Además, me esforcé muchísimo por estas cuatro partes, trabajé durante muchas horas, así que me haría muy feliz saber lo que opinan. Eso me motiva a publicar más ❤.

Si las cosas salen bien, probablemente la próxima semana publicaré dos capítulos también. De corazón muchísimas gracias por tanto cariño. No olviden seguirme JanePrince394, aquí en Wattpad, eso me ayudará mucho a llegar a más personas y en instagram donde anuncio los capítulos y subo ediciones de los personajes. 

Un gran abrazo ❤.

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