Capítulo 20: Su problema es grave

«Sí, claro. Sebastián. Ja. Ja. Ja.»

Me reí de las locuras que Dulce se inventaba. Seguramente mi jefe perdería el tiempo en una bobería como esa. Él había dejado claro que era importante para la empresa. No para él. ¿Qué lo haría cambiar de opinión? ¿Se comió una coyota al llegar a Hermosillo y se le aclaró la mente?

Suspiré dejándome caer al asiento. Eché un vistazo hacia los lados para comprobar que nadie me atrapara sacando mi celular. Jiménez estaba concentrado en su trabajo. Titubeé, pero al final volví a abrir el correo por centésima vez.

Releí sus líneas con una batalla de emociones. Miedo, curiosidad, duda. Lo primero que hice cuando me levanté y di con él mensaje fue creer que se trataba de una broma estúpida. El coraje surgió en mí de forma instantánea y me metí a bañar con la sangre corriendo con fuerza por la ira.

Después mientras me secaba el cabello me atreví a volver a repasar los párrafos para darle paso a la confusión. Sabía mi nombre. Era una jugarreta de alguien del trabajo.

Tenía un reducido grupo de conocidos. Me pasaba el día entero en esa oficina. Convivía solo con mis compañeros y con un sin fin de clientes que se mostraban demasiado respetuosos para meterse en líos. No desconfié de ninguno porque no me habían dado indicios de sospechas.

Descarté a Sebastián. Mi jefe no estaba enamorado de mí, de eso estaba segura. No desperdiciaría sus vacaciones escribiéndome. Una cosa era que últimamente me dedicara un saludo matutino con más atención y otra que me quisiera. ¿Preocupado porque lo rechazara? Era el mejor chiste del mundo.

Y dejando de lado a Sebastián, el hombre con el que más había convivido en los últimos años, mi lista se reducía.

«¿Jiménez?» Volví a reírme. Después de ver la fotografía de su exnovia cualquier sospecha se había disipado. No iba a consolarse con una mujer como yo después de estar con una chica como ella. Porque mis ojos comunes podían estar bien para algunos, pero no competirían con los ojos verdosos de Ana que combinaban a la perfección con la cara de mujer bonita. Lo era, Jiménez lo aceptó, y lo dijo con una sinceridad que resultaba abrumadora. Yo era guapa, ella hermosa. «Y eso para mí estaba bien», pensé mientras me ponía a trabajar.

«Si al menos tuviera una buena personalidad entonces lo físico podría recompensarse, pero con el humor que me cargaba no había mucho qué hacer... Espera. Hablo como si me importara gustarle a Jiménez. Que disparate», me reí tan fuerte que tuve que cubrirme la boca.

—¿Todo bien, Miriam?

Su voz desde el escritorio vecino me obligó a esconderme tras la pantalla.

—Sí, todo bien —respondí enseguida para no seguir llamando su atención—. He sido una tonta.

Eso último lo dije en un susurro. El maldito correo tenía mi cabeza desordenada.

Pensé en Joel. No, él era un ogro, sin embargo, no parecía tener ni el carácter, ni el buen tino para esas cursilerías. Me odiaba, no me dedicaría más de cinco minutos.

«¿El chico de sistema? ¡Por Dios, qué estaba pensando! En mi vida lo había visto, pero tenía acceso a todos los correos».

Se lo conté a Dulce esperando apaciguara el torbellino de mi cabeza no que lo avivara más. Ella juraba que se trataba de Sebastián, pero no podía engañarme con esa teoría por más que lo deseara. Suspiré con la mirada vaga en la información de la computadora. Hacerme la tonta no serviría de nada.

Eran tantas las preguntas que necesitaban respuesta, entre ellas se colaban pensamientos que no me atrevía a confesar por vergüenza. Un nudo que se formaba alrededor de mi cuello formado de mis propios secretos.

Dulce era mi mejor amiga y la adoraba, pero no podía sincerarme con ella porque la conocía lo suficiente para anticipar que no me dejaría tranquila nunca más. Tal como la primera vez ahora usaría esa información cada que necesitara decirme "te lo dije" o como argumento ante cualquier situación. Un buen ejemplo era la manera tan despreocupada que le habló a Jiménez de mis sentimientos hacia Sebastián sin importarle dejarme en evidencia. De solo imaginarlo volvía a hundirme en el asiento con la esperanza que la tierra me tragara. «¿Qué necesidad? Ahora seguramente Jiménez pensaba que era una imbécil, como el resto del edificio».

Me alcé un poco para observarlo desde lejos, seguía concentrado en su equipo sin indicio de que algo hubiera cambiado, esperaba fuera así porque cada que lo recordaba sentía unos inmensos deseos de regresar el tiempo y sellarla la boca a mi amiga. Él tenía que mantenerse ajeno a esto. No lo convertiría en mi confidente.

Lo último que quería era que él supiera mis enredos amorosos.

Me había propuesto guardarme para mí todo lo relacionado con mi corazón. Hasta que apareció un anuncio que daba la sensación haber sido mandado del cielo, o el infierno.

¿No tienes con quién charlar de tus sentimientos por miedo a que te juzguen?

¿Eres más invisible que un fantasma para tu crush?

¡Todo eso se acabó! El club de los cobardes es para ti.

El club de los cobardes. Esa aplicación de la que Dulce me había hablado tiempo atrás. Mordí la punta de la pluma que traía entre los dedos. «¿Qué tal si...? No, no, no, no caeré». Era una locura buscar consejos entre desconocidos de Internet a los que les importaba un bledo.

«¿A desconocidos de Internet a los que les importaba un bledo?», medité. Personas que no me conocía, juicios que no me afectarían, perspectivas que podrían ser útiles. Tal vez no era tan mala idea.

«Además, ¿quién se enteraría?», me animé cuando contemplé mi última descarga en la lista de aplicaciones. Revisé en todas direcciones para comprobar no hubiera testigos, con esa actitud tan sospechosa cualquiera pensaría que iba a robarme la impresora, pero era la primera vez que pasaba una tarde tonteando en el celular.

Bienvenido al club de los cobardes.

Cobardes.
Repetí esa palabra mientras rellenaba la información para crearme una cuenta. «Solo curiosearía un rato», me propuse al escribir mi correo personal, la contraseña que nunca olvidaba, mi ciudad y mi nombre de usuario.

Mimi. No tuve dificultad para escogerlo. No me gustaba mi nombre, no es que no se escuchara bien, pero siempre había gustado de uno más alegre. Mi madre me lo había puesto en honor a mi abuela, a la que tampoco le gustaba, porque era significativo para la familia. Aunque a lo largo de su vida se esforzó porque todos me conocieran por Abigail, resultó imposible que las profesoras, compañeros y familiares me ubicaran por otro que no fuera el primero. Así que ambas nos rendimos. Aunque yo usé Mimi para todos mis usuarios porque sonaba más dulce, cualidad que no tenía pero me gustaba de las personas, en casa nunca aprobaron el sobrenombre porque ser demasiado infantil. Según mi crianza la vida debe tomarse en serio.

Tan en serio que estaba creando una cuenta para resolver mis líos de amor. Mamá se moriría al enterarse, pero no se enteraría. Nadie. Ni en mi familia, ni en esa oficina. En un impulso de adrenalina palomeé todas las casillas y le di aceptar antes de echarme para atrás.

Para ofrecerte una mejor experiencia en la aplicación te pedimos contestar un test.

Contesté rápido, breve y con total honestidad. No sabía si era lo que buscaban, pero sí lo que podía darles. El cuestionario arrojó un resultado en base al tiempo. Torcí la boca ofendida.

Su problema es grave.

«¿Disculpa? No, mi problema no es grave. Es complicado, pero no grave».

Buscaremos un grupo compatible. Espere un momento.

«¿Un grupo compatible?»

Todo fue más rápido de lo que pensé, seguía imaginando con qué personas me agruparían cuando la barra se terminó de llenar indicando el proceso había finalizado.

Hemos encontrado el grupo perfecto para usted.

Ahora eres miembro.

Teniendo en base un cuestionario de cinco minutos podía esperar muchas cosas, menos la perfección, pero me consolé diciéndome que me sentiría mejor leyendo los problemas de otros que no se comparaban con el mío.

«Saldrá bien», pensaba optimista, hasta que di con la foto del grupo y me tragué mis propias palabras. Cerré los ojos, negando con la cabeza, buscando una descripción adecuada. «Esto debe ser una mala broma».

¡Sorpresa! Sé que no es sábado, pero decidí publicar los capítulos para festejar que la historia está en #1 de comedia-romántica. Todo esto es gracias a su apoyo. Son los mejores <3. Los quiero mucho. Espero que les gusten los capítulos (son tres partes). No sé si los leerán muchas personas porque no es el día de actualización, pero espero que sí para volver a publicar el sábado sino me espero un poquito hasta la otra semana para que tengan tiempo de leerlos sin prisas <3. Un enorme abrazo.

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