Miranda Tormes
Miranda Tormes había nacido con un don específico, con algo que la distinguía de las demás sin que ella misma lo hubiera pedido. La mayoría de sus compañeras, allegadas y vecinas eran conformistas que solo veían las situaciones feas y decían: "Ni Modo", pero Miranda no, ella estaba inconforme con casi todo: con la sociedad, con los roles impuestos, con las cosas establecidas, pero no podía decirlo, no podía dictaminarlo ni gritarlo a los mil vientos. Era algo que no tenía el valor de hacer, pero joder, que tengas que vivir una miseria en tu vida... ¿Es sinónimo de que tengas que aguantarlo?
Definitivamente, no. Miranda no quería vivir como observaba a sus vecinas, las señoras gordas que votaban por el partido más corrupto y malvado de la historia de México, no quería ir a la universidad como su hermana y terminar siendo parte del sistema que tenía esclavizado a la mayoría de la población, no quería terminar como su madre, trabajando en una cadena de súper mercados donde la explotaban a montón. Miranda no sabía que pensar de su madre; Marina viuda de Tormes, no sabía si amarla por haber sacrificado todo y darle una educación de calidad, o tenerle lástima por la evidente depresión que se notaba en su rostro. Quería hacer ambas, pero sabía que no era lo correcto.
Miranda no estaba satisfecha con nada, siempre encontraba negatorias a todos los pensamientos que se le ocurrían o los que decían a los demás. No le importaba la escuela, porque no le entendía, tampoco le importaban grandes cosas de la vida. Le era indiferente si tenía novio, amigos, amigas, salía, no salía, etc. Estaba tan decepcionada y probablemente tenía una depresión profunda que no quería animarse a declarar.
Pero todo cambió un día, que el párroco de la iglesia local le haría una oferta tentadora:
—No deberías estar fumando—dijo—, aquello no te hará bien.
—Bueno, padre—dijo Miranda——, en este siglo todo te hace daño, respirar, dormir, estar con tu celular, el cáncer te da cáncer. Ya nada me importa.
—Miranda, tu cambio ha sido radical—se sentó a su lado—. Por algo te decían 'Mirabella' ¿No?
—Ese fue un apodo que puso el absurdo de mi padre—explicó.
— ¿Absurdo? No lo creo, Ernesto Tormes fue una persona maravillosa y digna de admirar.
— ¿Debo creer en sus palabras?—Miranda frunció el ceño— Usted dice lo mismo, mi hermana Maribel también, pero ¿Cómo puedo confirmarlo? Él se ha muerto...
—Por fumar y beber, no conduzcas a esa propia muerte.
—Entonces... no fue una persona maravillosa—ironizó Miranda.
Todo estuvo en silencio por minutos, y de pronto, la campana empezó a sonar, dictando que la misa ya iba a dar inicio.
—No estoy aquí para hablar de tu padre, Miranda—dijo el padre—, estoy aquí para hablar de ti.
—Lo escucho...
— ¿Conoces a la Familia Turner? Gringuitos acomplejados y enaltecidos por la población.
—He oído hablar de ellos.
—Joan Turner quiere una dama de compañía para su hija Arianne, me ha pedido consejos. Pero joder, Miranda, ¿Ya has visto a las chicas de estos lares? Embarazadas a los 16, casadas, gordas, sin estudios, ninis, sin religión, no cabe duda que perdieron el camino.
—Es una desgracia y pena, para mí. Compañeras de secundaria van por el segundo hijo y yo no tengo novio ni nada.
—No, no, al contrario—el padre la acarició del hombro—. Eres virgen, eres pura y muy normal. No cabe duda, eres perfecta para ese trabajo.
—Padre, ni usted se cree eso—dijo Miranda con una risa ensordecedora—, soy virgen, pero no pura, y mucho menos normal. Mi mente es un enigma cada día, un torbellino de ideas que no me deja pensar con claridad y me da flojera organizar. ¿Trabajar para una manada de gringos? No gracias, aún tengo auto respeto.
—Esto no es por el auto respeto, niña tonta—el párroco se enojó—. Es por el dinero, o dime, Mirandita...—sonrió maquiavélicamente— ¿Te gustaría ir a otro empleo cochino y cobrar los 80 pesos por hora? Jodido país, jodido todo. Entiende algo, Miranda, si no adaptas al mundo a tus reglas, tú tendrás que adaptarte a las suyas.
—Lo tengo bien en claro... pero ¿Qué tiene que ver?
— ¡Todo!—el párroco de la iglesia dio un discurso de motivación falsa— ¿Qué es más fácil? ¿Tener un trabajo estúpido en cualquier estupidez o casarte con el hijo de los Turner?
—. ¿Los Turner tienen un hijo?
—Clyve... y tienes que ligártelo a como dé lugar. ¡En serio!
—Bueno... ¿Para que sea millonaria?
—Y así... adaptarás al mundo a tus reglas...
Miranda nunca había pensado así, era inconformista, pero tampoco ambiciosa. Usualmente, eso se debía a que en México, la ambición era más bien vista como un defecto y en los países del alto mundo... ¡Eso era una bendición! Podías ir a contarles que eres un ambicioso y te aplaudirían. Miranda no solía pensar en tácticas ni de la manera ególatra que le inculcó el párroco aquella vez, pero lo reflexionó y tenía razón. Empezar con los Turner era el primer paso.
Al principio, ella creyó que estar con una nueva familia adinerada sería algo inexplicable y loco, pero se sorprendió por muchas cosas: La primera, su madre no puso negatorias y eso estaba bien, la segunda, fue que los Turner la aceptaron en su familia perfectamente. Había creído que le pasaría como a "Candy Candy" cuando fue a vivir con los Reagan, pero no, todo salió muy espectacularmente bien.
Miranda no acosó directamente a Clyve para hacerse notar, le tomó tiempo. Pero su familia estaba muy de acuerdo y querían que Clyve se comprometiera con ella lo más rápido posible, Miranda solo tenía una enemiga llamada Arianne Turner, pero estaba dispuesta quitarla de su camino antes de que ella siguiera entrometiéndose en sus planes.
Pero ¿Del odio al amor, hay solo un paso? Pues eso lo confirmaría Miranda una noche, Arianne pidió hablar con ella en privado... y cuándo menos lo esperaron...
—No sé cómo decirte esto—dijo Arianne.
—Solo hazlo—pidió Miranda con enojo.
—Puede que creas que te molesto para que no estés con mi hermano... pero eso no es cierto...
—Lo supuse, me molestas porque eres una racista de mierda.
— ¡Demonios, Miranda no! —gritó Arianne— No lo soy, al contrario. Creo... creo...
Se acercó lentamente a sus labios y dijo en susurros:
—Me gustas.
Al finalizar esto, Arianne besó a Miranda apasionadamente, la segunda estaba tan sorprendida que le tomó tiempo en reaccionar, pero justo en ese momento...
Joan, Diane y Clyve Turner hicieron acto de presencia en la habitación.
Miranda fue corrida inmediatamente, pero se dio cuenta que Arianne fue la que recibió el peor de los castigos. Ella era lesbiana, eso le tranquilizó, puesto que pensó que había sido una táctica malvada.
Pero ¡No le importaba Clyve! ¿Qué pasaría con ella? Sus objetivos fueron aniquilados totalmente, ¿Ahora cómo podría adaptar al mundo a sus reglas?
Pensaba en eso, después del incidente, Miranda regresó a la casa de su madre, donde las cosas se enfriaron mucho. Ya no había sabido nada de los Turner durante un largo tiempo, y le agradaba esa idea, aunque le doliera saber que no sería millonaria, por lo menos pudo tener un poco de su vida en paz.
Interiormente, porque desde que fue despedida, su madre no dejaba de reprocharle las cosas:
—Bienvenidos, hoy es 21 de julio del año 2016—dijo el presentador de la TV. Marina veía este objeto y Miranda estaba pegada en su televisión—. Hay un fenómeno nuevo... algo que azota el país de manera incontrolable y loca...
Ella no escuchó, solo se concentraba en su nuevo juego adictivo, hasta que el presentador dijo algo que le erizó la piel.
—Luego, siguió Arianne Turner, hija de los extranjeros Joan y Diane Turner, ella los asesinó al igual que a su hermano, Clyve.
—Vaya, quién lo diría—dijo Marina mientras empezaba a tejer—, lo bueno es que te has ido de esa casa del mal.
—El más reciente fue hace...
Miranda pensó en Clyve, ¿Por qué ese chisme no se hizo algo viral? ¿Por qué lo decían a penas? Le puso pausa a su juego para reflexionar un poco, subió a su cuarto, pero escuchó que el conductor decía...
—Que les disparó con una escopeta...
Miranda no podía creerlo, fue a ponerse sus zapatos, corrió a la casa de los Turner y notó que estaba cerrada y vieja, encontró a Mirla, una antigua sirvienta que pasaba de pura casualidad.
— ¡Mirla! ¿Cuándo...?
—Marzo, mi niña, marzo—respondió ella—, fue en marzo...
—. ¿Qué día?
—No lo sé, pero ese día... fue cuando los cuervos volaron alrededor, Arianne asesinó a sangre fría a su familia...
—A mí me corrieron a finales de febrero—dijo Miranda decaída.
Ellas se quedaron un rato en la casa clausurada, cuando de pronto, el párroco de la iglesia pasó también.
—Fue el poder de la homosexualidad—dijo el homofóbico—, eso hizo que Arianne los asesinara, no encuentro otra opción.
—Eso de que te guste alguien del mismo sexo... es de satán—Mirla se persignó.
—Estupideces...—susurró Miranda.
—No, lo fue, claro que no. Tú eras su ángel, lo único que podía salvarlos... hasta que pasó eso... esa familia no estaba cerca del reino de los Cielos, por eso fue condenada de tan violenta manera.
—O solo porque Arianne perdió un tornillo—dijo Miranda en broma.
—Nadie sabe dónde está—Mirla explicó—, la policía la da por muerta, pero siguen buscando.
—Esto es muy sospechoso...—dijo el párroco— Porque la última vez... los Turner habían ido a una de mis misas, y yo había hablado de algo sorprendente que está pasando en el país...
Miranda no les hizo caso y dio media vuelta, sin embargo, solo pudo escuchar la última frase que el párroco le decía a Mirla.
—Y después de eso... Arianne los asesinó.
Miranda llegó a su casa, cansada, escéptica, sin creer que su oportunidad se había escapado de las manos, ella no tenía nada que ver, el asesinato de Joan, Diane y Clyve surgió mucho después de que ella había dejado la casa pero... ¿Por qué?
Saber ese hecho, fue algo que la deprimía, pero también debía alegrarle, no le pasó ninguna de las dos. Solo se quedó inquieta, sin poder creerlo, había bajado su rendimiento familiar y pocas veces quería pasar tiempo con sus parientes. Ya le daba igual todo, con su madre fue mucho peor.
Y un día, ahí estaban las dos, desayunando antes de que Miranda partiera a la escuela.
—Estoy harta—Marina no dejaba de quejarse—, mugrosa y jodida vida que me tocó. Estoy cansada, ya quiero morirme, aunque no sé qué harían si yo me muero, probablemente se pudrirían entre la suciedad, son tan flojas, me tienen harta las dos. Una adulta que no sabe que "chingados" hacer con su vida, y tú, una inútil que no sirve para nada...
Miranda ya estaba tan acostumbrada a eso, que simplemente lo dejaba pasar, la oía, pero no la escuchaba, solamente que en esa ocasión... Marina había cruzado la rabia.
—Ya me quiero morir, quiero descansar de ustedes, flojas "hijas de la chingada", no pueden hacer nada bien, estoy hasta la "madre".
Así que Miranda le tomó la palabra:
— ¿Te quieres morir? ¡Bueno, carajo! ¡Muérete, pero ya deja de estar jodiendo!
Diciendo lo último, Miranda le pegó con una jarra llena de agua y Marina se cayó en su cama (Tenían el comedor y el cuarto de su madre en el mismo lugar). La silla quedó recargada en la esquina de la cama y Miranda no desaprovechó la oportunidad para asfixiarla con su propia almohada, lo curioso es que esa almohada se la había regalado ella, era rosa y decía "Happy Mother's Day".
Marina gritaba, pero no podía hacer nada contra la fuerza de odio que Miranda tenía sobre ella. Su madre tenía anemia y Miranda lo sabía perfectamente. La ahogó con todas sus fuerzas hasta que se cansó, verificó que realmente estuviera muerta.
Miranda estaba tranquila y normal, se sentó para terminar de comer sus albóndigas, tomó agua de la que quedaba, comió su postre y salió tranquilamente de su casa, aprovechando que Maribel, su hermana, estaba trabajando y nadie podía detenerla.
Pasó una semana, toda la localidad estaba sorprendida por la muerte de Marina Valdivia viuda de Tormes, Maribel no sabía qué hacer, si quedarse en su casa o irse con su tía. Le pidió consejos al párroco:
—En serio, esto me está dando mucho miedo...
—Sí, no me quiero quedar en esa casa, no me gustaría tener los recuerdos de eso.
—Miranda no era así, ¿La están buscando?
—Padre... he perdido las esperanzas—dijo Maribel suspirando con proeza—, la policía de México es una reverenda mierda que juro ya no sé ni que pensar. Hay tantos desaparecidos, violadores, asesinos y todo eso, mi hermana era una más... ¿Cree que la van a andar buscando?
—Cierto... entonces ¿Te irás con tu abuela?
—Así es padre... será lo mejor.
—Bueno, querida Maribel, esto coincide con...
El párroco iba a seguir contando, pero se detuvo al ver que Maribel Tormes ya daba la media vuelta y se iba:
—Debería de dejar de decir eso, sin duda, esto no es de Dios—se persignó—, qué casualidad que esto haya pasado... mejor me calló—se dirigió a su confesionario.
Miranda Tormes ya estaba muy lejos de México, era cierto, la policía tenía a tantos que buscar que no se iba a detener en una niñita que asfixió a su madre y había desaparecido sin dejar rastro. Así que, antes de irse, Miranda tomó todo el dinero que encontró en su casa para ir a vivir el famoso "sueño americano" de los Estados Unidos.
Le dio flojera aprender un idioma, así que... ¿Por qué no mejor dedicarse a la vida del campo y ganadería? Caminó desde que llegó al aeropuerto, no sabía ni a dónde iba, simplemente... sus pies caminaban y ellos eran quién la guiaban...
—Mirabella—escuchó una voz conocida.
Y así, Miranda volvió a cruzar mirada con Arianne Turner.
—Aquí estás—dijo Miranda con sorpresa.
—Claro, este es mi lugar.
—Yo no sé en dónde carajos estoy, es como si mis ojos guiaran la dirección, mis pies caminarán y yo... soy su simple objeto.
—No me digas, ¿A tu madre?
—Sí, ella quería morirse, me lo dijo. La Eutanasia debería ser legal en todo el mundo—dijo con sarcasmo.
—Déjate de pavadas y acompáñame. Estoy segura que te encantará.
Pero antes de ir, volvieron a darse otro beso, y Mirabella admitió que realmente la quería a ella, solamente que disfrazaba su heterosexualidad al fijarse en Clyve.
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