Capítulo 25

Era el día. Había madrugado para adelantar todo el trabajo posible y tener la noche libre. Tras mandar un mensaje a un cliente, avisando podía pasar por su otro dispositivo, observé el reloj. No me da orgullo decirlo, pero estaba nervioso, no quería estropeado. Había esperado tanto que lo último que deseaba era fallar. ¿Alguna vez han estado a unos pasos de la meta, sus pies se enreda, tropiezan y protagonizan una acrobacia digna de película china? Es un decir. Digamos que estaba paranoico, mirando a todos lados, buscando la piedra con la que podría tropezar.

No hallé nada más que la carta sobre mi escritorio, esperando por sus manos. Clavé mis ojos en el papel, perdí el paso de los minutos hasta que su llegada me hizo alzar la mirada. Una sonrisa se me escapó, un encuentro fugaz antes de que se ocupara del bolso que resbalaba por su hombro.

—¡Hola, Pao! —la saludé contento, sin esconder mi alegría. Era patético.

—Hola. ¿Cómo estás?

—Bien, bastante bien. ¿Tú? ¿Qué tal estuvieron las clases hoy? —curioseé animado, con un montón de energía que contrarrestó con la suya. Ella torció sus labios, pensándolo mejor.

—Pues... Normal —respondió distraída, encogiéndose de hombros. Eso no decía mucho.

—Claro, siempre hay días aburridos —reconocí. No añadió nada, prefirió contabilizar unas cosas. Fue extraño—. ¿Estás bien? —dudé, confundido por su comportamiento.

Pao era de pocas palabras fuera de la tienda, nunca entre nosotros. Supongo que lo notó, se llevó una mano a la cabeza liberando un pesado suspiro.

—Solo estoy un poco cansada —contó con agobio.

Quise preguntarle si algo más sucedía, pero no pareció tener muchas ganas de charlar. Normal, todos tenemos un día malo. Sin querer perturbarla, empujé mi silla despacio para tomar otro camino. Ella alzó una ceja cuando dejé algo sobre el mostrador.

—Escuché que los chocolates ayudan a recuperar energía —comenté sonriendo—. Este va por mi cuenta —bromeé en un mal intento por hacerla reír. No funcionó, siguió con sus ojos fijos en él hasta que volvió a mirarme.

—Gracias —soltó, pero ni siquiera lo tocó—. No te preocupes, ya me siento un poco mejor, he tomado algo en el camino —agregó sin dar muchos detalles.

«Auch». Asentí, entendiendo el mensaje. Contemplé su minuciosa concentración al revisar las fechas de los productos. Supongo que fui demasiado invasivo porque Pao volvió la cara alzando una ceja. «Sí, no era su día».

Decidí darle su espacio porque lo peor que puedes hacer con alguien que te pide un descanso es persistir. Regresé a trabajar buscando un mejor momento, estudiando su expresión cada tanto, encontrando siempre el mismo vacío. Confieso que empecé a sentirme un poco menos decidido al darme cuenta que había escogido el peor día para hablar de nosotros, pero cada que pensaba pasarlo para después mi corazón protestaba. Era ahora o nunca.

Además, consideré que quizás despejarse un rato la haría sentir mejor. Mantuve el optimismo durante la tarde en la que apenas se rompió el silencio con temas triviales hasta que terminó el día, cuando caí en cuenta Pao ya estaba tomando sus cosas para marcharse. Tomé un respiro al recorrer su figura en cuclillas que acariciaba en una despedida cariñosa la cabeza de Lila.

—Hey, Pao —la llamé buscando su atención, cuando su mirada clara recayó en mí no pareció una buena idea. Carraspeé nervioso—. Yo... No sé si tú sepas... —comencé con torpeza. Decidí cambiar de palabras, esas no me gustaban—. Habrá un evento de libros en la ciudad —lancé, deseoso de despertar su atención. Pao no se mostró sorprendida—. Quizás sí sabías... Bueno, estaba pensando que podríamos ir juntos —propuse con una sonrisa.

Pao no compartió mi expresión, sus ojos me estudiaron durante lo que creí fue una eternidad antes de evadirme. Abandonó a Lila, poniéndose de pie para ocuparse de sus cosas.

—Suena bien, muchas gracias, pero no creo que pueda, tengo cosas que hacer esta noche —respondió indiferente. «Doble auch». Sentí como si me hubieran golpeado con un bate directo a la sien, me atonté un instante sin saber qué decir. No había considerado esa opción.

—Sí, tienes razón —intenté recomponerme—. Olvidé que mañana tienes clases. Si tú quieres podemos pasarlo para el sábado, vi que hay buenos eventos los fines de semana —propuse otra opción—. Tú mandas, te comparto la página y escoges el que más te guste, ¿qué te parece? —insistí sin perder el ánimo.

—Eres muy amable, Emiliano —comenzó despacio, pero cuando prefirió darme la espalda supe que su respuesta me dolería—. Pero el sábado he quedado con otras personas.

—¿Qué? —murmuré. Negué, agitando mi cabeza para despejar mis ideas. Tampoco era algo del otro mundo, Pao tenía su vida fuera del club—. Claro, casi he olvidado que los trabajos y fiestas están a la orden del día en la universidad.

—No es sobre la escuela. Iré al cine con Aurora y Alan, el chico del refugio, ¿lo recuerdas? —preguntó. Hubiera dado lo que fuera por un no, pero lo tenía bien presente. No esperaba saber de él, no quería hacerlo—. Las cosas están un poco rara —explicó ante ni desconcierto—, he trabajado con él durante meses y hace apenas unos días me ha dicho que le agrado y le gustaría que saliéramos. Quizás estoy precipitándome, pero creo que es una buena persona, porque cuando le he respondido que no estaba segura ha propuesto que nos acompañara Aurora para que no me sintiera tan incómoda.

—No sabía que tuvieran algo... —mencionó extrañado. Honestamente se escapó menos amable de lo que se escuchaba en mi cabeza.

—No hay nada romántico. Él lo sabe. Pero es un chico muy amable y gentil, además, tenemos en común muchos sueños sobre el futuro del refugio —me contó pese a que no le pidiera detalles. Apreté mis labios—. He sido honesta con él, pero ha asegurado que me tendría paciencia.

¿Paciencia para qué? Ni que fuera Sudoku de periódico.

—Oh, que bien —mentí exagerando la sonrisa, aunque ni siquiera se interesada por verla. Bien, basta de fingir—. Y... —La palabra se atoró en mi garganta, resistiéndose—. ¿A ti te gusta o crees que llegue a gustarte? —curioseé. La sola posibilidad me revolvió el estómago.

Ella se lo pensó, no supe si me dio tranquilidad no fuera un sí inmediato, o tristeza porque existiera la posibilidad.

—Alan es una buena persona, creo que si lo conozco puedo tener una respuesta. Ahora no sé nada de él más allá del refugio —confesó—, pero es un buen inicio. Las personas primero deben hablar, los sentimientos nacen después —comentó, aunque por el tono pareció que se estaba convenciendo a sí misma.

—No quiero ser mal amigo, pero creo que hubieras sentido algo por él antes, ¿no? —pregunté directo. Ella me miró sin comprender que buscaba con ese comentario, quizás fue demasiado honesto—. Eso no se controla, Pao, simplemente sucede.

—El amor es raro, Emiliano —concluyó.

—Yo creo que uno no puede intentar querer a alguien, siempre está condenado al fracaso.

—Lo sé, lo sé —comentó dando vueltas—. No lo estoy usando, fui sincera con él desde el inicio. Pero escucha, ¿qué tal si pierdes la oportunidad de conocer a personas grandiosas por estar enfocado en alguien que no es para ti? —habló. Me hubiera gustado no identificarme—. El amor no es algo mágico —escupió. Ni siquiera pude reconocerla en aquella frase. Tomó un profundo respiro—. Emiliano, ya pasé mucho tiempo soñando con príncipes y cuentos de hadas, esperando sentir esa corazonada que al final siempre resulta ser una mentira —añadió atormentada. Ese dato llamó mi atención—. Ahora alguien bueno quiere conocerme, sin otras intenciones detrás, aceptando de principio solo mi amistad, prometiendo respetarla —comentó para sí misma—. Solo quiero ser como todas las chicas que salen con chicos, se divierten y son felices en el camino, sin aguardar por el ideal que quizás ni siquiera existe —murmuró—. Tal vez, todos esos cuentos me mintieron, el amor nace sobre la marcha —expuso una posibilidad.

Tenía cierta razón, pero yo también tenía un punto que defendería.

—Pao, una vez me dijiste que cuando encuentras a una persona especial no debes seguir buscando —recordé sus propias palabras. Ella clavó sus ojos en los míos, el tiempo se detuvo, hasta que ella rompió el encanto.

—¿Emiliano, cómo voy a saber si Alan no lo es si ni siquiera lo escucho? —dudó, pensativa. «Triple auch».

—Yo pensé que ya lo habías encontrado... —murmuré, pero ella ni siquiera me escuchó.

Pude repetirlo, pero no serviría de nada, lo comprobé cuando cuando me dedicó una mirada vacía, sin ninguna emoción. Fue como si fuéramos otras personas. Y dolió hondo, casi como si me hubieran pisado el corazón. Sus ojos gritaban que no estábamos en el mismo camino. «¿Qué demonios pasó? ¿Cómo puede haber tanto amor un día y al día siguiente solo hallar hielo?»

—Solo espero que encuentres lo que buscas, Pao —dije al final, sintiéndome un poco perdido. Ella ladeó su rostro antes de concentrarse en un mensaje de su celular. Sin embargo, no pensaba rendirme sin dar con la verdad—. Pero solo quiero...

—Yo ya no busco nada —me interrumpió distraída, acomodando su bolsa—. Emiliano, a veces la vida es mejor con otras cosas, una familia, estudios, sueños, mejores amigos, como tú y yo —mencionó, señalándonos. Parecía que Pao se había propuesto darme duro. Apreté los labios sin saber qué responder—. Tú lo dijiste, dos felices solteros por siempre —repitió mis bromas que en su boca no daba gracia. «Estúpidos chistes que me inventaba»—. ¿O tienes planes de dejarlo de serlo pronto? —curioseó por mi silencio.

Tenía planes de dejar de serlo hoy, antes de que decidieras usar las palabras mejores amigos para describirnos.

—No veo cómo —respondí sin muchos ánimos.

—Conociéndote seguro no te será difícil. Tú mismo lo dijiste, agradarle a las chicas no te resultaba complicado —lanzó, confundiéndome. Pao clavó sus ojos miel en los míos, en ellos había algo que fui incapaz de descifrar—. Además, mírate, eres un chico lindo y, aunque intentes negarlo, eres bueno con las palabras, haces sentir especial a las personas. Lo escondes tan bien entre tus bromas que cuando lo descubren ya no hay vuelta atrás.

—¿Quién? ¿Yo?

—¿Qué pasa con Laura? —cambió de tema—. Vamos, Emiliano, no me dirás que no lo ves —resolvió sin darle muchas vueltas. Alcé una ceja—. Está claro que a ella le importas —remarcó. Yo me puse incómodo ante la mención—. Me alegro por ti , aunque no sonó honesta. En realidad, desde que llegó Pao parecía molestar, como si me odiara—. ¿No es maravilloso? Tu sueño está tan cerca de volverse una realidad —me felicitó alegre—. Te doy la enhorabuena. Ya sabes que cuando suceda, con ella o la chica que tú quieras, estará aquí tu fiel mejor amiga, la que siempre está para ti.

—Pao, ella no me...

Supongo que ella misma notó su pésima actuación, el enredo de sus frases y las dudas que despertó porque usó otra técnica.

—Se me hace tarde para las prácticas —soltó deprisa, reparando en la hora. Yo abrí la boca, pero no dije nada—. Adiós, Emiliano. Nos vemos mañana —se despidió rápido camino a la puerta, sin darme tiempo para detenerla.

—¡Si te sientes mal puedes tomarte el día! —propuse para no olvidar lo más importante. Quién sabe, quizás todo esta confusión era a causa del golpe en la cabeza.

Ella frenó de golpe con la mano en la manija, se dio la vuelta para dedicarme una débil sonrisa. Entonces casi me pareció reconocer una pizca de su dulzura.

—¿Quién? ¿Yo? Claro que no —le restó importancia contenta, haciendo un ademán—. Soy una chica resistente, Emiliano. Mi madre siempre me lo dijo y sabes qué, ahora puedo ver que tuvo razón. De todos modos, no te angusties por mí, esta vez sí voy a cuidarme —aseguró firme antes de salir dando un portazo que hizo temblar las paredes.

No entendí ni un comino, la única verdad que tenía era que donde antes estaba mi corazón ahora solo quedaban los trozos repitiéndome mi error. Y no se trataban de las palabras desconcertantes de Pao lo que me lastimaron, sino la manera en que me miró, como si no nos uniera ni una gota de cariño.

Pasé saliva lastimándome la garganta, tomando la carta entre mi manos. Fui un imbécil que pensó podría ser diferente. Arrugué el papel entre mis dedos, molesto con mi propia ingenuidad, burlándome de todos mis tontos planes. Nunca dejé de ser patético.

Y ojalá fuera solo enfado, sabía manejar esa emoción con mayor habilidad que la profunda tristeza que me inundó. Se drenó por mi cuerpo, recorrió despacio mis venas hasta que no hubo un solo rincón alejado de la pena. Cerré los ojos. Apreté las palabras que había escrito, deseando borrarlas al igual que el torbellino que arreciaba en mi interior.

Recordé su mirada brillante que esa tarde estaba escondida sobre la niebla. Algo había cambiado. Me resistí a creer que lo que sentimos desapareciera por arte de magia. No, tenía que haber una verdad detrás. Sabía que no servía de nada dejarme caer, resignarme o callar por cobardía. Me abracé a la posibilidad de que fuera un malentendido que podríamos solucionar, porque de solo recordar su indiferencia algo se estrujaba en mi pecho. Si Pao no me quería, como me había gritado su fría mirada, al menos necesitaba una razón. Un motivo válido para arrancarla de mi corazón.

¿Les gustó el capítulo? Es broma 💔😢. ¿Qué creen que pasó y sucederá? Vienen muchas sorpresas. Quería agradecerles por todo el apoyo a la novela. Mil gracias por todos su comentarios, si ven que de pronto les llega una notificación de mí respondiendo mensajes de hace semanas es que me estoy poniendo al corriente. Muchísimas gracias . Por cierto, los invito a seguirme en JanePrince394 o en instagram donde subo ediciones de la novela. Un enorme abrazo.

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