Capitulo XXXI: How I Met Your Father
Allyson tenía tantas quejas que proclamar (en realidad una nada más, pero con muchas variaciones de esta) y tan poco tiempo (y personas) para transmitirlas:
—¿Así que...?
—Ya te lo dije, Allye —Jake reiteró a su amiga, en compañía de Sarah también, el trío sentado en la azotea del hogar de la joven gótica —, mi tía se fue y no tengo idea de como contactarla.
—Vale, lo sé —La pelirroja contestó—, pero tenía la esperanza de que...
—¡Ya crece niña! ¡Ni siquiera es algo grave!
La lógica estaba en la cancha de Jake, era cierto, pero esto iba más allá que argumentos y razón; era algo sentimental, por más triste que a la propia Allyson le pareciera.
—¿Qué tiene la rojilla? —Sarah preguntó.
—Está molesta porque pronto tendrá un nuevo papá.
—¿Otro? ¿Oye, no nos prestas uno a aquellos que no sabemos ni dónde rayos está el nuestro?
—¡No lo digan así! —gritó Allye—. ¡No es nada! ¡Es...sólo un amigo de mi madre! ¡Mi madre es una mujer sociable y tiene amistades aquí y allá! ¡Es tan sociable como...!
—¿Tú?
—¿No soy un buen ejemplo, verdad?
—Sólo diré que Jake y yo apostamos nunca dejarte tener más de tres gatos —Sarah anunció.
—Mira Allye, dejemos las bromas y los juegos de lado por un momento —aseveró Jake—: Tu misma dijiste que Colleen es adulta y en pleno uso de sus facultades mentales; los Zabrocki no tenemos ni eso, y no fue obstáculo para que hayan juzgado al 30% de mis familiares como adultos en Cortes de Justicia a lo largo del país.
—Sé que por ahí hay un punto importante al que quieres llegar —Allyson mencionó—, pero desde donde estoy no creo poder verlo...
—A lo que voy, es que, ¿acaso hace una gran diferencia que tu madre se interesa por alguien? ¿Y qué, por milagro de Jesús, Mahoma y Buda trabajando en equipo, alguien se interese por ella?
—¡Hey! ¡Es mi madre de la que hablas! ¡Y habías dicho que no era una mujer fea!
—De apariencia, no está mal: pero de carácter y temperamento...en serio, creo que puedo entender que algunas cosas vienen de familia.
—¡¿QUÉ QUIERES DECIR CON ESO?!
—¡Me encantan cuando los ejemplos se explican solos! —Sarah proclamó.
—N-no...lo siento —Allye, con la mirada caída y apenada por su grito, se disculpó—. Es que esto es nuevo para mi. Siempre fuimos solo chicas en la casa, al menos hasta lo que recuerdo: sí, alguna vez un alma valiente se atrevió a poner la semilla en la parcela que es mi madre, pero todos sabemos lo bien que acabó eso.
—Algo... —La morena comentó
—¿Algo?
—Bueno Allye —Jake intervino —, tengo una idea de lo que pudo haber pasado, pero en realidad, no es algo que tenga claro, y no lo comentas mucho, en realidad.
—Sí, es cierto, pero....creo que pueden entender al menos que no es algo memorable en sentido positivo alguno.
—Allye, ¿qué sucedió exactamente con lo de tu padre?
—¡Ah, papá! ¿Por dónde empiezo contigo?
—¿El final? —Sarah sugirió.
—¿El final? ¿Cómo que el final?
—¡Ya sabes! ¡Puedes empezar a narrar desde el final y luego ir para atrás! ¡Como en “Memento”! ¡Eso se vería tan genial!
—Sarah, esto es ya de por si un poco confuso para mi como para empezar a jugar con la narrativa, ¡no es mi obligación entretenerte!
—A mi no, pero a los lectores sí.
—¿Qué cosa?
—Nada, lo siento. Continua.
—Es que...no estoy segura que haya mucho que contar —Allye explicó, con su rostro alzado mirando la noche estrellada—. Yo por mi parte tampoco tengo muchos detalles sobre esa historia, aparte de los muy sesgados puntos que mi madre ocasionalmente suelta y las escuetas palabras de Jessica, pero la linea básica de esta historia es que, al parecer, mi padre era un soñador, y seguía teniendo ciertas fantasías de grandeza algo juveniles, y no está mal tener sueños ni nada por el estilo, pero hay que saber darle prioridad a las cosas, y cuando eres un hombre adulto con una esposa y dos hijas que mantener y no puedes obtener un empleo que pague mejor o en ocasiones simplemente conservar uno, es de esperarse ciertos conflictos.
—¿Y eso fue lo que hizo que se fuera? —Jake preguntó—. ¿Con qué soñaba?
—No lo sé realmente. Podría ser uno de esos tipos que siguen esperando la llamada de la disquera, el punto es que papá soñaba mucho, y mamá no soñaba nada.
—Los polos opuestos se deberían atraer —Sarah comentó.
—Es cierto...hasta un punto. Pero la vida no puede resumirse en un “chica buena que se enamora de un chico malo”: las personas son más complejas qué eso...
—Vale, comprendo —Jake volvió a tomar la palabra—, pero todos cometemos errores en las relaciones. ¿No merecemos otra oportunidad? ¿No lo merece Colleen?
—Es más de lo que esperaba...mucho más.
—¿Por qué lo dices?
Allyson batallaba para poner en palabras lo que deseaba expresar; era un tema del cual debieron estar ahí para entender: Colleen, con todo y su mal paso y su hablar torpe, proyectaba algo de si que no parecía haberlo proyectado antes.
¿Qué era? Dicha, simple y llana dicha.
—Mamá no es de las que sonríen mucho —Allye prosiguió—, ni siquiera bebiendo, digo, ella siempre ha sido más una de las bebedoras que lloran cuando se le pasan las copas de las qué se ríen hasta de su reflejo en un espejo. Y cuando la vi...la vi, y estaba contenta. Ni siquiera cuando nos devolvieron más dinero de los impuestos por error. Y sé que es temprano para que esto o aquello suceda, pero...siempre dejo mi mente volar más de lo que debería.
—Es una manera de verlo —Jake expuso—. ¿Podrías sólo estar sacando las cosas de proporción?
—Maldita sea...
—¿Qué pasa?
—¡Ya me jodiste! ¡Dijiste la frase prohibida!
—Sé que por ahí hay un punto al que quieres llegar, pero...Allye, linda, no me está quedando claro.
—Quizá Sarah me está pegando la paranoia pero es algo que he notado: cada vez que algo nuevo sucede en mi vida, exagero en mi mente y veo el problema más grande de lo qué es en verdad, y entonces me digo, “Allye, ¿no es posible que estés exagerando? ¡Las cosas no son tan malas como parecen?”, pero entonces, cuando me convenzo finalmente de esa idea, resulta que las cosas si eran tan malas como parecen.
—¡Es cierto! —Sarah agregó.
—No creo que sea verdad, y francamente, esta exposición de meta-ficción me deja algo incomodo...y confundido.
—Incomodo y confundido...jejeje, justo las palabras que más me gustan.
—No confundas más a Allye, Sarah —Jake sugirió—, de todas maneras, déjame recapitular: ¿sientes miedo por tu madre?
—Siento miedo por mi madre, y sí: en menor medida, por mi —contestó la pelirroja.
—Eso sonó un poco egoísta de tu parte.
—¡Vaya que sí! ¡Pero...! ¡Pero debieron estar ahí!
—¿Contigo, en la madrugada, evitando que tu mamá no se cayera de las escaleras?
—No eso: sino...ahí, cuando estuvieron juntos.
Y el temor con el que Allyson entonaba sus frases, parecían revelar una pista importante de su inseguridad.
—¿Crees que vuelva a fallar? —Jake preguntó—. Ya sabes, que tu madre vuelva a terminar en una relación...poco agradable.
—Miren, Jake, Sarah...sé que todos venimos de hogares jodidos, pero...y-yo no soy tan fuerte, no como ustedes: no sé como lo logran, ver todo esto con tanta ligereza, pero para mi es algo más.
Allyson entonces se levantó.
—¿Qué sucede? —Sarah inquirió—. ¿Ya te vas?
—Quiero...quiero estar ahí, para mi mamá, cuando llegué mal, ya sabes.
Jake y Sarah trataban de comprender un poco la actitud de su amiga, pero ante lo que ella había expuesto, ambos seguían pensando que estaba exagerando y en grande. Y es que debieron haber estado ahí, más temprano, ese día: vaya que Allyson repasaba esa escena en su cabeza.
—¿Y...cómo es él? —Allye preguntó a su madre, ambas viendo la televisión sentadas en el sillón de su sala.
—¿Keith?
—Sí...Keith.
—Creo que hay un par de cosas que debería explicar, ¿verdad, cariño?
—Ayudaría a mantenerme al día. ¿Es amigo del trabajo o algo así...?
—No, para nada: es un viejo amigo del colegio.
—¿El colegio?
—Sí Allye, lo creas o no pero yo tuve tu edad alguna vez.
—¿El fuego ya había sido descubierto?
El intento de chiste ingenioso de Allyson sólo fue recibido con un rostro de severidad por parte de su madre.
—Hija, sólo recuerda que quien te dio la vida, y quien aún guarda tus fotos y video de niña pequeña en tu tercer cumpleaños cuando te disfrazaste de Cenicienta y lloraste porque todos se rieron cuando cantaste una canción de Britney Spears puede quitártela.
—Lo siento...
—Mira, Keith es un compañero del bachillerato, íbamos a Hopewell High los dos.
—¿Se conocieron en Hopewell High?
—Si: eramos buenos amigos, pero perdimos el contacto cuando el se marchó a una universidad en Edmonton.
—¿Qué tan buenos amigos?
—¿Qué? —Colleen cuestionó con confusión.
—Sí, es decir: ¿él era como Duckie en “La Chica de Rosa” y sentía algo por ti?
—¡No! —La madre respondió con cierto sonido infantil más propio de una colegiala enamorada qué una mujer madura.
—¿Estoy hablando contigo o mi amiga Sarah encontró un talismán que al tocarlo hizo que ocuparas el cuerpo de mi madre?
—¿Estoy hablando con mi hija o una señora amargada con once gatos encontró un talismán que al tocarlo hizo que ocuparas el cuerpo de mi niña?
—¿Por qué todos supone que tendré tantos gatos?
—Lo siento Allye, creo que eso me pasa por ya sabes, mostrar emoción por las cosas.
Allyson recordó como supo en ese instante que sus intentos de lucir ingeniosa a veces transgredían la barda que separa las zonas de “simpatía” y “Santo cielo, ¿esta maldita perra sigue hablando?”.
—Perdóname mamá...quiero...volveré a empezar: ¿realmente fueron muy unidos?
—¿Realmente te interesa? ¿O lo dices por compromiso?
—Alguien está aparentemente saliendo con mi madre: claro que debo tener algún interés.
—Pues, ¿la verdad? —Colleen pensó su contestación por un instante —. A la distancia, creo que él sentía algo por mi, pero estaba tan distraída en esos días que sencillamente nunca lo vi.
—Pobre Ducky...
—Sí...pobre Ducky.
Al final, Allyson podía mostrar verdadera simpatía, pero sólo después de haberse mostrado como insensible unos momentos antes.
Al finalmente regresar a las periferias de su hogar, notó que las luces estaban encendidas, y estacionado en frente, estaba el automóvil que le había visto a ese sujeto, Keith.
—Por favor, que estén vestidos...por favor, que estén vestidos —La pelirroja imploraba mentalmente conforme se acercaba a la puerta de entrada.
—¡Allye! ¡Hija! —Colleen exclamó—. ¿Por qué tan temprano?
—Están vestidos...¡Bien!
—¿Qué cosa?
—¡N-no! ¡Nada!
Y ahí estaban: Colleen, en compañía de, en palabras puestas por Allyson, “el pelado ése”, sentados en los sillones de la sala, con una botella de vino abierta en la mesita del café.
—¿Ella es tú...?
—Sí, lo siento Keith —Colleen mencionó—. No los he presentado formalmente: hija, él es Keith, Keith, mi hija Allyson.
—Mucho gusto —El invitado saludó —. He oído tanto de ti. Pero, ¿no estabas en la Universidad de Ottawa?
—N-no, esa...esa es mi hermana mayor de la que estuvieron hablando...
Allyson quedó un poco...impactada, por la apariencia de Keith: cabello negro, no muy largo para un joven, pero para alguien en sus 40 destacaba por su longitud; ojos verdes, una barba de candado que denota que la última vez en la que ese sujeto estuvo atento de las modas y fue a principios de la década pasada; vestía con un saco largo y negro, que o estaba muy en estilo o lo encontró en una donación a la beneficencia.
En general, Keith lucía tan...no del estilo de Colleen; claro, dado que ella misma no había tenido una cita en años, era difícil definir que sí era del estilo de su madre ya que no existen parámetros reales de medición. Pero de algún modo, Allyson pudo haber adivinado cualquier tipo de hombre en el mundo menos...eso.
—Así que...Keith —Allyson finalmente habló tras su análisis interno de los gustos de su madre—. Me dicen que eras un viejo amigo de la escuela.
—Sí —contestó—. Ambos asistíamos a Hopewell High. ¿Vas tú también ahí, no?
—Sí...
—¿Aún enseña ahí Jean Phillipe? ¿El profesor LaFontaine? ¿Lo conoces?
—Algo así —Allyson contestó mientras rascaba su nuca —, aunque ahora es el director.
—¡Debes estar bromeando! —Keith replicó casi rompiendo en una risa estruendosa—. ¿Sigue igual de...?
—¡Ah! ¿Entonces ya desde entonces estaba mal de arriba?
—¿Pero cómo pueden poner a un hombre así a cargo de una escuela?
—Dado que las otras opciones incluyen gente acusada por pedófilia, trafico de drogas y gente que por error dijo “feliz navidad” en vez de “felices fiestas”, el consejo considero que un adorable enfermo mental era el menor de todos los males...pero...¿Desde entonces ya estaba en el colegio?
—Sí, nos enseñaba...nos enseñaba, ¿lo recuerdas Colleen? Yo me la pasaba dormido la mayor parte de las clases.
—Estudios Sociales —Colleen recordó.
—Y bueno, Keith —Allyson prosiguió con sus argumentos—, ¿qué haces para ganarte la vida?
—Tengo un taller automotriz.
—¿O sea que eres mecánico?
—Es un modo de verlo, sí —Keith contestó asintiendo—, pero no se gana mal.
—Puedo ver que al menos puede comprar buenos productos para el cabello...
—¡Ja! Claro: casi todos el trabajo de verdad lo hacen mis empleados. Yo ya nada más hago labores administrativas.
—¿Tienes...empleados?
Era sorprendente: por lo que decía (y por el hecho que supiera decir palabras y frases como “labores administrativas”) parecía indicar que no era precisamente un muerto de hambre.
—¿Ya te vas? —Colleen preguntó al notar la retirada lenta de Allyson hacía las escaleras.
—Estoy muy cansada mamá —Con nervio en su respuesta, Allye comentó—. Mucho gusto, ¿señor...?
—O'Shea —El hombre respondió—. Pero no te preocupes: puedes llamarme Keith si así lo deseas.
Y Allyson subió hacia su habitación: el tema no sólo iba en serio, sino que en verdad iba mucho más en serio de lo que ella sospechaba, o al menos, eso parecía. Y mientras Allyson se acostumbraba a la idea de tener un invasor de sexo masculino más en su hogar aparte de Jake y el ocasional misionero mormón, Colleen y Keith siguieron con su conversación.
—Linda hija la que tienes, se parece mucho a su madre.
—Lo sé —Colleen sonrió con gratitud—, pero a veces es demasiado...sabelotodo.
—O sea...¿Qué se parece mucho a su madre?
—¡No era tan sabelotodo!
—¡Sí lo eras! —Keith aseveró, contagiado de la sonrisa de su anfitriona.
—¡El maestro de Geografía se equivocaba a cada rato! ¡Era terrible! ¡Y desde el hecho que nuestro globo terráqueo aún tenía en el mapa al “Reino de Prusia” y a las “Provincias del Rio de la Plata” ya estábamos mal!
—Sí, no lo digo de mala manera...
Keith enmudeció brevemente.
—¿Sucede algo? —Colleen preguntó.
—Recordé cosas...
—Debieron ser cosas agradables, por el modo en que luces. ¿De qué trata?
—Me acordé de...bueno, de ti.
—¡Hablas como si fuera un recuerdo antiguo! ¡Aquí estoy! ¡Ya nos emborrachamos dos noches seguidas!
—Yo sé, pero me refiero a que, ¿recuerdas? ¿Baile de graduación?
—¡Sí! ¡El baile! Mi cita se arrepintió de último momento...resultó que “sí era homosexual después de todo”, y luego me agradeció por haberlo ayudado a entender su verdadera sexualidad...no fue mucho consuelo saber que después de ti, el chico no volvió a salir con mujeres.
—¿Y recuerdas que sucedió luego?
—Sí: llegaste y te volviste mi cita “de rescate”...fue tan dulce.
—Ayudo mucho que...en realidad no fue un sacrificio, siempre...siempre me gustaste, Colleen.
—¡Oh, gracias! —Ella respondió con un poco de sarcasmo, y mucha molestia, y sin embargo, sin quebrar el tono afable de la conversación —. ¡Si te hubieras llenado de valor, me hubiera ahorrado un matrimonio con un idiota!
—Lo siento, si algún día volvemos a 1988, te prometo no volverlo a hacer.
—Vale, tranquilo, es sólo...frustración —Colleen respondió, volteando un par de segundos hacia el techo—, no quise que sonara así, además, saqué dos cosas buenas...
—¿Tus hijas?
—Cuatro cosas buenas...iba a decir aquella indemnización y la casa, pero las niñas también tienen lo suyo.
—Y, sobre tus hijas. ¿Ellas ya saben que nosotros...?
—Más o menos Keith...más Allyson, que es la que le podría interesarle. Jessica sólo habla cuando necesita dinero para pagar una materia.
Ambos prosiguieron su platica ya hasta muy entrada la noche, cuando finalmente Keith se retiró.
—¿Allye? —Colleen preguntó, notando a su hija, ya en sus pants de pijamas, sentada en las escaleras—. ¿Aún estabas despierta? ¿Me estabas espiando?
—Puede ser...
—¿Algo que quieras comentar? ¿Decir? ¿Confesar?
—Digo que no me importa la apariencia ni las presiones sociales pero en el fondo cuando me toca usar vestido me encanta que me digan lo linda que me veo.
—¿Eh?
—No, lo siento: ya estoy dormida —Allye aclaró rascándose su ojo derecho—, pero...
—¿Estás...estás celosa?
—¿Cómo podría estarlo? Eres mi madre y él es demasiado viejo para mi: cualquier combinación que sugieras es asquerosa.
—Hija, a veces me preguntó si estarías más cuerda si no te juntaras con esos dos chicos...y aunque no entendí de todo esa frase, sé que cuando lo haga, me perturbaras más de lo qué estoy ahora. Mejor ve a dormir, que yo también necesito descansar.
—Mamá, una cosa nada más —Allye imploró tras ser rebasada escaleras arriba.
—¿Si hija?
—Escuché algunas cosas...
—¿Y qué tiene?
—¿Ya tenían una historia? ¿Keith y tú, no es sí?
—Es algo complicado.
—¿Sabes mamá? Con el tiempo me he dado cuenta que cada vez que alguien dice “es algo complicado”, en realidad no lo es tanto: es sólo que una parte no desea explicar bien las cosas.
—Lo conocí antes qué a tu padre, ¿bien? —Colleen apresuró su paso hasta llegar a la entrada de su dormitorio—. ¿Qué tiene de sorpresivo eso?
—Nada en realidad —Allye la siguió igualando su ritmo—, pero, si hablas de papá como...bueno, como hablas de él, ¿por qué te quedaste con él y no con Keith?
—En más de una ocasión, me he preguntado eso precisamente...
—¿Larga historia?
—Más o menos.
—Nunca supe que fue con exactitud lo que hizo que tú y papá se separara. Qué va, realmente sé muy poco de papá, en general.
—¿Te molesta?
—No. Me acostumbre a no tener a un varón por aquí aparte de Jake y el ocasional mormón en nuestra puerta —Allye aclaró—, pero una conforme va creciendo empieza a hacerse algunas dudas: ¿De dónde vienen los bebés? ¿Por qué estamos en el universo? ¿Qué hay del tipo con el que mi madre se revolcó para concebirme?
—¿Es tan importante?
—Algo: me donó la mitad de mi patrimonio genético. El pelo rojo fue tuyo, pero el color de ojos creo que fue de su cosecha, ¿verdad?
—Lo es hija, y...bueno, vale, te mereces saber. Mañana, por ahora, a la cama, que estás sonando más extraña qué de costumbre.
—Bien. Buenas noches mamá.
—Buenas noches, Allye.
Y ambas prosiguieron a sus habitaciones.
—¿Todo bien? —rezaba un mensaje de texto en el teléfono de Allyson.
—Sí Jake —La pelirroja comenzó a escribir—: el sujeto parece un buen tipo, sólo que hay tanto que preguntar, mucho de lo que sé no me va a gustar, pero que tengo que saber. Me voy a dormir. Cuidate Jake, y dile a Sarah que estoy bien.
Y madre, e hija, en sus respectivas camas, se rindieron en caída libre ante el sueño.
Por primera vez en años, o mejor aún: por primera vez, en general, Colleen se encontraba en una incomoda posición. ¿Cómo explicar los motivos y las razones? ¿Y Allyson podría entenderla? ¿Comprender las circunstancias? Quizá, quizá no. Pero si su hija deseaba saber de su padre, ella merecía conocer ciertas cosas, el problema era que antes de llegar a todo aquello que le pondría incumbir había que rodear por zonas y recuerdos algo sensibles.
—Así que...quieres saber de tu padre, ¿no es así? —dijo Colleen, sentada frente a su hija en la mesa de la cocina, tras dar un sorbo a su taza de café, en la mañana siguiente.
—Sería interesante y algo ilustrativo —Allye contestó.
—Comprendo...verás...déjame recordar bien. ¡Oye! ¿Ya tienes 16 años no? ¿Qué te si vamos a festejar? ¿Quieres ir a algún restaurante? ¿Quieres hacer un viaje?
—¡Mamá, nada de distracciones! —La hija reclamó.
—¿Y qué tal mi auto? ¿Te prestó mi auto?
—¡Concentrate ma...! Espera, ¿me prestarías el auto? ¿De verdad?
—¡Claro que sí! ¡Te doy para la gasolina incluso!
—Por Dios —Allyson susurró, a ojo abierto en su totalidad, casi con su quijada en el suelo cual dibujo animado clásico—. ¿Es tan grave entonces?
—¿Por qué no puedes ser una adolescente normal? Sólo distraerte por lo material y no hablarme.
—Hablaremos de lo material a su tiempo, no creas que el auto está fuera de discusión. Pero de momento, vamos, ¿qué hay de mi padre?
—Bueno, no puedo disuadirte de otro modo: niña, hay mucho que contar sobre cómo conocí a tu padre.
—Sólo prométeme que si vas a empezar con esa historia no te vas a tardar ocho aburridas temporadas de una mediocre sitcom rescatada por una brillante actuación de Neil Patrick Harris en el único personaje interesante de toda la serie.
—¡No hija! ¡No será una parodia barata a “Cómo Conocí A Tu Madre”!
—Más te vale...
—Todo comenzó...en los 80...
Acalarado tal detalle, damas y caballeros, ahora cedo el terreno de la narrativa al señor Stephen King...
...no, estoy bromeando (él jamás se interesaría en esta historia): le cedo mi espacio narrativo a Colleen Martin.
*
Corría el año de 1988: Brian Mulroney era el Primer Ministro del país, y la Guerra Fría se estaba perfilando a un final inesperado. Madonna era joven y vibrante en vez de ser ése fósil de velociraptor que es hoy, y todos sintonizábamos nuestros televisores para ver Miami Vice y Dallas.
Yo estaba en mi último año de bachillerato en, como ya has escuchado, Hopewell High: la escuela era muy diferente entonces, entre ellos, tenía dinero, las paredes con pintura y la comida venía de verdaderas vacas...
—¿Me disculpas un momento? —Allyson mencionó, interrumpiendo la narrativa de su madre y regresandola al...narrador.
—¿A dónde vas?
—Comida: esto va para largo, y quizá no dure ocho temporadas, pero igual suena a que llevará su tiempo.
Allyson no era fanática de las piezas de periodo, menos aún ochentaras, pero si la historia revelaba algo, tendría que ser paciente y escuchar.
N/A: Agradezco sus lecturas, agradezco sus votos, recuerden por favor que estoy abierto a todo comentario, y si se pasan por mi grupo de Facebook (https://www.facebook.com/elClubdeHopewell), tengo una pregunta acerca de qué ideas tienen para la serie: ¿Alguna parodia o estilo en particular que les gustaría ver?
Nos vemos la siguiente entrega.
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