Rose Smirnov

—Oye Rose. — escuchó a alguien que tocó su hombro con nerviosismo.

—Hola Joe. — respondió con timidez, no era de esas chicas que solía hablar mucho, no lo miró a los ojos.

— ¿Me podrías pasar la tarea? Por favor.

Típico, no sabía porque se enojaba, ella sabía a la perfección que la única razón por la que un chico le hablaría era solamente para eso, pedir la tarea.

—Claro. — sacó su carpeta y se la dio. —Solamente no te tardes.

—Gracias.

Joe y ella se quedaron totalmente solos en el salón, estaba nerviosa, eran las 8:03 pm, en ese instante, ya debería estar en la limusina de Matt, su chofer personal, debe de estar preocupado, no quería ni imaginarse qué pasaría si se tarda más de 10 minutos.

Se quitó el enorme rebozo que su madre le obligó a usar, parece campesina cuando lo usaba, no solo eso, también tiene una falda hasta las rodillas, calcetas blancas que cubren toda su pierna y los peores zapatos que alguien podría desear, su blusa es cerrada y holgada, todo esto sale de las maravillosas ideas que Ilian Smirnov puede tener.

Estaba harta, también tenía que usar unos guantes, e inclusive cubre bocas, para que ninguna de sus partes quede a la vista ajena.

—Listo, he terminado. — Joe acabó de apuntar en su cuaderno y se lo dio.

—Excelente, nos vemos. — Rose finalizó, tomó su carpeta y se dirigió a la salida.

—Oye, ¡Rose! —le gritó a lo lejos.

— ¿Sí?

—Quisiera saber si, no sé, algún día podríamos ir a tomar un café.

Joe Banks, es el chico perfecto que toda persona añoraría, es guapo, alto, atlético, pero un verdadero imbécil, además ¿Por qué le pediría a ella a la niña más marginada qué salieran? Debía ser un sueño, de todas formas, ella no podía aceptar.

—Lo siento, estoy ocupada. — finalizó y salió del salón.

Escuchó sus susurros, por eso mismo, caminó más rápido. Son 8:10 pm.

Bueno, esperó que su madre no le dijera nada, a esta hora ya debería estar en su casa.

—Señorita Smirnov. — se encontró a Matt esperando justamente fuera de la escuela. — Es demasiado tarde ¿Se encuentra bien?

—Por favor Matt. — bufó molesta. — Me quede platicando unos minutos, no creo que se enoje.

—Vamos a la limusina y luego hable de eso con su madre. — abrió la puerta de dicho automóvil y Rose entró.

Estaba molesta, negarle una cita a Joe Banks, debería ser un delito, pero era una mojigata de mierda, obviamente, debía hacerlo.

Rose esperó sin problema a que el chofer condujera el camino a casa, ella estaba enojada y todos los sinónimos que se le podían ocurrir. Y su madre sería un nuevo factor para toda esa nueva rabia.

—Eh... eh... ¿A dónde vas? ¿Por qué tan tarde? ¡¿No ves que me preocupé por ti?!

—Ay... mamá, por favor, estaba en la escuela—respondió Rose girando los ojos.

— ¡Te tardaste más de diez minutos! ¡Pudo pasarte algo! —dijo Ilian Smirnov, súper dramática— ¿Dónde estabas?

— ¡En la escuela! Me tardé porque un chico me pidió la tarea.

— ¿Qué él no tiene cerebro para pensar? ¡Qué idiotez! ¿Por qué dejaste que te copiara la tarea?

—. ¡Porque quiero y puedo! Ya basta... déjame en paz—Rose se desquició— ¡Déjame en paz!

La señorita subió como un torbellino rumbo a su cuarto, no sin antes librarse de una buena sermoneada que su madre iba a darle.

—Rose... Rose... ¡Abre la puerta! ¡No puedes desobedecerme! ¡Hay reglas que tienes que obedecer!

—Ya... ¡Cállate! ¡Déjame en paz, mamá! —pidió insolente.

—No... ¿Cómo puedes hablarme así? ¡Estás castigada sin salir!

—. ¡Nadie quiere salir conmigo! Y de todas formas... ¡Ni me dejas! ¿Cómo se te ocurre decir eso? ¿Es un chiste?—enfatizó furiosa y aventó una almohada a la puerta, en señal de que estaba corriendo a su mamá y que buscaba aislamiento.

Rose no dejó de llorar, reclamaba en su mente y tenía un nudo en la garganta que no podía sacar, se sentía tan mal, desecha. Los chicos de su clase solamente le hablaban cuando necesitaban tarea, no tenía amigos, no tenía nadie con quién hablar por todo el comportamiento que su madre le había obligado a tener. Tal parecía, que la única que la entendía, era Mía Gera, su tía, hermana de Ilian.

—Muñequita—entró muy comprensiva— ¿Qué tienes? Ya sabes cómo es tu madre, deberías ignorarla.

—No puedo tía, no puedo—sollozó— ¡No es por la pelea de hoy! Es por todo, ella no ha hecho más que prohibirme y limitar cosas...

—Pero lo hace porque te quiere cuidar, no seas mal agradecida.

—Lo sé... ¡Sé que es eso! Pero... ¿Por qué lo hace? Yo... yo no soy mala.

—Entiendo y comprendo tu odio—suspiró—, pero no sé qué te puedo decir.

—Sólo, déjame llorar—pidió Rose con dolor.

—Bueno... es que... no sé porque te cría de esta manera, en 1985 ella era mucho peor—confesó Mía para error suyo.

A Rose se le iluminó el rostro de rabia y un poco de intenciones maldosas, miró a su tía con determinación y tuvo que preguntar:

—. ¿Q-qué?

—No debí decir eso...

—No, no tía... ¿Cómo que en 1985 ella era peor?

—Bueno—Mía tuvo que seguir con su confesión—, es que... ella no era una santa en su adolescencia, le provocó mucho dolor a mi abuela.

—P-pero... ¿Cómo?

—Rose, yo no soy la adecuada para decirte esto. Pero si quieres saber...—Mía se detuvo unos momentos hasta creer que estaba segura para decir lo suyo— Hay un cajón escondido debajo de la escalera, ahí... encontrarás un cuaderno de pasta dura color café, todo polvoriento, debajo de los periódicos sucios. Ese cuaderno, es el diario de tu mamá, y ahí... confesó al desnudo todas las locuras que hizo en 1985.

—Wow...—dijo pensativa— ¡Tengo que leerlo!

—Yo no te dije nada, ¡Eh!

—No me dijiste nada—aseguró Rose.

A la mañana siguiente, era sábado de compras, por lo tanto, Mía acompañaba a su hermana mayor a hacer el mandado.

—Levántate Rose Mary, debemos irnos—dijo Ilian, tan déspota como siempre.

—Tengo tarea, mamá—dijo Rose, recordando que debía buscar algo muy importante.

—Bueno, pero... ¡Más te vale que la hagas! La sirvienta está en la cocina, no la distraigas...

—De acuerdo, me iré a mi cuarto.

—Volvemos en una hora—dijo Mía y le guiñó el ojo.

Cuando su mamá y su tía salieron de la casa, Rose no dudó ni un segundo en empezar su búsqueda en aquel cuaderno comprometedor, así que abrió el cajón de las escaleras, sacó los periódicos polvorientos... y así, como lo había dicho su tía Mía, pudo encontrar el viejo y sucio diario de su madre.

Y las fechas no mentían, fue escrito desde el 1 de enero de 1985 hasta el 11 de febrero de 1986... ¡Un gran diario!

Tuvo que limpiarlo, estaba a punto de deshacerse, no es que fuera una pieza histórica o algo así, sino que por las palabras... casi no es comprensible.

Pero Rose limpió detalladamente cada hoja hasta que pudo empezar a leer los secretos más íntimos de la autora de sus días.

¡Hubiera preferido no hacerlo! ¡Era horrible, espantoso, una atrocidad! Rose no podía pensar de una manera libre, por lo tanto, estaba siendo moldeada por una manera que su madre solo podía permitir, pero entendía que había unas cosas normales que cualquier adolescente (incluso de 1985) podía hacer con libertad, pero ¡Había otras que definitivamente, ninguna persona normal podía hacer en su sano juicio!

Orgías, sexo desenfrenado, algunas filias, robos, maldad, hipocresía y manipulación, todo eso detallaba un diario asquerosamente escrito en papel mate. Pero lo que más le sorprendió, fue que su Ilian Smirnov tuvo una breve relación con Ray Van Der Hood, que en su tiempo, fue conocido como el "Nuevo Robin Hood", un vagabundo que robaba a los ricos, para darle a los más pobres.

En fin, las cosas que Rose descubrió acerca de su madre eran traumáticas, ¡Lo curioso es que tenían la misma edad! ¿Cómo es que Ilian Gera viuda de Smirnov pudo hacer tales atrocidades y se indignaba sólo porque su hija llegaba diez minutos tarde a casa?

—Pero me la vas a pagar—dijo Rose a las 3:00 am, después de pasar todo el día leyendo aquel cuaderno, lo cerró con odio y apretó sus puños con un fuerte toque de venganza y odio similar.

(...)

—. ¿PARA QUÉ DIANTES LES DAMOS UN CELULAR SI NO LO CONTESTAN?

Era lo que se preguntaba Ilian Smirnov el día jueves de la semana.

Llevaba hablándole un poco más de dos horas y no respondía, mandó a su chofer a la escuela, a buscar a sus alrededores, llamó al director... ¡Eran 4 de la mañana del día jueves! ¿Cómo podía hacer eso en casi fin de semana?

— ¡Es una aberración! Dios mío... ¿Dónde estará? ¿Y si la secuestraron?

—Debe estar bien...—dijo Mía al leer una revista.

— ¿Cómo puedes decir eso? ¡Maldita insensible!

—Bueno, así como viste a mí madre... así estás ahora. Espero que te sirva de lección para todo lo malo que le hiciste sentir a nuestra vieja señora.

— ¡Cállate Mía!—exclamó Ilian molesta— ¡Cállate! Que en cualquier momento te puedo correr de mi casa...

— ¿Qué? Pero... ¿Por qué?

—Porque quiero y puedo. ¡Así que mejor cállate!

Y finalmente, la puerta principal del living abrió. Rose entró con dificultad para conservar el equilibrio, casi se iba a caerse y su olor a alcohol, cigarro y marihuana se hizo presente en toda la sala.

—Oh Dios purísimo—Ilian se persignó al ver a su hija en semejante estado— ¿QUÉ TE HA PASADO?

—Mira... mejor no digas nada—Rose le puso la mano en frente— ¡No sé qué me ha pasado! He ido a tantos lados, he cogido en todos ellos... ¡Me he drogado de mil y un maneras que las he olvidado contar! Y no necesito tu aprobación.

—. ¿Qué? ¿Cómo te atreves? —Ilian no dudó y soltó una tremenda bofetada que la hizo caer sobre el sillón.

Mía se puso en frente de Rose y era la única capaz que le podía poner un alto a su hermana.

—Ilian.. ¡Bienvenida al mundo de las madres frustradas y frustrantes! ¿Te gusta? ¡Corrompiste tanto a tu hija que se desvirtuó del camino! ¡Porque tú la obligaste!

—Ya BASTA—Ilian se desesperó— ¡Cállate Mía! No te quiero volver a ver en toda mi maldita vida... ¡Largo! ¡Te me largas de mi casa en este mismo instante! —señaló la puerta y chasqueó los dedos.

—Vale... ni que me quisiera quedar—Mía pasó la sala y se fue por sus cosas.

Ilian hizo corajes en silencio, hasta que Rose recuperó el conocimiento, tenía la ropa desgarrada, su cabello era una bola enredada que hasta le habían cortado el cabello, no traía zapatos y sus medias estaban desiguales.

—A partir de este momento... ¡Voy a hacer las cosas como quiero, cuando quiero, y como se me pegue la puta gana!

—Ah...—Ilian enfureció por la petición de su hija— ¡Qué bien! ¿Cómo lo harás? Yo soy la que pone las malditas reglas en esta casa... ¿Me vas a desobedecer?

—. ¡Sí! Porque yo... sólo hice una pequeñísima parte de todas las asquerosidades que TÚ hiciste en 1985.

Ilian tembló ante la semblanza de su hija, puso la mano en su pecho, e intentó fingir con un papel de víctima aferrado.

—. ¿Qué? ¡Yo siempre he sido un pan de Dios!

—JAJAJAJA—Rose río como desquiciada y un poco de polvo blanco salió de su boca y nariz—Mamá, el ser que llamas "Dios" y yo... sabemos que no es cierto.

—Y... ¡Bueno! ¿Cómo carajos sabes todo eso?

—Porque yo...—tenía algo en su bolsa que no sacaba todavía— ¡Leí tu diario de 1985!

—. ¿QUÉ? ¿Cómo te atreviste? ¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Maldita!

—Así es... pero no más que tú, actriz frustrada que envidia a todos... ¡Miserable retrograda frustrada!

—. ¡Ya basta! —Ilian gritó con todas sus fuerzas— ¡No me hables así!

—. ¿Te molesta? Vale... ¿Y si te digo que yo si voy a lograr mis sueños y metas? ¿Cómo te quedas, eh? ¿CÓMO? No sólo eso... voy a hacer todo lo que se me venga en gana... ni tú ni nadie va a poderme detener... ¿OÍSTE?

Rose empezó a reír como desquiciada y enferma mental mientras le dio la espalda a su madre, pero de pronto, sintió que algo se acercaba lentamente hacía ella, volteó súbitamente y comprobó con una mirada de ebriadez total... que su madre tenía un cuchillo en su mano y pretendía matarla.

—. ¿QUÉ HACES? —gritó Rose, ahora fingiéndose la víctima— ¿CÓMO SE TE OCURRE?

—Prefiero verte muerta... antes que puta.

—. ¡Soy tu hija! —exclamó con dolor— ¿Cómo puedes hacerlo?

—Lo... lo siento—Ilian tiró el cuchillo y enjuagó sus ojos con lágrimas— ¡No quería hacerlo! ¡Me detuve!

Ahora la situación se volvió al revés, Rose tomó el cuchillo de su madre y la amenazó con él, caminaba lentamente hacía ella, mientras que Ilian temblaba y lloraba de nerviosismo.

—De acuerdo... de acuerdo, hice muchas cosas malas antes—comenzó a confesarse, como si supiera que su destino ya estaba marcado—, sí... me retractó, ya lo pagué... ya lo pagué. Tu abuela me corrió cuando supo que estaba embarazada, así que te críe con las monjas del convento de la iglesia... ¡Prometí que me reincorporaría al camino de Dios y tú también estarías en el!

Los ojos de Rose estaban inyectados en sangre, rodeó a su madre en la esquina de la pared mientras sostenía el cuchillo con total fuerza, así que con eso en similar, lo aventó al techo, siendo clavado perfectamente en la loza.

—De acuerdo... no te voy a matar... ¡No de esa manera!

Así que abrió su mochila, tenía un envase de cerveza de vidrio muy pesado, vacío y lo azotó justo en la cabeza de su madre, provocándole una fuerte contusión y cayó al piso. No obstante, siguió destrozando dicho envase de las maneras que se le ocurrían, sacaba varios pedazos de vidrio y los clavaba en sus ojos, le pegaba en la pared y su sangre brotó fuera de su cabeza. No había duda, su muerte fue instantánea.

—Oh... ¡Oh, Rose! —exclamó Mía, bajando demasiado tarde.

Llegó a la escena del crimen, miró a su hermana muerte, tenía sus ojos abiertos y salía sangre por todos lados. Rose parecía una bestia sobre natural, una clase de demonio con los ojos rojos, las manos llenas de vidrios, su cabello recibía los fuertes rayos del sol de que empezaban a frotar.

—Rose... ¿Cómo has podido? No... no me mates...

—No lo haré, yo no.

Diciendo lo último, el cuchillo que "aparentemente" estaba bien clavado en el techo, sufrió de las leyes de gravedad y cayó justo en la cabeza de Mía, ahí se clavó con mayor precisión que en su otro lugar. Evidentemente, la hizo caer encima del cadáver de su hermana, mientras a Rose se le formaba una sonrisa tan siniestra como alegre.

(...)

Recordando las palabras de su madre, Rose fue a confesarse con el párroco de la iglesia más cercana.

—Padre Enrique... ¿Usted cree que yo tenga salvación?

—Lo que hiciste fue terrible, pero sí. Si te confiesas y te revindicas al santo camino de la gloria... puedes obtener el perdón del todo poderoso.

—Es lo que más quiero—Rose fingía llorar.

—Pero además, tienes que decirle a la policía lo que hiciste, pagar tu deuda con la ley del hombre... y luego, con la ley de Dios.

—Lo haré padre—dijo Rose con pesadez—, lo haré.

—Uff. Pero que gran susto, a veces, lo que nos dicen de este país son más patrañas que verdades. Yo tuve que dejar mi natal Argentina porque no soportaba la situación de violencia que se vivía, un chico asesinó a su madre de una manera brutal, la metió a la lavadora y yo fui quién encontró el cadáver pulverizado, jamás podré superar lo que le hicieron a mí gran amor. Pero bueno...

Hubo un breve silencio durante varios segundos, el padre esperaba algo más y daría su penitencia... pero luego, al observar fijamente, pudo notar que no había nadie del otro lado del confesionario.

— ¿Rose?

Salió de su lugar sagrado y vio que ya no había nadie en la iglesia, las personas empezaban a llegar para la misa matutina, pero de Rose Smirnov ya no había nada.

—Vaya...

—Buenos días, padre—dijo la madre superiora—, oiga... que extraño, estaba limpiando las butacas y vi que la silla del confesionario se... ¡Está derritiendo!

El párroco Enrique y la monja miraron ese banquillo, sí, se estaba derritiendo lentamente, además de que desprendía un gran olor a azufre.

—. ¿Alguien se sentó? No le llegan los rayos del sol—dijo la madre superiora.

—Sí, alguien se sentó ahí—asintió el padre atemorizado y empezó a rezar—, pero se fue.

—Yo no he visto a nadie entrar.

—Que espanto hija... en serio, que gran susto... juro que estaba una muchachita aquí.

—Hay muchas cosas que la religión no puede explicar, está es una de ellas—dijo la madre superiora.

—Yo ya no me cuestiono las cosas que hace Dios, o las cosas que permite que se logren—suspiró el padre y miró el reflejo del sol caer por los vidrios decorativos de la iglesia.

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