Sherlyn Brunette

Era una mañana normal como cualquier otro día, en la calle Odd Sox se encontraba la gran residencia de la familia Brunette, donde había pasado una de sus más grandes tragedias.

El señor John Brunette, abuelo de la familia, había fallecido inevitablemente. A su hijo, el señor Jared Brunette no había repercutido en nada, ni siquiera se sentía triste o algo así. Su esposa Sharon tampoco decía muchas cosas por el deceso de su suegro. Y Bernard Brunette, el hijo mayor, tampoco se veía que se sintiera mal.

A la persona a la que más afectó la perdida de John Brunette, sería a Sherlyn, su última nieta, la más joven de la familia.

Pero tenía que seguir adelante, arreglaba su ropa como era esperado de cada día, ponía música en la radio mientras doblaba sus pantalones. Acabó la canción y se escuchó un comercial que le puso los pelos de punta.

—Se ha cometido una masacre al norte del país—dijo el conductor—, algo que recuerda a los actos detestables de Charles Manson, efectuados en 1968. Curiosamente, en las paredes, se encontraron las oraciones: "Piggie Piggie" y el famoso "Helter Skelter". Una ola de mar de sangre azota al país y derivados, algo que la policía conoce como... el club de los hijos asesinos. Lo que tienen en común y particular todos los que han cometido parricidio, no es su raza, edad, sexo o declinación sexual, sino que...

Sherlyn no pudo escuchar más esas palabras y apagó el radio de un botonazo, no pudiendo escuchar más el horror en lo que todo se había convertido. Dejó caer su blusa suavemente y un montón de recuerdos vinieron en un torbellino espantoso, que la destruyó emocionalmente.

—Leonard...—repitió el nombre de su gran amor.

(...)

La televisión, internet, radio y demás medios de comunicación, no dejaban de hablar respecto al tema de los hijos asesinos. Los expertos no hacían más que dar su punto de opinión, de vista, y periodistas presionaban al encargado del caso, el señor Maurice McElfatrick, que había hecho una promesa nacional al jurar solemnemente, que encontraría a cada uno de los parricidas y descubriría lo que les había incitado a asesinar a sus padres. Era tan acosado de tal manera que ya estaba harto.

Pero Sherlyn no sería la excepción.

Así que ese mismo día, después de terminar con el arreglo de su cuarto, partió inmediatamente a la estación de policía.

—Disculpe—dijo el guardia— ¿Qué desea?

—Hola... quisiera buscar al comandante McElfatrick...

—El señor McElfatrick está muy ocupado, ¿Quisiera que le diéramos un mensaje?

—No... no ¡Yo tengo que decírselo! —exclamó Sherlyn— ¡Es muy importante!

—Lo siento señorita, pero el señor McElfatrick habla exclusivamente con personas de su mismo nivel, rango o compañeros. No con jovencitas, reporteros, o fanáticos empedernidos.

—P-pero... ¡Tengo información! —gritó y bajó su volumen exhaustivamente— Sobre... sobre el club de...

Sin poder acabar su frase, el guardia de la puerta la hizo entrar rápidamente y caminaron por todo el pasillo de la estación de policía. Había quienes atendían y recibían las llamadas de las personas que se encontraban en peligro. Pero hasta el fondo, había una luz blanca que destellaba arriba de una puerta. El guardia abrió y Sherlyn entró casi a la fuerza.

Era una pequeña oficina, tirada, mal iluminada (sólo contaba con una lámpara de mesa), un escritorio con un montón de papeles, una silla de oficina muy grande y pequeños bancos alrededor. Hacía mucho calor, no tenía ventanas y la atmosfera era muy pesada.

—Señor McElfatrick...—dijo el guardia.

La persona que estaba sentada en la silla de oficina, dio la vuelta lentamente. Era un señor grande, con el cabello chino, un bigote no muy largo pero si estrecho, pecas en su cara, usaba una camisa blanca con una corbata negra. Lucía ya muy demacrado, con unas ojeras resplandecientes y arrugas visibles. A su lado se encontraban sus ayudantes, solamente eran 4, haciendo un total de cinco.

—. ¿Sí? —dijo la voz demacrada de McElfatrick.

—Ella tiene información sobre...

Maurice McElfatrick no dejó que su trabajador acabara la frase, caminó hasta la puerta y sacó al otro guardia, dejando a Sherlyn sola con el equipo de trabajo de policía. Hicieron que se sentara en la silla de en frente, Maurice, sudado, cansado, estresado y enojado, le apuntó con la lámpara de mesa en pleno rostro a la asustada Sherlyn.

—Dime... ¡Dime!

Ella se quedó en silencio por unos minutos, hasta que contempló lentamente toda la oficina que se le mostraba frente a sus ojos. Había papeles tirados, un calor infernal, luces con malos reflectores y cinco personas que eran los "mensajeros" de la justicia, y sin embargo, parecían psicópatas demacrados.

Lo que más le llamó la atención, fue la pared. Estaba sucia y gris, pero en el centro de todo, se hallaba un gran collage de fotografías, todos marcados con rojo o de extractos de periódicos. Su vista se concentró únicamente en... Leonard Outterridge, su gran amor que se había convertido en un asesino.

—. ¿No vas a decir nada? —exclamó McElfatrick molesto.

—Shh...—entre esos cuatro hombres, predominaba una mujer que lucía comprensiva— No la presiones.

—. ¡Cállate Hailee! Yo hago mi trabajo.

—Y a veces exageras—La señorita Hailee hizo a McElfatrick a un lado y miró como Sherlyn se había perdido en ese collage de información y fotografías— Hija... ¿Buscas a alguien en especial?

Sherlyn no pudo decir nada, al encontrar que desgraciadamente, su primer novio, la persona a la que más quiso, había formado parte de ese collage de los juzgados, de los... hijos asesinos. Era una tristeza que no pudo asimilar.

—Supongo que debes estar muy preocupada—dijo Hailee—, pero tómate tu tiempo...

—. ¡Nada de eso! —gritó McElfatrick muy enojado— ¡No podemos perder más tiempo! En cualquier lugar... en cualquier momento, un subnormal se está enterando de la masacre efectuada por Lucy Sullivan... ¡Y no tardará en matar a sus padres!

—Ni los mejores psicólogos han podido describir esto—dijo su otro ayudante, el señor Cris Stevens—, ¿Por qué nosotros sí? ¿Qué hace a todos estos jóvenes asesinar de manera deliberada a sus padres?

Mientras los policías daban sus puntos de vista, Sherlyn fue hablando poco a poco sobre aquello que le aquejaba.

—Él... él... yo lo conocía.

— ¿Qué? —dijo Hailee y pidió a sus compañeros que guardaran silencio.

— ¿A quién? —interrumpió Cris.

—Leonard...—no dejaba de llorar— Leonard Outterridge, era mi novio.

Al instante, los cinco detectives rodearon a Sherlyn, McElfatrick entendió que no lograría nada si se ponía de intenso. Así que se tranquilizó y ejecutó su trabajo como nunca.

— ¿Nos puedes contar tu historia con él?

—Éramos novios, él rentó el cuarto de mi fallecido abuelo John Brunette. Lo conocí, lo amé... pero...

— ¿Pero?

—Era un imposible, en aquel entonces... yo tenía 15 años y él 18, obviamente, no nos dejaron tener nada. Cuando mi familia se enteró, el mundo estalló, me mandaron a un internado en Suiza, fue por muy poco tiempo. Cuando regresé, era obvio que ya lo habían corrido de mi casa, pero no de la escuela. Volví a tener contacto con él.

—Y... ¿Qué pasó? —preguntó Hailee con estrés.

—No sé... él era tan diferente, siempre lucía triste, decaído, no dormía. Le empezaron a salir canas, se veía desarreglado, bajó su rendimiento académico y lucía tan mal. Witney Outterridge, su hermanastra, me dijo que probablemente era mi ausencia—suspiró—, pero no, regresé y él seguía peor.

—Y... ¿Hablaste con él?

—Sí, pero muy poco, casi nada. No pude sacarle nada de información, y un día, cuando menos lo esperé... ya apareció en las noticias. Él... no sólo asesinó a sus padres, sino también, a su madrastra.

—Entonces dinos...—McElfatrick pensó por instantes para luego decir— ¿Cómo era su relación con sus víctimas?

—. ¡No puedo creer que le haya hecho eso a su madre! —Sherlyn aclamó con impotencia— ¡Él amaba a su progenitora! No tendría absolutamente ningún sentido... ¡No sé porque lo hizo! ¡No tiene sentido! De su padre lo entiendo, era estrés. Con su padre no era una relación perfecta entre ellos, no, no, al contrario. Ciertamente, Leonard no odiaba a su padre, pero siempre estaba frustrado por ser su orgullo, se tenía en tanta inferioridad frente a él que... tal vez por eso lo asesinó. Y respecto a Jordanna Ruth, su madrastra, bueno, no se debe dudar ni un segundo que ella lo odiaba. Era tan mala con él, supongo que de tantas que le pasó... se desesperó y la asesinó. Sólo que no supe de qué manera.

—Le metió un cuchillo por el...—dijo Hailee con horror— Provocando su desangre invidente.

—. ¿Qué? —Sherlyn se alteró y entendió la palabra faltante— Eso... eso quiere decir que...

—Ellos ya tenían una relación, un affaire, incesto político—a completó Stevens.

—P-pero... ¿¡Cómo!? Si él la odiaba y viceversa...

—Aquí el centro del asunto es...—McElfatrick caminó en el piso lleno de basura de su oficina— ¿Cómo influyeron estas relaciones para matar a sus padres? Te fuiste a Suiza, supongo que tú fuiste el único motor de felicidad que él encontró, pero... ¿Por qué él asesinaría a su madre?

—. ¿Estrés? —supuso Hailee.

—Eso fue por el padre. Nos consta y queda claro que odiaba a su padre y la novia de esté. Pero... ¿Por qué a su madre?

—Ella lo vio.

—No, no... asesinó a su madre primero...

Sherlyn escuchaba con lágrimas en los ojos como los detectives daban sus puntos de vista y debatían sobre el caso de su primer y único novio que había tenido ya en sus 16 años de vida. Cada versión más bizarra que la otra, así que se le ocurrió una idea muy loca.

—Tal vez... si nos enteramos del mejor contexto en el que se desarrollaba Leonard, podríamos descubrir sus verdaderas razones y... posiblemente hasta su paradero.

—Aquello tiene sentido—apoyó Stevens.

—Yo podría ayudar—dijo ella.

—Ya nos has ayudado mucho con tu declaración—dijo McElfatrick, pero ahora... debes dejar a los profesionales trabajar. Eres muy joven para involucrarte en este caso.

—. ¡Yo quiero saber dónde está él! —pidió enojada.

—Lo descubriremos y te lo diremos. Pero por favor, señorita, no intervenga en este caso. Puede ser de vida o muerte, no queremos arriesgarla.

—Maurice tiene razón—secundó Hailee—, estoy ya sería demasiado. Gracias Sherlyn, si tenemos otra duda o información, te lo diremos.

—P-pero...

—Vamos, sal... por favor.

Ella lo hizo por dos razones: la primera fue porque se lo pidieron y la segunda fue porque hacía tantísimo calor que a fuera parecía invierno a comparación. Salió triste, decaída e igual que antes.

Así pasaron las semanas, se puso al tanto de más información respecto al famoso y denominado. "Club de los hijos asesinos", encontró información sobre cada uno que formaba parte, pero nada de su paradero. Tal y cómo si se los hubiera tragado la tierra.

Así que llegó a una cruel, pero necesaria hipótesis, que debía llevar a cabo.

—Hermana—Bernard Brunette llegó de improviso a su cuarto— ¿Qué haces?

—Nada...—evidentemente, escondía algo.

—No te creo...

—No... no es nada—lucía nerviosa y no era buena para mentir.

Bernard pasó lentamente por su habitación, y descubrió lo que estaba escondiendo.

— ¡Maletas! ¿Qué pretendes?

—Debo irme... encontrar mi propio camino—quiso mentir.

—Dios mío... ¡Tienes 16!

—Lo sé... pero tengo que irme, seguir adelante... ¡No puedo más!

—No lo voy a permitir—Bernard reaccionó como adulto maduro—, ¿Qué te pasa? ¿Por qué?

—Ber...Bernard...—Sherlyn tartamudeó— Necesito encontrar a Leonard y acabar con el misterio de los hijos asesinos.

—Oh claro, claro—dijo sarcástico— ¿No has leído? ¡Es como si esos jóvenes hubieran desaparecido de la faz de la tierra! Nadie los ha visto por última vez, nadie sabe de su paradero... ¿CÓMO CARAJOS LOS VAS A ENCONTRAR?

— ¡No sé! Pero si encuentro a Leonard... todo estará bien, sabré la verdad, acabaré con esto de una vez por todas. Y tengo una teoría de cómo encontrarlos a todos.

— ¿Cómo?

—Dime...—el tono de voz de Sherlyn, que primero era heroico y justiciero cambió radicalmente a algo sombrío e impuro— ¿Cómo ellos pudieron irse? Personas aseguran que todos están juntos, que todos forman parte de una Secta, están poseídos o algo así... pero... ¿Cuál es el pase automático para cada uno de ellos?

—Sherlyn... ni siquiera se puede saber si están todos juntos o no... ¡Me das miedo! —exclamó Bernard.

Ella miraba por todos los alrededores de su cuarto y observó su calendario que marcaba perfectamente el día: 6 Abril 2017.

"Ya es hora" pensó inconscientemente.

—Pues... sólo hay una razón para descubrir su paradero...

Ella sacó algo de su maleta, tenía una copa de plata, era de colección finísima y muy cara. Así que dijo lo siguiente:

— ¡Tengo que asesinar a mis padres!

Exclamando lo último, lanzó dicha copa sobre la cabeza de Bernard y lo hizo desfallecer al instante.

Tomó otra copa que tenía en su caja y salió rumbo al cuarto de su madre.

Sharon Brunette se encontraba arreglándose con normalidad y sin temor, así que por su espejo, vio el rostro de su hija, quién ya lucía muy demacrada y frustrada.

—Sherlyn... ¿Qué pasa? ¿Qué tienes?

Ella quiso hacer lo mismo, lanzó la copa pesada y grande rumbo a la cabeza de su madre, pero ella fue más rápida y logró esquivarla, provocando que dicho objeto de plata destruyera todo el espejo. Pero Sharon no salió herida.

—Oh no... ¡No! ¡Por Dios!

Sherlyn se dirigió a ella y Sharon salió velozmente de su cuarto, corrió por todo el pasillo hasta que iba a bajar las escaleras. Sharon creyó ya tener ventaja y estar a salvo, pero alguien la empujo. Sherlyn tenía la copa en su mano, le alcanzó el paso y logró llegar hasta ella. La tiró violentamente por las escaleras, pero ella tampoco se salvó de caer. Madre e hija retumbaron sobre los peldaños de madera de su hogar.

—Ah... perdón, perdón... ¡Perdón! —decía mientras le pegaba violentamente con el objeto de plata— ¡Eres la mejor, mamá! Pero alguien tiene que acabar con esto... ¡Tengo que ser yo! Perdón, perdón... ¡Perdón!

Y después de tantos golpes en la quijada, cabeza y contusiones, Sherlyn logró matar a su madre.

La manija de la puerta se escuchaba a punto de ser abierta, ella alzó la mirada, su rostro lleno de sangre y contempló como su padre entraba con normalidad, como si nada, sin enterarse ni siquiera de lo que le iba a pasar.

—Hola ya...

El señor Brunette no pudo responder al ver que su hija estaba sobre su esposa, tenía sangre y está misma decoró el piso de su casa.

—Mierda...

Jared Brunette no dudó ni un segundo y corrió hasta la cocina, lugar dónde se hallaba el teléfono de su casa, quería superar la velocidad de su hija, pero antes de llegar a su destino, sintió un fuerte impacto. Sherlyn no era muy alta, de hecho, tenía una de las estaturas más bajas midiendo menos de 1.60, pero eso mismo fue lo que le benefició para aventar a su padre por la ventana que daba al jardín.

Era un ventana demasiado alta, grande y pesada, así que ambos la destruyeron con su peso y se hallaron luchando cuerpo a cuerpo con el jardín. Por alguna extraña razón, Jared ya tenía toda la frente llena de rasguños y todos los vidrios cayeron sobre su cabeza, mientras que Sherlyn sólo tenía sudor y un par de marcas, pero nada grave. La fuerza de Jared se doblegaba y no podía más, quería quitarse a su hija de encima y sobrevivir, pero no podía.

Sherlyn le puso la copa que aún cargaba en sus manos sobre su cuello y la logró romper en su cara. ¿Qué clase de plata era esa?

— ¡Señor! —el chófer llegó a su auxilio, pero ya fue demasiado tarde.

Sherlyn, al ver que su objetivo estaba completo, se fue corriendo. Pero el chofer no la iba a dejar escapar tan fácil, así que fue corriendo detrás de ella. Logró sujetarla de un hombro, pero...

— ¡Ay! —la soltó de inmediato.

Lo último que recuerda el joven chófer, fue que aquel mediodía del 6 de abril, entre todos esos rayos de sol, nubes despejadas, calor intenso... fue que el rostro de la hija de su patrón cambió radicalmente. Su chófer era bueno y apreciaba a cada uno de los Brunette, pero ella no era Sherlyn, cuando vio su rostro por última vez... sus ojos se volvieron como si fuera una cascabel, de color amarillento, sus pupilas se hicieron alargadas y negras. Sus dientes se volvieron tan grandes y unos cuernos salían a su alrededor.

Eso es lo que vio por última vez antes de desfallecer y morir en el pasto del jardín. Igual, nadie sabrá si fue cierto o no, ya que Sherlyn huyó corriendo de su casa, provocando el ladrar de perros y el temor de los gatos.

¿Acaso la hipótesis de Sherlyn funcionó?

¿Tenía que matar a sus padres para descubrir el paradero de Leonard?

Sí, y sí.

Encontró a Leonard y no sólo eso... los expertos que decían que estaban todos reunidos tenían razón, cada personaje que vio en la fotografía estaba ahí, pero faltaban algunos.

¿Ellos lograron escapar?

—No puedo creer que lo hayas hecho—le dijo Leonard una vez que ella llegó.

—Tenía que hacerlo, ahora ya sé dónde estás... ya sé dónde están todos... ¡Tengo que decirle en este momento a McElfatrick y a su equipo.

—No—Leonard la detuvo suavemente de su mano—, no vas a poder ir...

— ¿Por qué? —cuestionó aterrada.

—Porque una vez que estás aquí, ya nunca podrás salir.

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