Capítulo 40-2: Celos
Alba
Entiende algo, Miriam.
Arturo es un hombre.
Todo lo lindo, encantador y dulce que tú le quieras inventar, pero un hombre al final. Sigue la regla de todos: una sonrisa y se pierde.
El_Extranjero
Tampoco debemos irnos a los extremos.
Rayo_McQueen
¿Por qué nadie me sonríe a mí?💔
Tía Rosy
Pero a ti no debería importarte, Miriam. ¿O sí? 😏 Después de todo son amigos.
Miriam
No lo hace.
Rayo_McQueen
Fue un dato curioso que nadie pidió saber pero decidiste compartir(?).
Miriam
Solo fue un comentario. A mí me da igual con quién salga Arturo. Que se case con ella si es lo que quiere.
Tía Rosy
¿Alguien más huele los celos? Porque hasta llegan.
Miriam
No estoy celosa.
Rayo_McQueen
Muy bien. Me gustó esa prueba. Ahora dilo convencida.
El_Extranjero
Salir con alguien no tiene nada de malo.
Pao
¿No?
El_Extranjero
Conocer nuevas personas no significa que busques una relación amorosa, ni que tengas otra intención. Hay citas de trabajo y de amistad.
Alba
¡Qué mal pensado somos! Sí, van a charlar como colegiales. Que tiernos. Deja de excusarlo. El tipo se fue con otra porque le gustó. Duele, pero es la verdad. Y ya que estamos diciendo verdades, ustedes no son nada. Él puede enredarse con ella porque no tiene ningún compromiso contigo.
Pao
No tienes nada de tacto.
Tía Rosy
Tampoco seas tan explícita que a la pobre chamaca le dará un infarto.
Alba
Dijo que no le importaba.
Miriam
¡Está bien!
Sí, me importa.
Sí estoy celosa aunque no tengo derecho a estarlo porque lo quiero. ¿Contentos?
Yo sí lo estaba.
Era un maldito por sonreír al enterarme que Miriam la pasaba mal por mí. Aunque tampoco podía ignorar que era la primera vez que ella reconocía que la importaba más allá de ser su compañero de oficina. ¿Debía alegrarme? No. ¿Lo hizo? Claro que sí.
—Lo siento, lo siento —me disculpé recordando que estaba en una reunión.
Amaia había elegido un sencillo restaurante de comida italiana cerca de la zona. Manteles a cuadro, servilletas blancas, cuadros de madera de viñedos, luces en todo el techo.
Amaia me sonrió sin darle importancia.
Me distraje con la notificación del primer mensaje en el que Miriam exponía mi mala obra. En mi defensa no sabía que era tan importante, ni que se enfadaría. Fue ella quien dijo que me divirtiera.
—¿Estás hablando con tu chica? —curioseó.
—No —respondí enseguida. Primero divertido por la suposición, después horrorizado.
El club no era mi chica, por suerte. Hablábamos de ella, que era diferente. Mejor dicho, de la que me gustaría que lo fuera.
—Por ese tono asumo eres soltero —dijo entrelazando sus manos sobre su barbilla.
Dudé antes de asentir. Es decir, literalmente lo estaba.
—Supongo que tú no —dije.
—¿Por qué no?
—Sí, tienes razón. Ha sido muy tonto de mi parte asumirlo, puedes estar soltera por decisión personal.
—Aciertas... Pero también es cierto que también puedo dejar de estarlo cuando quiera, ¿no? —No pude llevarle la contra—. ¿Te digo una cosa más? Siento que me mientes —me acusó divertida. No entendía a qué se refería—. Tienes un tipo de relación con la chica que trajo los cafés.
—Miriam. Y llevar las bebidas no es parte de su trabajo —le aclaré porque recordé cuanto le molestaba la mención—. De hecho tiene un puesto superior al mío, es mucho más lista que yo, pero suele hacer esas cosas para darme una mano.
—A eso me refería. La defiendes —mentía. Solo decía la verdad—. ¿Es tu novia?
—Es mi compañera. Y también mi amiga.
—Perfecto porque tengo una regla de oro, nunca involucrarme con chicos que tengan un compromiso.
Tampoco creía que llegáramos a progresar. La licenciada Amaia era como un espejismo. Demasiado lista, carismática y simpática para ser real, tan guapa que costaba creer que estaba sentada a la misma mesa contigo. Quizás fue eso, que fuera tan perfecta que me pareció que no teníamos nada en común. Vamos, yo me conocía a profundidad, no era la clase de hombre que encajara con una mujer como ella. Y aunque era un placer contemplarla, pensándolo a fondo, necesitábamos algo más. Admirarla resultaba sencillo, pero recordé que se necesita más que venerar a alguien para ser feliz.
También contribuía que al caer en cuenta de que no tenía que concentrarme en planes a largo plazo, sino que podía simplemente aventurarme, disfrutar un rato y después ver qué pasaba, la imagen de Miriam siempre acudía en mi cabeza. Era mi recordatorio para no avanzar más allá de la línea porque aunque la mujer que estaba frente era lo que todos podrían desear, la que estaba allá era exactamente lo que yo buscaba. Y tenía que usar la cabeza, no arriesgarme a perderlo por un momento de debilidad.
Fue una buena comida, pero supe que no se repetiría.
Sus ojos cafés iluminados por el sol daban la impresión de tornarse verdosos. Un curioso tono que me dediqué a observar sin darme cuenta, ella notó mi interés por lo que sonrió.
—Deberíamos volver a vernos —opinó. Me entregó una tarjeta con su número—. Tú decides cuándo, Arturo.
Y aunque la licenciada Amaia era una mujer espectacular decidí alejar las tentaciones ahora que estaba por lograr lo que quería. Guardé el papel hasta el fondo del maletero para no verlo, ignorando la voz que me decía que lo anotara en mi teléfono. En otro momento no hubiera dudado, pero ahora las cosas eran diferentes.
Encontré a Miriam en la oficina, revisando unos papeles de pie. Con su blusa ropa de cuello, su falda negra hasta las rodillas y sus tacones. El atuendo le favorecía, al menos la hubiera halagado de no ser porque cuando notó mi presencia hizo una discreta mueca de desagrado antes de volver a su asiento.
—¿Cómo te fue en tu cita?
—Bien —respondí, pese a que no me estaba prestándome atención—. ¿A ti?
—Igual —comentó indiferente, más concentrada en su computadora.
—¿Estás bien? Pareces molesta... ¿Alguien te chocó otra vez la defensa? —intenté bromear.
—No, gracias al cielo —resopló aliviada.
Silencio.
Lo mejor sería no molestarla, al menos ese era mi plan hasta que algo llamó mi atención.
—¿Qué es esto? —pregunté al observar lo que sobresalía del bote de basura. Miriam abrió los ojos aterrada, ignoré sus quejas para sacarlo de la basura.
—Deja eso, Jiménez —me ordenó levantándose de un salto. Intentó arrebatármelo, pero fui más rápido. Miriam no se rindió—. No tienes derecho a espiar mis cosas.
—Dice Arturo —releí la pequeña etiqueta de la bolsa, sorprendido.
Miriam sostuvo su cabeza con ambas manos. Dejó escapar un suspiro de frustración.
—Ay, no —se lamentó.
—¿Lo compraste para mí?
No podía creer que Miriam, la chica que me amenazó con llevarme a la cárcel el primer día fuera la misma que me regalara una taza personalizad. No era muy fanático del diseño, un sol sonriendo algo infantil, pero lo que importaba era la declaración de una acción como esa. Además, tenía una leyenda que decía: Eres importante para mí.
Ella no contestó, volvió a su asiento.
—Pero, ¿por qué estaba en la basura?
—Porque ahí debió estar siempre —murmuró enfadada, apretando la mandíbula.
—¿Te molestaste por que salí con Amaia? —expuse para no darle más vueltas. Mi sinceridad la puso de peor humor.
Miriam se rio sin ganas, acomodó sus gafas dedicándose a su trabajo para no hacerme caso.
—Me deseaste suerte—argumenté a mi favor.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Ella deja de prestarle atención a la pantalla para mirarme directo a los ojos. Empecé a arrepentirme. Ahora entendía lo de "todo lo que digas puede ser usado en tu contra".
—¿Y qué esperabas qué hiciera? ¿Qué te pidiera que cancelaras por mí? Así te veías obligado a acompañarme mientras te lamentabas de la oportunidad que habías perdido. No en esta vida, Jiménez —explotó. Bien, no esperaba esa respuesta—. Y me importa solamente porque fue muy complicado convencer a la señorita que hacía las reservaciones cuando estaba todo ocupado... Para que al final te marcharas. Fui con Dulce —apuntó, tomando un suspiro—. A ella le fascinó.
—Bueno, al menos no se desperdició la comida.
Miriam resopló incrédula. Yo tampoco comprendía como solté en eso en un momento así.
—Está bien. He sido un tonto —reconocí porque eso era más adecuado.
—Al fin estamos de acuerdo en algo.
—Debí cancelar la invitación. Fue una mala decisión. He pensado mucho en...
—Para tu información, yo no me acordé ni un poco de ti hasta que llegaste tú a recordarme el mal rato.
Contuve una sonrisa para no delatarme.
—Miriam, me dueles —respondí intentando no sonar divertido.
—Qué bueno —escupió dando por finalizado el asunto.
El resto de la jornada Miriam siguió negada a escucharme. Debí sentirme mal, pero sinceramente estaba más entusiasmado con la idea que había aceptado sus sentimiento hacia mí que por mi tropiezo que intentaría remediar cuando su enfado disminuyera.
Contrario a mis pronósticos a la salida no había mejorado.
Ahí sí me preocupé.
Sería el peor descalabro de mi vida estropearlo de último momento. Miriam se despidió con un simple ademán, una palabra en voz baja y un portazo que resonó en las paredes.
Tenía que arreglarlo porque se atravesaba el fin de semana y no quería que los problemas se prolongaran hasta el lunes.
—¡Miriam! —la llamé en el estacionamiento. No se detuvo pese a que me escuchó, siguió su camino. La alcancé cuando se detuvo para buscar la llave de su vehículo—. Lamento lo de hoy. Entiendo que estés molesta, pero no quiero que estemos así. Déjame recompensarse.
Miriam pasó de mí dirigiéndose a su vehículo. Negué con una sonrisa, le había afectado más de lo que había dicho.
—Te invito a cenar esta noche —propuse. Aprovecharía para sincerarme con ella.
—Lo siento, pero no —respondió indiferente—. Hoy quedé con mis padres de reunirme con ellos, será nuestra primera cena en mi nuevo departamento.
—¿Cómo vas con ese tema? ¿Todo listo? —curioseé con genuino interés. Miriam se mostró más relajada.
—Sí. Hoy mismo dormiré por allá. Ellos están más emocionados por mí ahora —contó disimulando una sonrisa. Me alegraba por ella, sabía lo importante que era ese paso.
—¿Qué te parece mañana?
—Ocupada.
—¿El domingo?
—Nunca te rindes, eh —alegó ante mi insistencia. Se recargó en la puerta mientras cruzaba sus brazos—. Lo siento, pero quedé de festejar con el club mi mudanza. La salida la organizó Tía Rosy para el sábado, pero Alba no podía.
—¿El club de boliche? —le pregunté con una sonrisa.
Se había encariñado demasiado con los integrantes. Ahora los agregaba a todos sus planes. Miriam se encogió de hombros.
—Sí, y aunque me pidieron te avisará no pensaba hacerlo. No quiero arruinarte alguna otra cita, Jiménez.
—Puedo pasarla a otro día.
Miriam odió mi broma. Abrió la puerta dispuesta a marcharse, pero se lo impedí. Había olvidado que no era momento para ser gracioso. Ella frunció las cejas mirando mi brazo que le cerraba el paso. Necesitaba que me escuchara.
—Miriam, no voy a salir de nuevo con...
—No me digas lo que planeas hacer con ella, por favor —me pidió cubriendo con su palma mi boca. En su voz noté por primera vez que no solo se trataba de una escena sin importancia de celos, sino también había dolor.
A Miriam le dolía el asunto. Y yo me la había pasado haciendo chistes al respecto.
Yo sí que era un imbécil.
Dejé de sonreír y de impedirle marcharse en mi juego.
Miriam bajó la guardia, me soltó despacio. El silencio caló entre nosotros.
—Puedes ir si quieres. Te mandaré la ubicación mañana. —Ella fue la primera en hablar, más tranquila, evadiendo mi mirada.
—Gracias...
—Tengo que irme —dijo en un susurro. Asentí haciéndome un costado. Miriam subió deprisa a su vehículo, dudó un segundo antes de cerrar—. Arturo —pronunció bajando la ventana. Me acerqué para escucharla. Que dejara de ser Jiménez era un avance—. ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Sabes que sí.
—¿Rosa o verde esmeralda? —preguntó, desconcertándome. Su rostro clavado al frente no me dio una pista a lo que se refería.
—¿El primero? —intenté, sin ni siquiera recordarlo. Ella sonrió discreta.
—Lo sabía.
—¿Me explicarás?
—Nada, Arturo —contestó, encendiendo el automóvil—. Te veré el domingo.
No entendí a qué se refería, pero sí que había sido un idiota.
Negué sacando el celular de mi bolsillo. Deseé que fuera domingo ya para volver a verla. Esta vez sí arreglaría lo nuestro. Dejaría de engañarnos y perder el tiempo. Había llegado el momento de darle nombre a lo que sentíamos.
IMPORTANTE:
¡Hola a todos! Gracias a todos los que leen la historia. Muchísimas gracias por su apoyo. También felicidades a las dos ganadoras del sorteo que fueron anunciadas el miércoles. Gracias a todos los que participaron. Pronto haré todo sorteo. Mil gracias por todo. Quería informarles que cambié la portada de la historia <3. Espero les guste. Les aviso para que no se confundan, sigue siendo El club de los cobardes <3. En un momento subo el otro capítulo.
Si les gusta el capítulo no olviden dejar un pequeño comentario. A veces un mensajito de menos de un minuto es un gran agradecimiento para mí, uno que valoro mucho.
No saben lo mucho que a veces me cuesta subir mis historias a la plataforma. Para no ir más lejos, quitando las horas de planeación y edición, demoro de una a dos horas para cargar el capítulo porque no tengo internet(es súper lento :(). Así que empiezo a subir el capítulo el sábado a las 7 para que a las 8 más o menos se suba 😂.
Esto lo digo no como una queja, ni para presionarlos, simplemente para hacerles saber que después de tanto tiempo mirando una pantalla cargándose leer un comentario de ustedes es un verdadero regalo. Los valoro mucho y me hacen saber que tantas horas que pasó trabajando valen la pena. Así que si has comentado la historia déjame decirte que la historia sigue en pie por ti, sigo publicando por ustedes que me dan ánimos para seguir. Gracias a esas personitas que son el alma de esta novela. Ojalá la vida les recompense todo lo bueno que hacen porque me han alegrado tantos días que no merecen otra cosa que lo mejor del mundo ❤️.
Los quiero mucho.
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