Capítulo 35 + Encuesta de la novela
—¿Crees que debería hablar con él?
La pregunta nos tomó por sorpresa a ambos. Pao, que estaba ocupada intentaba retirar algunas hojas del arbusto donde Bruno había metido la cabeza, alzó la mirada para mirarme confundida. No comprendió a qué me refería, para ser honesto yo tampoco. Fue un pensamiento al aire que logró intrigarla lo suficiente para que casi soltara la correa de su perro. Yo, en cambio, me aferré más a la de Lila, evitando se le acercara. Pao repetía segura que ese grandullón era tranquilo, pero no me fiaba del todo. Con una mordida podía comérsela.
—Con tu padre, no con tu perro —aclaré para que no se prestara a confusiones. Escondió una sonrisa ante mi broma—. Me refiero a contarle sobre las intenciones que tengo contigo...
—Vaya, pensé que te producía terror enfrentarte a él. Me asombra que ahora quieras que charlen —comentó riéndose de mi mueca. Carraspeé incómodo. Nunca mencioné charlar, pensaba en compartir un par de cordiales frases antes de salir huyendo, pero si quería llamarlo así mejor para mí.
—Te aseguro que es lo último que deseo, pero si llegara a enterarse, ¿no se enfadaría contigo? —dudé. No quería que se metiera en líos por mi culpa. Pao pensó un segundo en esa posibilidad, sacudiendo la tierra de su pantalón al ponerse de pie. Que no hubiera respuesta inmediata no ayudó.
Habíamos decidido reunirnos en un parque cercano para pasear. Miento, en realidad, Pao creía que era buena idea que se conocieran nuestras mascotas, no sé con qué intención. Lila era una perrita bastante hiperactiva, podía acabar con la energía de ambos en una sola vuelta, pero ella adoraba a su perro y consideraba una traición dejarlo fuera. Yo no tenía problema... Bueno, hace una hora hasta me pareció divertido contemplar como arrastraba su pequeño cuerpo, no es que fuera incapaz de controlarlo, pero la diferencia de tamaño trae consecuencias. Como decía, yo no tenía problemas, de no ser porque él sí parecía tener líos conmigo.
—No tendría por qué —admitió restándole importancia, retomando la conversación. Me pidió con una sonrisa el lazo para ser ella quien guiara a ambos. Titubeé antes de entregárselo—. Mi padre no puede molestarse simplemente porque salgo con un chico —argumentó—. Ya no tengo diez años.
—Que malota, Pao —comenté haciéndola reír. Ella me dio un pequeño empujón.
—Si yo fuera tú no me preocuparía —aseguró optimista.
Pero no lo era. Estaba claro que para ella todo estaba bajo control porque hablaba de su familia, Tampoco podía ponerse en mis zapatos. Primero, porque calzábamos de un número distinto. Y lo más importante, mi madre la adoraba. Estaba claro que desde el primer día se la había ganado.
Detuvo su recorrido al encontrar una banca, dejé la silla para sentarme a su lado. Observé como el par de perros comenzaban a olfatear todo a su alrededor. Era una mañana calurosa, pero al ser temprano la brisa aún ofrecía un respiro. Además, el lugar era perfecto para relajarse, poca gente, un paisaje verde que resultaba novedoso en la ciudad y el silencio apenas se rompía por el viento que agitaba las ramas de los árboles. Lila lucía contenta, y ver a los que quería felices me contagiaba.
—Bien, intentaré creerte, pero si tu padre me mata quiero que me entierren aquí mismo —dicté solemne. Pao afiló su bonita mirada antes de ponerse de pie, para andar por ahí porque el par no se quedaban quietos, aún les quedaba un poco de energía, no sin antes darme otro golpe.
—Mi madre te adora —prosiguió, defendiendo su argumento. Sonreí, al menos un elemento de su familia no me detestaba. Ya casi podía sentir la victoria—. Mi hermano encuentra fascinante molestarme contigo, lo cual es un buen punto, y papá... —Torció sus labios, pensándolo. El jalón de Bruno jugando con Lila la obligó a continuar—. Bueno, no todo es perfecto en esta vida, ¿no? —resolvió simple encogiéndose de hombros antes de echarse a reír de buen humor.
No encontré lo divertido. Intenté sonreír, pero no me salió. Pensativo contemplé como Pao sacó una chuche de su bolsillo capturando la atención de los dos, parándose de puntillas intentó se esforzaran por alcanzarla. Para Bruno fue pan comido, de hecho poco faltó para que la tirara al suelo en su lucha. A la que sí le costó más fue a la diminuta Lila, que por más que se trepó a sus piernas no logró ni rozarla. De todos modos, Pao sintiendo ternura por ella se puso de cuclillas para entregársela con un mimo. Una débil sonrisa se me escapó al ser testigo de su dulzura, y supongo que no lo disimulé porque me atrapó estudiándola.
—Bromeaba, Emiliano —dijo al verme pensativo, compadeciéndose de mí se acercó, pensando había herido mis sentimientos por la broma de hace un rato—. ¿Te cuento un secreto? El día que fuiste a casa dijo que lo que hiciste fue muy valiente —reveló, asombrándome. Vaya, eso era nuevo—. Creo que en el fondo le caes bien —murmuró con una gran sonrisa.
Que honor no morir asesinado por el padre de tu chica.
—Será muy en el fondo, donde casi no se ve —comenté—. A dos pasos de la salida de emergencia.
—Exacto. Muy en el fondo... —admitió separando sus dedos apenas un pequeño milímetro, mostrándome juguetona que estaba a un paso de infierno y mil del cielo. Escondí una sonrisa al escucharla tan contenta a pesar de estar preparando mi epifanía.
—Muy, muy, muy en el fondo —repetí antes de impulsarme para enterrar mi rostro en su cuello haciéndole cosquillas. Ella se echó a reír a causa de mi cercanía, y yo me dejé encantar por el aroma de su perfume y sonido de su tierna risa, hasta que unos estruendosos ladridos me regresaron a la realidad. Encontré en un vistazo al culpable—. Me detesta —opiné al separarnos. Me ladraba como si fuera un ladrón.
—Solo me cuida, Emiliano —lo justificó apaciguándolo con una caricia.
—Tienes muchos guardaespaldas —comenté haciéndola sonreír—. No solo debo cuidarme de tu padre, sino además de tu perro. De tu perro, Pao. ¿Qué sigue? ¿Tu tortuga me pondrá una orden de restricción? —consideré—. Además, pensé que le agradaba —recordé como el primer día se comportó bien conmigo, hasta me dejó acariciarle.
—Eso fue antes de que invadieras mi espacio personal —mencionó divertida.
—Soy tu novio, una de mis tareas es invadir tu espacio personal —argumenté antes de rodearla inesperadamente con mis brazos por la espalda cuando volvió a sentarse a mi lado para halarla junto a mí. Ella soltó una carcajada, sonreí disfrutando de su alegría antes de darle un beso en la mejilla en su tierna batalla por liberarse de las cosquillas.
Sin embargo, nuestro juego quedó a medias por culpa de su celular. Mis manos la soltaron para que atendiera, no fuera a ser que se tratara de algo importante. Pao cubrió mi cara con su palma antes de empujarme juguetona, protestando por el ataque de hace un momento. Sonreí ante su tierna protesta contemplándola buscar el aparato en su bolsa, aun con algunos rastros de risa en sus labios.
Rastros que desaparecieron cuando revisó la última notificación. Su rostro se oscureció en un chispazo. Adelanté se trataba de malas noticias porque a la par sus ojos fueron recorriendo lo que se hallaba en la pantalla desapareció por completo su alegría. De pronto, el ambiente se puso tenso entre los dos.
—¿Todo bien? —murmuré cuidadoso.
Ella pegó un respingo al recordar seguía a su lado.
—Sí, sí, es una tontería —aseguró deprisa guardando el aparato en su bolso.
Pao buscó como si nada mi mirada, pero no lo dejé pasar tan fácil. No es que fuera un chismoso. Bien, sí, pero esa no fue la razón. Le pregunté en silencio qué sucedía, no pensaba presionarla a contarme, sin embargo, siendo honesto después del malentendido con Laura me gustaba más la idea de hablar que hacernos ideas en la cabeza. Nos había costado caro eso de guardar secretos. Supongo que compartimos ese pensamiento porque enseguida añadió:
—No te angusties, Emiliano. Es sobre mi novela —aclaró sin deseos de confundirme, pero logrando el efecto contrario.
—¿Tu novela? —repetí alzando una ceja. Ladeó su cabeza con un mohín en los labios, buscando la palabra. Respiró hondo antes de volver a mirarme pensativa—. ¿Se murió tu protagonista? —intenté adivinar arrebatándole una sonrisa inesperada. Pao negó frunciendo sus labios para mantenerse seria, pero fue un consuelo verla más animada.
—No, de hecho está viviendo su mejor momento —admitió risueña hablando al aire. Quise preguntar a qué se refería, pero volvió a concentrarse en el tema central—. En realidad, hace unos días estoy recibiendo algunos comentarios un poco agresivos —me contó fingiendo no le afectaba, encogiéndose de hombros, pero sin verme a la cara.
—¿Agresivos?
—Sí. Bueno, agresivos no es la palabra que usaría —admitió analizándolo—. Crueles es una mejor descripción —aceptó a la par de un chasquido. Suspiró, agitando sus ideas—. De todos modos, da igual lo que digan, lo mejor es no hacerles caso —dictó con sabiduría. Envidié su templanza para tomar esa decisión, yo no lo podía dejarlo pasar tan fácil.
—¿Por qué hacen eso? —dudé extrañado.
—No lo sé. Es Internet, Emiliano —resolvió sin darle muchas vueltas—. La gente ofende a otra por mera diversión, quizás no tienen otra cosa que hacer, su vida es aburrida, quieren llenar un vacío... No lo sé —concluyó cansada de buscar respuestas.
—Pero, ¿por qué a ti? —insistí sin hallarle la lógica. Estábamos hablando de Pao, a mis ojos ella no merecía que la parte oscura de la realidad la alcanzara.
—No es importante, Emiliano —repitió para que lo olvidara.
—Claro que lo es, se ve que te dolió —mencionó porque a mí no podía engañarme. No lo negó, evadió mi mirada para no hacer el asunto más grande. Quizás no debía darle importancia, pero a mí sí me preocupaba la lastimaran, daba igual la forma—. Si me dices dónde puedo encontrar esos mensajes yo los pondría en su lugar —propuse decidido. Tal vez ella era demasiado dulce y evitaba las confrontaciones, pero yo podía defenderla. A mí no me angustiaba meterme en lío si me aseguraba ella se olvidaría de ellos.
Pao soltó una risa al escuchar mi descabellada idea, negando un sinfín de veces.
—Hey, tranquilo —me pidió risueña, como si le resultara encantador mi arrebato—. Emiliano, primero que todo, gracias por preocuparte, pero aunque no lo creas puedo defenderme sola —me recordó con una sonrisa orgullosa mirándome a los ojos. Sí, lo sabía, es que a veces viéndola tan tierna y vulnerable lo olvidaba, pero aún tenía presente el golpazo que le propinó al chico en la cafetería. Tenía buena mano, por algo no volvió a buscarla—. Además, lo peor que podríamos hacer es contestar —repitió tajante para que no insistiera—. Sé lo que te digo, Emiliano, es mejor ignorarlos. Uno de los dos tiene que cansarse —remarcó. Resoplé sin estar del todo de acuerdo, pero respetando su decisión. Supongo que al final tenía razón, pero yo no era tan civilizado, ni diplomático—. Además, el mundo de la escritura es duro, tengo que aprender a sobrellevarlo.
Hasta ese momento lo desconocía, pensé se trataban de puros halagos, éxito y dinero. Me sentí un poco culpable por preguntarme en silencio si Pao soportaría enfrentarse a eso a diario. No dudaba de su capacidad, pero es difícil ver a lo que quieres enfrentarse a las críticas.
—¿Estás decidida a ser escritora?
—No sé si decidida, pero sí con muchas esperanzas —dictó sin dudas con una sonrisa.
—¿Es tu mayor sueño?
—Bueno, tengo muchísimos. Soy una especialista en soñar —admitió alegre, jugando con sus pies. Sonreí enternecido por su honestidad y optimismo—. Uno de ellos es publicar un libro.
—¿Alguna vez me dejarás leer tu novela? —curioseé de pronto, porque más allá del relato que escribió para mí no me había permitido darle una hojeada a ninguna de sus historias. Por su expresión adelanté la respuesta.
—No, lo siento —contestó sin pensarlo. Rio ante mi decepción—. No es que no quiera, pero... Algún día vas a entenderlo —aseguró, pero dudaba hacerlo si no me lo explicaba. ¿Qué podía esconder en esas páginas que las guardaba bajo llave?—. No lo tomes personal. Pídeme lo que quieras, excepto eso —propuso sin estar dispuesta a ceder.
—¿Lo que quiera? —bromeé con una media sonrisa. Recibí un empujón que casi me tiró de la banca.
—Tonto —escupió jovial—. Ahora estoy enfocada en terminar la universidad, ya me queda poco. También me encantaría abrir un refugio —me reveló entusiasmada. Eso no lo sabía, pero no me sorprendió—. Pequeño, claro, de acuerdo con mis posibilidades. En él cuidaría de algunos animales y les ayudaría a encontrar una familia —planteó su idea. Igual que hizo con Lila, pensé viéndola descansar a nuestros pies—. Aunque no sé si podré, se necesitan muchas cosas —consideró reflexionándolo a fondo—. De todos modos, si no es posible, trabajaré en alguno como veterinaria —propuso otra opción, buscando alternativas.
—Vas a lograrlo, Pao —determiné sin dudas.
La seguridad con la que hablé llamó su atención, pintó una peculiar sonrisa en sus labios.
—Siempre crees ciegamente en mí.
—Exacto —sostuve. Si alguien era capaz de lograr lo que se propusiera era esa chica. No conocía a nadie con mejor voluntad que Pao, cuando se trataba de ayudar a alguien nunca fallaba. No solo tenía un buen corazón a su favor, sino también convicción.
—¿Tú tienes algún sueño? —contratacó escondiendo una sonrisa.
—Llegar vivo a fin de mes —bromeé. Otro golpe en el hombro. Auch, a ese paso me lo dislocaría—. En realidad, después de perder el de ser piloto decidí no ponerme metas muy ambiciosas por miedo a no cumplirlas —confesé sin orgullo. Desgasta dar todo de ti y nunca rozar el final. A veces uno es más feliz sin hacerse expectativas del mañana—. Es terrible decepcionarte a mitad del camino.
Supongo que en el fondo renuncié a todo aquello que me recordaba el pasado, incluido soñar. Pao asintió entendiendo mi punto antes de volver la vista al frente, contemplando a Bruno. Ella se inclinó para acariciar sus orejas. El silencio comenzó a calar entre nosotros. Debió pensar que me trataba de un cobarde, lo era, pero no fue buena idea presumirlo. Estuve a punto de improvisar una broma o una tontería de ese estilo, pero ella se me adelantó con lo que se formaba en su cabeza.
—¿Has pensado en conducir? —soltó de pronto, confundiéndome.
—¿Y terminar de matarme?
—No hablaba de un automóvil de carreras, sino uno convencional —aclaró. Reflexioné sobre esa posibilidad que nunca antes consideré—. Pero tampoco deberías negarte del todo a ser piloto —mencionó—. Por ejemplo, Isidre Esteve —planteó un ejemplo—. En el 2007 tuvo un accidente y a pesar de estar en silla de ruedas ha participado en competencias con un vehículo adaptado.
—¿Cómo sabes de él? —murmuré sorprendido por la mención. Nunca pensé que sabría algo del tema, según recordaba Pao no era fanática del deporte.
—Lo investigué —confesó con una sonrisita autosuficiente. Sonreí, entre líneas entendí lo había hecho por mí—. Claro, quizás podrías empezar con algo pequeño. Piénsalo, amas estar detrás el volante —argumentó animada—. He leído que hay muchas posibilidades de adaptar un vehículo para que puedas conducirlo por tu cuenta. Tú eres muy independiente, Emiliano —destacó con una sonrisa—, seguro que te gustaría trasladarte a tu voluntad.
—Nunca lo había pensado —reconocí aletargado.
No es que no quisiera, todo lo contrario, nada me entusiasmaba más que poder moverme libremente, pero honestamente tras del accidente había bloqueado el término automóvil a la par de mi nombre. Para mí resultaba imposible manejar cuando era incapaz de dar con el freno. Y no me refería solo a lo físico, sino a los miedos que dejaron secuelas. Aún tenía vivas muchas imágenes de esa noche en mi mente, temía activar esos recuerdos al grado de mezclarse con el presente. Cada que recordaba el accidente algo se estrujaba con violencia en mi interior. Había sido un fuerte golpe estar tan cerca de la muerte, del que no me había recuperado del todo. En el fondo me aterraba que se repitiera, que esta vez no hubiera una segunda oportunidad. Era una lucha entre mi pasado y futuro que no declaraba ganador. ¿Cómo podía resultar vencedor ante ese monstruo que me arrebató tantas cosas que amaba? Sin embargo, por otro lado me negaba a un rotundo no. ¿Por qué?
—Emiliano, no quiero que digas que sí por mí —pidió mirándome a los ojos, ante mi silencio, acunando mi rostro entre sus manos—. Tampoco te obligues a dar ese paso si no te sientes listo —añadió con ternura. En verdad deseaba darlo, pero el quizás me paralizaba—. Todos tenemos nuestro tiempo. Escucha, no pienses que busco convencerte, solo quería que supieras que si un día deseas iniciar esa búsqueda, pero las dudas te lo impide, estaré aquí, sin importar si también estoy muriendo de miedo. Después de todo, dos cabezas piensas más que una, ¿no? —pronosticó esperanzada, con ese sentimiento que por años enterré.
En realidad, antes de conocerla nunca pensé en la posibilidad de regresar al autódromo, de enamorarme, de recuperar de alguna manera lo que antes amaba. Ella me impulsaba a romper los nuncas. Aunque no estaba seguro si tendría la fuerza para romper la cadena, la simple idea de enfrentarme al tal vez era un gran avance para mí.
—Gracias, Pao —solté, pensando en voz alta. Ella no le dio importancia, quitándose méritos—. Por creer que soy capaz de hacer un montón de cosas que ya daba por perdidas —mencioné honesto. Nadie antes había puesto a prueba mi fortaleza como esa chica, nadie jamás confió en mí con tanta fe. Me pregunté dónde escondería todo ese valor, esa fortaleza para enfrentar la vida con buena cara.
—Emiliano, si están perdidas, y tienes interés en hallarlas, solo debes buscarlas un poco más —me alentó con una sonrisa. La contemplé analizando sus buenas intenciones. No solo quería ser feliz, sino que otros también lo lograran. Conociendo mis demonios no me rechazó, ni juzgó, sino que me tendió su mano para ayudarme a salir pozo.
—Empiezo a preguntarme si hice algo bueno en la otra vida para merecerte —susurré acariciando su mejilla, conmovido por su intenso cariño. Ella fingió pensarlo antes de soltar una risa cuando sin aviso la atraje para abrazarla, apenas logró sostener las correas—. Supongo que sin antecedentes de mis antiguas cuentas, debo luchar en el presente para ganarme los méritos.
—Creo que no queda otro camino... —me siguió el juego, encogiéndose de hombros—. ¿Tienes algo en mente? —curioseó divertida.
—Pao, se me ocurren tantas cosas contigo, no sé si me alcance la vida —confesé.
Pao disimuló una sonrisa traviesa antes de acercarse hasta rozar mi nariz. Cerré los ojos, disfrutando de su cercanía, mis manos la abrazaron a la par entreabrió sus labios para que bebiera su cálido aliento y cuando estuve a punto de rozarlos una notificación nos interrumpió. Su tierna risa estalló al escucharme soltar un resoplido frustrado.
—Es el tuyo —me avisó contenta.
Maldije entre dientes liberando mi celular para descubrir quién era el impertinente. Pao pareció encontrar muy gracioso el asunto porque no paró de reír mientras yo murmuraba que esperaba fuera de vida o muerte. Ella se apartó para que pudiera revisarlo. No, no lo era, pero sí curioso, admití al dar con un nuevo mensaje de Tía Rosy.
Tía Rosy
¿Estás ocupado?
Emiliano
Estaba a punto de hacer algo MUY importante.
Tía Rosy
¿Estabas? Que bueno que ya no, mijo, porque necesito pedirte algo.
Emiliano
Lo siento, no tengo dinero 🤡.
Tía Rosy
¿Qué pasó, mi moreno? La lana nunca sobra, pero ahora lo que ocupo es tu ingenio. Eres el único del club al que le tengo fe para esta tarea.
Emiliano
Vaya, una parte de mí dice que sería bueno advertirle es una pésima decisión y la otra quiere saber de qué se trata 😂.
Tía Rosy
No te angusties, es de lo más fácil. Yo me lo aviento con los ojos cerrados. Necesito que organices la despedida de soltero de Álvaro.
Emiliano
No sabía que tendrían despedida de solteros 🤔.
Tía Rosy
Ni ellos lo saben.
Emiliano
Eso suena más realista 🤣.
Tía Rosy
Es una sorpresa. El lío está que si lo dejo en sus manos estará más entretenido el discurso de Navidad que organizaba mi abuelita para darme la bolsita.
Pensé en ti porque eres la mejor opción, el Arturo es capaz de repartir biberones y el extranjero ponerlos a leer el periódico en plena pachanga. ¿Qué me dices? ¿Jalas?
En otro momento hubiera dicho sí sin pensarlo, pero estábamos hablando de Álvaro. No creí le gustaran mis fiestas, siguiendo la lógica hacía bien en rechazarlas.
—¿Tú qué dices, mi Pao? —le pedí su opinión, mostrándole la conversación. Ella dudó antes de leerla, pasó del desconcierto a la felicidad hasta llegar al último mensaje—. ¿Les doy una mano para formar uno de los recuerdos más traumáticos de su vida?
—Emiliano... —me reprendió con una sonrisa, afilado la mirada. Bruno su guardián inseparable me ladró, pensando hablaba en serio. Alcé las manos demostrando mi inocencia. Pao le explicó no hacía nada malo—. Pienso que es una lindo hacerles una celebración —me apoyó.
—Solo hay un pequeño problema... —admití. Alzó una ceja sin saber de qué podía tratarse.
Emiliano
Nunca he organizado nada parecido.
Tía Rosy
No se preocupe, mijo. No hay nada escrito. Lo importante es que después de casarse al menos recuerden como se sentía ser feliz. Eso siempre me lo dijo mi suegra. Desde ahí debí desconfiar del condenado de su hijo.
Aunque sea prepárale un mole o unos tacos para que no siente mal porque voy a robarme a las chicas esa noche. Esa sí se va a descontrolaaaaar.
Emiliano
No sé si sentir envidia o miedo por ellas.
De todos modos, acepto. Ya veré qué se me ocurre.
¿Qué tan difícil podía ser? Tomé el reto sin preocuparme por el resultado final, e hice bien en no romperme la cabeza porque con el club las cosas nunca salían como se planeaban. Y aún siendo consciente de lo impredecible que resultábamos, jamás me pasó lo que sucedería esa noche. Sí, Tía Rosy tuvo razón, definitivamente se descontrolaría.
¡Hola a todos!
Si odian las notas de autor, pero has venido por la encuesta, está al final remarcada con negritas. Gracias infinitas por tu ayuda
Ahora sí, gracias a todos los que siempre comentan. Esta semana recibí algunos comentarios súper bonitos sobre esta novela y estoy muy emocionada. ¿Qué les pareció este capítulo? ¿Qué creen que suceda en la despedida? Saben que adoro leerlos, me motiva a escribir más rápido. Además, hoy 12 de junio del 2021, estoy sorprendida porque superamos los 81k lecturas, casi los 17k votos. Nunca pensé llegar tan lejos con esta historia y estoy contentísima por tanto cariño. Mil gracias, nada sería posible sin ustedes ❤.
Ahora sí, como saben los que vienen leyéndome desde hace varios meses o años, suelo escribir siguiendo una planeación desde el primer capítulo. Sigo desde la primera línea hasta la última el esquema principal. Sin embargo, quiero confesarles que en esta novela escribí dos capítulos que no estaban en el borrador. No, no afectan en nada a la trama, no modifican ningún hecho, así que debería eliminarlos porque son relleno, pero confieso que disfruté muchísimo escribirlos. Ese es mi conflicto. Una parte quiere guardarlos para mí y otra desea saber sus opiniones, leer sus comentarios y tal vez, con un poco de suerte, que los disfruten leyéndolos tanto como yo al escribirlos ❤. Tienen escenas muy divertidas, tiernas y románticas. Suelo escribir muchos capítulos que nunca salen a la luz, pero esta vez estoy dudando porque me gustó como quedaron. Los llamaría material extra. Así que quería saber qué opinan ustedes, ¿les gustaría leerlos o piensan que es mejor no perder el tiempo, ni aburrirlos, ni alargar la novela dos semana? Si la respuesta es que sí gustarían leerlos, seguramente no notarán cuáles son porque los publicaré tal cual los escribí y se entrelazan muy bien con la trama. De hecho no me di cuenta que eran relleno hasta que revisé mi planeación. Si la respuesta es no me ayudará a decidir si es mejor dejarlos solo para mí. No estoy hablando de capítulos cercanos, sino de más allá del 45 que es donde actualmente estoy trabajando. Estaré encantada de leer sus opiniones. Perdón si los enredé con mi explicación, soy mala con las palabras.
Gracias de corazón por su ayuda. ¿Les gusta la pareja? ¿Les gusta el ritmo de la novela? Se vienen muchas sorpresas y capítulos importantes. Les recomiendo no perderse los siguientes, yo sé lo que les digo 🤫😉😏❤.
Mil gracias a todas las personas que se animen a contestar. Se les quiere ❤.
Un enorme abrazo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top