Capítulo Siete
Luego de terminar los ensayos Diana va al camerino para refrescarse y al salir, se sobresalta al sentir que alguien toca su espalda. Se tranquiliza un poco al voltearse y descubrir que se trata de Henry.
—Henry, me asustaste —le reclama con una sonrisa.
—Lo siento, no fue mi intención. Solo quería hablar contigo.
—Por supuesto, ¿de qué se trata? —pregunta intrigada.
—Solo quería disculparme contigo por lo del otro día. Estaba un poco borracho y creo que actué como un idiota. No quiero que pienses que siempre soy así.
A Diana le sorprende que se esté disculpando con ella; no es que lo conozca de muchos años, pero tiene entendido que es alguien de naturaleza engreída y petulante. Jamás imaginó que fuera del tipo que se disculpa.
—Bueno, la verdad si te pasaste un poco, aunque no conmigo sino con ese pobre chico. No debiste tratarlo así.
Él se queda callado por unos segundos, con la cabeza gacha como si estuviera avergonzado, y Diana sopesa la idea de que tal vez no es tan mala persona como pensaba.
—Tienes razón, creo que debo disculparme con él también, pero... es que estos días he estado muy nervioso y eso ha hecho actuar de forma agresiva.
—¿Y qué es lo que te tiene tan nervioso? —pregunta ella con genuina preocupación.
—Es que mis padres organizarán un evento de caridad en unos días y quieren que yo sea el anfitrión por primera vez. Sé que pensaras que es una estupidez, pero para ellos es algo muy serio, casi de vida o muerte; todo debe ser perfecto... yo debo ser perfecto. El problema es que desde que terminé con mi novia soy un desastre y no sé si estaré a la altura si voy solo. Es por esa situación que me emborraché ese día.
Diana lo mira con empatía. No es que ella lo entienda, ya que la familia de Henry es bastante adinerada; supo que sus padres hicieron varias contribuciones en la universidad que estudiaban; mientras que sus padres son de clase media y trabajaron muy duro para poder pagar sus estudios. Pero sí sabe lo que es el temor a defraudar a los que amas cuando tienen expectativas demasiado altas sobre ti.
—Sí... esa sensación puede alterar a cualquiera. Me gustaría poder ayudarte a que te sintieras mejor...
—Ahora que lo mencionas, me encantaría que me acompañaras ese día como amiga, claro. Sería un gran alivio para mí poder ir con alguien.
—Bueno, yo... —Diana no sabe qué responder, ella tiene novio y no estaría bien ir con alguien más a una fiesta, aunque solo sea como amigos.
—Diana, ¿ya estás lista para irnos? —Jordan los interrumpe antes de que pueda darle una respuesta a Henry.
Ambos se miran de manera sigilosa y la tensión entre ellos es tan fuerte que se puede cortar con un cuchillo.
—Sí, cariño. Henry, luego terminamos de hablar, adiós. —Se despide.
Detrás de las bambalinas, Estela mira el espectáculo con una sonrisa. Le llama mucho la atención como Henry mira con odio a los dos tortolos marcharse, como si estuviera celoso. Con una expresión de amabilidad en su rostro se despide de ellos sacudiendo la mano cuando pasan por su lado, para luego acercarse a Henry.
—No me digas que ahora te gusta Diana.
—Ese no es tu maldito problema —le contesta él con sequedad, sin mirarla a los ojos, mientras acomoda en su espalda la mochila marca Adidas donde lleva sus cosas.
—¡Uy!, pero que agresivo. Yo solo quería brindarte mi ayuda con ella, en caso de que así fuera.
—Yo no necesito tu ayuda para conquistar a la mujer que se me antoje. —Esta vez sí voltea a verla—, después de todo me fue muy fácil hacer que te acostaras conmigo ¿No?
Su sonrisa burlona hace que a Estela le den ganas de abofetearlo, pero se contiene. Es cierto que se acostaron una vez, en la universidad, y fue todo un fiasco; el muy imbécil se corrió como en cinco minutos, dejándola a ella a la mitad.
—Como quieras —dice con desdén alejándose de él.
Sale fuera del teatro y alcanza a ver a Jordan y Diana en el auto de este. Se apresura a interceptarlos antes de que emprendan la marcha. Toca el cristal de la ventana y Diana lo baja asustada.
—¿Qué pasó Estela? —le pregunta a su amiga.
—Lo siento, chicos, pero quería saber si Jordan podía revisar mi auto, no quiere encender.
—Por supuesto que sí, ¿verdad amor? —Diana voltea a ver a Jordan y este pone los ojos en blanco con fastidio. Ella pone las dos manos unidas en señal de súplica.
—Sí, claro, no hay problema. —Accede por fin.
Sale del auto y sigue a Estela hacia el suyo.
—Y ¿Cuál es el problema?
—No lo sé, simplemente no enciende —le contesta ella encogiéndose de hombros—. Tal vez es el motor, ¿puedes revisarlo?
—Veamos. —Abre la tapa del motor y se agacha para revisarlo—. Yo no veo nada malo -dice aún agachado.
—A ver...
Ella también se agacha y, en un rápido movimiento, posa su mano entre las piernas de Jordan, donde puede sentir su miembro, haciendo que él retroceda al instante.
—Veamos si puedo encenderlo.
Ignorando el asunto, Jordan entra en el auto seguido por Estela. Gira las llaves para encenderlo y lo logra sin ningún problema.
—Parece que el problema se solucionó solo —dice condescendiente.
—Eres mi héroe, ¿cómo podría agradecértelo? —ronronea ella, prácticamente pegándose a él.
—Basta, Estela —Jordan la sujeta por los hombros y la hace retroceder—. No sé qué es lo que te está pasando, pero tienes que parar.
—Solo quería agradecerte por arreglar mi auto.
—Ambos sabemos que el auto no tenía nada —le recalca.
—Y aún así, me ayudaste. —vuelve a intentar tocar su entrepierna y él la detiene.
—¿Qué es lo que quieres?
—Nunca me dijiste si te gustaron mis fotos.
—¿En serio? —Jordan escupe una carcajada antes de contestar—. Sí, me gustaron, pero sabes que tengo novia.
—¿Y si no la tuvieras?, quiero saber si me encuentras atractiva.
—Eres muy atractiva y, si no tuviera novia, talvez haría algo al respecto, pero la tengo. —Ella sonríe triunfante.
—Entiendo. Solo quiero que sepas que si alguna vez te sientes solo y Diana no está ahí para... "Apoyarte", tienes mi número. Puedes llamarme a cualquier hora. Soy muy complaciente.
—Buenas noches, Estela.
Jordan sale del auto y se dirige al suyo, donde Diana aún lo espera.
—¿Pudiste ayudarla, cariño? —pregunta ella con interés.
—Así es cielo.
—Gracias, eres el mejor —le da un rápido beso antes de que arranque.
Durante el trayecto a su remolque, que es donde decidieron que Diana pasaría la noche hoy, Jordan se da cuenta de que la chica está muy callada y distante. Es imposible que sepa lo que estuvo conversando con Estela, a menos que esta le haya puesto una trampa, por lo que decide aventurarse a preguntar.
—¿Te pasa algo, amor?
—No... es solo que... llamé a papá cuando ayudabas a Estela y se notaba muy extraño. El día que llamé a casa solo contestó mamá, él no estaba, y ella también se escuchaba rara. No sé, pero tengo la sensación de que me están ocultando algo.
—Sabes que tu padre trabaja mucho y tu madre siempre está ocupada con sus libros. Seguro solo están estresados. —La intenta tranquilizar.
—Sí, seguro tienes razón -dice ella, aunque no muy convencida.
—Te prometo que al llegar haré que te olvides de todas tus preocupaciones.
Diana le sonríe y vuelve a quedarse callada.
—Oye, cariño, olvidé decirte que Henry me invitó a ir a una fiesta de caridad que organizan sus padres.
—¿Y por qué ese tipo te está invitando a fiestas si sabe que tienes novio? -pregunta con el ceño fruncido mientras sale del baño.
—Creo que porque no se le ocurrió nadie más. Sabes que no tiene muchos amigos.
—Pues se lo ha buscado, es un pesado. Además, tú misma dijiste que es un idiota por lo que le hizo al chico albino.
—Sí, pero también creo que las personas tienen derecho a cambiar y reivindicarse.
—¿Acaso estás pensando en ir? —Se pone frente al espejo y empieza a secarse el pelo mojado con una toalla.
–Pensaba que ambos podíamos ir.
—No creo que le interese que yo vaya. Y si yo no voy, tú tampoco.
—Oye, no puedes decirme que puedo o no hacer, no soy de tu propiedad —le dice enojada.
—Lo siento, cariño —Jordan deja caer la toalla que estaba amarrada a su cintura y empieza a acercarse a ella totalmente desnudo—, es solo que prefiero que nos mantengamos alejados de él.
—De acuerdo —Diana sede cuando él la abraza, apretándola contra su miembro—, pero recuerda que no eres mi dueño.
—Esta noche sí.
Jordan empieza a besar el cuello de Diana mientras sus manos se sumergen dentro de su camiseta para acariciar sus pechos. Con fiereza decide quitársela para dejarla tan desnuda como él. La recuesta sobre la cama y recorre con su lengua cada parte de su cuerpo, haciéndola gemir de placer...
Luego de hacer el amor, Diana, se queda dormida. Lo que Jordan aprovecha para tomar su teléfono y enviar un mensaje de texto.
Jordan: Está sospechando.
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