Capítulo 15 (Parte 2)
Segundo capítulo del día. Gracias por leerlo.
Tal como pronostiqué para el sábado estaba recuperado, aunque con un cúmulo de trabajo que apenas me dejaba respirar. Terminé lo urgente y aunque me preparé para salir, a última hora consideré mejor opción quedarme a seguir adelantando. Así mañana no tenía que madrugar y continuar donde me había quedado, un hecho bastante inteligente. Ese fue un pensamiento fugaz de cordura que desapareció cuando mis ojos terminaron en la chica que cruzó la puerta.
A estas alturas de la historia sabrán lo que pensaba de Pao, pero esa noche confieso que me costó hilar un oración para saludarla. Siendo honesto, me resultaron difícil muchas cosas, empezando por disimular lo mucho que me había sorprendido. No era un cambio radical, solo que al siempre optar por colores pasteles y diseños alegres, me desconcertó escogiera un vestido oscuro que contrastaba con su color de piel, nada ajustado, ni provocador, pero sí con puntadas en zonas estratégicas para acentuar su juvenil figura. Además, su cabello corto estaba recogido dándole un aire mucho más dramático, no mayor, resultaba imposible suprimir toda esa inocencia y dulzura.
—Hola Emiliano —me saludó alegre asomándose la puerta, aunque su gesto cambió al percibir algo extraño. Tardé un instante en recordarlo—. ¿No vas a dejarlos plantados o sí? —preguntó al hallarme tras el escritorio, guardé las piezas a la velocidad de la luz—. La fiesta es por ti.
—Estaba indeciso porque estoy un poco atrasado, pero creo que mañana puedo organizarme mejor —resolví con simpleza.
—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó enseguida.
—No, un jefe explorador no puede abusar también en sábado —respondí para tranquilizarla. Yo podía arreglármelas solo. En sus labios rosas se pintó una sonrisa ante mi respuesta. Me quedé estudiándola como un imbécil porque noté que había delineado sus ojos dotando a su mirada miel de un toque especial.
—Qué atento —se burló pasando del otro lado del mostrador—. Ya decía yo que en el fondo, muy en el fondo, eras un buen jefe —opinó divertida dándome una palmada en el hombro antes de rodearme con las manos en la espalda.
—De pronto me siento con muchos ánimos de salir —me sinceré.
—¿Seguro? Si estás cansado podemos...
—No, no, estoy mejor que nunca —la tranquilicé enseguida—. Además, te has puestos tan guapa que sería un delito que el mundo no te viera.
—¿En serio te gustó? —preguntó ilusionada. Estaba a nada de dedicarle una página de periódico para describirlo—. Mamá me ayudó a arreglarme, dijo que intentaría conservar mi estilo, pero algo adecuado para el lugar. Ella es muy buena con eso de la ropa —me contó.
—Tiene buen gusto —admití—. Quedaste tan bien que hasta...
—¿Da pena que otros me vean? —completó con una sonrisa, quizás en una frase de libro que no identifiqué.
—No, qué va. Todo lo contrario, me gustará generar envidia cuando vean que me sonríes a mí. Claro, primero tendrías que ganármelo —aclaré sin querer sonar pretencioso. Ella me regaló una sin pedirme nada a cambio.
—Tú siempre lo logras.
—Tienes que controlarte, Pao. Recuerda que tengo un corazón frágil. Puedes comprobarlo por ti misma. Estás causando estragos en él —le aseguré comportándome como un tonto. Ella me dedicó una sonrisa antes de cortar la distancia entre los dos para colocar su mano sobre mi pecho—. ¿Lo sientes? Hoy eres peligrosa para un chico como yo.
Pao soltó una risa que me hizo sonreír. Había especial esa noche.
—¿Puedo saber por qué soy peligrosa? —quiso saber, divertida por el drama, alzando la mirada.
—Porque me está costando mucho pensar —admití con honestidad. Pao no me evadió—. Si las estupideces surgen cuando uso el cerebro, ¿puedes hacerte una idea de lo que saldrá si desconecto la razón? —bromeé.
—¿Quieres decirme algo importante? —murmuró ella, podía apreciar su lucha entre su timidez y valor.
En realidad había muchas cosas rondando en mi cabeza en aquel momento para poder ordenarlos. Casi le agradecí al cielo en voz alta cuando alguien saltó entre nosotros sacándome de ese trance, a nada de cometer una locura. Pao sonrojada se apartó de mí, pero su malestar terminó cuando identificó a Lila que exigía su atención.
—Creo que se molestó porque no la saludé —comentó enternecida acariciándole la cabeza. Sonreí siendo testigo de su juego.
—Debe estar celosa —opiné.
—¿De qué me robe tu atención? —lanzó divertida ante mi hipótesis.
—Que tú robes la mía.
Pao bajó la mirada a Lila, tomándola de excusa para ocultar de nuevo sus mejillas. Abrí la boca para decir otra cosa, no recuerdo qué, pero el sonido de la entrada la hizo ponerse de pie para dirigir la atención a la nueva visitante. Ambos nos miramos sin comprender. Definitivamente no esperaba que Laura apareciera de última hora en la tienda y por la expresión en su rostro ella tampoco sospechó me hallaría acompañado.
—Oh, no sabía que estaban ocupados —se disculpó Laura dudando si sería mejor volver sobre sus pasos—. Lo siento.
—No —solté reconsiderando no tenía la culpa—. ¿Puedo ayudarte en algo?
—No, solo quería charlar un rato, pero veo que están por salir —añadió sin ánimo—. Te ves muy bien, Pao —apuntó al notar su atuendo. No creí que esa palabra le hiciera justicia, pero asentí sin darme cuenta—. Espero se diviertan juntos —nos deseó fallando en su intento de enterrar su tristeza. Pao pasó la mirada de mí a ella, estuve a punto de hablar, pero ella se me adelantó.
—Deberías unírtenos, vamos a un bar cerca de aquí —propuso Pao, siempre pensando en todos. Abrí los ojos extrañado ante su sonrisa. No es que no me gustara la idea, seguro estaba que Laura era una chica agradable y quizás distraerse lejos de sus problemas le ayudaría, es solo que no me pareció el momento indicado. Pronto reconocí mi egoísmo—. Tía Rosy dice que se llama El despertar, hay baile y comida, creo —intentó rememorar.
—Sí, suena bien... —apoyé.
Laura lo pensó un instante, apenas un segundo antes de negar definitivamente.
—Será mejor que me vaya a casa. No soy la mejor compañía ahora, pero ustedes diviértanse —nos deseó amable. De pronto me sentí un poco mal por no insistir, mas no supe qué agregar sin que sonara falso. Una punzada de culpa—. Gracias, Pao. Adiós, Emiliano.
—Adiós. Cuídate mucho —mencioné honesto con una débil sonrisa. Quería ayudarla, pero también sabía que hacerlo me haría mal porque mientras más me relacionaba con ella menos fácil era dejarla ir. La distancia a veces es la mejor medicina.
—¿Quieres que la llame? —propuso deprisa Pao al verla marchar—. Tal vez sería mejor que te quedaras con ella.
Reflexioné la respuesta, negué despacio con una sonrisa. No quería agobiarme en los hubiera, sino en lo que estaba por venir. Estaba convencido que más tarde me arrepentiría, quizás le escribiría, pero en ese instante solo quería concentrarme en subir a aquel taxi con Pao para ver al club. Y eso hice, me despedí de mamá antes de volver a perderme de nuevo en la realidad.
El lugar era más tranquilo que los que solía frecuentar Tía Rosy. Aun así tenía cosas interesantes como toda esa gente que bailaba en el centro y que fue difícil sortear para llegar hasta la mesa donde se hallaban todos los demás integrantes. Al volver a verlos, alrededor de la mesa de madera, reconocí los había echado de menos.
—Uy, niña, vienes con todo. A quién quieres enamorar —bromeó Tía Rosy haciendo un escándalo cuando aparecimos. Pao negó tímida antes de sentarse en el borde del sofá a mi lado. Saludamos a todos con un ademán incorporándonos a su iniciada conversación—. Qué bueno que no te moriste, mijo —me saludó dándome un golpe en el hombro.
—Sí, pero no me faltará mucho con otro de ese —bromeé sobándome. Ella se rio llamando la atención de todos alrededor. Alba se cubrió la cara—. Gracias por el vídeo, al principio pensé que se trataba de una recopilación de los más buscados.
—Casi, casi, pero aquí la única que ha pisado la cárcel es la pelirrojita —contó como si fuera motivo de orgullo. Levanté mi pulgar felicitándola, pero en cambio ella me mostró su puño. Fue una suerte que Álvaro la detuviera antes de asesinarnos—. Y con nosotros como sus consejeros posiblemente el nene de este par —opinó mirando a Miriam que afiló su mirada.
—Te ves muy bonita esperando a tu bebé, Miriam —le dijo Pao con una sonrisa. Tenía razón, había una brilla especial en su mirada.
—Es justo lo que le digo todas las mañanas —comentó Arturo.
—¿Cuánto falta para el baby shower? Ya quiero explotar bombas de colores —mencionó Tía Rosy. Álvaro la miró horrorizado. Sí, estando ella al mando podía ser peligroso.
—Esta semana iré a los chequeos, creo que al fin sabremos qué es.
—Apostemos qué será. El que pierda paga la salida la próxima salida —propuso Tía Rosy.
—No creo que sea prudente apostar con la vida de las personas —comentó Álvaro.
—Digo que será niña —lo ignoró Tía Rosy alzando la mano—. ¿Quién más? —insistió. Nadie la imitó.
—Es niño —pronosticó Arturo, convencido, casi como si fuera el médico—. Mi madre se lo dijo a Miriam, ella sabe de esas cosas. Se lo hubiéramos preguntado a la suya si nos hubiera dejado hablar, pero estaba ocupada en otras cosas.
—¿Intentó asesinarte? —probé imaginándolo. Arturo negó con una sonrisa, creo que hasta le alegraba fastidiarlos. Miriam le dedicó otra mirada de advertencia.
—Lamentándose porque quiera o no vamos a estar unidos hasta el resto de nuestras vidas, pero al final le dio gusto, algo así. Olvidé preguntárselo.
—Con que no se te olvide dónde dejas al bebé te estará agradecida —comentó Alba, conociéndolo—. En serio, te admiro, Miriam. Yo con un bebé no sabía qué hacer, tú vas a tener que cuidar un par.
—Nosotros te admiramos a ti, pelirrojita. Tienes tan buena suerte —la felicitó Tía Rosy brindando en su honor—. Lo que muchos darían por una boda en salón de quinientos invitados, vestido de diseñador y casa pagada. Yo me vine casando en el registro, con un pie en el infierno, que era la casa de mi suegra, y el vestido de mi primera comunión —se burló robándome una carcajada. Adoraba a esa mujer.
Alba se encogió de hombros, restándole importancia.
—No me interesan esas cosas.
—De qué se preocupan los ricos —murmuró codeándome—, pero supongo que sí habrá reventón después de la matrimoniada, ¿no? Planear si darás mole o asado de puerco, barra libre o no, cosas de ese calibre. Necesitas una guía, así que yo me ofrezco. Estoy dispuesta a ir a las pruebas de todos los menú por ustedes —dictó con honor levantándose del asiento. Pao apretó sus labios para no reír y Arturo aplaudió divertido.
—Me encantan sus ideas —le comentó a Miriam que cubrió su boca para que se callara.
—Gracias, pero la hermana de Álvaro ya es suficiente ayuda —escupió, aunque pronto se dio cuenta de cómo sonó—. En el buen sentido —aclaró a su novio que no lo tomó personal—. Además, Miriam es buena en esas cosas.
—Pero prácticamente Miriam estará en labor de parto en plena recepción. Voy a tener un ojo en el discurso romántico de ustedes y otro ocupada pidiéndole que respire.
—Vamos a tener un bebé, no una cabra, faltarían unas semanas.
—En todo caso Pao también me acompañará a la prueba del vestido, no estaré sola.
—En pocas palabras, la única que no está incluida como Wendy player soy yo —protestó. Álvaro hizo una mueca sin saber en qué idioma estaba hablando, opté por el chino mandarín.
—No se ofenda, pero quiero que todo el mundo olvide la fiesta al día siguiente, con usted es imposible.
—Claro que no, mija. Tiene que saberlo todo el mundo —defendió—. Es el día para que todo mundo hablen de ti, generar envidia y ser el centro de atención. Si fuera tú hasta me mandaba imprimir una camisa que diga: Buena suerte, solterones.
—Perfecto, ya no hacen falta razones para que no escoja nada.
—Con que organizadora de bodas —le comenté a Pao en voz baja en batalla campal. Ella se encogió en su asiento para escucharme, compartimos una sonrisa—. Escritora best seller, rescatadora de gatitos, charlas profesionales y ahora esto. A este paso quizás hasta eres imitador de Juan Gabriel.
—Eres un bobo, Emiliano —se burló de mí, dándome un golpe discreto para no llamar la atención del resto—. No creo ser de mucha ayuda, pero no pienso perdérmelo. Me gustan los vestidos —resolvió con esa simpleza que me hacía sonreír—. Y me hace feliz que pensara en mí.
—Eso es fácil —admití en voz alta. Ella afiló sus ojos miel antes de que una sonrisa se le escapara ante mi sinceridad—. En serio, voy a cerrar los ojos y te apuesto que serás lo primero que aparecerás —añadí apretando los párpados—. ¡Ahí estás! Debe tener una relación con tu alma de rescatadora de gatitos, quizás ellos te traspasaron el poder de controlar mentes —expuse una razón lógica. Me gustó su mirada mientras escuchaba mis tonterías—. ¿Y sabes que es lo mejor? —pregunté distraído.
Pao se llevó su mano al mentón, fingió pensarlo.
—Sorpréndeme... —me pidió divertida siguiéndome el juego.
—Encontrarte al abrirlos —solté sin reflexionarlo demasiado, tal cual llegó a mi cabeza. Un rubor pintó sus mejillas, pero ni así su mirada huyó. La miré durante un instante y cuando me impulsé un poco para verla más cerca, un chiflido me sacó de ese sueño.
—Uy, no quieren una mesa para ustedes solos, tortolitos —nos despertó Tía Rosy junto a una estruendosa risa que me regresó de golpe al mundo—. Eso, niña, es la manera en que vuelves loco a un tipo sin que se dé cuenta —bromeó. Pao se sonrojó por el chiste—. Yo también cuando era más joven a los hombres les robaba...
—La paz —completó Álvaro, sin morderse la lengua—. Conserva esa característica, señora.
—Vaya, vaya. Se anda llevando y después no aguanta.
—¿Quieres que te traiga algo de beber? —improvisé, aprovechando para despejar la tensión. Sabía que el mesero podía ayudarnos con eso, pero quería hacer algo por ella. Eran cosas pequeñas, pero de todos modos servían—. No hay problema, tú pide lo que quieras, yo me encargaré —le aseguré.
—No tienes que molestarte —insistió, pero en verdad quería hacerlo. Supongo que ella notó que no me rendiría por lo que cedió—. Un refresco estaría bien. Eres muy dulce, Emiliano. Muchas gracias.
—No tardaré —le prometí con una sonrisa. Dejé el sofá acomodándome en mi silla para dirigirme a la barra cuando alguien me detuvo.
—Yo te acompaño —me sorprendió Miriam uniéndose al plan. Mientras se acomodaba el vestido holgado dedicó una mirada discreta a Alba que resistió los deseos de rodar los ojos.
—Yo también —repitió sin mucho ánimo. Álvaro se levantó para que ambas pudieran salir de la mesa, un hecho complicado por el espacio. Lo raro fue que ninguna trajo su vaso. Analizándolo quizás solo querían custodiarme temiendo cometiera una estupidez. Bien pensado.
—Genial, ahora tengo guardaespaldas —comenté de buen humor. Alba respiró hondo.
—Te veo cercano a Pao —rompió el silencio Miriam, casual, disimulando mal sus intenciones. Reí ante su actuación, hasta Alba lo notó.
—Sí. No pensé que nos llevaríamos tan bien cuando empezamos a trabajar juntos —confesé con una sonrisa. Es decir, sabía que era una gran chica, pero no que conectaríamos tan bien pese a nuestras diferentes personalidades.
—Exageradamente bien, ¿no? —escupió Alba, sin guardarse nada.
—Oye, Alba, eres un poco mal pensada. ¿Acaso no puede haber una amistad entre un chico y chica? No todos somos Álvaro y tú —argumenté divertido.
—Claro que existe. Se supone que nosotros lo somos, pero no por eso estás pegado a mí.
—Porque ni siquiera me dejas acercarme —argumenté escondiendo una sonrisa.
—Y ni se te ocurra, si brincas esta línea no te va a reconocer ni tu madre —me amenazó con dulzura mostrándome el puño robándome una carcajada. Era gracioso hacerla enojar.
—Tranquilos —intervinieron Miriam y su bebé entre los dos—. Volvamos a centrarnos en el tema. Claro que puede haber amistades de ese tipo, es solo que tú no te ofreces a traerme de beber.
—Oh, perdóname, ¿quieres uno? —pregunté rápido reparando en el detalle.
—No, no, no —rio ante mi infantil solución—, me refiero a que tienes muchos detalles con ella —explicó paciente.
—¿Eso está mal? —dudé.
—No... Es decir, depende —se enredó pensándolo mejor. Alba la miró como si estuviera loca—. No he querido intervenir mucho en el tema para no ser muy pesada, pero solo por mera curiosidad —especificó con falsa inocencia—, ¿qué tipo de relación tienes con Pao?
—Es mi amiga —solté sin pensarlo—. No, miento... —reconocí al analizarlo mejor. Su rostro se iluminó como quien encuentra la respuesta del examen a último minuto—. Mejor amiga —corregí, siendo más específico. Volvió a desinflarse.
—Claro, pero... —Buscó las palabras exactas—. Tú sabes a lo que me refiero. ¿Te gusta? —Fue más directa.
—No... Es decir, no es que ella tenga algo malo —aclaré deprisa—. Pao es genial, pero no creo que ambos funcionaríamos —acepté—. ¿Es como una hermana pequeña? —repetí mi discurso—. Ya sabes que a mi me gusta...
—Laura —terminó Alba.
—Exacto.
—Quizás has estado confundido. Emiliano, amor a una persona va más allá de gustar. Amamos por lo que nos hacen sentir las personas —mencionó con un concepto del amor bastante romántico.
—Estoy de acuerdo con Miriam —declaró Alba, sorprendiéndome.
—¿En lo de amar? —repetí incrédulo.
—En que no sabes ni lo que quieres —soltó ruda.
—He visto como la miras, Emiliano —habló Miriam, comprensiva, casi maternal. Evadí la suya reprochándome por ser tan evidente—. Quizás no lo quieres admitir, pero hay algo que despierta en ti. ¿Sabes qué pienso? —preguntó. No. Tampoco quería la respuesta por miedo a que tuviera razón—. Creo que Laura es un flechazo. Apenas comenzaste a convivir con Pao dejaste de mencionarla, porque el amor va más allá de lo que vemos, sino de lo que forma día a día.
—Suena bien, pero no. Pao es mi amiga —defendí con determinación. Miriam asintió entendiendo no lograría sacarme nada más.
—Lo entiendo. Entonces, quizás no deberías ilusionarla —comentó cuidadosa. No escondí la sorpresa—. Sé que no lo haces con mala intención, pero Pao es joven, y quizás todas estas atenciones pueden confundirla. Si tú lo tienes tan claro, cruzar los límites puede ser peligroso. Si un chico, a esa edad, fuera muy amable conmigo posiblemente me ilusionaría.
—Los tipos a esa edad solo quieren llevarte a la cama y después adiós —escupió Alba tan objetiva como siempre.
—No pensé que podía hacerle daño —admití lento, reflexionandolo—. Es decir, no buscaba confundirla, ni ilusionarla —hablé para mí. La culpa se burló cuando intenté rememorar todas mis palabras—. Soy un imbécil, ¿crees que la hice llorar? —me alarmé.
—Si te soy sincera yo creo que no le gustas —expuso Alba indiferente. La saliva me supo amarga, no supe cómo sentirme ante su honestidad—. Vamos, te la pasas hablando de otra. Pao debe tener sus propios enamorados, no eres el único hombre en el mundo. Así que no te pases de confianzudo y no habrá líos —resolvió con simpleza.
Mi cabeza se hizo un enredo. Es posible que Alba tuviera razón, pero el argumento de Miriam no era nada disparatado. ¿Estaba lastimando a Pao sin darme cuenta? Nunca lo haría a consciencia, sin embargo, eso no justificaba el resultado.
Cuando regresamos a la mesa ya no solo faltaba mi ánimo sino Tía Rosy que me pareció verla bailando con un mesero. Y Arturo quería hacerle la competencia porque estaba de pie esperando a Miriam.
—Vamos a bailar —invitó a su esposa sin permitirla tomar asiento. Cogió su mano halándola al centro. Miriam soltó una risa resintiéndose un poco, pero le bastó un instante para ceder. Siempre decía que sí.
Le entregué a Pao su bebida sin saber qué otra cosa hacer.
—Espero te guste. Está sellada, lo revisé, así que puedes estar tranquila —comenté. Pao me sonrió con ternura.
—Gracias por preocuparte, Emiliano.
—Álvaro... —protestó Alba cuando él intentaba sacarla a bailar. Yo sabía cómo terminaría desde antes de que comenzara.
—Nunca es un mal momento para practicar —argumentó con una sonrisa. Entonces Alba olvidó su mal carácter, sus facciones se suavizaron, casi pareció otra persona—. Prometo que...
—Está bien, está bien, pero no hables de más —le regañó con una sonrisa. Dejé caer la mandíbula.
—¿A eso le llamo los milagros del amor?
A cualquier otro lo hubiera matado.
Pao se encogió de hombros con una brillante sonrisa, la imité, mas pronto evadí su mirada sintiéndome cohibido. Las palabras de Miriam seguían dando vueltas en mi cabeza. El silencio que se hizo entre los dos, fue incómodo. Había pasado los últimos meses a solas con ella y por primera vez no sabía ni de qué hablar. O quizás temía que aquella situación se me escapara de las manos. La verdad me había golpeado con tanta fuerza que era incapaz de recomponerme. Nunca meditaba lo que soltaba, ni medía mis palabras. No me detuve a pensar qué significaban mis acciones para Pao. Solo era feliz, así de simple, sin embargo, no podía ser a costa de alguien más. Si la lastimaba haciéndola creer que podía pasar algo que nunca sucedería no me lo perdonaría.
—Hola, guapa, ¿bailamos?
Aunque no me hablaba a mí esa voz me sacó de mis pensamientos. Alcé la mirada para encontrarme con un tipo que tenía los ojos en Pao. Debía ser más o menos de la edad, aunque fue un cálculo rápido, estaba más ocupado preguntándome quién la había invitado.
—Yo... No soy mucho de bailar, pero gracias —se excusó Pao tímida. Pasé la mirada de ella a él.
—Bueno, yo te puedo enseñar —insistió el coreógrafo. Ella titubeó buscando una razón para negarse, sus ojos se clavaron en los míos y entendí que era lo que la retenía.
—Deberías ir, Pao —la animé con una sonrisa para motivarla. Ella dudó—. Seguro que te conviertes en parte de Bailando con las estrellas. Yo seré el juez, aunque por nuestra amistad quizás sea menos objetivo.
Ella dibujó una débil sonrisa, otro titubeo antes de terminar aceptando. Limpió sus manos en su falda negra antes de abandonar la mesa. Asentí cuando volvió a mirarme para confirmar que todo iría bien.
—¡Eso, Pao! —la animé robándole una sonrisa.
Y cuando me quedé solo entonces sí me di permiso de ser sincero conmigo mismo.
Era hora de reconocer que Pao me agradaba más de la cuenta.
Eso estaba mal.
Pegué mi frente a la mesa sintiéndome miserable. No fue una buena idea proponerle que trabajara en la tienda. Esa decisión fue el inicio de mi error. Debí suponer el final desde que apareció. Lo sabía, lo sabía desde el primer día que llegó a iluminar mi monótona vida. Es imposible ser indiferente cuando conoces a alguien como ella.
«Bueno, quizás Pao formará parte de esa lista que me dijo que no», admití levantando la mirada para verla con el otro a lo lejos. Volví a golpearme contra la mesa. Era demasiado cobarde para enfrentarme con uno de mis mayores miedos.
Si las cosas fueran distintas... Pero la vida no deja de ser como es solamente por desearlo. Si lo sabría yo. Pao era demasiado buena para hacerle daño fijándome en ella. No podía encadenarla como lo hice con mi madre, al igual que mi padre que al final no soportó esa presión. Todos te abandonan, excepto los que son demasiado generosos para decirte adiós. Ella al final tuvo razón: no puedes pedirle a otros que sacrifiquen sus vidas por ti.
—¿Amigo, tú podrías ayudarme trayéndome algo de esto? —detuve a un mesero, levantando el vaso de Tía Rosy. No sabía qué era, pero olía a alcohol.
No quería pensar, no quería pensar en cómo querer a alguien puede arruinarle la vida. Pero eso hacía, no importaba lo mucho que adorara a mamá, cada mañana la condenaba a cuidarme, preocuparse constantemente y estancar su avance. Me sentí como una carga pese a lo mucho que me esforzaba por no serlo. Si los otros la hubieran visto antes del accidente entenderían cómo drené su alegría. Pao no conocía los días malos, esos donde el mundo me caía encima, y solo deseaba desaparecer. Esas noches donde quería huir de mí mismo.
Observé a Pao curiosa por nuevas experiencias, tan inocente y llena de vida, con tantos sueños y metas por delante. No era su culpa, solo mía que intentando no preocupar a otros disfracé mis inseguridades agravándolas con los años. Mi mente viajó al pasado, a esa tarde que con los años seguía rondando en mi cabeza. Ella tenía razón.
No era la silla, sino los complejos que tenía sobre mí mismo. Los golpes del pasado, las despedidas, que me hacían creer que algo estaba mal en mí. Y no quería que todo eso tocara a Pao. A ella no. Merecía un tipo que supiera hacerla feliz, uno que no tuviera tantos miedos encima.
—Gracias —le agradecí al chico cuando se acercó a dejar el botella en el centro. Vertí un poco en el vaso, leyendo la etiqueta, contemplé el líquido cristalino antes de darle un trago. Hice una mueca cuando el alcohol quemó mi garganta. Solo quería olvidar lo que sentía, sacármelo de la cabeza y corazón,
¿Han escuchado esa voz que les advierte el peligro? Bueno, esa noche la ignoré porque solo olvidar, arrancarme la culpa por cometer el error que justo me prometí no volvería a cometer.
¡Hola! Un capítulo largo, largo, largo. Espero no haberlos aburrido. ¿Qué les pareció el capítulo? Yo solo les digo que el próximo capítulo está imperdible, no se imaginan lo que se viene 😲😱🤫❤
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top