Leonard Outterridge

¿Las mujeres pueden violar a los hombres?

Piénsalo dos minutos antes de leer la siguiente historia.

Leonard Outteridge no tenía una mala vida, pero tampoco era feliz y mucho menos era perfecto.

Venía de una familia con alta disposición económica y nunca pasó por hambre o penurias, pero vaya que sufrió en el aspecto emocional.

Bueno, no tanto.

Su madre siempre lo cuidó y se hizo cargo de su educación externa e internamente, pero la ausencia de su padre fue algo que lo marcó de una manera terrible y significativa. Se volvió tímido, cerrado y arraigado, no tenía amigos hombres porque ellos lo molestaban, entre otras cosas.

Pero ¿Qué había pasado con su padre? Nada, él se iba a trabajar y se asentaba durante largos períodos de tiempo, por eso nunca tuvieron una sana comunicación padre - hijo.

La vida de Leonard cambiaría radicalmente un primero de octubre del 2014.

Días antes, él ya se había enterado de lo obvio.

Su padre y su madre tenían un amante y entre ellos mismos se engañaron.

Su madre; Meredith Macconell había empezado a salir con un ex novio de la secundaria, de nombre Gerard Hayes, y estaba esperando un hijo de él, hasta aquí no es grave, puesto que el período de tiempo fue relativamente menor, pero lo que hizo su padre, realmente no tenía nombre.

Resulta que, como comenté antes, él también tenía una aventura, pero Albert Outteridge escondió durante 15 años el affaire que le hizo a su señora esposa. Y no sólo eso, fue con una menor de edad.

Pero ¿Cómo sabemos que fue durante quince largos años?

Fácil, Albert ya tenía una hija, producto de este gran engaño.

Perdón, déjenme corregir. No tenía una hija, tenía dos, pero la mayor era Leslie Outteridge, de esa edad. La menor era Whitney, quién tenía trece años.

Y Leonard tenía 18, eso quiere decir que el matrimonio entre sus padres fue fiel solamente por tres años.

Cuando Leonard era menor, creía en su estereotipo de vida perfecta y podía presumir de tener una familia ideal, pero jamás se imaginó que, desde esa edad, ya no tenía unos padres estables.

Y cuando fue creciendo, fue mucho peor, ya que tuvo que entender a la mala que ya no había nada que uniera a sus padres, más que una cama que compartían todas las noches.

Meredith se enteró del engaño de su esposo, por lo tanto, empezó su propia aventura con su ex novio de la secundaria, pero los Outterridge decidieron no hacer caso y seguí su vida normalmente, fingiendo una familia y una felicidad que claramente no tenían, pero debían seguir, por su familia, por su hijo.

Meredith aceptó los "cuernos" de una manera normal y sin chiste, pero algo que en verdad no pudo perdonar era saber la noticia de que su esposo ya tenía dos hijas bastardas, fuera del matrimonio, no hizo caso. Pero la verdad, es que ellos intentaban tapar el sol con un dedo, por lo tanto, eso era más que imposible, así que los problemas no podían esconderse. La deshecha y destrozada familia Outterridge estaba esperando el momento justo para que su farsa acabara.

Y eso ocurrió, el primero de octubre del 2014.

Pero la noche del 30 de septiembre, fue cuando se denotó la bomba.

—No podemos seguir así—estableció Albert—, es sencillamente estúpido.

—Lo sé, una farsa de matrimonio durante 18 años—respondió su mujer con la cabeza baja, y sin ganas de hablar.

—Es demasiado cierto, pero tampoco quiero que me odies, no quiero que mi hijo me odie.

—No lo haces por él—dijo Meredith con enojo escondido—, lo haces porque quieres tener un heredero que ocupe tu lugar dentro de la policía, para eso tienes a tus dos hijitas, ¿No?

Albert no supo que decir ante está interrogante, se limitó a asentir indiscretamente y sin hacer algo oficial, pero en el fondo, sabía que su esposa tenía razón.

—Podemos solucionar el problema, fuera de la corte.

—Es cierto, mañana me voy Gerard.

—Supongo qué...—dijo Albert penoso— Quieres que Leonard se vaya contigo, ¿O no?

Meredith se sorprendió ante semejante premisa.

—No, no lo sé, él ya casi es un mayor de edad, y su curso escolar en los colegios de Kalez comienza el lunes.

—Pero Gerard y tú se irán a Oregon, podrán pagarle una universidad de mayor prestigio, como Highway, por ejemplo.

—No puedes librarte de esto tan fácil—estableció con seriedad fuerte—, no puedes ni lo harás. Los últimos dieciocho años no te la has pasado ningún momento con tu hijo. Dime dramática, pero tal pareciera que no tienes el más mínimo interés en estar con él.

Albert se enojó con esto, aquello era obvio, pero su calidad de persona le impedía aceptarlo.

—Claro que no, pero lo que pasa es que ya lo he consultado con Jordanna (su amante). Y en serio, ella no lo quiere tener en la casa.

—Pues que se joda—Meredith no solía decir groserías, solamente que está vez no pudo contenerse—. Ella no es nadie para venir a mandar u algo por el estilo, ¿Comprendes? No es absolutamente nadie, así que mi hijo se quedará aquí. Además, no puedo estresarme, le haré daño al bebé.

Albert no se sintió feliz al escuchar la última palabra.

—De acuerdo—asintió con dificultad—, mis hijas conocerán a mi hijo, mi prometida también.

—Interesante—Meredith se acomodaba los rulos del cabello, mientras se observaba al espejo—, pero para serte sincera, jamás te pregunté eso, no me interesa en lo más mínimo.

—No tengo idea de cómo puedan ser las cosas para él—admitió—, para los cuatro... para mí.

—Eso sí—aseveró—, te prohíbo que le hagan daño, o que lo hieran. Nunca te perdonaré si las pones en primer lugar, antes que tú hijo.

—Oh ¡Meredith! —gritó— ¡Jamás haría eso! Voy a tener la balanza para ellas y para él, no tienes por qué preocuparte por nada, ni amenazarme.

—Muy bien.

Eso ocurrió la noche de aquel día. Cuando ya era primero de octubre, Meredith se fue, se despidió de su hijo, antes de que llegará su rival, pero igual... el enfrentamiento entre ambas mujeres era inevitable.

—Albert—susurró Jordanna, su amante menor—, ¿Ya se irá Meredith?

—Sí—asintió discretamente.

—Genial, ¿Y Leonard?

—Él se quedará aquí, Jordanna.

La explosiva e impulsiva menor reaccionó con la peor de las sorpresas y tristezas al escuchar esto, no pensaba las cosas antes de hacerlas, así que corrió rumbo al coche de Gerard Hayes y gritó:

— ¡Hijo de puta! Si te llevas a una, ¡Llévate al hijo! ¡El paquete completo!

Meredith bajó del asiento del copiloto y caminó con furia hasta la nueva mujer de su marido, le dijo con aires de superioridad:

—Déjame decirte, Jordanna—estableció—, que la casa es mía. Yo la pagué, y por derecho legítimo le pertenece a mi hijo, mi único heredero.

—Patrañas, él no es nada. ¡Mis hijas y yo merecemos estar aquí!

—Y lo están, pero quiero aclararte—quedaron frente a frente—, que nada ni nadie podrá sacar a mi hijo de SU casa, ni siquiera tú.

—Ya lo veremos—dijo en tono grave—, ya- lo- veremos.

El automóvil de Gerard Hayes se fue al ver la discusión tan prominente que había surgido entre las dos mujeres de Albert Outterridge, mientras tanto, el hijo Leonard, observó esta pelea desde lo alto de su ventana.

Y de esa manera, comenzó su infierno.

Primeramente, él no sabía porque causa, motivo o razón, su madrastra Jordanna (que era increíblemente joven, con 29 años, sus diferencias de edad eran once años) era increíblemente presumida y todo lo contrario a lo que estaba acostumbrado, o distinto a cómo era su propia madre. Jordanna no lo quería para nada, hizo muchas cosas para estallarle la cabeza, y realmente la amenaza que le hizo a Meredith Macconell, pretendía hacerla una realidad.

Solamente que no encontraba razones ni pretextos válidos, porque Leonard era muy paciente y sin duda no dejaría que una "intrusa" lo echará de su propia casa. Jordanna hizo de todo para hacerlo estallar y que huyera, redujo su cuarto, se hacía la víctima, incluso, hizo que su propio padre lo arrestará (Albert era comandante superior de la policía local de Maryland). Leonard experimentó el peor de los traumas al pasar tres días preso por algo que en verdad, no cometió, y su padre no procedió legalmente como se debía, pero tuvo que arrestarlo, eso era demasiado.

Pero ninguno de los intentos de Jordanna Ruth eran suficientes para lograr correr a su hijastro de su "casa", nada daba frutos, hasta que un día, encontró el remedio perfecto

Leonard fingía odiar a sus hermanastras menores, pero en el fondo las protegía y tenía ese sentimiento de "caballerismo", eso lo notó al instante Jordanna, así que no tuvo compasión para amenazarlo.

Le dijo qué, si no se iba de la casa esa misma noche, golpearía tan fuerte a sus hijas, a ella misma y está vez si iba a poner cargos legales, así que le dio otra salida; decirle a su padre que debía irse de la casa y disculparse ante todos. Él tuvo que aceptar, haciendo de lado su dignidad y orgullo propio.

Pero ¿Por qué disculparse era sinónimo de bajeza? Fácil, ya que la familia Outterridge no era normal en ningún aspecto, así que Albert tuvo que obligarlo a disculparse de otra manera.

Tuvo que arrodillarse ante cada uno de los miembros de su familia.

Pero en fin, después de haber vivido semejante humillación, Jordanna logró su propósito, porque su hijastro dejó la casa esa misma madrugada.

La pregunta para Leonard era; ¿Dónde iba a vivir ahora?

La situación del destino lo llevó a la casa de la familia Brunnette, una gran familia de la más alta categoría y vista la situación en que se hallaba, no dudo ningún instante en rentar el cuarto del abuelo.

Aquella familia era muy buena y educada, claro con personas nuevas y desconocidas, porque todos y cada uno de ellos vivía ante el régimen y despotismo del padre, pero claro que Leonard no lo veía de esa manera, para él, todos y cada uno de los miembros de esa familia eran buenas y grandes personas.

Leonard nunca había sentido un sentimiento igual al que vivió cuando empezó a hablar con Sherlyn Brunnette, la hija menor, tenía 15 años y jamás se imaginó que ella y su hermanastra Leslie fueran grandes y enemigas acérrimas, pero tuvo que debatirse entre el amor que sentía por ella y su hermanastra.

Las desgracias pasaron al instante, la familia de Sherlyn, se enteró que ella y Leonard tenían una relación amorosa. No sólo ellos, también los padres de Leonard, sus amigos y obviamente; sus hermanastras.

Esto simbolizó el fin de la felicidad para Leonard y también su sufrimiento absoluto.

Recuerden la pregunta del principio, porque es aquí en donde encontrarán la respuesta.

Claramente la familia Brunnette, corrió a Leonard de su casa, (sumándose lo peor, que lo hicieron el día de su cumpleaños), y no sólo eso, sino que enviaron a Sherlyn a un orfanato en Suiza.

Leonard tuvo que rentar un departamento cerca de la residencia de Cherry Lindstown, una chica que estaba obsesionada con él, pero no tuvo otra alternativa, como el dinero no le alcanzaba, tuvo que volver al principio de la historia:

A la casa de sus padres.

Pero está vez, las cosas serían muy diferentes, demasiado diría yo.

Albert Outteridge tuvo que hablar seriamente con su esposa (se casaron meses antes) e hijo, los tres llegaron al trato de que en verdad no querían seguir con los mismos problemas de siempre, así que finalmente declararon la paz.

Pero ustedes se preguntarán: ¿Jordanna Ruth-Outteridge seria alguien que cumpliría sus promesas? Y más que nada, ¿Habría algo que la motivará a hacerlo?

La respuesta es la misma para ambas interrogantes:

Sí.

¿Por qué?

Porque Jordanna se enamoró de su hijastro.

Al principio ella no quería aceptarlo o pensar en ello, pero luego decidió que nadie ni nada iba a hacer que su hijastro se fuera de su casa y mucho menos que lo separaran de ella, estaría tan cerca de él tanto como le fuera posible, de eso no había duda alguna.

Leonard nunca pensó que aquel trato que tenía su madrastra con él no fuera producto de una promesa que se basaba principalmente en llevar las cosas en paz, sino que era ella misma quién deseaba tenerlo en todos los sentidos posibles, cuando pasó eso fue el peor momento de su vida.

Aquella noche, su padre y medias hermanas habían ido a un Show en patinaje sobre hielo, por lo tanto, Leonard se quedó "solo", porque su madrastra estaba viendo televisión, así que aprovechó para encerrarse en su cuarto para leer un buen libro.

Pero alguien interrumpiría su lectura de una manera brutal.

—Hola, Leonard—Jordanna asomó primero su cabeza para pasar lentamente.

—Eh... hola.

La mujer caminó rumbo a su hijastro, él estaba sentado y no despegaba la vista de su libro con tal de seguir leyendo en paz, pero al notar la presencia de su voluble madrastra, tuvo que observarla con miedo.

—Vaya... nadie diría que creciste tanto, tan joven, tan bien formado.

—Bueno... creo que no he cambiado—se sintió nervioso al escuchar aquellos ¿Halagos?

Sin que nadie lo hubiera esperado, Jordanna se sentó en las rodillas de su hijastro y lanzó el libro que estaba leyendo a lo más lejos posible. Y la señora de 34 años, pidió:

—Bésame.

—No...no...alto—Leonard se levantó y obviamente, Jordanna tuvo que hacerlo. Pero ambos quedaron viéndose directo a los ojos— ¿Estás bien? ¿Por qué dices eso?

—Porque...—ella se acercó de una manera tiznada y delicada hasta su hijastro— Quiero que me beses.

— ¡Eres esposa de mi papá!—la aventó— ¿Cómo puedes decir semejante cosa?

Leonard quería irse, pero la puerta tenía seguro, así que tardó en quitársela. Sus manos se atontaron y dejaron todo el picaporte completamente sudado. Jordanna no desaprovechó la oportunidad.

—Eres justo lo que deseo...

—Aléjate, en serio—pidió por última vez.

Y con una fuerza sobre natural, de un empujón, Jordanna tuvo a su hijastro en la cama.

—Te quiero, ¡Te deseo para mal!—se acostó encima de él y empezó a besarlo súbitamente.

—No, no, espera—él se retorcía como lombriz para quitársela de encima— ¡Detente! ¿Qué haces?

— ¿Eres virgen?

—Sí...

— ¡Pues ya no lo serás!

Ambos estuvieron forcejeando poco a poco, pero él no quería herirla, sabía que su madrastra era una maldita por experiencia. Y claro, ella no tardó en amenazar:

—Sino me dejas proceder, voy a acusarte con tu padre, voy a decirle que intentaste violarme.

—P-pero... ¡Tú quieres violarme a mí! —dijo con ironía.

—Lo sé, pero ningún hombre te creerá eso.

Sin más, Jordanna tuvo a su hijastro de la manera en que siempre quiso, desnudo, única y exclusivamente para él. Le besó el cuello, el tórax, la espalda y sobre todo, sintió un placer que desde hace varios años no sentía.

Si Leonard introdujo su pene en su vagina, ¿Cuenta cómo violación?

Sigue leyendo, y verás.

Acabado el acto de "calentamiento", vendría "lo mejor" (según Jordanna)

— ¿Sabes una cosa?—preguntó a su hijastro, quién estaba acostado boca abajo y debaja al descubierto todo su cuerpo desnudo— Los hombres violan, violan y gozan. Soy una gran devota de Dios, nunca he cuestionado nada pero... ¡Joder! ¿Por qué no podemos meter nuestras vaginas sobre sus traseros?

—No sé—respondió llorando, era más perturbador de lo que te puedas imaginar—, no sé, no me preguntes.

—Desgraciadamente, las mujeres no tenemos penes. Nos recompensan aquello con dildos y toda la demás porquería, pero yo siento que no es lo mismo. Soy una mujer, pero quiero violar a un hombre.

—Ya lo hiciste—sollozó con voz traumática.

—No, no lo he hecho. Tú introdujiste algo en mí, ahora es mi turno.

Leonard cerraba los ojos, no podía moverse, su madrastra lo montaba con sus morenas y tersas rodillas en la piel pálida y blanca del muchacho. No podía ver nada, ya que estaba acostado boca abajo, se sentía tan sucio, incluso puso sus manos sobre su nuca, para asegurar a su violadora que no iba a moverse.

Pero el miedo surgió, cuando escuchó una bolsa de plástico, de aquellas que hacen ruido cuando sacan algo.

—Ah, qué bonito—dijo la atolondrada voz de su madrastra—. Espero que lo compense, no es un pene. Aunque si lo vez desde la perspectiva de Fiona, claro que lo es...

— ¿Qué?

Y luego, Leonard sintió el dolor más terrible que jamás haya sentido...

—. ¡¿Te gusta?!—gritó su madrastra psicóticamente— ¡Es un pepino! Lo he elegido exclusivamente para ti, estaba en promoción, ¡Lo pagué a 5 dólares!

—. ¿¿ES UN PEPINO??—preguntó neurótico— ¿Cómo? ¡Ahh!

—. ¡Llega al orgasmo!—exigió— ¡Llega al puto orgasmo con esto!

—Ayuda... auch... ¡Auch! ¡Duele mucho!

Incluso, tuvo que morder una almohada y sostener sus sabanas.

— ¡Así se siente una mujer!—sonrió encantada— ¡Cómo tú!

—Quítalo... ¡¡QUÍTALO!!—suplicó con horror.

—Bueno...

Jordanna sacó el pepino de aquel lugar recóndito, pero solo fue por unos minutos, porque volvió a introducirlo al ano de su hijastro.

— ¡Ya basta! ¡Duele mucho!

—Sí... sí... ¡Sí!—dijo victoriosa— ¡No será mi pene, pero esto sin duda me excita!

El pepino entraba y salía, varias veces. Era una verdura rechoncha y ancha, por lo tanto conforme pasa eso se hacía más pequeño y delgado. El jugo verde no dudó en salir y cubrir todo el colchón de la pobre cama de Leonard, todo lo que tenía adentro aquella verdura quedó en los alrededores del trasero del chico y claramente, esparcido por sus paredes y suelos.

—Uff...—acabó el acto, Jordanna se limpió la frente— Creo que es lo más excitante que he vivido en mi vida.

Leonard nada dijo.

—Bueno...—sólo sintió cuando su madrastra finalmente se bajaba de su cuerpo y sus pies descalzos resonaban por todo el lugar— Ya acabó, desgraciadamente.

Cómo no escuchaba respuesta, observó si su hijastro estaba bien, él mordía la misma almohada y sus lágrimas cubrían todo su rostro.

¿Aún sigues creyendo que los hombres no pueden ser violados?

—No te preocupes—le dio una palmada—, mañana habrá más, mucho más.

Y no mintió, no, claro que no estaba mintiendo.

Ellos se quedaron solos desde que Leslie y Witney iban a talleres en la noche y Albert tenía más trabajo, y aunque Leonard quisiera evitarlo, no podía, siempre terminaba en una escena sexual repugnante con su madrastra.

Su cuarto se convirtió en un algo repugnante, las ventanas se empañaban, a veces Jordanna experimentaba con más verduras y otros tubérculos. Ni siquiera dormir con llave era una solución, puesto que ella era tan astuta que siempre entraba, besaba a su hijastro, lo obligaba a que hiciera lo mismo. Todo se convirtió en un horror que cualquier depravado gozaría, pero no una persona normal.

Pronto, la salud física y mental de Leonard Outterridge fue decayendo drásticamente. Sus notas eran malas, su apariencia era desagradable, comenzó a cortarse los brazos, a vestirse desarregladamente, a dejarse la barba, el cabello sucio, pero fue tan alto su estrés que incluso empezaron a salirle canas.

Empezó a fumar, ya que era el mayor placer que tenía ahora que estaba en la espada y la pared y no podía decirle de esto a nadie. Su padre no le creería, todo el mundo se burlaría de él, no tenía a nadie a quién recurrir. Ni siquiera porque Sherlyn, su gran amor, había regresado, tampoco podía decirle nada a ella. Sencillamente estaba perdido.

Pero lo peor estaría a punto de ocurrir.

Resulta que el día que Leonard finalmente se armaría de valor para decirle a su padre sobre el abuso que estaba sufriendo, se enteró de algo impresionante.

La enemiga del alma para Leslie Outterridge era Sherlyn Brunette.

Pero la primer asesinó a Dalilah Falcón, prima de Cherry y novia de Bernard Brunette (hermano de Sherlyn)

Fue un asesinato perfecto, nadie vio... más que una persona. Claramente ese fue Leonard, quién no sabía si acusar ante la ley a su hermanastra de dieciséis, pero se le ocurrió una idea mejor para liberarse de ambas cosas, que atormentaban su mente.

Su padre tomó el caso, no sabía quién pudo haber sido el asesino de la señorita Falcón, y lo peor es que fue una muerte ocurrida en su propia casa.

—Padre...

—Hola.

—Necesito decirte algo importante—tragó saliva.

—Claro, por supuesto—señala la silla que está frente a él—. Siéntate.

Sus piernas reaccionaron muy poco, a tal grado de que sus pasos son lentos, pero no inexistentes, se sentó, sus manos no dejan de hacer ademanes de nerviosismo, pero aun así, tenía que decirle lo siguiente:

—Tengo que decirte algo muy importante—exhaló aire.

—Dime, hijo.

—Es... sobre el caso de Dalilah Falcón—susurró.

—Sí, es uno de los más difíciles—pusó su mano sobre su frente, pero sigue acomodando sus documentos—. ¿Quieres ayudar a descubrir al asesino? O... ¿Por qué la duda?

—Y-yo, tengo que decirte... la verdad—sintió un nudo sobre su garganta.

—Me estás empezando a dar miedo, así que mejor dilo.

Leonard alzó sus hombros, bajó la mirada, no podía verlo, su voz era débil y temblorosa, respiró muchas veces, dejaba que el aire saliera por su boca, sintió como su piel se volvía pálida, sus dedos eran débiles, pero tenía que decirlo, no tuvo otra alternativa:

—Yo, asesine a Dalilah Falcón.

En ese momento, fue una desilusión sorprendente.

—Eso es mentira... no puedes decir eso... ¡No!

—Lo siento—lloró con la cabeza baja— ¡Perdóname!

—Estarás mucho tiempo en la cárcel—aclaró su padre— Y no sólo por eso, también por lo que le has hecho a Jordanna.

Este se sorprendió ante el último cargo.

— ¿Qué?

—Ella me contó cómo has abusado de su ser, no puedo creer que tenga a semejante hijo como tú.

Desde que Leonard tiene memoria siempre ha tenido que guardar todo lo que siente, no expresarse, ser reservado y tímido, pero esa vez no pudo evitar estallar.

— ¡YO NO HE HECHO NADA! Es esa miserable perra quién me viola...

—Jajaja—Albert río con euforia— ¿Cómo carajos puede una mujer violarte?

— ¡Ella lo hace! Me metió un pepino por el cu...

— ¡Cállate, joder! —Albert lo miró de frente y dispuso a alzar su puño— No eres más que una basura, un asco, ¡Te odio! Violador y asesino... me das asco, tu apariencia, tus acciones, ¡Te odio!

Diciendo lo último, Albert empezó a golpear a su hijo súbitamente, con el cinturón y toda su fuerza, no hubo nada ni nadie quién pudiese detenerlo. Pero Leonard decidió reaccionar por primera vez.

Se levantó con firmeza del suelo, contradijo los golpes de su padre y le pegó más fuerte. Sus puños caían como lluvia al rostro de Albert quién intentaba cubrirse, pero era tanto el odio y la rabia que tenía dentro de él que no podía para ni siquiera un solo instante. Siguió hasta que sus nudillos sangraron, cuando miró lo que había hecho... pudo deducir que golpeó tanto a su padre.

Le pegó tanto, hasta matarlo.

—Papá... papá...

Miró su rostro lleno de moretones y su nariz rota, sus labios sacaban un rio de sangre y al parecer perdió el poco de aire que podía respirar. No había duda, estaba muerto.

¿La locura acabó ahí? No, claro que no.

—Hi...hijo...

Porque quién contempló esto, fue la mismísima Meredith Maconell.

—Mamá... mamá... he matado a un hombre.

—Es... tu padre—sollozó.

—Él... él... me pegaba—dijo en un tono traumático y nervioso, como si hubiera perdido la cabeza—, yo... yo no hice nada... él... él...

—Creo que tenemos que ir a un psiquiatra y urgente.

Meredith caminó rumbo a su hijo, quién estaba arrodillado y se jalaba sus cabellos negros, como si no tuviera otra cosa que hacer. La madre acarició su cabeza y volvió a ir a la salida, esperando que el chico la siguiera, pero fue su sorpresa al no ver o sentir a nadie detrás de ella.

— ¿Leonard?

Este se levantó bruscamente del suelo, sus cabellos largos y canosos cubrían su rostro totalmente, bajó la cabeza mientras apretaba sus puños con costras y chorreantes de líquido rojo. Sus lágrimas cayeron como gotas incesantes, así que, proclamó:

—No, no hice nada malo. Simplemente, me defendí. Jordanna me tomó, me hizo un ser fétido y sin chiste, un trozo de carne a cual comer.

—Hijo... me asustas.

—Pero ahora, yo soy de ella—diciendo lo último, mostró su brazo izquierdo, en vez de vellos, Leonard tenía algo así como una quemada de cuchara—. Soy de su propiedad, me hizo suyo, completamente suyo.

—Llamaré a la policía en este mismo instante.

— ¿¿PARA QUÉ??—Exclamó desesperado, y sus ojos rojos con ojeras quedaron al descubierto, haciendo de lado sus cabellos— ¿Para qué reconozcan tu cuerpo, o qué?

Cuando dijo la última premisa, corrió hacía su madre y la sujetó del cuello. Ambos quedaron recargados a la pared y ella no dejaba de llorar, quería quitárselo de encima, pero no podía. Leonard la aventó a la esquina del cuarto, y posteriormente al otro lado, como si estuviera jugando con una muñeca gigante. Eso ocurrió, pero Meredith se resbaló y su cabeza cayó en sobre un buró café, chocó con algún órgano importante, el punto es que cayó muerta en frente del mueble.

Y ahí estaba Leonard, con dos muertes a su lado, sonreía desquiciadamente, pero aún le faltaba alguien más.

Cerró el cuarto con candado y se dirigió a la sala, espero tranquilamente a Jordanna Ruth por dos horas.

Y ella llegó, inesperadamente.

—Hola, me alegró que estés aquí... pequeño.

—No podía dejarte, soy tuyo, soy completamente tuyo. Eres mi primera mujer, mi Eva, mi dueña—dijo, fingiendo una pasión claramente inexistente.

—Me encanta que hables así—diciendo eso, Leonard cargó a su madrastra y lentamente la fue deslizando sobre el suelo de la sala.

—Te deseo tanto, tú eres la mujer que quiero para siempre—mencionó irónico.

Y ahí tuvieron un momento de pasión bastante agradable, ahora sí, no contó como violación, pero sin duda iba a ocurrir algo siniestro y asqueroso.

Antes de que pasara la penetración masculina, Leonard le comentó algo gracioso a su madrastra.

— ¿Sabes? No podía descubrir el porqué de mi virginidad y vida sexual apagada. Pero luego, entendí a que era mi pene el que fallaba. Es tan pequeño y tan inútil.

—Hazlo que funcione está vez, querido—dijo Jordanna, ya bien puesta para que empezara el acto.

—No puedo, él no puede, es flojo y flácido. Pero traje un repuesto.

Ella pensó estúpidamente que era un pepino como el que uso la primera vez, por lo tanto se emocionó tanto, ya que creyó que Leonard lo utilizaría para darle impulso y luego su pene entraría al mismo tiempo que aquel objeto verde. Eso le dolería, pero estaba ansiosa por experimentarlo.

Suspiró y exclamó:

— ¡Hazlo, hazlo joder!

—Bien...

Cerró los ojos, pero el dolor que sintió era mucho más grande del que pensó.

—Un... momento... esto... n-no se siente como un pepino—susurró.

—Es porque no lo es...

—Mi, mí... ano se está ¿¿Desangrando??

— ¡Sí! Es que no te metí mi pene o un pepino, creí que la experiencia sería mejor si... ¡Introducía un cuchillo gigante en tu trasero!

Eso mismo hizo, una, dos, tres... hasta cuatro veces. Aquel objeto punzocortante salía repetidas veces de la parte trasera de Jordanna Ruth, a ella le dolía un montón, pero estaba inmóvil, indefensa, solo pudo sentir como su sangre salía como si fuera pipí normal. Exclamaba y se quejaba, hasta que después de un desangre, su cuerpo quedó desnudo en el tapete de su casa.

Y el trabajo, estaba hecho.

Cuatro muertes a su nombre, Leonard decidió que sin duda, no quería estar en la cárcel. Así que tomo sus cosas y se fue. Quiso cubrir los cuerpos, para evitarles un trauma a sus hermanas, pero no tuvo tiempo, así que huyó lo más pronto.

Cuando Witney y Leslie llegaron, la escena fue un show asqueroso, pero entretenido.

—Te dije que iba a hacerlo—susurró Leslie.

—Tenías razón, pero ¿A su madre también?

—Estaba loco, perdió la cordura.

—Bueno... ¿Pedimos una pizza antes de llamar a la policía?—preguntó Witney.

—Claro, ¿Por qué no?

En el camino de la vagancia y huida, Leonard se preguntaba qué haría con su vida, abandonó a sus hermanas, asesinó a sus padres y a otra mujer. Recuperó la conciencia de sus hechos, pero no se sentía arrepentido.

Afortunadamente, encontró lugar y comprensión en una cabaña en medio del bosque. Ahí conoció casos de chicos, muy similares, todos asesinaron a sus padres por equis o ye motivos, pero ninguno se arrepentía de aquello. Él tampoco.

Les contó a sus nuevos estimados:

—Tal vez mis hermanas lo pasen mal. Pero ¿Soy sincero? Las libré de dos monstruos, creo que ese fue el mejor favor que les pude hacer.

Y pensar eso durante las noches, lo hacía sentir menos culpable por haber asesinado a sus padres.


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