George Lestrade
Ya hemos visto en determinados casos, que tengas el dinero que tengas, no vas a poder conseguir la felicidad absoluta, ni mucho menos, evitar las cosas que el destino ya tenga bien deparadas y planeadas.
Eso le pasó a George Lestrade.
Él, como cualquier persona normal, intentaba llevar una vida cómoda, no intentando reconocer o expresar sus sentimientos o todas aquellas quejas que lo acechaban en su consciencia. Aparentemente, él podría tener la vida perfecta: era mariscal de campo en la High School Milwaukie, un gran estudiante, el más popular, social y deseable. Tenía una familia encantadora y podía disponer de todo lo que deseara. Tenía viajes cada fin de semana, ropa de diseñador, libros, comida sabrosa, todo tiempo de entretenimiento y pasatiempo, en verdad, era muy afortunado.
Pero escondía algo que lo perturbaba y no lo dejaba dormir durante las noches.
—Hubert—dijo Katie Lestrade, su esposa— ¿No crees que George está diferente?
—No lo sé, ¿Por qué lo dices?—preguntó, leía el periódico y fumaba una pipa.
—Era un chico muy normal, salía con sus amigos y todo eso, me encantaba que fuera tan popular y sociable. Pero no lo sé... lo he visto diferente este tiempo.
—, ¿Por?
—En realidad no lo sé, y es algo que temo. Ha habido una gran racha de asesinatos que han azotado a todo el país... y no solo en eso... en México también.
—Oh vamos Katie, no exageres—a pesar de las penurias de su mujer, Hubert no bajaba el periódico.
—Tengo miedo... además, era muy amigo de Kelly Milverton, esa chica que asesinó despiadadamente a su padre.
—Para tu información ella...
—No, no, no, no—repitió y movió su dedo índice—, no digas nada. Todo está dicho, ¡Puede ser contagioso!
—Katie, esas son locuras. A George pareció no haberle afectado la noticia, siguió su vida con total normal y tranquilidad, en serio que lo que dices... son pavadas, histerias típicas de una madre, por eso no te digo nada.
—Yo solo me preocupo por mi hijo, es todo. Hablando de eso, iré a ver cómo está—dijo Katie con inseguridad.
—Hazlo.
Katie salió lentamente del despacho de su marido y subió con discreción hasta la habitación de su hijo, tocó la puerta al mismo tiempo que la abría, ahí estaba él, leyendo un libro.
—Hola hijo, ¿Cómo estás?
—Bien... supongo—soltó un gran suspiro.
—Oye, quisiera hablar contigo, tal vez dirás que soy una exagerada o sobre protectora, pero prefiero ser eso antes de pasar como una madre irresponsable o algo así, ¿Comprendes?
—Claro mamá, y te agradezco que lo hagas—George cerró su libro y la miró a los ojos— ¿En qué te puedo ayudar?
—Quiero que hablemos de un asunto serio, tal vez, lo que vimos ayer en televisión te trastornó, pero quiero que sepas que no tienes por qué preocuparte, soy tu madre y te apoyaré en todo.
—Gracias... pero te seré sincero—respiró con debilidad—, lo que pasó con Kelly... es algo que me dejó muy mal, me niego a creerlo.
—A veces, mi querido George—Katie acariciaba su cabello—, el destino tiene planes para los demás que son bastante bizarros que no podemos creerlos, pero son decisiones de cada persona, no nuestras.
—Lo sé, mamá, pero papá dice que...
—. ¡Basta! No intentes justificar a Kelly—Katie llegó a la ventana y cerró las cortinas, como si no quisiera que alguien la escuchara—, lo que pasó, pasó. Kelly cometió un crimen y por eso la están buscando, ¡Supéralo, hijo! Ella asesinó a su padre.
George miró el reloj de pared que tenía en su habitación, no dijo nada, dejó que los minutos se contaran por si solos hasta que dieron las 12:00 am del 29 de septiembre, sus pupilas se dilataron y escucharon atentamente como el reloj hacía su mítico sonido de que ya había pasado una hora más.
—No sabía que estuviera garantizado—su tono de voz cambió—, ¿Lo mató?
—Sí, sí, lo mató de la manera más vil y asquerosa que alguien podría hacer. Ella lo hizo, ¡Lo mató, lo mató, lo mató!—Katie repetía está frase, sin contar o darse cuenta de lo que estaba ocasionando.
—Okay...—la voz de George se volvió más delirante, y seguía viendo el reloj— Tienes razón, no insistiré más con eso.
—Sólo quiero tu felicidad hijo, —Katie le dio un beso en su mejilla, por lo tanto, no podía contemplar la expresión facial de su hijo. —, por favor, prométeme que estarás bien...
—Lo prometo.
—. ¡Esto es serio! Ellos están formando un club, nadie los ha podido capturar.
—Pero yo entiendo todo... no te preocupes madre—dijo cansado—, no los voy a matar.
—Vale, te quiero mucho mi niño—le dio un golpecito en su espalda y se fue.
Katie salió y estaba más tranquila, irónico, debió de haber salido más aterrada que antes.
Ella pensó que a partir de ese momento, George volvería a ser el adolescente normal de siempre, popular, exquisito e inalcanzable. Pero se sorprendió cuando se dio cuenta que era justo lo contrario, porque George no sólo siguió con su actitud igual, sino que también se aíslo de sus amigos y círculo de conocidos de una manera radical e injustificada. Abandonó sus aficiones sociales y estuvo auto-recluido en su cuarto, salía únicamente cuando iba al baño, pedía que su comida la llevaran a su habitación. Al principio, Katie lo dejó pasar, hasta que desobedeció las órdenes de su marido y fue a verlo otra vez.
"No lo haré en plan preocupado" pensó Katie mientras subía hasta la habitación de su retoño "Será solo curiosidad, no puedo permitir que otros populares le ganen el papel a mí hijo, ¿Qué pensarán de mí?"
—George—tocó la puerta—, ¿Puedo pasar?
—Adelante.
Katie cargaba consigo unas galletas y miró a su hijo, estaba estudiando y leyendo libros, hacía pequeños apuntes y se le veía bastante concentrado.
—Bueno muchacho, es que es lo mismo contigo, has llevado un tiempo así. ¡Vive la vida! Es miércoles, ombligo de la semana, ¿No es para que todo esté más tranquilo?
—Lo sé mamá, pero tengo examen de biología, he leído muchos libros y puesto a prueba mis conocimientos, jamás es tarde para aprender más.
—Mmm... ¿Seguro que solo es por tu examen de Biología?
—Seguro, gracias por traerme las galletas, tenía mucha hambre.
—No es por nada, pimpollo—Katie besó su frente y se retiró del cuarto.
"Bueno, espero que no sea algo temporal" —pensó Katie, intentando seguir con tranquilidad.
Pero la verdad, es que mintió, se estaba comportando de esa manera y su única razón no era solamente el examen. Suspiró decaído y no sabía qué hacer, pero en menos de lo que pensó, ya se hallaba frente a la residencia Milverton, aquella que había sido testigo de lo horrible acontecido, hace tiempo.
—Agosto, el mes que todo se echó a perder para mí—susurró George.
Miró como los trabajadores hacían sus respectivas tareas al darle mantenimiento a la gran mansión de los Milverton, uno de ellos, daba las últimas pintadas a la pared principal.
—Eh... disculpe—dijo George temeroso— ¿No se supone que deberían cerrar la residencia?
—Hasta que no se diga que hacer, no.
—P-pero...
George no entendió lo que quiso decir el trabajador, pero no iba a preguntar más, simplemente, entendió que su gran amor era una vil y cruel asesina.
Pero durante todo el camino regreso a su casa, ¡No soportó el dolor! Pero ¿Qué era mejor? ¿Combatir dolor con dolor o hacer algo que le hiciera sufrir más? Aparentemente, George eligió una decisión sumamente precipitada, al visitar a uno de los mafiosos más temerosos del país.
Llegó a su casa muy noche, aprovechó para pasar con su papá y ser sincero con él:
—Papá, extraño a Kelly.
—Hijo, ya te había dicho qué...
—. ¡Todo es horrible!—no lo dejó continuar— ¡No quiero asimilarlo! La extraño y he tomado la decisión de que iré a buscarla en donde quiera que esté. ¿Tienes idea del paradero de Larissa Highers?
—No creo que Kelly esté donde Larissa.
—Pues tengo que confirmarlo, ¡No descansaré hasta encontrarla!
Y justo en ese momento, entró su madre.
—. ¿Encontrar a quién?
—Me alegro que hayas entrado, mamá—dijo George con valentía—, a Kelly, voy a encontrar a Kelly.
—P-pero...—se estresó— ¡Ella es una asesina! Te lo prohíbo...
—Katie, ya te he dicho qué Kelly...
—LO SÉ, MAMÁ—George interrumpió a su padre—, pero no me importa, en verdad no me importa. ¡La buscaré en donde sea!—salió con un aire heroico.
Katie empezó a llorar súbitamente, Hubert la consolaba y abrazaba con cariño.
—No... no, no entiendo... ¡Nos puede matar! Esto es una plaga, un virus, no es normal. ¡Ahora somos los padres quienes deben cuidarse de sus propios hijos!
—Entiendo tu frustración Katie—dijo protector—, pero no pasara nada malo, confía en mí. Y es cierto, la justicia ha encontrado más cadáveres de padres que de adolescentes. Y lo peor... a ninguno de los 21 asesinos han capturado.
—Dios santo—se persignó—, que George no salga igual. Todo esto pasó desde aquel día...—recordó pesarosamente—. Estábamos ahí y en la policía hizo oficial un caso de un chico pobre llamado Glen Rhodes, que mató a su madre electrificándola.
—Pudo haber influido en algo, pero lo dudo, porque si no... la mitad de la población del país estaría muerta.
—Sí... tienes razón, confió en mi Georgie.
Ellos se abrazaron mutuamente y compartieron su dolor interno, hasta que escucharon un fuerte sonido que provenía de la cocina.
—Dime que Aurora está en casa—preguntó Katie con temor.
—No... ningún empleado está ahora.
Katie y Hubert corrieron desesperadamente hasta la cocina, y lo que Katie no quería ver... ya estaba en sus ojos, abrió los ojos, dio un sonoro grito y Hubert se puso frente a ella. George tenía un cuchillo en sus manos.
—No, no, espera... hijo... ¡No lo hagas!—pidió su padre.
— ¿De qué hablan, exagerados?—preguntó George con el ceño fruncido— No voy a matarlos, gilipollas.
—P-pero...
—Simplemente, estoy guardando el cuchillo en el cajón—dijo George enojado.
—Uff... lo siento hijo—dijo Katie tranquila—, pero ya sabes... el temor.
—Descuida mamá, yo también me preocuparía. Pero ahora si me lo permiten, voy a mi habitación.
George salió de la cocina muy normal, Katie le siguió y Hubert también,
—Te odio Charles, rompiste "Denna" —susurró su papá—, si no lo hubieras hecho, esto no estaría pasando.
(...)
A la mañana siguiente, sus padres estaban desayunando tranquilamente, después del trago tan feo y amargo que tuvieron.
—Aurora, quédate hasta tarde, por favor—susurró Katie en confianza.
—Claro, señora Lestrade.
Inesperadamente, llegó Hubert y se sentó, intentando ignorar el trágico episodio de ayer.
—Buenos días querida—le dio un beso en la mejilla—, ¿Y George? Se le hará tarde para ir a la escuela.
—No sé, iré a despertarlo—dijo ella y fue al cuarto de su hijo.
Hubert apenas iba a probar bocado de la deliciosa comida que podía degustar, pero el grito de su esposa lo hizo estremecer y subir de inmediato.
— ¡¡Hubert!! ¡¡VEN!!
Estaba preparado con una escoba y corrió, estaba dispuesto a todo con tal de salvar su vida y la de su esposa, pero no encontró asesinatos, muerte o sangre. Katie estaba en perfectas condiciones.
—. ¿Qué ha pasado, mujer?
—Mira, está carta. George se escapó, pide que abramos la caja los dos juntos.
—P-pero... ¿Qué puede ser?
—No lo sé, pero por favor—pidió Katie con miedo—, hagámoslo.
Con mucho temor, fueron abriendo lo que tenía la caja misteriosa. Era solo una playera y regalo para cada quién. No fue ni una desgracia y siguieron con su camino.
George, por su parte, iba a tomar rumbo a Nueva York. Logró investigar que Larissa Milverton podría hallarse en ese lugar, así que ya estaba a punto de tomar el autobús. Pero se detuvo con precipitación, volvió al lugar inicial y dijo.
—Quiero cambiar mi boleto de avión a Minnesota—dijo en voz esquematizada.
Habían pasado 20 minutos desde que los Lestrade encontraron el extraño paquete en cuarto de su hijo. Y justo en el momento en que George cambió su rumbo y destino... ellos empezaron a padecer algunos cambios raros, su visión se hizo borrosa, tuvieron secreción nasal y un terrible dolor de cabeza. Pero eso no fue todo, su ritmo cardiaco fue inestable y sintieron una presión en su pecho que era muy anormal, además, de que los dos empezaron a tener nauseas injustificadas. Aurora se espantó al ver a sus dos patrones convulsionarse por la insuficiencia cardiaca y murieron. ¿Qué pasó?
"Para estos momentos" —pensó George mientras subía al autobús— "El gas sarín ya hizo efecto".
Resulta que, después de estar en la casa de Kelly, pidió ese trabajo a ese narcotraficante. Tener una caja con ese gas sarín que es calificada como un arma mortal, incolora, sin olor y pasar desapercibida por las personas. Finalmente, caminó por las montañas del gran estado, llegando justo a tiempo.
George creyó que sus ojos le hicieron una mala jugada al ver a Kelly, estaba sentada en la hamaca, frente a una gran cabaña. Corrió para ver si era verdad o mentira, pero desgraciada o afortunadamente para él, Kelly si se encontraba presente. Corrió hasta ella y la abrazo con todas sus fuerzas.
—Qué... p-pero...—dijo Kelly confundida— ¿Por qué pudiste pasar?
—No sé... yo sólo te vi aquí y corrí contigo.
—. ¿Asesinaste a tus padres, cierto? —preguntó con su voz estrepitosa.
—Sí, Kelly te amo. Por favor, ámame también.
—De acuerdo George—suspiró ella— y literalmente, estaremos juntos por siempre...—sollozó en sus brazos. Estaba feliz y triste a la vez. George no comprendió el porqué de la combinación de esos dos estados de ánimo. No tenía por qué preocuparse, ya que lo entendería más adelante.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top